No creo que a nadie sorprenda la detención de Eduardo Zaplana. Era un secreto a voces que el que fuera alcalde, presidente de la Generalitat y ministro tenía las manos manchadas. Mucho sonaba el río para ir seco. La rumorología en torno a su figura era tan desmesurada, tan abundante, que se hace extraño que los acontecimientos no se hayan producido hace muchos años. Los procesos llevan su curso y para que se produzca una detención las pruebas debían estar suficientemente claras. Parece que llegó el momento. Sé que en Benidorm en particular y en la Comunidad Valenciana en general, esto no ha sido ninguna sorpresa.
De la misma manera a muy pocos nos pilla de sorpresa la cola que está trayendo la compra del ya famoso chalé de los Iglesias Montero. El arte de decir una cosa y la contraria, machacar a Luis de Guindos por comprarse una vivienda cuyo precio es, oh cielos, 600.000 euros, para acabar comprando una vivienda cuyo precio es, cáspita, 600.000 euros. La hipocresía sonrojante que no ha pasado ni el filtro de los más fanáticos. Los ingresos millonarios de dinero del partido en la misma Caja que financia la operación. El mágico fin de fiesta de la consulta a las bases. Todo demuestra que los que venían a regenerar el sistema, llámense Iglesias o Zaplana, en realidad venían a parasitarlo. Nadie olvide que Zaplana vino a regenerar la Comunidad Valenciana después de la época de Lerma.
Zaplana vino a la política a enriquecerse, entre otras cosas. Pablo Iglesias e Irene Montero, también. Al calor del poder se vive muy bien. Todos ellos contaban con un sistema que, con los padrinos adecuados y unas tragaderas como una boca de metro, permite el ascenso y enriquecimiento de cualquiera que tenga el estómago suficiente. Son las cosas de la partitocracia.
Quizá en otro sistema, uno que no necesitara de los pelotas, los chupópteros y los asesores del gabinete, José María Aznar, en lugar de nombrar ministro de Trabajo a Eduardo Zaplana, para llevarlo a Madrid y controlar de cerca lo que todos intuíamos, hubiera tirado de la manta, poniendo el foco sobre un presidente de la Comunidad Valenciana, no precisamente para mantener el bronceado, y destapando todas las vergüenzas. Sin embargo, lo que ocurrió está en la hemeroteca. Ahora empieza un nuevo capítulo. Después del felipismo, el de Filesa, Malesa, Times Export y los GAL, llegó el aznarismo cuyas andanzas aun no han terminado de contarse.
Llegó Pablo, con Irene, Juan Carlos, Carolina y Ramón, entre otros, la gente, el pueblo, el azote de la casta. Llegaron, trincaron, metieron el dinero en una Caja de Ahorros, todo muy público, el dinero de la gente o el de las subvenciones, que viene a ser lo mismo, y sacaron unas condiciones increíbles para el hogar de sus sueños. Votar a Podemos para que sus líderes obtengan una hipoteca ventajosa. Sería de chiste si no tuvieran 5 millones de votantes. Berlanga no lo hubiera imaginado ni en sus mejores sueños. Ahora quien sabe si se irán forzados por ese todo o nada que huele desde aquí. Yo lo dudo. Pero si así fuera, quedaría como mensaje palmario algo así como que ya tenemos nuestro nidito, ya podemos irnos a dar charlas, cobrando por adelantado y universidades de verano en países donde todos cada día es un infierno.
No importa de donde vengan. Llegué, vi, trinqué. Cómo van a cambiar nada.
Por supuesto que no se irán de la política, ayer mismo, éste gánster comunista (el señorito Iglesias), dijo que seguirá luchando para ser el próximo Presidente de este país, como mencionan a España los progres de salón, de manera que creo que tendremos Podemos para rato. Otra cosa es que le vote menos gente, como creo que pasará, me alegro que el nivel de idiotas integrales en España baje algo, aunque sea un par de millones. En cuanto al PP, al PSOE, y demás patulea, las corruptelas seguirán por los siglos de los siglos amén, como dijo aquel. Es lo normal en este sistema de Capitalismo intervenido totalmente por el Estado, en este régimen putrefacto que odia todo lo que no sea público y social, en este sistema partitocrático que adormece conciencias y fabrica imbéciles a millones, nada nuevo bajo el sol, es lo que la plebe quiere, pan y circo, igual que en la antigua Roma. ¡ Pobrecillos¡