No se sabía lo que iba a pasar en el mundo en los años venideros. Era una época, en ese sentido, como otra cualquiera. Naturalmente siempre había pronosticadores y vaticinadores, y estaban aquellos que creían adivinar tendencias. En general, como no ha dejado de haber desde los albores de nuestra especie, existía una populosa tribu de expertos predictores del futuro que, bien mirando en las tripas de animales como los augures romanos, bien utilizando un sofisticado software econométrico, nos decían lo que iba a pasar, categóricamente, o lo que era más probable que ocurriese, con un lenguaje más ponderado, fingiendo sabia moderación. Y entonces cayó el Muro de Berlín, en Noviembre de 1989. Por supuesto había muchos que ya lo sabían, algunos incluso cuando exactamente. Pero es lo que tiene la pura casualidad.
Poco después un loco admirador de Hitler y Stalin, y también, como panarabista socialista, aspirante a suceder a Gamal Abdel Nasser como líder de los árabes, el amo de Irak, decidió que los precios del petróleo no eran suficientemente altos por culpa de su vecino Kuwait y se lanzó a invadir ese pequeño Reino. Saddam Hussein entró en escena con un papel protagonista y brindó a los EEUU la oportunidad de liderar una coalición internacional para demostrar a todos que los vencedores de la Guerra Fría iban a imponer su modo de entender el mundo. La primera guerra del Golfo, que dejó a Irak destruido con Hussein en su trono, fue efectivamente una demostración, pero solo de fuerza. El modo de entender el mundo de EEUU resultaba, cuando menos, ambiguo. ¿Habían ido a derrocar a un tirano o a garantizar el suministro de crudo? ¿Era una guerra por la libertad y la democracia? Dudoso. En Febrero de 1991 Irak ya no era un peligro y EEUU era el líder de las naciones libres. Su Presidente legítimamente elegido en unas urnas democráticas, George Bush padre, pudo no mucho antes proclamar, el 11 de Septiembre de 1990, ante el Congreso de su país, que había nacido un “nuevo orden mundial”. 11 años después de ese 11 de Septiembre fue otro 11 de Septiembre, también bastante inesperado, el que hizo temblar los cimientos de dicho orden, tumbando dos grandes torres que eran dos grandes símbolos de su poderío.
Pero en ese tiempo entre la caída del muro de Berlín y la caída de las Torres Gemelas todo eran grandes expectativas. Estas podrían encontrarse bien condensadas en la obra del teórico político Francis Fukuyama, El Fin de la Historia y el Último Hombre, publicada en 1992. En ella se defendía que la Historia había llegado a su fin por lo que a la lucha ideológica se refería, puesto que el único modelo de sociedad que se había demostrado viable era la democracia liberal, una vez destruidos el muro y la ideología que lo levantó.
En Europa había un desaforado entusiasmo con el proyecto de Unión, que se firmó en Maastricht en 1993. Alemania se reunificaba. Europa se unía. Pero paralelamente estaban sucediendo cosas cerca del caído muro, cerca de los países que, plenos de entusiasmo, se disponían a abrir del todo sus fronteras entre sí y usar una moneda común. Yugoslavia, país no alineado, diverso y aparentemente de convivencia pacífica comenzó a ser devorado desde dentro por el cáncer del nacionalismo, que hizo metástasis por todas sus repúblicas. Desde fuera no se llegó a comprender en ningún momento la magnitud de la tragedia que se avecinaba. Los primeros nacionalistas secesionistas se subían de palabra al carro del progreso europeo hacia la unidad, la democracia y el liberalismo. Pero simplemente estaban más cerca geográficamente del núcleo de la Unión y eran más ricos que los de las otras repúblicas. Los políticos se entregaron a la demagogia identitaria y el Estado Yugoslavo quedó como un cascarón vacío, siendo el más penoso ejemplo de ello la descomposición de su Ejército, que no supo o no quiso o no pudo tomar el poder por la fuerza. Y a partir de ahí el caos, una concatenación de guerras y matanzas que duró más o menos el tiempo que pasó desde la caída del muro hasta la de las torres gemelas.
Eran aquellos enfrentamientos, cruentos y despiadados, la otra cara de la moneda del optimismo, en parte justificado, de la globalización liberal. Por supuesto no faltaron los que dijeron que el conflicto era inevitable, que se veía venir. Predictores del pasado de los de siempre. Pero de aquel desastre de consecuencias impredecibles en un país europeo civilizado ¿qué lección se podía extraer? ¿La incapacidad de los países “avanzados” de poner freno a la violencia a las puertas de sus casas? ¿La inoperancia de la OTAN para imponer el orden unipolar con su fuerza y su diplomacia? ¿Qué algo de aquel calado puede ocurrir cuando menos te lo esperas donde menos te lo esperas? ¿Estamos a salvo de que se repitan tragedias similares? Y, sobre todo, ¿Por qué en un mundo que aspira a ser UNO emergen con tanta virulencia las manifestaciones identitarias excluyentes?
No especulemos más de lo necesario. Quedémonos con la certidumbre de que no cabe albergar grandes esperanzas ni grandes certidumbres sobre el futuro de la sociedad. El futuro está abierto. Y el camino se hace al andar.
En Desde el Exilio hemos tenido la suerte de poder hablar con un experto en lo que sucedió “no hace mucho, no muy lejos” , cogiéndole a su vuelta de un recorrido por aquellas tierras no muy lejanas que en un día no hace mucho tiempo fueron arrasadas por las guerras. José Ángel Ruíz Jiménez, autor de dos obras complementarias sobre los Balcanes, abajo enlazadas, es Profesor Titular del Departamento de Historia Contemporánea y miembro del IPAZ de la Universidad de Granada.
Y Llegó la Barbarie. José Ángel Ruíz Jiménez.
Balcanes, la herida abierta de Europa. José Ángel Ruíz Jiménez.
1.- Desde Herodoto (y más desde Tucídides) el historiador procura ser un narrador objetivo de lo que sucede en un determinado tiempo y lugar. Pero la narrativa debe estar al servicio de la historia, y no la historia al servicio de la narrativa. Y sin embargo la mente humana está más preparada para una narrativa simple, coherente y comprensible que para la complejidad de la realidad, con toda su intrincada red de relaciones y correlaciones, ambigüedades, azares, incertidumbres y cambios de sentido. ¿Cómo puede el historiador honesto desmontar las innumerables narrativas que tratan de dar sentido a los acontecimientos en la mente de las gentes para tratar con ello de dar un sentido a las sociedades, en particular las narrativas nacionalistas? ¿Tiene acaso otro poder, el historiador, que el de la mirada retrospectiva?
En una época en la que llevamos enormes enciclopedias en el bolsillo, al alcance de un click, considero que la labor del historiador debe adaptarse a esta realidad. Tanto en mis clases como en mis libros y artículos trato de centrarme en porqué suceden los hechos, lo que exige visión de conjunto y capacidad crítica, pues acceder a la descripción qué sucedió es fácilmente accesible con toda suerte de detalles. Por otra parte, dado que la verdad absoluta no existe, considero muy importante conocer y ofrecer honestamente las motivaciones y narrativas de los distintos protagonistas implicados en cualquier relato, ya sean individuos, clases sociales, naciones, etc. Estimo que hay que respetar al alumno o al lector, y facilitarles cuantos elementos sea posible de modo que extraigan sus propias conclusiones. Esto implica cierta pedagogía, porque con frecuencia abordan sus lecturas buscando descubrir e identificarse con una ideología o personaje que encarne el bien, la virtud o las víctimas de la injusticia. Esa visión dual es, además, es la que hemos recibido desde la infancia desde el cine, la televisión y la política. Así, es común que se nos pregunte a los académicos, directamente, “mire, yo no tengo tiempo de estudiar este conflicto ni lo entiendo muy bien, pero sí me interesa mucho saber, ya que usted es un experto, quién tiene razón” o directamente, “quiénes son los buenos y quiénes son los malos”. Acercarnos a la verdad por nosotros mismos es ciertamente arduo y a menudo implica ir contracorriente, pero es el precio de nuestra libertad, pues de otro modo nos hacemos más fácilmente manipulables y, por tanto, vulnerables. Por ejemplo, recuerdo bien mis años universitarios, donde muchos profesores nos impresionaban con sus conocimientos, que con frecuencia contenían los discursos de los partidos políticos o ideologías que profesaban, dándonos de antemano las respuestas sobre el bien y el mal y usando las aulas para realizar un soterrado proselitismo. Por último, la neutralidad ni existe ni creo que sea recomendable, de modo que el lector tiene derecho a saber quién les habla y cuáles son sus valores. En mi caso, decidí investigar y escribir sobre Historia Contemporánea desde el prisma de la Irenología, o sea de los estudios sobre paz, conflictos y derechos humanos.
2.- Caía el muro de Berlín y se hablaba de un Nuevo Orden Mundial en el que imperarían la democracia y el liberalismo. Y en el centro de Europa, de una Europa civilizada, de una Europa que aspiraba a la unidad, llegó la barbarie… Áún hoy, más de veinticinco años después, la gente sigue sin conocerlo y menos aún comprenderlo, apenas se habla de ello. ¿Qué lecciones deberíamos extraer del conflicto que desmembró violentamente a aquella Yugoslavia cuyo lema era Hermandad y Unidad?
Respecto al caso particular de las guerras balcánicas, ciertamente tienen reputación de ser particularmente complejas. Recuerdo que cuando coincidí con Susan George en Barcelona hace dos años, conversamos sobre nuestros respectivos trabajos. Me miró con asombro y dijo «¿Balcanes? Nunca he entendido qué es lo que pasó allí. Te dedicas al tema más complicado de la tierra». Para mi sorpresa, al visitar la región durante años innumerables personas que vivieron la guerra me han dicho que aún no entienden qué pasó ni como pudo llegarse a aquello. Otros afirman saber “la verdad” frente a lo que contaron la prensa y los políticos, para referir más tarde historias con frecuencia contrapuestas y abiertamente partidistas. Y llegó la barbarie y Balcanes, la herida abierta de Europa son el fruto de más de 15 años de trabajo para tratar de comprender aquel aparente laberinto y compartirlo con otros. A la vez, se trataba de añadir algo nuevo a lo mucho que ya se había escrito sobre el tema. Sobre lecciones aprendidas, creo que debemos superar la ya trillada idea de que conocer mejor nuestro pasado nos ayudará a no repetirlo, concediendo a la historia y la memoria un efecto paliativo o preventivo per se. Diría que es más sensato conceder que, como la magistra vitae que debe ser la Historia, aunque no garantice soluciones, ayuda a adoptar una actitud cada vez más despierta ante la tentación y consecuencias del mal, dándonos herramientas de trabajo individuales y colectivas que podemos utilizar para prevenirlo con prontitud.
Si hay una lección en Y llegó la barbarie, es alertar de los mecanismos que con frecuencia tornan sociedades plurales y no ya tolerantes, sino orgullosas de su diversidad, en escenarios de violencias impensables. El mapa étnico de Yugoslavia era tan parecido a un puzzle que hacía imposible crear Estados nación homogéneos. Por eso se diseñó un espacio de convivencia que diera cabida a todas las comunidades de aquella sociedad plural. Se construyó un modelo de país basado en lo que unía a todos: la identidad sudeslava, una lengua común -pese a los matices regionales- y una ideología comunista que hacía hincapié en la identidad de clase por encima de la nacional -considerada burguesa- y la religiosa -el Estado era oficialmente ateo, aunque tolerase todas las confesiones y sus cultos-. A ello cabe añadir la legitimidad lograda por el crecimiento económico desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta los últimos años 70. Así se concibió la identidad yugoslava, superior y compatible con la de las naciones que la componían. El que se tratara de un país diverso en realidad respondía a la cotidianeidad de sus gentes, orgullosas de aquella hermandad y unidad, de compartir sus festividades con los vecinos de otras identidades, de realizar matrimonios mixtos, de hacer negocios con naturalidad, y donde era frecuente que incluso los sacerdotes católicos, los popes ortodoxos y los rabíes judíos fuesen los mejores amigos del pueblo y se les viera juntos con frecuencia conversando animadamente. Empero, la belleza de la diversidad lleva aparejada una enorme fragilidad. Así, cuando se combinaron una creciente descentralización basada en la identidad nacional de cada república yugoslava, la crisis del comunismo y los intereses de unas élites oportunistas que pusieron a su servicio los medios de comunicación y fomentaron una versión nacionalista excluyente de la historia, llena de agravios sufridos por los vecinos, la situación se volvió explosiva. Esas mismas élites fueron responsables de las primeras acciones violentas, de inundar el país de armas y de paramilitares, autocumpliendo así su profecía de enfrentamientos, lo que arrastraría a una población asustada a luchar contra sus vecinos, ya percibidos como enemigos históricos. En realidad, la formula no fue tan novedosa, pues convertir la riqueza de la diversidad en división nacional en Estados étnicamente puros es algo que hemos visto en escenarios muy dispares. Y éstos van mucho más allá de la Alemania nazi. Tras la independencia de la India, en lugar del país plural en que vivió y deseaba continuar Gandhi, más de seis millones de personas murieron o desaparecieron entre migraciones, limpiezas étnicas y enfrentamientos, y en lo que era la India histórica y luego colonia británica hoy existen cuatro Estados segregados sus diferencias étnico-religiosas. En Ruanda, se trató de exterminar a toda la población tutsi para crear un Estado exclusivamente hutu en 1994, asesinándose a casi un millón de personas en apenas dos semanas. Otra importante lección es descubrir cómo en medio del salvajismo, hay incontables personas que desafían la lógica nacionalista y, con admirables valores y humanidad, ayudan a los que se suponen enemigos. Aparte de tantos héroes anónimos, ha habido en la región grupos tan admirables como Mujeres de Negro, OTPOR, RECOM y Feral Tribune, que han denuncian la manipulación, crímenes y enriquecimiento de las élites pese a sufrir acusaciones de traidores a la patria y peligrosas amenazas de todo tipo. También cabe recordar comarcas como Tuzla (BiH) o Gorski kotar (Croacia), donde pese a las guerras y la propaganda los nacionalistas nunca ganaron las elecciones y sus vecinos de todas las naciones yugoslavas mantuvieron consciente y cuidadosamente la convivencia, el respeto y el cariño.
De cualquier modo, la mayor lección la he escuchado en varios lugares de los Balcanes, por parte de personas sencillas que han sufrido hambre, frío, miedo, bombardeos y disparos de francotiradores en Sarajevo; o de otras que en provincias sufrieron el terror de los paramilitares que echaban abajo las puertas de las casas para matar, violar y robar impunemente. Es simple. Pese a toda la propaganda nacionalista y sus durísimas vivencias, afirman que han aprendido a no dividir a las personas por su nacionalidad o religión, sino que solo distinguen entre buenas y malas personas.
3.- El término balcanización se ha convertido en sinónimo de fragmentación étnica y territorial, de guerras fraticidas, de una gran espiral de caos por la que caen sociedades enteras en otro tiempo débilmente unidas y de repente despedazadas. En España hemos tenido históricamente nuestros propios nacionalismos y conflictos, hoy desgraciadamente tan de actualidad, y la alusión al riesgo de «balcanización» por unos, y a la vía Eslovena, la vía Kosovar etc de otros, se utilizan acaso con cierta banalidad, desde el desconocimiento de los parecidos y diferencias entre lo que ocurrió en Yugoslavia y lo que ha venido sucediendo en España desde hace ya bastante tiempo, pero especialmente en los últimos años. Para que se aclaren nuestros lectores y se animen a profundizar en la cuestión con su libro: ¿qué paralelismos existen entre ambos procesos históricos y qué los hace parecidos o diferentes, convergentes o divergentes?
Entiendo que muchos realicen un paralelismo razonable entre Yugoslavia y España, dos Estados soberanos, miembros de la comunidad internacional y con un alto grado de descentralización administrativa desafiados por nacionalismos separatistas. Por ello es normal que el precedente de Yugoslavia genere inquietud en nuestro país. Ahora bien, a las similitudes cabe añadir diferencias de profundo calado.
Para empezar, la población yugoslava había sido entrenada para la guerra, el servicio militar era obligatorio, hasta las chicas aprendían a disparar durante la enseñanza secundaria, y cada población disponía de arsenales ocultos a los que recurrir en caso de invasión extranjera. Además, los independentistas se hicieron con armas en el mercado negro para crear ejércitos secretos que luego pudieran enfrentarse al federal. Así, a diferencia de España, se trataba de un país lleno de armas en el que la gente sabía dónde estaban y cómo usarlas, lo que sin duda contribuyó a que fuese un conflicto tan cruento. Son algunas diferencias de suficiente calado como para entender que una comparación fácil entre los dos casos estaría simplificando en exceso la cuestión.
Por otra parte, España es un Estado con más de 500 años de existencia, mientras Yugoslavia permaneció unida menos de 80 años; España es una democracia consolidada, mientras Yugoslavia era una dictadura comunista en la que se llevó a cabo una perniciosa descentralización caciquil; los medios de comunicación estaban allí exclusivamente en manos de las elites políticas, no habiendo apenas prensa escrita, radio ni televisiones privadas, ni tampoco prácticamente acceso a medios extranjeros. Esto facilitó el instrumentalizar a unos periodistas acostumbrados a seguir acríticamente las instrucciones de las autoridades, así como manipular a una población habituada a no cuestionar al Gobierno y a creer lo que dijese la prensa. En nuestro país y en nuestro tiempo hay numerosos medios públicos y privados a elegir y seguir simultáneamente si se desea, así como enormes facilidades para obtener información alternativa del extranjero por Internet, antenas parabólicas o plataformas digitales. Eso sí, observo que las populares redes sociales y aplicaciones como WhatsApp, tienden a crear en todo el país grupos ideológicamente muy cerrados que intercambian continuamente mensajes, chistes o noticias solo a favor o en contra de la independencia de Cataluña. De este modo, no solo reafirman constantemente su postura, sino que queda vinculándola con tus círculos personales afectivos, rechazando así de plano la apertura a considerar otras visiones. Así, el vínculo de amistad que daba sentido inicialmente al grupo parece exigir también cierto alineamiento ideológico o el silencio para continuar felizmente integrado en él.
En cuanto a las vías eslovena y kosovar, las divergencias son tantas que desde mi punto de vista no tiene sentido aplicarlas a Cataluña. Ambas implicaron la compra clandestina de armas para formar ejércitos nacionalistas que posibilitaran la independencia. Las dos aplicaron políticas de limpieza étnica en el caso kosovar y de homogeneización nacional en el caso esloveno que no creo que admitiera ningún político independentista catalán, al menos en público. Tanto una como otra contaron con el apoyo decisivo de una potencia extranjera contra la opinión del resto de la comunidad internacional, que acabó aceptando políticas de hechos consumados: Alemania en el caso esloveno y Estados Unidos en el caso kosovar. Ambos son ahora países pequeños, altamente endeudados y dependientes, con economías muy modestas y con altas tasas de emigración por falta de oportunidades, algo desafortunadamente generalizado en Kosovo. En fin, referirse a estas vías me parece una ocurrencia que, naturalmente, tuvo muy poco recorrido y que desapareció rápidamente del debate.
La situación me recuerda me recuerda más a Venezuela, donde en lugar de utilizarse las instituciones, se trata de criticar o defender al Gobierno sacando mucha gente a la calle para demostrar que se tiene la verdadera voz del pueblo. Este proceder solo les ha supuesto una creciente crispación y división. Afortunadamente para el caso catalán, no ha habido aún la violencia en que ha terminado derivando el enfrentamiento entre marchas multitudinarias en el país caribeño.
De cualquier modo, el independentismo catalán ha convertido lo que era una sociedad plural donde todos formaban parte de la misma comunidad en un escenario del bien contra el mal, de fascistas contra demócratas, de pacifistas contra violentos, y de toda suerte de visiones maniqueas y demonizadoras del adversario. Al mismo tiempo, se ha creado un ambiente insano donde muchos evitan pronunciarse intimidados por una situación en la que temen las consecuencias de señalarse a favor de unos u otros. Se ha viciado y tensionado una región que había gozado de reputación de ser particularmente abierta, tolerante, culta y vanguardista.
4..-En qué situación respectiva se encuentran ahora los países que una vez formaron parte de Yugoslavia? Quiénes son los grandes ganadores y los grandes perdedores de la concatenación de conflictos que constituyeron la guerra de desintegración Yugoslava? En el nuevo orden internacional, que se puede esperar de una Serbia que está entre la UE y Rusia?
Acabo de regresar de un intenso viaje por la región, y ciertamente cada país ha consolidado dinámicas muy distintas. Trataré de describirlos en muy pocas palabras. Croacia y Eslovenia, pese a sus muchas debilidades económicas estructurales, no tienen problemas de minorías étnicas porque nunca fueron relevantes en el caso esloveno y porque fueron víctimas de limpiezas étnicas en el caso croata. Además, ambos gozan de una situación privilegiada como miembros de la UE. Montenegro se convirtió tras su independencia en el cortijo del astuto presidente Milo Djukanovic, que se erigió como uno de los políticos más ricos y con más relaciones mafiosas y de corrupción de Europa. Mientras los trabajadores tienen sueldos modestos y el turismo y el empleo público son sus principales fuente de ingresos, la élite vive de esquilmar los recursos del Estado y sobre todo del contrabando y la especulación a gran escala. La humilde Macedonia, país aún sin nombre oficial por su polémica con Grecia, vive en un continuo reajuste para evitar la confrontación con la creciente y reivindicativa minoría albanesa. Serbia, agotada por sus quijotescas derrotas, una economía deprimida y un largo aislamiento internacional, ve aparecer una joven generación mucho menos nacionalista, desencantada tras las promesas de la era post-Milosevic, pero satisfecha con la nueva política de buenas relaciones tanto con Rusia como con la UE y EEUU. Kosovo es prácticamente un Estado fallido desde su nacimiento. Finalmente, Bosnia-Herzegovina es sin duda el caso más problemático por innumerables motivos. Se trata de un país en el que se sienten atrapados tanto los cantones croatas como la región autónoma serbia, que ocupa el 49% del territorio nacional. Ambos desearían independizarse o unirse a Croacia y Serbia, pues tan solo comparten fronteras con los cantones bosniacos musulmanes por el dictado de el acuerdo de paz de Dayton, que les hasta les redactó su Constitución y les impuso su nueva bandera. Aparte de eso, se acumulan innumerables dificultades: una disparatada y complejísima administración, carísima y que dificulta la gobernabilidad; unos elevadísimos niveles de corrupción, endeudamiento, desempleo y precariedad; sobrexplotación y degradación medioambiental; despoblación y fuga masiva de cerebros; una progresiva falta de interés de la UE, que no ve allí ni madurez para su incorporación, ni un lugar atractivo para inversiones productivas… la lista sería demasiado larga.
5.-Podría poner en perspectiva la reciente sentencia a Mladic y el ostentoso suicidio en directo del bosnio croata Praljak? Cómo cree que se ha conducido la justicia internacional en estos años respecto a los genocidios y crímenes de guerra en la desintegración de Yugoslavia? Han sabido informar adecuadamente los medios de comunicación?
Tras repasar la prensa nacional e internacional desde que se emitió el veredicto, observo que existe un juicio unánime de congratulación porque la justicia haya acabado con la impunidad de criminales de guerra antes protegidos por sus países. Por otra parte, se ha recordado insistentemente que Mladic aún es considerado un héroe en su país. Ante las razonables preguntas ¿Cómo es posible que se pueda considerar un referente al responsable del asesinato a sangre fría de más de 6.000 personas, caso de Mladic? ¿Cómo es posible que el Parlamento croata dedicara un minuto de silencio tras el suicidio de Slobodan Praliak, condenado por sus crímenes de guerra? La respuesta tácita, universal y silenciosamente aceptada es que los balcánicos son gente cruel, bárbara y poseída por odios que explican este tipo de comportamientos irracionales. Semejante prejuicio, pese a lo obvio de su simpleza y extrema cortedad de miras, ha sido desafortunadamente repetido por medios de comunicación, políticos y reputados académicos.
Si escucháramos los motivos que se esgrimen desde la región, tendríamos una visión más completa sobre las percepciones generadas por el TPIY. Así, muchos en Serbia consideran inaceptable que el Tribunal haya impuesto un agregado de condenas de doce siglos a los reos serbios, mientras que todas las sentencias a croatas, bosniacos y albaneses suman dos. Observan que si bien Mladic y Karadzic fueron responsables de la muerte de miles de civiles, convirtiéndose en criminales conocidos en todo el mundo, sus pares bosniacos, croatas y albanososovares han recibido un trato mucho más amable. Por ejemplo, el bosniaco Naser Oric, que dirigió la destrucción de decenas de aldeas serbias, causando la muerte o huída de sus pobladores, fue declarado inocente. Mientras, el croata Ante Gotovina, al mando de la limpieza étnica de la autoproclamada República Serbia de Krajina, fue sorprendentemente absuelto tras una primera sentencia a 24 años de prisión. Al igual que Oric en Bosnia-Herzegovina, también es considerado un héroe nacional en Croacia, si bien son casi desconocidos para los lectores occidentales. Aún más sangrante les resulta el caso de los líderes albaneses Ramush Haradinaj y Hashim Thaçi, actuales Primer Ministro y Presidente de Kosovo, respectivamente. Aparte de acusárseles de la muerte de más de 10.000 civiles serbios, Thaçi ha vivido desde hace veinte años relacionado con negocios de robo, narcotráfico, prostitución y venta de órganos humanos. Los testigos de sus juicios fueron brutalmente asesinados, tras lo que el TPIY simplemente decidió absolverlos al no quedar nadie que pudiera dar fe de sus crímenes. El último testigo superviviente ya decidió, razonablemente, no declarar.
Entre los bosniacos de Bosnia-Herzegovina y en Croacia la reputación del TPIY no es mejor. Vivieron indignados por el hecho de que tanto Karadzic como Mladic vivieran en libertad desde 1995 hasta 2008 y 2011, respectivamente, considerándolo un escarnio más de la errática intervención internacional en el país, incapaz de detener una guerra que sufrieron singularmente durante cuatro largos años, sobre todo en los asedios a Sarajevo y Mostar Este, así como en la masacre de Srebrenica. Tras celebrarse profusamente sus capturas en las calles, los medios de comunicación locales no dejaron de recordar sus crímenes sin castigo hasta que finalmente se les dictó sentencia en 2016 y 2017, respectivamente. Lo cierto es que las circunstancias referidas, unidas al empobrecimiento progresivo del nuevo Estado de BiH, han dejado un poso de descrédito hacia la UE, la ONU y el propio TPIY.
Respecto a Croacia, el TPIY es visto como un organismo injusto que realiza intromisiones inadmisibles en un país que, como el suyo, más que librar una guerra solo luchó contra agresiones externas del ejército yugoslavo y paramilitares serbios, y que siempre ha estado comprometido o con la UE, la OTAN y el catolicismo. A la guerra se la conoce como Domovinski Rat (Guerra Patriótica), y es el gran mito fundacional del nuevo Estado Croata nacido en 1991. Se trata de unos episodios intocables e indiscutibles, cuyos veteranos de guerra disfrutan de pensiones y privilegios especiales, gozando además de una aura de prestigio continuamente alimentado por el Estado. Así, consideran intolerable que la justicia internacional persiga como criminales a soldados que salvaron su país de la ocupación serbia (caso de Gotovina) o que combatieron por unificar a toda la nación croata y evitar que viviera sometida a los bosniacos en Herzegovina -caso de Praljak-. Por eso el arresto de Gotovina en enero de 2006 en las Islas Canarias como prófugo de TPIY supuso un clamor de indignación popular y mediática tanto en Croacia como en las zonas de BiH en que su nacionalidad es mayoritaria; y también por eso el suicidio de Praljak dio lugar a un respetuoso minuto de silencio en el Parlamento de Zagreb, así como a innumerables actos de sentido homenaje popular en calles y plazas, desde la capital croata hasta Mostar, en BiH.
Por último, lo excesivamente prolongado de los procesos en el TPIY ha supuesto un permanente recordatorio de las violencias de los años 90 que ha impedido pasar página en la región, y sus polémicas sentencias o falta de ellas ha beneficiado el discurso victimista alimentado por los gobernantes nacionalistas de todas las nacionalidades. De hecho, desde la instauración del TPI y sus precedentes para Yugoslavia y Ruanda, solo se ha imputado a balcánicos y africanos, pese a las intervenciones armadas de las grandes potencias en escenarios como Irak, Libia, Siria o Afganistán. El suicidio de Praljak, trágico último acto del Tribunal, tras el que se corrió un telón, pareció confirmar simbólicamente el TPIY no había sido más que un gran teatro.
6.-Cómo calificaría la intervención de la comunidad internacional en el conflicto?
Básicamente, lo usaron para mejorar su imagen a la vez que trataban de lograr ascendencia y privilegios en el futuro de la región. Alemania –junto al Vaticano- utilizó la crisis balcánica en beneficio propio al reconocer unilateralmente a Croacia y Eslovenia, rompiendo así lo que se había planteado como una negociación mucho más ordenada entre Yugoslavia y la entonces CEE. Los Planes Cutilheiro y Vance-Owen que auspició más tarde la UE plantearon la división de BiH en cantones por criterios étnicos, motivando así una carrera por lograr la mayor cantidad de territorio para la propia nación, lo que dio lugar a las limpiezas étnicas de las minorías. Srebrenica se entregó a las tropas serbias tras un acuerdo entre EEUU, la ONU y el gobierno bosniaco de Sarajevo en un ejercicio de cínico pragmatismo. Luego, los norteamericanos ocultaron la masacre de Srebrenica hasta que les convino y solo entonces la hizo conocida mundialmente. La ayuda de la comunidad internacional en la postguerra se ha basado sobre todo en pagar los elevados sueldos de su propio personal asesor y militar sobre el terreno. Finalmente, la OTAN usó la guerra de Kosovo para justificar su existencia tras la caída de la URSS, proponiendo librar guerras humanitarias allá donde la ONU no pudiera proteger a poblaciones en riesgo debido al veto de algún miembro del Consejo de Seguridad. Una vez terminado el conflicto, instalaron allí la base militar de Camp Bondsteel, la mayor fuera del territorio de los EEUU.
7.-Volverán los Balcanes a entrar en erupción?
Las limpiezas étnicas, que además consolidaron los acuerdos de paz de las guerras balcánicas, han simplificado enormemente el mapa de la región, donde lo que era un mosaico de identidades nacionales está ahora muy próximo un conjunto de áreas monocolor. Por ello, quedan pocos motivos de disputa. Dejando de lado reivindicaciones de baja o media intensidad, como las de los albaneses de Macedonia o los musulmanes del Sandjak serbio, el gran problema es BiH, por los problemas ya referidos anteriormente. Si a ellos cabe sumar que los partidos que gobiernan el Estado, así como la Federación bosnio-croata, y la Repúblika Srpska que lo componen, con sus respectivos cantones, son nacionalistas. Todos continúan usando los medios, la educación, los monumentos de memoria histórica y sus alocuciones para perpetuar el rencor hacia el otro. Se venden así como líderes necesarios para proteger a los suyos mientras siguen enriqueciéndose a costa de los recursos públicos. Es un país pequeño, del tamaño aproximado de Extremadura, pero sigue siendo un crisol único en el que se encuentran Oriente y Occidente; el Islam, el catolicismo y el cristianismo ortodoxo; el nacionalismo, el fascismo y la democracia; lo eslavo y lo mediterráneo. Como señalaba anteriormente, ahí radican tanto su belleza como su fragilidad.
8.- En qué está trabajando ahora? Cuál es el objeto preferente de su interés?
Hay varios temas que llaman ahora mi atención. Por citar uno, cómo frente al discurso incluyente del europeísmo, la globalización y el multiculturalismo con que se educó mi generación, en muy pocos años han emergido poderosamente esas entelequias llamadas populismo y democracia iliberal, de fuerte corte nacionalista excluyente y que, además de en los Balcanes, se han impuesto en países como Rusia, Hungría, Bulgaria y Polonia, a la vez que su influencia aumenta rápidamente en países como Francia, Austria, Holanda, Reino Unido y Alemania. Si a ello sumamos el Golpe de Estado encubierto en Brasil y la victoria de Donald Trump, todo parece indicar que vamos hacia un nuevo escenario lleno de incertidumbres y de valores muy distintos a los que se impusieron tras la Segunda Guerra Mundial y parecían consolidarse tras la Guerra Fría.
[…] Es simple. Pese a toda la propaganda nacionalista y sus durísimas vivencias, afirman que han aprendido a no dividir a las personas por su nacionalidad o religión, sino que solo distinguen entre buenas y malas […]
[…] Enlace externo a la noticia: https://desdeelexilio.com/2017/12/11/y-llego-la-barbarie-entrevista-jose-angel-ruiz-jimenez/ […]
Magnífica la entrevista.
Solo como apunte a como la Historia «nos persigue» por mucho que pretendamos dejarla atrás: durante la IIGM, Croacia fue aliada de los nazis mientras Serbia lo fue de los soviéticos, lo que se tradujo en matanzas a gran escala entre ellos al ritmo de las vicisitudes de la guerra mundial.
De hecho, la Yugoeslavia (la unión de los eslavos) del croata comunista Tito, líder de la resistencia antinazi (tras la derrota de los nazis y sus aliados ustachis croatas), fue el intento de superar su particular Historia de odios y matanzas seculares.
Hace mucho tiempo, antes de la guerras balcanicas, me contaron un chiste (de los llamados veridicos) en Alemania.
Resulta que en una sala de fiestas de Belgrado estaba cantando canciones populares una chica muy mona. Uno de los asistentes empezo a relatar que la chica, la cantante, era croata; la delataba su acento. Otro, dijo que no, que era serbia; que la gracia y el salero de las melodias eran inconfundiblemente serbias, un bosniaco se unio a la discusion, y asi sucesivamente. Al final se monto una trifulca de muy señor mio en el local, que no acabo con muertos de milagro, y … la chica resulto que era de Duesseldorf.
Saludos
Buena anécdota que ilustra el paradójico hecho de que el odio entre parientes muy cercanos, como lo son todos los pueblos balcánicos, sea especialmente sanguinario cuando se desata.
Paradoja que debería ser explicada desde la óptica darwinista pero que yo, al menos, desconozco.