Como sabéis, o intuís, los que me leéis a menudo, sabréis que carezco de ideología. Soy profundamente misántropa en lo que se refiere a las masas, sólo soy filántropa respecto a los individuos. ¿Que qué me parece el nuevo gobierno? Me importa poco, la verdad. Muchos podréis decir que es una falta de civismo, pero, francamente, España (y el mundo) a nivel político es tan esperpéntica que se la analiza mejor desde la sátira antes que intentando otorgar algo de nobleza a un estamento que hace tiempo carece de la misma. De hecho ha llegado un punto en que lo veo con cariz humorístico, pues para las reformas, salvo excepciones, se tira de hemeroteca, pero a los políticos les recordaremos fundamentalmente por los memes que nos brindaron. El político tiene una función social humorística.
No obstante, aunque sólo sea por escandalizar a alguno, voy a defender el nuevo gobierno. Los nuevos ministros son famosos en su mayoría, personajes públicos que han vivido, literalmente, de dar espectáculo, de tener audiencia: y esto me parece maravilloso. Por primera vez en su historia España tendrá políticos que ejercen el cargo con honestidad. Ya que el ámbito político es una masquerade, ricemos el rizo y pongamos a representar la obra a auténticos profesionales.
Puede que el lector crea que me estoy riendo de los recién elegidos por lo que acabo de decir, pero lo cierto es que no, no lo digo con sorna, lo digo con verdadero entusiasmo. Asistimos a la perfecta representación del texto clave de Guy Debord. Mi recomendación para disfrutar esta legislatura es la siguiente: lea usted a Hegel, concretamente la introducción de la Fenomenología del Espíritu, analice su entorno a todos los niveles, las formas de expresión que usan sus allegados, los personajes de TV, los libros de moda, usted mismo, trate de discernir los parámetros ocultos (es decir, no las modas, sino los parámetros de carácter perpetuo) que hay por doquiera. ¿Ya? Muy bien. Hecho esto usted acaba de dar imagen levemente al espíritu de la época.
Dicho esto, quiero añadir algo más como guinda del pastel, y es que aquellos que se meten con Màxim Huerta por ser presentador de TV por estar en cultura, no han entendido a Hegel. Estimado lector, vivimos en la cultura de la televisión. No seamos hipócritas: otrora las catedrales se pintaban para que el pueblo conociera la historia bíblica a pesar de no poder leer.
Si usted comprende cuál es el espíritu de la época y lo aliña con humor y misantropía entonces disfrutará como yo. Como decía Gómez Dávila: «Con buen humor y pesimismo, no es posible ni equivocarse ni aburrirse».
Todo mi apoyo al nuevo gobierno.
Jalajaja. Que divertida
[…] Huerta por ser presentador de TV por estar en cultura, no han entendido a Hegel. Estimado lector, vivimos en la cultura de la televisión. No seamos hipócritas: otrora las catedrales se pintaban para que el pueblo conociera la historia […]
Un par de comentarios:
1º Anteriormente y por decirlo de una manera «suave», P. Sánchez me parecía, simple y llanamente, un zoquete: el típico político progre que no es capaz más que de repetir consignas tan políticamente correctas como absolutamente vacías.
Sin embargo,a día de hoy, en base a como ha sido capaz de darle la vuelta radicalmente a su carrera política, como mínimo le concedo el beneficio de la duda.
2º Personalmente, como convencido de que la Ciencia es la base y la medida del desarrollo de un país, me va a resultar muy interesante comprobar si el nuevo ministro de Ciencia, el ingeniero y astronauta de la ESA, Pedro Duque, al que considero no solo una persona competente y capaz en su campo, sino alguien que comparte, y así lo ha manifestado en numerosas ocasiones públicamente, esa misma visión estratégica de la importancia de la Ciencia para el desarrollo de los países, es capaz de mejorar significativamente el estado de la Ciencia en España, o por el contrario la «realidad de las cosas» (es decir la tradicional mediocridad científica española) se impone como casi siempre ocurre a nuestros deseos.
A mí el nombramiento de Màxim Huerta me ha recordado a cuando mandamos al Chiquilicuatre a Eurovisión.
Es una broma que la mayoría de la gente entiende al revés.
Pues a mí me ha molado, me parece coherente tal y como digo en el artículo jajaja.
«¿Que qué me parece el nuevo gobierno? Me importa poco, la verdad…. El político tiene una función social humorística.» Qué más quisiera yo. Como decía von Mises, un gobierno no puede hacer rico al pueblo, pero puede empobrecerlo. Este Gobierno tiene la potestad de emitir decretos y reglamentos, lo cual supone que tiene influencia directa sobre la vida de la gente. Y no tiene porqué ser para bien. ¿Puede limitar libertades económicas? Sí. ¿Puede hacer dejación de funciones y permitir que otros políticos recorten libertades y derechos civiles? Sí, puede hacerlo. ¿Existe una situación no teórica sino real en el que se pudiera dar el caso? Existe. Lamentablemente, no vivimos en un país y en unas circunstancias en las que podamos decir que la política nos pueda ser completamente indiferente. Salvo que uno se lo pueda permitir. Es una de esas cosas que ves mucho mejor cuando te afecta personalmente. Y, como todo es política, todo es politizable. Incluyendo aquello que te importa. Si tienes un negocio con trabajadores y resulta que el legislador te dificulta el despido (es decir, la contratación), tienes un problema que no depende de tu competencia, sino de la voluntad del gobernante de turno relacionado directamente con la supervivencia de tu empresa, tu sueldo y, por qué no decirlo, tu libertad como empresario.
A pesar de esto… el artículo es tan malvado que resulta delicioso. 🙂
Muchísimas gracias por tu opinión, Manuel :).
Iba a comentar algo parecido. Ya no hace falta. En esta ocasión, la posición de Sofía me parece muy de la época, es decir, bastante frívola. Eso es porque afortunadamente (y no gracias a las últimas generaciones sino a muchas otras, ya muy pasadas), vivimos en un grado de libertad bastante elevado (especialmente si no produces dinero, que entonces descubrirás cómo el ojo del Gran Hermano está encima de ti continuamente), que permite creer (falsamente) que se puede pasar de la política porque aparentemente «no te afecta», pero no es así. La falta de expectativas de futuro de los jóvenes (la primera generación que ni siquiera garantiza sus sustitución biológica), es una consecuencia directa de la acción política que alegremente vienen frivolizando, porque mientras eran estudiantes e hijos, prácticamente han podido vivir como auténticas vacas sagradas. Lo siento y sufro por ellos. Pero todo tiene un precio y consecuencias.
Lo he dicho mil veces: el problema de los políticos (de la política), es que los ciudadanos estamos carentes de un sistema eficiente de control de su función. La única función legal que no está reglamentada. ¡Y la gente ni se escandaliza! Eso sí que es patérico e indignante.
Si,pero siempre que hay una iniciativa que mueve a miles de personas esta clase política liberticida se encarga de frustrarla.Eso ha sido en Cataluña,ha sido con las asociaciones de victimas de los terroristas y será con cualquiera.
El grado de libertad ese tan alto que dices,no lo encuentro por ninguna parte,con una judicatura como la que padecemos,unos políticos tan incompetentes y ávidos de poder y los medios de intoxicación tomados por la extrema izquierda,no es de extrañar que la frasecilla del juez leninista haya sido lo que ha provocado la moción con el resultado que conocemos,pero libertad no es la palabra con la que asociaria a esto.Y si,son culpables de la falta de expectativas,de la falta de sustitución provocada tambien por la mejora de las condiciones económicas que en general reducen la natalidad(eso es así),pero digo yo que alguna culpa tendremos la ciudadania ó la plebe,por el trato que nos estan dando.Si nos toman por infantes y nos tratan como tales,es de esperar que estos paternalistas de mierda y faltos de escrupulos,lo tengan tan sencillo con nosotros.
Todo ello provoca una gracia infinita,como la risa a la que hacia referencia Amis en su libro sobre «el padre de los pueblos».Es para descojonarse.
Hay muchos tipos de libertad. Me asombra tener que reconocer que durante el franquismo, en muchos aspectos, éramos más libres que ahora (debido básicamente a la imposibilidad de controlar a la gente que proporciona la informática). El Estado era enano, en relación al actual, y no había TV (me llegó a eso de los 15), lo cual hacía su ingerencia en la vida privada casi inexistente, pero en concreto, me refiero a la libertad de que ¿disfrutan? los jóvenes en el segmento de edad de 2 (en que ya empiezan a tiranizar a sus padres) hasta los 25, en que para mí, ya dejan (o dejaban), de ser jóvenes para ser adultos plenamente responsables. Durante esos años en que no tienen interés ni económico ni político, prácticamente, el Estado los deja en paz, los iguala -en la práctica los pone por encima- a padres y profesores, los inunda de «derechos» que no han de pagar, los irresponsabiliza, los titula sin apenas esfuerzo y en definitiva los infantiliza (y los que se salvan, que afortunadamente los hay, lo consiguen porque siempre hay alguien que escapa a cualquier quema, o porque sus padres lo supieron hacer). A eso de los treinta y muchos, la mayoría se empieza a dar cuenta de lo vacías que tienen las manos, y como dijo un sabio cuyo nombre ahora no recuerdo, ése puede ser el momento más duro de la vida.
Yo no digo que no afecte. Claro que afecta. Simplemente asumo lo inexorable del fracaso humano y reacciono con estoicismo pues parto de premisas misantrópicas. Sería absurdo decir que no afecta, obviamente lo hace.