Le Président de la République Jacques Chirac y el Bundeskanzler Gerhard Schröder, no sólo caminan de la mano en asuntos de política exterior, sino que pueden presumir de denominadores comunes también en política interior. Tanto el uno como el otro se levantan cada mañana suspirando aquello de: «Señor, Señor, líbrame de mis socios políticos, que de mis adversarios ya lo hago yo.»
El Kanzler no lo tiene muy mal después de todo y a pesar de los elementos ultraizquierdistas de su partido y de los imprevisibles Verdes. Monsieur le Président, sin embargo, tiene al lado a Nicolas Sarkozy que no deja pasar ni una sola ocasión para roer en la silla del Señor de los Campos Elíseos.
Así, evuelto en el hermoso papel de regalo de 2000 voces favorables a la nueva Constitución Europea (los 2000 compromisarios del UMP, alentados por Sarkozy) el ambicioso ex-ministro destroza las intenciones del Président y algunos colegas europeos respecto a Turquía. El regalo es el rechazo total a la entrada de turquía en la UE, proponiendo una “asociación privilegiada”. Chirac se ve así de nuevo aislado en su propio partido. El referéndum el 29 de mayo pasa a ser para él una partida de póquer, en la que puede perder todo lo construido en su larga carrera política.
Chirac mismo es culpable de su situación. La Constitución Francesa no le obliga a celebrar un referéndum. Decisión que puede ser el principio del fin. Pensemos que junto a las contradicciones abiertas entre Chirac y el UMP, se observa un empeoramiento del clima social. Y una situación similar condujo ya en el 2004 a fuertes retrocesos de la derecha en las elecciones europeas y las regionales.
El jueves cientos de miles protestarán de nuevo contra la política del Gobierno del Jean-Pierre Raffarin. Cierran trenes y metros, escuelas y centrales eléctricas. La capital en el punto de mira, ya que precisamente este día el Comité Olímpico Internacional examina la candidatura de París 2012; una candidatura prometedora, ahora en peligro.
Bertrand Delanoee, el alcalde socialista, tiene sus razones, cuando dice entender las huelgas y las manifestaciones como expresión de una democracia cuya cuna es la Francia revolucionaria. Y se pone claramente al lado de los sindicatos: «hubiera preferido que no existieran razones para estas acciones.» El Gobierno no ha sabido capitalizar ni comunicar los efectos positivos (si es que los ha habido) de su política en los últimos tres años proporcionando así razones y motivos a la oposición: una política de reformas que, según la izquierda, recompensa unilateralmente al capital y castiga a los trabajadores y a los parados.
Los sindicatos, que durante el primer año del Gobierno del Raffarin se pelearon entre ellos por la reforma de las pensiones, acaban de encontrar un motivo de unidad. El Gobierno reacciona cada vez más contradictoriamente. Raffarin es demasiado débil para garantizar la disciplina en el campo conservador, y Sarkozy actúa pensando en el futuro: quiere ser candidato a la Presidencia por el UMP en el 2007.
El referéndum sobre la Constitución de la UE amenaza con convertirse en un referéndum de política interior evaluador de la acción del Gobierno. El posible «no» de Francia, miembro fundador de la Unión, sería un duro golpe en la construcción de Europa. El viejo zorro Chirac parte hacia quizá la última lucha de su larga vida política. El desenlace es completamente incierto.
Yo, por mi parte, vuelvo a escribir desde mi conciencia lo que quien me lee ya sabe: Europa sí, pero así NO. Por una vez confío en la izquierda francesa.