El Estado es el único garante (al menos hasta hoy) de los derechos del individuo. Ahora bien, ésta no es una buena razón para convertirnos en estatólatras. De hecho, en lo que concierne a economía, la función del Estado es prácticamente innecesaria, ya que esas necesidades están cubiertas casi en su totalidad por el libre mercado competitivo. Además, en numerosas ocasiones ocurre la paradoja de que los intereses del individuo -que en teoría deben ser favorecidos por el Estado- son contrapuestos a los del Estado. Veamos hoy un caso particular: el Déficit.
La actividad económica del Estado consiste básicamente en recaudar unos ingresos públicos y financiar con ellos un gasto público que debería utilizarse para asegurar el «bien común». No obstante, los gastos siempre tienden a ser mayores que los ingresos (rara vez se verá un superávit público); así, año tras año, el déficit aumenta produciéndose un efecto «bola de nieve».
Es natural que tal cosa suceda en la mayoría de los países, pues los Estados tienen un gran acicate para agrandar sus volúmenes deficitarios, en un sistema monetario como el actual. Veamos porqué.
El sistema monetario actual está diseñado de forma que siempre haya una inflación subyacente; de hecho, el objetivo del BCE es situar la inflación en torno al 2% (actualmente España está en el 3,6%). Y la inflación, al reducir la capacidad adquisitiva del dinero, reduce el valor tanto de las deudas como de los ahorros. Por eso se dice que la inflación crea desigualdad: beneficia a deudores, perjudicando a ahorradores.
Así las cosas, el Estado, que es el mayor deudor y el que asimismo prorroga por más tiempo su deuda, se convierte así en el gran beneficiado por la inflación: el valor de su deuda generalmente se hará cada vez más pequeño; dicho de otro modo, la inflación irá contrarrestando el efecto «bola de nieve» del déficit. Entretanto, los ahorradores (generalmente las economías domésticas) reducen su riqueza por la inicua inflación.
Además, el aumento del gasto público provoca, a su vez, un crecimiento de la inflación (feed-back), pues al aumentar la demanda los precios tiran al alza.
En resumidas cuentas, en esta situación se produce un conflicto de intereses entre el Estado (que quiere más inflación para reducir el valor de su deuda) y el ciudadano (que detesta la subida general de los precios, pues pierde inicuamente nivel de vida).
Esto, en conjunto, perjudica gravemente al mercado. En primer lugar: dado que existen incentivos a la deuda y al consumo, el ahorro se estanca, lo que a su vez hace que el desarrollo tecnológico y la innovación se desacelere (porque las empresas más alejadas del consumo -desarrollo, investigación, industria, minería, etc.- tendrán menores beneficios relativos que las más próximas al consumo -tiendas, mayoristas, almacenes, etc.-). En segundo lugar: el peso del sector público crece en detrimento del sector privado, reduciéndose sobremanera la competitividad.
¿En primer lugar? La entrada parece inconclusa, ¿habrá una segunda parte?
Gracias por comentar. Es verdad, se me olvidó la segunda parte: ya está solucionado. No obstante habrá más artículos relacionados con el tema «Estado versus ciudadano».
Un abrazo.