Ucrania, en la frontera (entrevista a Mikola Riabchuk)

Mykola Riabchuk

Ucrania significa, en eslavo, dos cosas: Tierra de la Frontera y País. Y es, ciertamente, un territorio de frontera, de la frontera que separa a la Rusia de Putin de la Unión Europea. Eso lo convierte en el país por antonomasia, al que define su identidad nacional acrecentada por un vecino que pretende anularla.

El Imperio Ruso la mantuvo bajo su yugo, tomando el relevo de ese dominio la URSS, de la que fue una República. Stalin, el líder supremo, mató de hambre a decenas de millones de ucranianos privándoles de las cosechas que habían sembrado en los años 1932 y 1933. Aquel genocidio fue conocido como el Holomodor. En 1944 Stalin deportó a cientos de miles de Tártaros (muchos de los cuales murieron por el camino) de la península de Crimea a Uzbekistán y llenó de rusos la península en lo que fue conocido como Sürgünlik (exilio, en tártaro). Muerto Stalin, su sucesor, Nikita Jruschov cedió la península de Crimea a Ucrania, en 1954.

En Diciembre 1991, Boris Yeltsin se reunía en secreto con los Presidentes de las Repúblicas Ucraniana y Bielorrusa para decidir sobre el futuro de lo que en adelante serían países independientes. Por el Tratado de Belavezha establecieron la CEI (Comunidad de Estados Independientes) que, de facto, daba el golpe de gracia que acabaría definitivamente con la URSS.

Desde entonces Ucrania siguió un camino no muy diferente del de su vecino Ruso, con una democracia dominada por oligarcas, en la que el sueño de alcanzar algo parecido a una verdadera democracia (o lo más parecido en este imperfecto mundo, las democracias occidentales) se iba esfumando según pasaban los años.

Dos revoluciones, ambas contra la oligarquía y la corruptela que llevaba asociada, ambas contra los prorrusos, que querían hacer a Ucrania nuevamente parte de una Gran Rusia, y ambas contra el representante principal de todo ello, Víctor Yanukovich el político y oligarca que representaba a través del Partido de las Regiones, del que era líder, los intereses de muchos otros oligarcas y de Rusia sobre Ucrania, hicieron de Ucrania la frontera por excelencia.

Revolución Naranja

La primera, la Revolución naranja de 2004, acabó con la Presidencia de Yanukovich, obtenida fraudulentamente.

La segunda, 10 años después, acabó nuevamente con la Presidencia de Yanukovich (esta vez de forma definitiva), unos años después de que éste ganase las elecciones –en esta ocasión sin fraude. Desde que accedió al poder trató de tomarlo con mano firme, y jugó un doble juego de acercamiento a Europa y servidumbre al Kremlin del que solamente podía salir beneficiado, en última instancia, y si nadie le paraba los pies, el Kremlin.

Tras echarse atrás en un acuerdo de Libre Asociación con la UE, después de años de negociaciones, comenzó el Euromaidán. Una convocatoria por Facebook atrajo a unos cientos de personas a la plaza de la independencia de Kiev, en Noviembre de 2013. Y desde ese momento las protestas fueron a más, la represión policial también, y se pasó de unas protestas pacíficas en defensa de un acuerdo económico con Europa y contra el acuerdo alternativo con la Unión Euroasiática, patrocinado y dominado por los Rusos, a una ocupación de edificios oficiales, levantamientos de barricadas, acción directa de grupos más violentos y exigencia de la dimisión de Yanukovich.

Éste terminaría por huir a Rusia. Pero allí le acogió Vladimir Putin, que veía acaso con buenos ojos lo que estaba ocurriendo. El Este de Ucrania le era más cercano que el Oeste, tanto geográficamente como políticamente. La amenaza de una Ucrania que se pasase a Occidente le resultaba insoportable. Aprovechando que muchos Ucranianos del Este simpatizaban con Rusia decidió apoyarlos en sus anhelos de adhesión a Rusia e independencia de Ucrania y logró, con ello, anexionarse Crimea sin apenas un disparo y azuzar el enfrentamiento entre ucranianos del este y del oeste, que condujo a la guerra en el Donbáss, que todavía se está librando, lejos de las cámaras de los medios occidentales.

Guerra del Donbass

La situación de Ucrania no debería sernos indiferente. Se trata de un país, como decía antes el país por antonomasia, que se enfrenta a un gigante salvaje que alberga en su interior los más fieros instintos de destrucción, solo frenados por la prudencia. Ucrania aspira a ser parte de una Europa unida y civilizada. Pero Vladimir Putin no contempla que eso suceda y tiene en mente otros planes. Así que la tierra de frontera separa, metafóricamente, a la civilización de la barbarie.

Un hombre ilustrado y liberal de Ucrania, Mykola Riabchuk, Investigador Senior en el Instituto de Estudios Políticos y Nacionalidades en la Academia de Ciencias de Ucrania, Presidente del PEN-center ucraniano y cofundador y coeditor de la publicación mensual Krytyka, además de escritor de más de dos docenas de libros, muchos de ellos premiados, tiene siempre en mente el gran problema que hoy representa Ucrania. Y por eso nos hemos decidido a hacerle algunas preguntas.

Como siempre nuestro maestro Alvaro Cortina trabajó el inglés de las preguntas.

1.- What is Ukraine today, from a historical, ethnic and a political point of view? Is a united Ukraine feasible?

Hybridity might be the most appropriate term to characterize Ukraine in the shortest way possible. Politically, it is a democracy but with very weak institutions, especially those that apply and enforce rule of law. Economically, it is pretty competitive and advanced in some sectors, with educated and skilled labor force, but also with influential oligarchy that distorts equal access and competition. Historically, it used to be a borderland between the sedentary and nomadic civilizations and, eventually, between the Roman-Catholic West and Byzantine-Orthodox East, between the proverbial ‘Europe’ as an embodiment of specific values, and the euphemistic ‘Eurasia’ that effectively stands for Russia, with its deeply engrained anti-Westernism and Pan-Slavonic messianism. One may call it “The Gate of Europe”, as the Harvard professor Serhy Plokhy did in the title of his popular history of Ukraine. And ethnically, it represents a peculiar mixture of Ukrainian ‘native’ and Russian/Russified ‘Creole’ population, a product of the centuries-long settler colonization that enhanced Russian presence on the territory of Ukraine from zero in the 17th century when the imperial absorption of the country began, to 22 percent in 1991 when it ended.

I would dare to say that today’s Ukraine is united and unified nearly as much as most other countries in the world – either Poland, or Spain, or Germany, or the United States. All the nations have some internal divides and tensions – not necessarily ethnic, or cultural, or linguistic, but also political, economic, social, and so on. The only difference is that Ukraine has a neighbor that still cannot come to terms with its very existence, let alone sovereignty. And who has many more leverages to exacerbate its domestic problems and play on various contradictions than it has, say, in Germany or the U.S. The scope and methods of Russian interference in the US, or Syria, or Ukraine may vary but the general approach is all the same. And the story about Ukraine as a dramatically divided country, a ‘failed state’ on the verge of collapse, is a part of the Kremlin’s extremely dirty propagandistic war. Many foreigners buy this story as they know little if anything about Ukraine. But the truth is that Ukraine’s ‘Creole’ population has much higher loyalty to Ukraine than to Russia, for both historical and political reasons. And many prove this at the frontline in Donbas. Because the mere fact that many Ukrainians speak Russian as their primary language does not make them automatically ‘pro-Russian’ (as Putin believes). They are exactly like Irish who speak English but not become politically pro-British, or like Latin Americans who speak Castilian but not necessarily feel politically pro-Spanish.

 

2.- What prompted the orange revolution? Where did Maidan come from years later? What international actors participated in these processes in some way?

Both Ukrainian revolutions were caused by some serious violations of the political contract between the authorities and population at large. In one case, it was brutally falsified elections; in the other case, it was a sudden and apparently corrupt U-turn in the international politics and the violent suppression of peaceful protests. In both cases, the authorities broke their own rules of game. And this caused people’s particular outrage, as any feeling of deep injustice usually causes. In both cases, it was also a signal that the country slides even deeper into the swamp of post-Soviet corrupt authoritarianism, so both revolutions were also attempts to rescue the remnants of democracy and pluralism that had always existed in Ukraine since Gorbachev’s perestroika. In a broader historical perspective, both Ukrainian revolutions were attempts to complete the unfinished business of the 1989 East European revolutions that brought in the post-Soviet republics rather mixed results. I believe this Ukrainian drive toward democracy, rule of law and decent life deemed ‘European’ was genuine, as it represented the typical East European demand for the ‘catching-up modernization’ tantamount to ‘Westernization’. The role of external actors was limited. Of course, there was (and still is) the soft power of the EU and, more generally, of the Western world, with its advanced economy, strong institutions, and high living standards. And there was (and still is) Russian hard power in a form of poisonous propaganda, economic blackmail, undercover activity and military invasion. These factors may speed up or slow down Ukraine’s development but can barely change its general character and direction.

 

3.- What degree of democratic maturity would you attribute to the current Ukrainian institutions? What power do the most radical political tendencies have?

Ukraine inherited institutions from the late Soviet Union that were definitely not designed to function in multi-party democracy, free-market economy, and independent nation-state. To put it simply, they were mere appendages to the ruling Communist party that substituted for both the state and (civil) society. And, regretfully, in Ukraine they were not scrapped and replaced by the new institutions, as it was done in Central East Europe and the Baltics. Rather, they were gradually modified, very slowly and incoherently, and ultimately usurped by a narrow clique of the postcommunist nouveau-riches – the so-called oligarchy. They provide a degree of political pluralism and make many other concessions to Ukrainian, rather strong, civil society. But the playfield is not level, and the law still is applied selectively. This badly damages Ukraine’s both development and reputation.

As to radical tendencies, they stem not so much from the heavily mythologized ‘far right’ (the favorite topic of unscrupulous Russian propaganda), but from all kinds of the populists that lobby particular interests of various oligarchic clans under pretext of ‘protection of common people’. With this demagoguery, they effectively block many urgent reforms, including the sale of arable lands, introduction of market (non-subsidized) prices on energy, and so on.

The proverbial ‘fascists’ trumpeted by Moscow are rather virtual than real force in Ukraine. Suffice to mention that the far-right Ukrainian nationalists (as well as pro-Russian communists, by the way) failed to pass the five-percent threshold and enter the parliament in the last elections and are very unlikely to succeed in the next – contrary to what we observe in most European parliaments.

 

4.-What do you think Ukraine is for Putin? What is it for Trump, Putin’s friend, sending military support to Ukraine? What is the EU doing? What is the Georgian Shakashvili doing? What does Klitschko play, challenging the heavyweight world champion from his Kyiv City Hall? And in the middle of all this: What is Poroshenko doing?

In regard of Ukraine, Putin is not any different from the majority of his countryman. Most of them view Ukraine as an indispensable part of their history, culture, and identity. In a sense, they are hostages of the historical-cum-political myth, a kind of ‘invented tradition’, constructed at the turn of the 17th century (ironically, by the Ukrainian clerics in the service of Peter the Great). The myth was deeply internalized by most Russians as well as by many Ukrainians and Belarusians. Still worse, it became an international common wisdom disguised as a ‘scientific truth’. The very fact that most Western languages (and textbooks) do not distinguish the medieval Kiev-based entity called Rus and the early 18th-century Moscow-based creature called Russia distorts profoundly not only the history of both Ukrainian and Russian nations but also their actual relationship. From the scholarly point of view, it is as odd as to identify today’s Romania (invented in the 18th century) with the ancient Rome. Or to conflate the medieval Holy Roman Empire of Germanic People with the Roman Empire of Augustus. In fact, there was no ‘Russia’ until the 18th century, but just the Duchy of Moscow, eventually Moscow Tsardom, and its rulers let alone population had very vague idea about the Kiev Rus legacy and any political continuity. The invented connection between two very different historical entities and appropriation of the Rus(sia) name not only facilitated Muscovy’s claims to the Polish-Lithuanian territories of Belarus and Ukraine (that had never belonged to Muscovy) but also delegitimized effectively the very existence of Ukrainians and Belarusians as separate nationalities. As long as Russians are firmly attached to the myth about the ‘thousand-year-old Russia’ born arguably in Kiev (and not in Moscow, or Novgorod, or Vladimir), and as long as international common wisdom supports this imperial myth by sheer ignorance, we would still see the Moscow’s attempts to subordinate Belarus and Ukraine either politically or militarily.

I wouldn’t call Mr. Trump “Putin’s friend”. As a businessman, he had probably wished to be a kind of a ‘friend’ inasmuch as it may have opened the way to lucrative contracts. Putin has many friends like this (one may call them Putinverstehers), eager to join Kremlin cleptocrats in plundering Russian resources. But as a president, Mr. Trump has to care about reason d’etat, so his behavior is influenced now by different logics – the logics of statesman rather than businessman. Whatever he thinks, he has good advisers and strong institutions. He cannot follow his whims like Putin and act arbitrarily, beyond any restraints. American system, luckily, has checks and balances. American experts certainly understand the threat that Putin’s Russia represents as an unabashed spoiler to international order. Enabling Ukraine to defend itself against the Russian ‘hybrid’ aggression is a wise and long-due step. Hope other countries will follow the suit. It is a matter not merely of Ukraine but of some principles that should be defended. The EU tends to sacrifice values for interests (narrowly understood in primarily economic terms). But the simple truth is that if Europe compromises its values this would ultimately badly harms its interests as well.

Even with the most advanced Western weapon Ukraine will not be able to fight a large-scale war with Russia. But it will be able at least to defend itself from the Russian proxies in Donbas. You cannot find much about this war in Western media but the fact is that every day a few Ukrainian soldiers, sometimes civilians, are killed or wounded by Russian shooting and shelling. Ukrainians have little chances and not much appetite for the liberation of the occupied territories today. But the real ceasefire should be definitely achieved, and the only way to force the enemy to accept it is a strong military response to each armed provocation. Of course, we may speculate about the alternative way to achieve a stable ceasefire – by imposing much stronger sanctions on Russia. But this may cost additional five or ten euro to each EU citizen annually, and I don’t think they are ready to sacrifice so much for the lives of some close-to-nowhere Ukrainians.

As to the incumbent Ukrainian government, including the president, I consider them as transitional, interim figures. They introduced quite an impressive set of reforms; actually they did more than all the previous governments in this regard. But it’s still not enough, it does not meet very high post-revolutionary expectations, nor it properly meets the demands of the de-facto war situation. The post-Maidan government did a lot but failed to reset the system, to remove the oligarchy from the political scene. They balked at the most important reform – that of judiciary, of law enforcement. I feel the reformers encroached on the vested interests of too many members of the ruling elite and the president’s cronies. And now the system fights back, so I do not expect major changes in this regard until the new political forces come in power. Hope it will happen next year, as we are having both presidential and parliamentary elections. At the moment, we have no viable alternative to the incumbent president. And his team tries to play this card. I believe this will be their main argument in the next elections: don’t rock the boat during the war, and don’t change the bad government for a worse. But Ukrainian civil society is strong enough, so I hope that sooner or later it would create a united political force and put forward a leader who successfully challenges the entrenched oligarchic system and supplements the existing democracy with the much-needed rule of law.

5 .- Vitali Klitschko was on track to win the presidential election after Maidan, but left the race in favor of Poroshenko and is now mayor of Kiev. How do you see your management? Why did he abandon his presidential career?

I wouldn’t say he’s very efficient but, at least, there are no major corruption scandals (esp. over land disbursement) – as it was under all his predecessors. I feel in the city hall he recognaized his rather limited managerial capacity and gave up presidential ambitions.

6.- What bonds do you share with the Russians and what differenced do you definitely have?

Both Ukrainians and Russians belong to Slavonic community that means their languages are mutually comprehensible to a degree, like Castilian and Italian or, say, Portuguese. They share a good slice of history since the different parts of today’s Ukraine had been gradually incorporated into the Russian empire; the process lasted from the late 17th century when the Ukrainian Cossacks accepted the Moscow tsar’s patronage over the autonomous ‘Hetmanate’ in the Left-Bank Ukraine till the WWII when the last, Western slice of Ukraine was taken from Poland upon the Molotov-Ribbentrop agreement. Ukrainians and Russians share also attachment to Kievan Rus as their mythical ‘cradle’, even though the Ukrainian claim looks more credible since Ukrainians evolved as a nation in the central part of Rus including the city of Kiev while Russians-Muscovites evolved in its north-eastern outskirts. More important, however, was the fact that Ukrainians evolved within the political, legal and cultural institutions of the Polish-Lithuanian Commonwealth, which was an aristocratic republic (with the elected king and contractual relations between rulers and their subjects), while Russians/Muscovites grew up under the auspices of the Golden Horde, with absolutely unlimited autocratic power and virtually no European institutions until they were partially introduced in the 18th century by Peter the Great. This informed very different political culture among Ukrainians and Russians: it is rather impossible to imagine an eighty-plus percent support for any leader in Ukraine, or endowing the state with the sacral status as we see all the time in Russia. Christianity also played very different role for both nations, even though formally they both are considered Eastern Orthodox (with exception of West Ukrainians who retained their Uniate creed, that is the Orthodox rite but in union with Rome). In Ukraine, the church has been never etatized or nationalized. It evolved under a very strong pressure of the Catholic Polish state and, in a sense, was more like a Protestant church, a part of civil society, than a state-run and state-serving institution as it has always been in Russia. Of course, all the differences between Ukrainians and Russian were suppressed under three centuries of colonial rule (including linguistic assimilation) but had never been completely eradicated – as we can clearly see it today.

7.- How do you see populist and secessionist movements in Europe from the Ukrainian perspective, with your first-hand knowledge of these kind of issues?

Ukrainians are rather divided in this regard. Many of them perceive any secessionism through the lenses of the domestic experience with the Donbas and Crimean ‘separatism’. So they dismiss all these movements unequivocally. Others try to distinguish historical ‘nations’ like Scots, or Basques, or Catalans, who should have the right for self-determination, and – artificial entities created by colonizers like ‘pied noirs’ in Algeria or ‘Protestants’ in North Ireland or ‘Brits’ in Gibraltar. Crimea is a particularly good example of the imperial policy, as the Russian empire first destroyed the Crimean Khanate and began a settler colonization of the peninsula in the late 18th century. And then, Stalin deported all the Crimean Tatars to Central Asia and replaced them with a new portion of Russians who claim a dubious ‘right for self-determination’ today.

Personally, I prefer not to make such distinctions because it’s up to the people themselves to decide about their belonging to this or that ‘nation’, however ‘artificial’ it might look for us. It’s simply not our business to decide on their behalf. So, as a committed liberal, I recognize any group’s right for self-determination. But the proper procedure should be strictly observed – as the difficult Brexit process graphically exemplifies. First, extensive negotiations should precede any secessionist move. In many cases, secessionists might be satisfied with some substantial concessions from the central government enhancing their local autonomy. Secondly, an open, extensive, and comprehensive public debate should precede any secessionist referendum. Third, all the matters regarding the property, debts and assets, minority rights, etc., should be settled between the secessionists and the central government in advance, under the international supervision. And finally, the secessionists that create the new state should enshrine in their constitution a clear clause with the option of the reverse referendum about the possible reunification with the former ‘maternal’ state. This is the only way, I believe, to reconcile two incompatible but equally important principles – the nations’ right for self-determination and nations’ right for inviolability of their borders.

8.- What are you working on now? What future do you see in your daydreams for Ukraine?

I’m trying to catch up with my writing as it was impeded a bit last year when I was working mostly on organizing the 83rd Congress of the PEN International in Ukraine. (The previous one was held in Ourence in 2016. So, we moved from Spanish Galicia to Ukrainian Galizia). Two hundred writers from all over the world came to the city of Lviv for a week to discuss the main topic – “Reclaiming truth in times of propaganda”, but also many other issues. And, of course, it was also an important sign of international solidarity with the country that happened to be at the frontline of propagandistic (and not only propagandistic) aggression.

My daydream for Ukraine does not differ significantly, I guess, from that of the majority of my co-citizens: to see Ukraine a full-fledged member of the Euro-Atlantic community, a member of NATO and the EU, and ultimately one of the leading countries in the continent. We have all the potential to gradually achieve this.

Maidan

 

En español:

1.- ¿Qué es Ucrania hoy, desde un punto de vista histórico, étnico y político? ¿Es factible una Ucrania unida?

Hibridación podría ser el término más apropiado para caracterizar a Ucrania del modo más sucinto posible. Políticamente es una democracia, pero con unas muy débiles instituciones, en especial las que sirven para aplicar y hacer cumplir el estado de derecho. Económicamente, es bastante competitiva y avanzada en algunos sectores, con una fuerza laboral educada y cualificada, pero también tiene una influyente oligarquía que distorsiona la igualdad de oportunidades y la competencia. Históricamente, solía ser una frontera entre las civilizaciones sedentarias y las nómadas y, eventualmente, entre el Occidente romano-católico y el Oriente ortodoxo bizantino, entre la proverbial «Europa» como una encarnación de valores específicos y la eufemística «Eurasia», que representa a todos los efectos a Rusia, con su anti-occidentalismo profundamente arraigado y su mesianismo pan-eslavo.Uno podría llamarla «La Puerta de Europa», como lo hizo el profesor de Harvard Serhy Plokhy en el título de su historia popular de Ucrania. Y étnicamente, representa una mezcla peculiar de población ucraniana ‘nativa’ y rusa / rusa ‘criolla’, producto de una colonización de siglos que incrementó la presencia rusa en el territorio de Ucrania desde cero en el siglo XVII, cuando la absorción imperial del país comenzó, al 22 por ciento en 1991, cuando terminó. Me atrevería a afirmar que la Ucrania de hoy está unida y unificada casi tanto como la mayoría de los demás países del mundo, ya sean Polonia, España, Alemania o los Estados Unidos. Todas las naciones tienen algunas divisiones y tensiones internas, no necesariamente étnicas, culturales o lingüísticas, sino también políticas, económicas, sociales, etc. La única diferencia es que Ucrania tiene un vecino que todavía no puede aceptar su misma existencia, y mucho menos que tenga su propia soberanía. Un vecino que obtiene muchos más réditos que, por ejemplo, Alemania o EE. UU. al exacerbar los problemas domésticos y jugar con las diversas contradicciones de Ucrania. El alcance y los métodos de la interferencia rusa en los EE. UU,  Siria, o Ucrania pueden variar, pero el enfoque general es en todos los casos igual.  Y la historia de Ucrania como un país dramáticamente dividido, un «estado fallido» al borde del colapso, es solo una parte de la guerra propagandística extremadamente sucia del Kremlin. Muchos extranjeros le compran esta historia, ya que no saben casi nada de Ucrania. Pero el hecho es que la población «criolla» de Ucrania tiene una mucho mayor lealtad a Ucrania que a Rusia, por razones tanto históricas como políticas.Y son muchos los que lo demuestran estando en primera línea en Donbas. Porque el mero hecho de que muchos ucranianos hablen ruso como su primera lengua no les convierte automáticamente en «pro-rusos» (como cree Putin). Son exactamente como los irlandeses, que hablan inglés pero que no se vuelven políticamente probritánicos, o como los latinoamericanos, que hablan castellano pero que no necesariamente se sienten políticamente proespañoles.

2.- ¿Qué provocó la revolución naranja? ¿De dónde vino el Maidan años después? ¿Qué actores internacionales participaron de algún modo en estos procesos?

Ambas revoluciones ucranianas fueron provocadas por graves violaciones del contrato político existente entre las autoridades y el pueblo. En el primer caso se trató de un descarado fraude electoral; en el segundo se debió a un cambio repentino y presumiblemente corrupto en la política internacional y a la represión violenta de las protestas pacíficas que le  siguieron. En ambos casos las autoridades rompieron sus propias reglas de juego, lo que dio origen a una particular indignación en la gente, que es lo que suele suceder cuando se experimenta cualquier sentimiento de profunda injusticia. En ambos casos fue también una señal de que el país se adentraba cada vez más en el pantano del autoritarismo corrupto postsoviético, por lo que ambas revoluciones intentaron además rescatar los restos de democracia y pluralismo que siempre habían existido en Ucrania desde la perestroika de Gorbachov. En una perspectiva histórica más amplia, ambas revoluciones ucranianas fueron intentos de completar el inacabado proceso de las revoluciones de la Europa Oriental de 1989, las cuales trajeron resultados bastante variados a las repúblicas postsoviéticas. Creo que este impulso ucraniano hacia la democracia, el estado de derecho y hacia una vida digna considerada «europea» fue genuino, ya que representaba la típica demanda de Europa del Este para una «modernización convergente», equivalente a una «occidentalización». El rol de los actores externos fue limitado. Por supuesto, existía (y aún existe) el poder blando de la UE y, más en general, del mundo occidental, con su economía avanzada, sus sólidas instituciones y su elevado nivel de vida. Y estaba (y todavía está) el poder duro ruso en forma de su venenosa propaganda, sus chantajes económicos, sus actividades encubiertas y la invasión militar. Estos factores podrán acelerar o ralentizar el desarrollo de Ucrania, pero apenas podrán cambiar su carácter y dirección generales.

3.- ¿Qué grado de madurez democrática atribuiría a las instituciones ucranianas actuales? ¿Qué poder tienen las tendencias políticas más radicales?

Ucrania heredó instituciones de la última etapa de la Unión Soviética que, definitivamente, no estaban diseñadas para funcionar en una democracia multipartidista, con una economía de libre mercado y en un Estado-Nación independiente. Para decirlo de forma sencilla: eran meros apéndices del partido comunista gobernante que sustituyó tanto al estado como a la sociedad (civil). Y, lamentablemente, en Ucrania no fueron apartados y reemplazados por las nuevas instituciones, como se hizo en Europa Central y Oriental y en los países bálticos. Más bien, las instituciones fueron gradualmente modificadas, muy lenta e incoherentemente, para finalmente ser usurpadas por una estrecha camarilla de nuevos ricos poscomunistas: la llamada oligarquía. Esta proporciona cierto grado de pluralismo político y hace muchas otras concesiones a una muy fuerte sociedad civil ucraniana. Pero el campo de juego no está nivelado, y la ley todavía se aplica selectivamente. Esto perjudica gravemente al desarrollo y a la reputación de Ucrania.

Por lo que se refiere a las tendencias radicales, provienen no tanto de la «extrema derecha», fuertemente mitificada (el tema favorito de una propaganda rusa sin escrúpulos), sino de todo tipo de populistas que cabildean intereses particulares de varios clanes oligárquicos bajo el pretexto de trabajar por la «protección de los intereses de la gente común». Con esta demagogia, lo que efectivamente bloquean son muchas reformas urgentes, incluida la venta de tierras cultivables, la introducción de precios de mercado (no subsidiados) en el sector energético, etc.

Los proverbiales «fascistas» proclamados a los cuatro vientos por Moscú son más una fuerza virtual que real en Ucrania. Basta mencionar que los nacionalistas ucranianos de extrema derecha (así como los comunistas pro-rusos, por cierto) no lograron pasar el umbral del cinco por ciento para ingresar al parlamento en las últimas elecciones y es muy poco probable que tengan éxito en las próximas – al contrario de lo que podemos observar en la mayoría de los parlamentos europeos.

4.-¿Qué cree que es Ucrania para Putin? ¿Qué le pasa a Trump, el amigo de Putin, que envía apoyo militar a Ucrania? ¿Qué está haciendo la UE? ¿Qué está haciendo Poroshenko?

Respecto a Ucrania, Putin no es diferente de la mayoría de sus compatriotas, que ven a Ucrania como una parte indispensable de su historia, cultura e identidad. En cierto sentido, son rehenes del mito histórico-seminal-político, una especie de ‘tradición inventada’, construida a finales del siglo XVII (irónicamente, por los clérigos ucranianos al servicio de Pedro el Grande). El mito lo interiorizaron profundamente la mayoría de los rusos, así como muchos ucranianos y bielorrusos. Peor aún, se convirtió en una sabiduría común internacional disfrazada de «verdad científica». El mismo hecho de que la mayoría de los idiomas occidentales (y sus libros de texto) no distingan la entidad medieval con sede en Kiev llama Rus y la criatura de principios del siglo XVIII llamada Rusia con sede en Moscú distorsiona profundamente no sólo la historia de ambas naciones, Ucrania y Rusia, sino también la relación realmente existente entre ambas. Desde el punto de vista académico, esta identificación es tan extraña como identificar la actual Rumania (inventada en el siglo XVIII) con la antigua Roma. O combinar el Sacro Imperio Romano medieval de los pueblos germánicos con el Imperio Romano de Augusto. El hecho es que no había ‘Rusia’ hasta el siglo XVIII, excepto el Ducado de Moscú, y finalmente, el zarato de Moscú, cuyos gobernantes, dejando a un lado a su población, solo tenía una idea muy vaga sobre el legado de Kiev Rus y cualquier continuidad política. La conexión que inventaron entre dos entidades históricas muy diferentes y la apropiación del nombre Rus (SIA) no sólo facilitó las reclamaciones de Moscovia de los territorios de Polonia y Lituania, Belarús y Ucrania (que nunca había pertenecido a Moscovia), sino también deslegitimaron de forma efectiva la existencia misma de nacionalidades ucranianas y bielorrusas separadas. Mientras los rusos se aferren al mito sobre la Rusia milenaria, nacida posiblemente en Kiev (y no en Moscú, o Novgorod, o Vladimir), y siempre que la sabiduría común internacional apoye este mito imperial por pura ignorancia, continuaremos asistiendo a los intentos de Moscú de subordinar a Bielorrusia y Ucrania, ya sea política o militarmente.

Yo no llamaría al Sr. Trump «amigo de Putin». Como hombre de negocios, probablemente habría deseado ser una especie de «amigo» en la medida en que eso podría haber abierto el camino a contratos lucrativos. Putin tiene ya muchos amigos de este tipo (uno podría llamarlos «Los que se entienden con Putin»), personajes que están ansiosos por unirse a los cleptócratas del Kremlin para saquear los recursos rusos.Pero como presidente, el Sr. Trump tiene que preocuparse por la razón de estado, de modo que su comportamiento ahora está influenciado por diferentes lógicas: con la lógica del hombre de Estado por encima de la del hombre de negocios. Sea lo que sea lo que piense, dispone de buenos consejeros y de instituciones fuertes. No puede seguir sus caprichos como Putin y actuar arbitrariamente, más allá de cualquier restricción. El sistema estadounidense, afortunadamente, tiene controles y equilibrios. Los expertos estadounidenses sin duda entienden la amenaza que representa la Rusia de Putin como destructor desenfrenado del orden internacional. Hacer posible que Ucrania pueda defenderse contra la agresión «híbrida» rusa es un paso sabio y de largo plazo. Espero que otros países sigan el ejemplo. No se trata únicamente de Ucrania, sino de algunos principios que deben defenderse. La UE tiende a sacrificar los valores por los intereses (entendidos estrechamente en términos principalmente económicos). Pero la verdad es que si Europa compromete sus valores, esto terminaría  perjudicando también a sus intereses.

Incluso con el armamento occidental más avanzado, Ucrania no podría luchar en una guerra a gran escala con Rusia. Pero al menos podría defenderse de los representantes rusos en Donbas. No oirán hablar mucho sobre esta guerra en los medios de comunicación occidentales, pero el hecho es que todos los días algunos soldados ucranianos, a veces civiles, mueren o resultan heridos por disparos y bombardeos rusos. Los ucranianos tienen pocas oportunidades y pocos deseos de liberar los territorios ocupados hoy. Pero el verdadero alto el fuego debe lograrse definitivamente, y la única forma de obligar al enemigo a aceptarlo es una fuerte respuesta militar a cada provocación armada. Por supuesto, podemos especular sobre la forma alternativa de lograr un alto el fuego estable con imposición de sanciones mucho más fuertes a Rusia. Pero esto puede costar cinco o diez euros adicionales a cada ciudadano de la UE al año, y no creo que estén dispuestos a sacrificar tanto por las vidas de algunos ucranianos de ningún lugar cercano.

En cuanto al gobierno ucraniano actual, incluido el presidente, los considero como figuras interinas, transitorias. Han introducido un conjunto bastante impresionante de reformas; de hecho hicieron más que todos los gobiernos anteriores a este respecto. Pero aún no es suficiente, no cumple con las elevadas expectativas postrevolucionarias, ni satisface adecuadamente las demandas de una situación de guerra de facto. El gobierno posterior a Maidan hizo mucho pero falló a la hora de limpiar el sistema eliminando a la oligarquía de la escena política. Rechazaron la reforma más importante: la de la judicatura, la de la aplicación de la ley. Siento que los reformistas se enredaron en los intereses creados de demasiados miembros de la élite gobernante y de los compinches del presidente.Y ahora el sistema se defiende, así que no espero grandes cambios en este sentido hasta que las nuevas fuerzas políticas lleguen al poder. Y espero que eso suceda el próximo año, ya que tendremos elecciones presidenciales y parlamentarias. Por el momento, no tenemos una alternativa viable para el presidente en ejercicio. Y su equipo intenta jugar esa carta. Creo que ése será su principal argumento en las próximas elecciones: no cambiemos nada en plena guerra y menos un mal gobierno por otro peor. Pero la sociedad civil ucraniana es suficientemente fuerte, así que espero que más tarde o más temprano tendrá una fuerza política unida que será liderada por alguien capaz de desafiar con éxito al atrincherado sistema oligárquico y de dotar a la actual democracia del muy necesario estado de derecho.

5.- Vitali Klitschko iba camino de ganar las elecciones presidenciales posteriores a Maidan, pero abandonó la carrera a favor de Poroshenko y ahora es alcalde de Kiev. ¿Cómo ve su gestión? ¿Por qué abandonó su carrera presidencial?

Yo no diría que su gestión esté siendo particularmente eficiente, pero con él, al menos, no hay grandes escándalos de corrupción (especialmente por la especulación con los terrenos), como hubo con todos sus predecesores. Y creo que en el ayuntamiento asumió su limitada capacidad directiva, lo que le llevó a abandonar sus ambiciones presidenciales.

6.- ¿Qué lazos comparten con los rusos y en qué son definitivamente distintos?

Tanto ucranianos como rusos pertenecen a la comunidad eslava, lo que significa que sus idiomas son mutuamente comprensibles hasta cierto punto, como lo son el castellano y el italiano o, por ejemplo, el portugués. Comparten una buena parte de la historia desde que las diferentes partes de la actual Ucrania se incorporaron gradualmente al imperio ruso; el proceso duró desde finales del siglo XVII, cuando los cosacos ucranianos aceptaron el patrocinio del zar de Moscú sobre el Hetmanato autónomo en la Ribera Izquierda de Ucrania, hasta la Segunda Guerra Mundial cuando la última porción occidental de Ucrania fue tomada desde Polonia por el acuerdo Molotov-Ribbentrop . Ucranianos y rusos comparten también el apego a la Rus de Kiev como su mítica «cuna», aunque el reclamo ucraniano parece más creíble dado que los ucranianos evolucionaron como nación en la parte central de Rus incluyendo la ciudad de Kiev, mientras los rusos-moscovitas evolucionaron en las afueras del noreste. Fue sin embargo más importante el hecho de que los ucranianos evolucionaran dentro de las instituciones políticas, legales y culturales de la Mancomunidad polaco-lituana, que era una república aristocrática (con un rey elegido y relaciones contractuales entre gobernantes y súbditos), mientras que los rusos / moscovitas crecieron bajo los auspicios de la Horda de Oro, con poder autocrático absolutamente ilimitado y prácticamente sin instituciones europeas hasta que Pedro el Grande las introdujera parcialmente en el siglo XVIII. Esto nos informa de una muy diferente cultura política entre ucranianos y rusos: es prácticamente imposible imaginar un apoyo de más del ochenta por ciento para cualquier líder en Ucrania, o que se dote al estado de un estatus sacro como vemos permanentemente en Rusia. El cristianismo también jugó un papel muy diferente para ambas naciones, aunque formalmente ambos sean consideradas ortodoxas orientales (con la excepción de los ucranianos occidentales que conservaron su credo Uniato, que es el rito ortodoxo pero en unión con Roma). En Ucrania, la iglesia nunca ha sido estatizada o nacionalizada. Se desarrolló bajo una fuerte presión del estado católico polaco y, en cierto sentido, se parecía más a una iglesia protestante, una parte de la sociedad civil, que a una institución guiada por y para servicio del Estado como siempre lo fue en Rusia. Por supuesto, todas las diferencias entre ucranianos y rusos fueron suprimidas bajo tres siglos de dominio colonial (incluida la asimilación lingüística) pero nunca habían sido completamente erradicadas, como claramente podemos ver hoy.

 7.- ¿Cómo ve los movimientos populistas y secesionistas en Europa desde la perspectiva ucraniana, con su conocimiento de primera mano de este tipo de problemas?

Los ucranianos están bastante divididos en este sentido. Muchos de ellos perciben cualquier secesionismo a través de las lentes de la experiencia doméstica con el ‘separatismo’ de Donbas y Crimea. De modo que se oponen a todos estos movimientos inequívocamente. Otros intentan distinguir «naciones» históricas como escoceses, vascos o catalanes, que deberían tener el derecho a la autodeterminación, y – entidades artificiales creadas por colonizadores como los ‘pied noirs’ en Argelia, los ‘protestantes’ en Irlanda del Norte o los ‘ Brits en Gibraltar. Crimea es un ejemplo particularmente bueno de política imperial, ya que el imperio ruso destruyó por primera vez el Khanato de Crimea y comenzó el establecimiento de colonos en la península a fines del siglo XVIII. Y luego, Stalin deportó a todos los tártaros de Crimea a Asia Central y los reemplazó con un nuevo contingente de rusos, que reclaman hoy un dudoso «derecho a la autodeterminación». Simplemente no es asunto nuestro decidir en su nombre. Así que, como liberal comprometido, reconozco el derecho de cualquier grupo a la autodeterminación. Pero debe observarse estrictamente el procedimiento adecuado -como el difícil proceso del Brexit ejemplifica gráficamente. En primer término, sería necesario preceder de unas negociaciones extensas cualquier movimiento secesionista. En muchos casos, los secesionistas podrían estar satisfechos con algunas concesiones sustanciales del gobierno central que mejorasen su autonomía local. En segundo lugar, un debate público abierto, amplio y completo debería preceder a cualquier referéndum secesionista. En tercer lugar, todos los asuntos relacionados con la propiedad, las deudas y los activos, los derechos de las minorías, etc., deben resolverse por adelantado entre los secesionistas y el gobierno central, bajo la supervisión internacional.  Y finalmente, los secesionistas que crean el nuevo estado deberían consagrar en su constitución una cláusula clara con la opción de un referéndum inverso para la posible reunificación con el antiguo estado «materno». Creo que esta es la única forma de conciliar dos principios incompatibles pero igualmente importantes: el derecho de las naciones a la autodeterminación y el derecho de las naciones a la inviolabilidad de sus fronteras.

8.- ¿En qué estás trabajando ahora? ¿Qué futuro ves en tus ensoñaciones para Ucrania?

Intento ponerme al día con mis escritos, ya que el año pasado me impidió un poco hacerlo mientras trabajaba en la organización del 83º Congreso de PEN International en Ucrania. (El anterior celebró en Orense en 2016. Por lo que lo trasladamos de Galicia a la Ucraniana Galizia) nos mudamos de Galicia a Ucrania Galizia).  Doscientos escritores de todo el mundo vinieron a la ciudad de Lviv durante una semana para debatir el tema principal: «Reivindicar la verdad en tiempos de propaganda», aunque también se trataran muchos otros temas. Y, por supuesto, también fue una señal inequívoca de solidaridad internacional con el país que estaba en la primera línea de la agresión propagandística (y no solo propagandística).

Mi sueño para Ucrania no difiere significativamente, supongo, de la de la mayoría de mis conciudadanos: ver a Ucrania como miembro de pleno derecho de la comunidad euroatlántica, como miembro de la OTAN y de la UE, y finalmente como uno de los principales países del continente. Tenemos todo el potencial para lograr esto gradualmente.

Germanico
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No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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9 comentarios

  1. Como desconozco la Historia de Ucrania y Rusia con el detalle suficiente como para tener un criterio propio sobre la validez de los argumentos históricos de ambas partes para legitimar sus respectivos intereses, me limitaré al siguiente comentario general al respecto:
    Los argumentos de tipo histórico, como ocurre con cualquiera otros de tipo, ya sean morales o legales por ejemplo, en los conflictos humanos, ya sean individuales o más típicamente grupales, en el fondo simplemente tratan de ocultar la cuestión fundamental subyacente a todos ellos, que es la lucha por el poder y por consiguiente por el control de territorios y recursos para «nuestro» grupo frente a al grupo de los «otros».
    De ahí, que al contrario de lo proclamado por Fukuyama, la Historia, que es típicamente la sucesión de conflictos entre grupos humanos, no se termine nunca.

    • Es cierto PVL. Totalmente cierto. Y que Putin es un peligro para Occidente también.

      • Yo también lo creo, por la siguiente razón: una característica propia de los totalitarios es la recurrencia a culpar de sus carencias y fracasos a las acciones del «enemigo», sea real o inventado.
        Y los rusos, y en particular el régimen de Putin, que siguen en parte anclados en la mentalidad soviética, siguen culpando a Occidente de sus fracasos, cosa que no sucede a la inversa, dado que hoy en día ya no hay nada en Rusia que pueda servir de referencia a Occidente, lo que no significa que no haya en Occidente aliados o títeres pro-Putin..

        • Y los hay que le apoyan siempre que surja el tema, como el que comenta abajo. O bien es un troll o bien lo ciega la tramoya de conservadurismo del Kremlin.

  2. E. Sr. Riabchuk opina de Rusia lo mismo que los nacionalistas catalanes de España, que nació casi con Napoleón. Al contrario que su propio país, que sí es milenario. Aunque la historia legendaria parece que no le sirve para pedir también, por ejemplo, devolver Galizia a Polonia 😀

    • Si, lo de Ucrania es igualito a lo de Cataluña. Lo mismo. No sé cómo no nos habíamos dado cuenta. Gracias asertus por ser tan asertivo a la par que no dices nada que de en el clavo o sea al menos relevante.

        • Tus argumentos y respuesta me han convencido. Saludos.

          «El hecho es que no había ‘Rusia’ hasta el siglo XVIII, excepto el Ducado de Moscú, y finalmente, el zarato de Moscú, cuyos gobernantes, dejando a un lado a su población, solo tenía una idea muy vaga sobre el legado de Kiev Rus y cualquier continuidad política. »

          Lo que no había existido nunca había sido Ucrania como tal, hasta el final de la 1 Guerra Mundial, otra cosa es un pueblo con características propias que habitara esa región.

          • Saltamos de una cosa a otra, Asertus, y así no vamos a ninguna parte. Dada tu potentísima argumentación me vi obligado a responderte en parecidos términos.

            Mencionabas por ejemplo la región de Galitzia, la más nacionalista ucraniana y parte de la cual está en Polonia. Decías que era de Polonia. Y eso no es del todo cierto. Repasa la historia de la región y observa la conflictividad existente en esas fronteras hoy.

            Luego vas a los orígenes de Rusia para hablar del legado del Kiev Rus. Creo que el entrevistado ha explicado de forma clara que Kiev Rus no fue Rusa hasta que la conquistaron los Rusos, e inventaron la leyenda sobre ella. Así su fantasía Paneslava, en la que se apoyan las ambiciones políticas de Putin,tienen su narrativa.

            En cuanto a Ucrania, tenga el origen que tenga como nación, lo que no es es una parte de Rusia ni algo que pueda Rusia reivindicar como propio. En estos momentos es un Estado Soberano que tiene de vecino a un gigante que quiere engullirle. Así de sencillo. En este asunto o estás con Occidente o estás con Rusia. Ucrania es la frontera.

            Si quieres seguir tratando de confundir los hechos para ajustarlos a la visión de Putin y de los cretinos que creen que está llamado a salvarnos a todos, adelante.

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