Provocación

La provocación, como el insulto o la ofensa, forman parte de la Libertad de Expresión. Cuando la ofensa cala en uno, el verbo se transforma en reflexivo, poniendo de manifiesto desde la propia semántica que cuando nos insultan podemos elegir entre ofendernos o no. Quizá para no ofenderse nunca es necesario tener el corazón de hielo, pero lo que está meridianamente claro es que a las palabras necias se les puede hacer oídos sordos y que los ofendiditos, tan de moda esta temporada, son actores culpables de la ofensa de la que exigen satisfacción. Como la ofensa, la provocación puede tomarse u obviarse. Uno se deja o no se deja provocar. Todo es cosa de paciencia.

Hemos mencionado ya en muchas ocasiones que la Libertad de Expresión, como Libertad que es, constituye una característica consustancial del ser humano y no puede ser violada por ninguna ley. La Libertad de Expresión es inalienable. Lo que no significa que no tenga consecuencias. La tercera Ley de Newton se cumple irremediablemente. Las acciones causan reacciones, las que estudió el físico y matemático inglés, están bien modelizadas. Por desgracia, las reacciones a unas palabras o a unos gestos son mucho más imprevisibles.

Un gesto libre como sonarse los mocos en una bandera, sea esto en serio o en broma, puede acarrear consecuencias por aquellos que tienen en estima lo que sea que represente esa bandera. Llamar al boicot contra quien hizo el gesto es parte del juego de libertades. Llamar al boicot también puede aceptarse o rechazarse. No hay merma de la Libertad de nadie en hacer el llamamiento. Sulfurarse y no aceptar las consecuencias de los propios actos es cosa de ofendiditos y no deja de ser una conducta infantil (y, por cierto, ya muy cansina, dados los tiempos que corren) que dice muy poco del sentido artístico del asunto. El adanismo, también en el arte o en el humor, es cosa pueril, sin duda.

Cosa distinta es, sin duda, utilizar la violencia contra el que se expresa. El inicio de la violencia, sin mediar violencia previa, es un acto execrable y liberticida. Rodear a aquellos que se manifiestan, en cualquier lugar del mundo, a favor o en contra de lo que sea, hasta el punto de requerir la actuación de las fuerzas de la ley, es un acto de cobarde asesinato de los derechos individuales. No seré yo el que justifique lo que alguien haga en nombre del Estado, pero desde luego, que salir a reunirse en la calle, bajo las consignas del signo que sean, de forma pacífica, no puede responderse con violencia. No importa si es o no provocación – que nadie vea equidistancia en esta frase – porque aunque lo fuera, uno puede elegir no caer en ella. Uno puede elegir no ser un violento. Uno siempre puede elegir entre la Libertad y el liberticidio. Uno siempre puede elegir entre ser un Hombre Libre o un asesino. Algunos no merecen otro nombre.

José Luis Montesinos
José Luis Montesinos

Soy Ingeniero Industrial, siempre fui autónomo aunque ya no quede más remedio que trabajar con frecuencia para la Administración que todo lo invade. Soy Vicepresidente del Partido Libertario y autor de dos novelas cortas, Nunca nos dijimos te quiero y Johnny B. Bad, que puedes encontrar en Amazon. Mi último libro se llama Manual Libertario, está disponible en www.fundalib.org. Canto siempre que puedo.

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9 comentarios

  1. Lo que me sorprende es el déficit democrático de la izquierda española (y mundial en general). A los nacionalistas es que ya ni los considero demócratas (la nación, real o imaginaria), primero, la democracia, y lo que sea, después. De ahí no salen.

    Cuando gana la derecha en las urnas, de inmediato tenemos manifestaciones en las calles, y acoso sistemático desde los medios (tienen ganada la batalla de la propaganda desde siempre). Sólo aceptan los resultados de las urnas cuando les favorecen, y si no es así, acoso y derribo por todos los medios (y viene de lejos). Todo eso se debe a su supuesta «superioridad moral», tan cansina como en otros tiempos lo fue la de los curas, que por lo visto les justifica cualquier medio para lograr sus «fines superiores». La izquierda ha cambiado su discurso con el paso del tiempo, pero no la estrategia: dibuja objetivos maravillosos que justifican sus fracasos sistemáticos (siempre hay un culpable que no es ella ni sus objetivos). Es un cebo muy apetitoso para los derrotados de la vida, o simplemente para los que tienen miedo. En general, para los que anteponen su seguridad a su libertad,aunque al final se queden sin las dos.

    La izquierda se alía con el diablo para lograr sus objetivos (alcanzar el poder), y por eso no tiene inconveniente en apoyar a los que quieren destrozar el sistema. Creen que sobre las ruinas podrán implantar «su programa». La izquierda vive del enfrentamiento y del descontento, y por lo tanto apoya cualquier movimiento disgregador. Porque la izquierda, si no reivindica, no es nada. Alienta cualquier frustración. Resucita las ya enterradas si no encuentra nuevas. La izquierda, que se llena la boca de la palabra «justicia», en realidad, tiene por motor la envidia. El odio al que es libre. El odio a la comparación que permite establecer el mérito. El pastel es tan jugoso que no creo que la cosa pueda cambiar. A la inmensa mayoría le encanta poder echar la culpa de sus fracasos a cualquier causa externa. Y ahí tendrá siempre a la izquierda de su lado. La izquierda promociona sistemáticamente la asunción de derechos (que otros han de pagar), y la elusión de responsabilidades (que otros han de asumir). La receta perfecta para el infantilismo perpetuo.

    Y sin embargo hay un montón de cosas que nos ha traido la izquierda (más bien que han conseguido que otros las traigan, pero traídas, al fin y al cabo), que hacen que la apoye en muchas cosas. Dicho de otro modo: comparto muchos de sus fines, pero casi ninguno de sus medios. Por el camino que nos llevan, todos sus logros morirán con el cuerpo del huésped parasitado. Y no veo otra salida.

    ¿Y a qué viene hablar de la izquierda si esto va de nazio-fascistas enemigos de la libertad ajena? Pues muy sencillo, porque todos esos lobotomizados, gustosamente en sueños superiores para huir de su patética realidad, no serían nada sin el apoyo de la izquierda.

    ¡Qué pena de izquierda! ¡Con lo que me gustaría ser de izquierdas, y ser bueno por fin!

    • Buen análisis. Y coincido también en que muchas veces no es una cuestión de valores, si no en el camino para conseguirlos, siempre errado.

    • El sistema está lejos de los deseos de lo que en verdad quieren y piensan los ciudadanos, el descontento siempre será generalizado, un discurso a favor de la inquietudes ciudadanas siempre vende y venderá, tanto en la juventud, como en los entraditos en años, siempre se ha creído que el comunismo y socialismo es más «obrero» y social y pocos se han molestado en ver como son esos países.

      • En realidad, el fallo del Sistema no es ideológico, sino de control. El político es el único oficio legal no reglamentado. El único que no asume responsabilidades (y me río de llamar eso a dimitir, que se lo expliquen a cualquier profesional que cause un daño), y el único que no exige cualificación. Es de vergüenza. Lo vengo denunciando años. Lo he intentado, pero jamás he obtenido eco ni entre los políticos ni entre los ciudadanos.

        Bastaría con simplemente pedir a la Administración la misma transparencia que ella nos exige a cada ciudadano (hasta el nivel de factura), para arreglar el 90% del la corrupción y adelgazar el Estado. ¿No dice Hacienda que pidamos factura? ¡Pues pidamosela también a la Administración! ¡Todo en internet!
        Y luego está la informática. Ha permitido que el Estado nos controle como nunca lo pudo hacer ni nuestros padres. Y podríamos usarla al revés. Saberlo todo de nuestros políticos (en lo que a su función se refiere), como ellos saben todo lo que les interesa (y lo que no, por si acaso), de nosotros. Como mínimo reciprocidad, aunque en buena lógica, el que paga (nosotros), deberíamos saber más de ellos que ellos de nosotros.
        Y eso dignificaría enormemente la función pública. No estoy contra los políticos. Estoy contra su desreglamentación, irresponsabilidad y descualificación. Tengo la impresión de que la gente tiene más respeto por las putas que por los políticos. ¡Y no me extraña!

        Es tan evidente, que nunca he entendido por qué la gente no pide cosas tan sencillas. Algo que exige a cualquiera que le presta un servicio que paga.
        Que alguien me lo explique.

        • No sólo el político es la profesión que no es responsable de lo que hace. También los jueces:
          1.- Llega Garzón y suelta al «Negro», un narcotraficante porque «se le pasó el tiempo para renovar la prisión provisional», se escapa el interfecto ¿Qué le pasa al juez por la, cuando menos, dejadez? Una multita …. https://www.elmundo.es/elmundo/2009/06/24/espana/1245854351.html
          Quizás alguno pueda pensar que el olvido no ha sido «casual», pero es curioso en España ningún juez está en la cárcel por estar «conchabado» con el narcotráfico…
          2.- Se hace una redada contra la mafia china, se habla de miles de millones de euros y ¡ups! se pone en libertad a los chicos malos a las 72 horas…https://www.abc.es/espana/20121122/abci-ping-libertad-201211221433.html
          ¿Alguno piensa que el juez puede haber sido comprado con agún millón no localizado? No, hombre….
          3.- Se pone en libertad o se le dan permisos a un violador contra todos los informes de fiscalía, / Instituciones penitenciarias, etc… Y vuelve a violar ¿es el juez responsable? NO, hombre no…

          • Tiene razón. Lo que pasa que el daño que pueden hacer los jueces (que no es poco, ni despreciable), queda enterrado bajo la montaña de desastres que pueden causar, y causan, los políticos. Ése sería un segundo frente, una vez desmantelado el primero.

            Mientras tanto nos siguen engañando con la dicotomía izquierdas-derechas, pero ninguno de los partidos que se encuadran (en teoría), en esas posiciones, toca el tema ni siquiera de refilón, cuando llegan al poder. Y no es porque no lo sepan.

            Por eso considero corruptos a todos los políticos. Aunque igual queda algún inocente, por ahí, que no se entera, y que lo tienen de adorno.

          • La irresponsabilidad no solo es de jueces y políticos: prácticamente abarca a toda la Administración Pública y aledaños, desde Ayuntamientos, pasando por Universidades, Empresas públicas, Notarios, Registradores, etc, etc, etc.
            No hay ni una sola A. P. n similar que pueda calificarse de eficaz y la raiz de todo radica en su irresponsabilidad.

  2. Cuando una horda de salvajes, (no merecen otro nombre), trata de impedir por la fuerza que otros se reunan y manifiesten, los que están provocando y buscando camorra son claramente estos últimos. Aparte de salvajes, son unos verdaderos fascistas, pues tratan de impedir por la fuerza la libertad de los demás. Voy a ser muy claro: hay que tratarlos como lo que son, ya está bien de aguantar que estas sabandijas amenacen, insulten, y encima les salga gratis.

    • Los izquierdistas son partidarios del déficit, de cualquier tipo, siempre que ellos sean los beneficiarios, ya sea democrático, ya sea de gasto ….

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