En la partida de poker por el gas que se está jugando en el este de Europa, Moscú ha hecho realidad su amenaza a Ucrania cerrando en pleno invierno el grifo del gas natural a un Estado «hermano». Ni la solicitud para retrasar las negociaciones, ni la propuesta de un aumento progresivo del precio del gas han servido para ablandar las posiciones de los monopolistas de gas rusos. Ciertamente, Rusia perdió hace ya tiempo el estatus de superpotencia. No obstante parece dispuesta a utilizar su riqueza energética para imponer objetivos geopolíticos específicos, de momento sólo en su región de influencia.
No sabemos si tras esta humillación a la que Rusia somete a Ucrania se encuentra un «castigo» por el intento de revolución naranja, el control absoluto sobre los gaseoductos o el aumento de beneficios: lo cierto es que el precio impuesto desde Moscú para Ucrania era apenas aceptable. Kiev no está en condiciones de quintuplicar sus gastos energéticos, pero Moscú tampoco está en condiciones de proceder a una reducción inmediata de su flota en el Mar de Crimea. Las espadas estan en alto.
Occidente parece ahora sobre todo preocupado por la seguridad de sus importaciones de gas procedentes de Rusia. Algunas agrupaciones de sociedades energéticas ven en la actual disputa un argumento más para impulsar la construcción del gaseoducto en el mar Báltico. De todos modos, la pelea de gallos entre Moscú y Kiev debería ser una advertencia para los socios de la UE. Yo no me limitaría exclusivamente a la opción rusa para garantizar el suministro de gas natural. Tampoco de petróleo
Desde hace años Kiev intenta convencer de la conveniencia de un oleoducto por el Mar Negro hacia Polonia, para transportar el petróleo del bajo caúcaso, evitando por esa vía a Rusia. Un compromiso de las agrupaciones empresariales de Europa Occidental, en apoyo a este proyecto, sería una magnífica señal tranquilizadora para los Estados vecinos de Moscú en Europa Central y Oriental – y para Rusia una señal manifiestamente necesaria: señores, no se juega con las cosas de comer… y con las de quemar tampoco.
Creo que el gas que Rusia ha «cortado» a Ucrania fluye por los mismos conductos que los que llegan a Alemania, y estos no han sido cortados, en consecuencia esta crisis acabará afectando a Alemania, porque no veo cómo evitar que Ucrania «derive» parte de ese gas para sus necesidades.