El enemigo llevaba tiempo agazapado en su táctica guerrillera, asestando pequeños pero contundentes golpes en los flancos de las huestes del Rey, casi una burla contínua, a tenor de la diferencia de medios y de hombres a uno y otro lado del campo de batalla.
El nuevo Mariscal del Rey, más atento a los favores de la corte que a los destinos del reino, intentaba dar un golpe de efecto a la historia para ingresar en ella. Quería ser paladín de la paz, no importaba el precio. No le resultaba difícil, pues los daños causados por las huestes enemigas eran cada vez menores. Pero no por menores resultaban menos dolorosos. Era su forma de decir: «estamos aquí, no nos vamos y seguimos en lo mismo».
Un día, tras varios ataques sin más consecuencias que la humillación de saber que el enemigo sigue al acecho, que no da su brazo a torcer, el Caballero de la Triste Espalda perdió la paciencia. En su fogosidad no dudó en reunir las tropas y, tras emotiva arenga, lanzar un ataque al grito de «todos conmigo!»… Al cabo de 100 metros detuvo su corcel y miró alrededor. Estaba solo.
Los grupos de la Cámara no se ponen de acuerdo para condenar los últimos atentados de ETA.
ERC, IU y el Grupo Mixto no aceptaron el texto inicial que les presentó el Partido Popular y, al no existir unanimidad, el borrador fue rechazado. Fuente
Menos mal que estoy ocupado con partículas virtuales y pies intocables. Así no tengo tiempo para cabrearme.
Ni falta que hace!