Durante siglos la sabiduría popular, apoyada sin duda en las palabras de algún sesudo mentor, ha comparado el proceso de maduración personal con la ascensión, no siempre fácil, a la cumbre de uno mismo. Es un camino duro, lleno de peripecias y sinsabores que no nos deben apartar de la meta que la vida nos propone: llegar a ser todo aquello que podemos ser.
Cada traspié una lección a aprender; cada esquina en el camino una aventura; cada aventura un examen sobre todo lo aprendido. Así hasta el final, cada uno de nosotros cargados con su atillo repleto de lo aprehendido.
Olvídense. Esto ya no funciona así, ni mucho menos. Parece que han pasado eones desde que sólo los ricos y poderosos podian tener en casa una breve biblioteca. Lejanos aquellos tiempos en los que aprender un oficio suponía abandonar el hogar tal vez para siempre. Nos resulta casi inimaginable la escena de un mercader esperando meses por una carta, de una afable dueña de su casa esperando ávida las visitras trimestrales del juglar favorito o el barbero de confianza. Hoy lo tenemos todo a un click de distancia.
Hoy la información no se aprehende, ni siquiera se consume : la deglutimos sin masticar, la manejamos sin digerir y la desechamos ávidos del siguiente plato. Es tal la cantidad de fuentes informativas, tal la cantidad misma de información que nos hemos convertido en víctimas de los titulares.
A golpe de titulares hemos pasado de la revuelta egipcia a las detenciones de opositores en Bahrein, pasando por la masacre libia y la catástrofe japonesa. Cada titular un empujoncito más hacia nuestro propio abismo. En un proceso casi perpetuo de retroalimentación, el titular lleva al consumo, el consumo exige nuevos titulares y ello en un ritmo cada vez más vetiginoso, en caída libre. Una vez en el tobogán, sólo queda esperar el final. Arrojados por la ladera del tiempo, empujados por los pregones que nosotros mismos –víctimas semiinconscientes de nuestra infoadicción- exigimos, pasamos a gran velocidad sobre casi todo lo que realmente importa.
Y cuando lleguemos al final de la ladera, cuando la inercia y la pendiente dejen de dictar nuestra frenética caída, seremos todos iguales: unos rotos, los más suavemente redondeados por la fuerza abrasiva de todo aquello que ignoramos y los titulares que nos empujaron.
Los odiadores de lo individual, de la excelencia; los envidiadores y los planificadores habrán logrado -sin quererlo- su objetivo: seremos cantos rodados.
El problema no es la gran cantidad de información a la que podemos acceder si no los criterios que utilizamos para seleccionarla; y éstos dependen de la cultura que tenemos al acceder a ella. Las generaciones en las que ha primado una enseñanza pretendidamente basada en la creatividad tienen serios problemas para acceder a la informacion desde una postura critica.
Quizás alcancemos el ideal del ciudadano perfectamente informado y perfectamente ignorante.
Eclectikus:
Una cosa que conoce poca gente – y una vez que tienes la clave ves de otra forma sus textos, sobre todo los más «católicos»-, es lo profundísimamente influenciado que estaba por el budismo zen.
De hecho, en cierta ocasión, tras remover cielo y tierra logró entrevistarse con un reputado maestro zen, quien quería que le hablase de sus poemas.Pero no hubo forma.Elliot sólo quería saber del Satori y demás.
Curioso. Las influencias del budismo son gigantescas, a mi una religión que dice que Dios no existe (o que Dios es todo) me gusta por principio. Saludos.
Cara de Palo:
También Elliot escribió aquello de
“Where is the wisdom we have lost in knowledge?
Where is the knowledge we have lost in information?”
Y, más terrible aún, “Where is the Life we have lost in living?
Chapeau, Dhavar. Me quito el cráneo ante su erudición. Muy oportuna la cita.
El mismo T.S. Elliot escribió:
«We shall not cease from exploration
And the end of all our exploring
Will be to arrive where we started
And know the place for the first time.«
Cara de Palo:
También Elliot escribió aquello de
«Where is the wisdom we have lost in knowledge?
Where is the knowledge we have lost in information?»
Y, más terrible aún, «Where is the Life we have lost in living?
La Info nos da sensaciones, imágenes, etc. Pero como el fondo sigue siendo la NADA, cada oferta de + ser produce automáticamente la conciencia de lo que no tengo, excita la percepción del vacío y nos empuja a taparlo con una «alimento».
Se trata de una estructura eterna. Lo que ocurre es que la oferta de +ser era más reducida antes, y también por tanto la excitación de la percepción del fondo de NADA.
Es un proceso de jaque mate. Sólo lo resuelven los místicos, que, ante la percepción de la NADA, con dos cojones, en vez de hacer el movimiento habitual, se dan la vuelta y se tiran de cabeza al centro de la NADA.
El hombre está en sí mismo como en el abismo de la nada. Thyself thy foe.
«(…) Y que no es algo no-intencionado»
¿Una conspiración judeomasónica, tal vez? ¿Un plan de la CIA, o del club Bilderberg?
La novela de Stephenson transcurre en un mundo imaginario, así que puede decir cualquier cosa.
Que el porcentaje de morralla, o de hojarasca, sea cada vez mayor es un fenómeno lógico y natural, porque, al principio, es cosa de una reducida élite, y después está al alcance de todo el mundo. También pasó con los libros.
En cualquier caso, no es mala idea apagar los cachivaches de vez en cuando (la TDT, el portátil con Wi-Fi, el iPad…) aislarse del mundo y de la ubicua y mareante corriente de información que nos inunda, y sentarse a leer un buen libro, a ser posible de algún autor muerto hace tiempo; convertirse por unos momentos en una especie de Montaigne, encerrado en su torre con sus libros y manuscritos.
Jejejeje… Curioso, en la novela «Anatema» de Neal Stephenson, uno de los personajes hace referencia al hecho de que en la red, a pesar de que el volumen de información crece, el porcentaje de esa información que no es morralla disminuye. Y que no es algo no-intencionado…
Somos los hombres huecos
Somos los hombres rellenos
Inclinados unos con otros
La cabeza llena de paja. ¡Pobres!
Nuestras voces secas, cuando
Susurramos juntos
Son suaves y sin sentido
Como el viento sobre el pasto seco
O pies de ratas sobre vidrio roto
En nuestra bodega seca
Figura sin forma, sombra sin color,
Fuerza paralizada, gesto sin movimiento;
Aquellos que han cruzado
con mirada decidida, al otro reino, al de la muerte
Recuérdennos, -si es que lo hacen- no como perdidas
Violentas almas, sino sólo
Como los hombres huecos
Los hombres rellenos.
Luís, el día que estas inspirado eres un «crac»… y los que no estás, un maestro.
Seguimos en la lucha. Un cordial saludo.
Pablo el herrero
Por cierto: excelente post.
Alguien dijo que tener mucha información, pero desordenada, es peor que carecer de información.