Lo del ukelele le quedaba bien a Iz Kamakawiwo’ole. Le quedaba muy bien. Montar pastiches infumables con niños no se salva ni con ukelele. De hecho, diría que lo hace todavía más detestable. Se unen el ínfimo gusto de lo redundante repetido mil veces y el uso de los menores para hacer política. Es la apelación a la bilis ad nauseam.
Hace demasiado que la política no tiene nada de verdad. Que es un circo lo sabían los seres humanos del Neolítico, estoy seguro, pero que se haya convertido en un desfile de imbéciles (sin bastón, sin apoyo) que no son capaces de sustentar una sola afirmación en la lógica o la evidencia alcanza en nuestros días su máxima expresión. Todo son sentimientos, corazones y otras mierdas cool. Que Irlanda recaude el doble con tres veces menos presión fiscal que España o que los países sin Salario Mínimo Interprofesional consiguen menores cuotas de paro y un consiguiente aumento de los salarios son datos, hechos, que a nadie le importan. Ni al abotargado ciudadano medio, ni al político meapilas que solo quiere mantenerse en el poder.
A nadie sorprende que tanto imbécil como copa el universo político tome por imbéciles al resto de los contribuyentes. Sin embargo, no deja de preocuparme que millenials, se sorprendan por cualquier mariconez, mariconada o gilipollismo. Se confirma de nuevo que la generación más titulada de la historia carece absolutamente de preparación. Son más meapilas que mi bisabuela. Hay excepciones, como no. Yo he disfrutado de una de ellas en el Liberty Fest, de Students For Liberty en Madrid, al que amablemente me han invitado a través de Fundalib, a presentar Manual Libertario. Espero que no sea una isla en medio del océano de puritanismo.
Al margen de posar maravillosamente – sarcasmo, por supuesto – para las fotos en el Falcon o paseando por Nueva York a los Reservoir Dogs, cualquier gobernante debería saber sumar dos más dos y, si esto no es así, cualquier periodista echárselo en cara. Cualquiera. El pesebre parece mejor cobijo. No es el caso. O al menos, parecen empeñados en hacernos creer que no lo es.
Dudo mucho que cualquier ministrillo del ramo no sea capaz de entender que, les guste o no, la curva de Laffer acaba por describir una tozuda realidad, que no se puede estirar más el brazo que la manga y que si estiras demasiado la sábana, puedes taparte la cabeza destapándote los pies, que es por donde uno se resfría. En definitiva, the show must go on. Tenemos unos presupuestos de mierda, si Bruselas no lo remedia, y unos vídeos y fotos para vomitar. Y yo cada vez escribo más exabruptos para reírme de los ofendiditos. C’est la vie.