La derrota del liberalismo

Perdonen mi exceso de franqueza. Desde la proclamación de la Constitución de 1978, los liberales no hemos hecho ninguna aportación relevante a las libertades económicas, civiles y morales de España. No ha existido un partido liberal que haya tenido un impacto significativo, no ya en la legislación, sino que haya alcanzado una mínima repercusión parlamentaria. Para que lo entendamos, en las últimas elecciones al Partido Libertario no sacó ni 8.000 votos (no me he comido ningún cero, ocho mil). Y dudo mucho que estos resultados sean distintos en las próximas elecciones. Pero incluso en el caso de que por un cisne negro del tamaño de la Patagonia se consiguiese representación parlamentaria, los liberales lo tenemos muy crudo para cambiar nada. España es una socialdemocracia garantizada constitucionalmente, como lo es toda Europa. Y el 99% de los partidos con representación parlamentaria, sean más de izquierdas, de derechas o liberales, entran en lo que podríamos llamar «el consenso socialdemócrata». Eso supone que, para cualquier reforma de calado en la Constitución (que es el marco que fija las obligaciones del Estado, su tamaño real), se requieren dos tercios a favor en el Congreso y el Senado. Y si pertenecen a los dos primeros capítulos del primer Título (derechos y libertades fundamentales) o al Título II (monarquía), requiere ser aprobado además por referéndum y luego volver a ser aprobado por las Cortes por dos tercios.

Siendo realistas, la conclusión es muy sencilla. Cualquier defensa del anarcocapitalismo o del minarquismo en términos políticos es una utopía política condenada al fracaso. Más aún. La consecuencia directa de negarnos a participar en la esfera política es no lograr ningún avance en materia de libertades y de derechos civiles.

Los derechos y libertades se conquistan y se defienden en el marco legal vigente. En este caso, la defensa se hace en el Congreso y el Senado, se plasma en la Constitución y la legislación vigente y se mantiene a través de la actuación de la Administración del Estado y de la jurisprudencia. Aquí, los liberales no hemos pintado nada en los últimos 40 años. 8.ooo votos en las últimas elecciones. Esto es lo que hay.

Ningún purista de la libertad ha conseguido ningún avance real en materia de derechos y libertades fundamentales. Permítanme un ejemplo. Andalucía ha sufrido un latrocinio socialista de 38 años, y no ha habido manera de echarles de la poltrona. Ni con una tasa de paro del 30%. Ni con unos niveles de corrupción y despilfarro que superarían los 3.000 millones de euros. Ni con una renta per capita un cuarto inferior al resto de España. El primer atisbo de avance en la libertad ha venido de la mano de tres partidos socialdemócratas e intervencionistas, PP, Ciudadanos y VOX, al eliminar parcialmente el impuesto de sucesiones. Ni el P-Lib, ni los anarcos, ni Nozick ni el espíritu de Rothbard con una Glock en la mano. A la hora de la verdad, la libertad no se gana o se mantiene en los estériles debates de las redes sociales, sino en las leyes que las plasman.

A lo que podemos aspirar los liberales es a influir. Ya sea por «infiltración» en los partidos políticos o por aparición en los medios de comunicación. Si miramos con un poco de perspectiva, los grandes avances que se han producido han llevado el apellido «liberal». El liberalismo suele estudiarse desde tres núcleos. El político, el moral y el económico. Repasemos:

  • Liberalismo moral. Grandes avances con el divorcio y el matrimonio homosexual. Mantenimiento de la aconfesionalidad del Estado. No tenemos problemas generalizados de homofobia o machismo.
  • Liberalismo político. Fuerte descentralización del Estado. Justicia relativamente independiente del poder político, con salvaguarda en los Tribunales europeos. En lo esencial, se mantienen la seguridad jurídica, la independencia de las instituciones jurídicas y policiales esenciales, la jerarquía normativa o la no aplicación de disposiciones sancionadoras con carácter retroactivo.
  • Liberalismo económico. Casi todo lo bueno que ha pasado ha sido gracias a nuestra integración en la Unión Europea y a la libertad de circulación de personas, mercancías, capitales y servicios. Puede añadirse la reducción o eliminación de algunos impuestos.

Con todos los peros que se puedan poner, estos avances son liberales. Y, seguramente, sea lo mejor que hemos conseguido en estos 40 años de democracia. No está mal. Estos avances en las libertades no los hemos conseguido los liberales, sino los partidos socialdemócratas que han tocado poder.

Dicho esto, la libertad más machacada en España es la económica. Mientras hemos avanzado en un 80% en libertades morales y en un 70% en el liberalismo político, el liberalismo económico puede estar rondando el 50% (es una cifra arbitraria e inventada que pongo basándome en el Index of Economic Freedom y eliminar lo que tenga que ver con la Unión Europea, pero a la que verán cierta lógica si observan el nivel de intervención del Gobierno). Si hay una libertad que debemos mejorar, es ésta. ¿Significa esto que deben descuidarse el resto de libertades? Ni mucho menos, pero hay que ser realista. Para modificar sustancialmente el entramado legal relativo a las libertades morales o políticas, no sólo hay que hacer frente a una altísima presión social (no solo desde la izquierda, también desde la derecha), sino también hacer modificaciones constitucionales aprobadas por dos tercios del Congreso y del Senado (en dos ocasiones) y un referéndum. Incluso para modificaciones del Código Penal se requieren de leyes orgánicas (mayoría absoluta, 176 diputados de 350). Para cargarse la economía basta con una ley para aumentar los impuestos y un Decreto que regule, que emana del Gobierno. No obstante, el mayor ataque a la libertad individual y al derecho de propiedad lo ha perpetrado un Ayuntamiento, como el de Madrid, al liquidar el 95% de los alquileres turísticos de la ciudad con un simple decreto local. Ninguna autonomía puede poner en cuestión la jerarquía normativa. Ningún ayuntamiento puede liquidar el matrimonio homosexual. Pero un grupo local minoritario con suficiente influencia puede decidir el futuro de una inversión de 500.000 euros (o lo que es lo mismo, su futuro económico, toda su vida familiar y su proyecto vital) dándole la patada correspondiente a la normativa.

¿Son Vox, PP, Ciudadanos, PSOE, Podemos, ERC, PNV, Bildu y otros partidos una amenaza para las libertades? Indudablemente, la respuesta es SÍ. Todos los partidos buscan el control, la ingeniería social, la limitación de la sociedad civil. De una manera o de otra. Y si usted quiere cambiar algo en favor de la libertad, debe ser igual que ellos. No porque no pueda, sino porque hacer lo contrario es ilegal, y lo primero que debe hacer cualquier Gobierno es respetar la legislación vigente (donde acaba la ley…). La diferencia entre unos partidos y otros es el nivel de dificultad con la que pueden cercenar las libertades. Con todas las excepciones que quieran poner, las morales están muy bien protegidas (modificaciones constitucionales, leyes orgánicas polémicas). Las libertades políticas están bien protegidas (independencia judicial, Europa, modificaciones constitucionales). Las libertades económicas están expuestas a los espontáneos delirios del burócrata de turno de escalafón más bajo. Y vivimos en una democracia forzosa, no hay forma de darse de baja. Ríase de Hans Kelsen.

Por todo esto, mi posición no es abstencionista. Por supuesto, respeto la postura de los abstencionistas (me niego a repartir carnés), pero la batalla por la libertad no se puede limitar a la difusión del liberalismo y a la excusa del mismo perro con distinto collar. Si la difusión y la defensa de la libertad no se plasma en el marco legal, no sirve de nada. Leer «La Ética de la Libertad» o «Los Fundamentos de la Libertad» no hace que la normativa comunitaria, estatal, regional y local se le deje de aplicar. Lo único que voy a hacer es intentar defender las libertades lo mejor posible en base a las probabilidades de que éstas puedan verse aumentadas o reducidas. Nada más. No se trata de votar al partido que corresponda porque ese partido sea liberal; o por renunciar al liberalismo, al minarquismo o al anarcocapitalismo. Se trata de intentar acercarme a todo esto con las herramientas legales y dentro de las normas de juego (buena suerte defraudando a Hacienda).

Por cierto, creo que uno puede llevar «El Manifiesto Libertario» mientras entrega su declaración de la renta el 26 de junio a la correspondiente delegación. Y nunca olvide que «error o desconocimiento no eximen de cumplimiento».

PD: Ya les contaré a qué partido he votado, así como la cantidad de alcohol que debí ingerir.

PPD: Nada me gustaría más que el PLIB sacase 40 diputados.

Burrhus el elefante neocon
Burrhus el elefante neocon

Manolo Millón.
Licenciado en Psicología.
Máster en Dirección de Recursos Humanos.
De vuelta cuasiobligada en Málaga

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10 comentarios

  1. Todo largo viaje empieza con un primer paso. Yo tampoco me voy a abstener 😉

  2. ¡Hola Elefante Neocón! vienes pisando fuerte, como corresponde a tu condición.

    Yo he ido abandonando toda esperanza de una libertad plena en la sociedad (por supuesto a nivel individual ni me la planteo), y siempre he apreciado tus matizaciones a otros post y comentaristas frenando un poco el impulso libertario con hechos incontrovertibles de nuestra sociedad real, como por ejemplo la Constitución. También hay hechos incontrovertibles de nuestra naturaleza, que sería interesante ahondar en ellos, que condicionan enormemente el modelo de sociedad al que podemos razonablemente aspirar.

    Para mí lo importante, lo que he sacado de la lectura de grandes libertarios, es la perspectiva. Creo que hay que mirar la realidad a través del prisma liberal. Pero no podemos olvidar los riesgos. La foto de Hayek es muy apropiada. El autor de Camino de Servidumbre alertaba de los totalitarismos de su tiempo. Ahora seguimos corriendo el peligro de caer en manos de totalitarios. Iñaki Ezkerra habla de Totalitarismos Blandos y de Totalitarismo Democrático. Con él charlaremos pronto. La cuestión es que están ahí y que todo esto es una descarnada y despiadada lucha por el poder. ¿Vamos a dejar que lleguen al poder totalitarios, o insensatos integrales o personajes que solamente aspiran a obtener ganancias de todo tipo?

    Tú ya sabes a quién voy a votar, y Dios me libre de decir a nadie a quién ha de votar. Pero nos encontramos en una encrucijada en la que hay que decidir entre el caos y la ruina y un intento de poner orden en el vastísimo y omnímodo Estado, reducirlo en la limpieza un tanto, y de hacer gobernable el país.

    • Hola Gemánico. Me alegra saber que siguese por aquí.

      La libertad plena es imposible. Ni positiva ni negativamente. En mi opinión, trabajamos con marcos legales. Todo lo que sea avanzar en la ley es un éxito. Y viceversa. Pero estamos peleando contra gente que se ha tomado House of Cards como un manual de instrucciones.

      Lo mejor del liberalismo es que es justo, pero lo bueno que tiene es que resulta útil. Por mucho que se mire el espectro político, cuando estás hablando con un liberal debes estar armado hasta los dientes, y aún así pierdes.

      A todo esto… aún no sé a quién voy a votar. Le doy ahora mismo mayor importancia al apartado económico porque no quiero otra recesión como la de hace 10 años y porque son las libertades más desprotegidas.

  3. Estoy completamente de acuerdo con tu texto.

    Con un añadido. Esa derrota del liberalismo ha sido por entera culpa de los mismos liberales, que se han dedicado a pelearse entre ellos en vez de a unirse y presentar una alternativa liberal creíble.

    He escrito sobre el tema muchas veces en mi blog, la última aquí:
    https://elrincondelalibertad.blogspot.com/2019/03/el-triste-paronama-del-liberalismo.html

    Gracias por tu texto. Mañana lo enlazo en mi blog. Un cordial saludo.

    • Gracias a ti, José. Yo no creo que la situación política del liberalismo sea «únicamente» culpa de los liberales. Creo que nunca ha existido una base real, más allá de tres economistas y cuatro tertulianos, y creo que el Estado tiene mucha inercia (toda la inercia, para ser exactos). Pero, fíjate, el hecho de que el mensaje liberal cale ya me parece un gran logro.

      • No te discuto que la única razón sea esa. Pero para mí es claramente la mayor. Hay una gran demanda del liberalismo en España (he escrito sobre el tema varias veces). Y oferta libertal también hay (http://enlacesliberales.blogspot.com). El terrible problema es que cada cual se cree más liberal que los otros y no deja de mirarse su liberal ombligo para pensar que es el más hermoso… y, por supuesto, el más liberal (tal vez el único ombligo liberal). Por eso estamos como estamos.

        Y sí, no te discuto que «el hecho de que el mensaje liberal cale ya me parece un gran logro», Pero con un partido verdaderamente liberal en el Congreso los avances liberales podrían ser mucho mayores.

        ¿Un sueño? Puede. Pero yo creo que mucho del descontento que en su día cosecho como votos Podemos, luego Ciudadanos y ahora Vox hubiera podido ir a un partido liberal unido y con un mensaje moderado (sin maximalismos, vamos). Bueno, no es que lo crea, es que estoy completamente seguro que, visto lo visto, un partido tal hubiera podido obtener por lo menos una decena de escaños.

        Pero no, todo al cuerno por las peleas liberales.

        Bueno, perdona el rollo.

        Un abrazo.

        • No te preocupes. Leerte no es un rollo.

          ¿Tú te crees que todo se ha ido al cuerno por las peleas liberales? No somos ni cuatro pelagatos, vamos a decir las cosas como son. Queda mucho para penetrar en la Universidad y en la cultura (un poquito menos en los medios).

          Yo diría que esta batalla es de trincheras y de resistencia. Un trabajo de hormiguita. De saber qué puede aportar cada uno e intentar aportar un granito de arena, por pequeño que sea. Si nos mantenemos, precisamente, es porque hay un porrón de liberales ocupando puestos de responsabilidad. Eso es peso e influencia. Gente como Daniel Lacalle, Rallo, Díaz Villanueva o María Blanco están haciendo un trabajo buenísimo de divulgación.

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