Yo no escribiré del asunto al margen de la boutade. El humor, el esperpento y la reducción al absurdo han sido, son y serán estupendas armas para poner de manifiesto las más serias cuestiones. Como decía hace ya algunos años un vocalista de por estos lares, en el gran teatro del mundo el payaso quiero ser yo. El humor es cosa muy seria. Tan seria, que en un ir y venir por change.org ya son varios cientos de miles lo que han firmado para reconocer la autonomía de Tabarnia, tomándoselo muy en serio. Cientos de miles los que caen en la cuenta de que una de las armas más efectivas para escapar de un mal gobierno es la reorganización administrativa de los territorios, máxime cuando ésta puede hacerse dentro del ordenamiento jurídico existente. Que existan mecanismos legales para conformar nuevas autonomías en España es una ventaja en Tabarnia. Que no haya equivalente para el caso nacional es una desventaja para todos los españoles.
No se trata por tanto de romper países o autonomías. Se trata de poder huir de un mal gobierno. Es de la legítima autodefensa del contribuyente frente al todopoderoso gobierno de lo que hablamos. Me pregunto cuantos de los que claman por la indivisibilidad de España se apuntarían a una constitución estilo Liechtenstein, donde existen mecanismos reglados para la segregación no violenta del territorio, si el populismo bolivariano se alzara con el poder. En cualquier caso, Tabarnia pone de manifiesto la existencia de muchas razones para reagruparse, no necesariamente unidas a la tribu o a la Historia, y quizá por ello, mucho más legítimas y modernas. Las fronteras han estado vivas a lo largo de los siglos, sujetas a la violencia entre las naciones. Bueno sería que empezáramos a ver que pueden variar racionalmente y de forma civilizada.
La cerril terquedad de cualquier nacionalismo campa ahora desnuda de argumentos creíbles. Niegan a otros lo que ellos piden, despojándose de cualquier racionalidad y credibilidad, empecinados en el mismo mantra, en repetir una y otra vez los eslóganes aprendidos de memoria y vacíos de contenido. En Tabarnia ya no es la tribu, la nación o el país. Son los cuartos, la industria o las relaciones internacionales. Razones todas ellas de mayor enjundia intelectual. La solidaridad, por cierto, tampoco es una razón. Lo es antes el egoísmo racional randiano.
Piensen además en esos puntos limítrofes entre las dos futuribles regiones. Piensen en la gente que vive en Francia y trabaja en Zúrich. O que vive en Bélgica y trabaja en Aquisgrán, por poner un par de ejemplos que conozco. Han visto salir más de 3000 empresas en los últimos meses fuera de Cataluña a unos 300 o 400 kilómetros de distancia. Imaginen que ahora solo tuvieran que salir a 20 o 30 kilómetros. Obligarían a los gobiernos a tener muchísimo cuidado con su política fiscal. Con los impuestos y cotizaciones, no puedes jugar si existe la posibilidad de que una empresa se mude, sin que siquiera los trabajadores tengan que cambiar de vivienda.
Bueno, desde Tabarnia, y como uno de sus firmantes, y sin llegar tan lejos, creo que es la mejor jugada contra el nacionalismo que se ha planteado desde que éste nos viene martirizando, ya va casi para cuarenta años. Como dicen sus propios inventores, Tabarnia es un espejo para el nacionalismo, donde puede ver su fea cara con sus propios argumentos. Para empezar por lo pequeño, lo que nos hemos reído (y lo que nos vamos a reír), no nos lo quita nadie. Y sí, es una broma, pero una broma que podría hacerse realidad. Tabarnia misma es un gruyere (o un emmental, para los quisquillosos), pero su realidad material no es tan importante como la psicológica. Como muchos sabíamos, Tabarnia ya existía antes de la elecciones, pero lo que le ha dado su éxito mediático es la casi lineal coincidencia entre su geografía y el voto constitucionalista (haciendo un poco trampa). Si hoy por hoy se hiciera un referendo, estoy seguro de que Tabarnia no llegaría a existir, pero si le excisión de Cataluña amenazara con convertirse en realidad (por ejemplo porque un poderoso país exterior la respaldase firmemente), Tabarnía se haría realidad. Así que, risas a parte, Tabarnía tiene que convertirse en una bala en la recámara apuntada a la cabeza del nacionalismo, y ésa es su verdadera fuerza y significado. A parte de que desde este momento, cualquier idea que los secesionistas puedan tener para lavar el cerebro de sus acólitos (¿se puede lavar más todavía?), puede, de inmediato, ser lanzada contra ellos. Es como ponerlos a trabajar contra ellos mismos. Es el anticuerpo perfecto. Un verdadero bálsamo para los ciudadanos no independentistas de Cataluña, sometidos, con el permiso del poder central, a una verdadera vejación de sus derechos básicos desde la transición.
Pero la infección continua. Cada año mueren unos 60.000 ciudadanos en Cataluña, de los cuales, aproximadamente la mitad, son «constitucionalistas». Y unos pocos más jóvenes alcanzan la mayoría de edad convenientemente «nacionalizados» en las escuelas en una proporción mucho mayor del 50%. Y todos los puestos de responsabilidad en la función pública (donde se toman las decisiones), siguen adjudicándose a los adeptos al nuevo régimen, sin lo cual, no pueden ni soñar con alcanzarlos. Sólo es cuestión de tiempo. Pero al menos ahora España se ha enterado. ¿Cómo les sentaría a ustedes -por ejemplo- que no pudieran educar a sus hijos en su propia lengua que además, es la oficial del Estado, la mayoritaria y la de mayor valor económico, etc., con creces?
Frente a esto, la idea de Tabarnía tiene un potencial inmenso. ¿Cómo les sentaría a nuestros «ultrademocráticos» secesionistas que en la constitucional Tabarnia se les obligara a inmersionar a sus hijos exclusivamente en Español con dos horas de Catalán? Y etc.
Pues eso es el espejo.
Mi comentario solo trata sobre esta afirmación del art:
«Que existan mecanismos legales para conformar nuevas autonomías en España es una ventaja en Tabarnia. Que no haya equivalente para el caso nacional es una desventaja para todos los españoles».
Lo cierto es que la viabilidad de las posibles nuevas «Tabarnias» solo es posible en tanto en cuanto se constituyan como comunidades autónomas del Estado Español.
Y también es cierto su contrario: la Tabarnia del art. sería inviable si la Cataluña interior se independizara de España, dado que por ejemplo, las infraestructuras, entre la hipotética Tabarnia española y el resto de España atravesarían territorio «apache» y por tanto serían fuente permanente de conflictos, como por ejemplo ocurre con los oleoductos que trasportan gas ruso hacia Europa a través de Ucrania.
De hecho, ese tipo de cuestiones geoestratégicas ligadas al control del territorio y los recursos han sido, son y serán el motivo principal de las guerras entre grupos humanos.
Según yo lo veo, la receta del art. es el caldo de cultivo perfecto para la balcanización de España, un país en el que prácticamente desde su fundación en 1492, tenemos la suerte de que hayan existido casos de guerras internas de carácter étnico-territorial, salvo episodios afortunadamente breves como los ocurridos durante la I República, precisamente por su «ocurrencia» cantonalista.
fe de erratas: «tenemos la suerte de que NO hayan existido…..»
Donde ud ve balcanización yo veo atomización. Con todos los respetos, tiene una facilidad tremenda para ver el futuro de forma catastrófica, como los maltusianos o los ecologetas.
Siento decirle que se equivoca una vez más: precisamente no veo el futuro de forma catastrófica porque no creo que el futuro a medio plazo, al menos en España y en nuestro entorno europeo vaya en la dirección que usted preconiza de la atomización, sino afortunadamente en el contrario que es el de la integración voluntaria y por tanto pacífica de los estados actuales en la UE, que con todo su exceso de burocracia y demás carencias, ha producido el periodo histórico más pacífico y de mayor bienestar entre sus estados miembros.
De lo que estoy bastante seguro, es que si me equivoco, cosa que no descarto dado que no soy profeta, y resulta que vamos en la dirección contraria, la de la atomización, la guerra estará asegurada como demuestra la Historia.
Vamos hacia el gobierno único mundial, qué consuelo…