En la fiesta de disfraces

En la vida cotidiana de finales de los setenta, un día apareció el barrio de Vallecas escrito con k. Vallekas. Un grupo de adolescentes, poco tiempo después, escucha sin inmutarse como una hasta entonces dulce muchacha le gritaba a un amigo que la expresión preserva como diminutivo de preservativo que pintaba en una pared – siempre existe un tonto con una tiza, quién no ha tenido una tiza – la escribiera con «b» – preserba – porque era vasco. Aunque la conversación era en castellano.

En castellano escribió siempre La Vanguardia. Una mañana decidieron que siempre que se escribiera Cataluña, se escribiría en catalán, Catalunya. Personas de elevada formación intelectual – puede que sólo teórica – alteraban conscientemente una regla gramatical clara y a priori completamente lógica ¿para conseguir que la audiencia sintiera afinidad al contenido del periódico? ¿Para demostrar afinidad a la autoridad competente?.

Los periódicos de Colombia no escriben mobbing, ni cyberbullying. Escriben matoneo o ciberacoso. Es un país que se autoflagela sobre su picaresca como lo haría un español, al menos de los de antes.

En algún momento y en algún lugar, la representación de la lengua castellana, de las imagenes de lo español y España por sí mismas perdieron su reputación emocional haciendo que cualquiera huyera de ellas para representar una realidad de significantes y significados de la que se quería huir por todos los medios: ¿eran Peridis o Forges los que se reían de que España no existía porque todo el mundo lo llamaba este país?.

Para Puigdemont y la guerra ideológica de la secesión catalana hablar de franquismo es evocar imágenes que saltan con facilidad a la mente de cualquiera, local o internacional presuntamente informado, mientras que el relato alternativo seguramente ha brillado por su ausencia. Muñoz Molina creaba el lamento hace unos días de la pervivencia de, más que tópicos, de elementos de descripción intrínsecamente unidos a los rasgos de un país. Ofrecía datos abrumadores de lo contrario. Hoy, en el mismo diario, siguen abundando en datos abrumadores de que lo que era, ya no es.

Los argumentos racionales parecen no funcionar. Los tribunales y las elecciones son escaramuzas. El combate de los afectos y las emociones se ha ganado – ¿hasta ahora? – por incomparecencia del rival.

Tirabuzon
Tirabuzon
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5 comentarios

  1. Hola Tirabuzón,

    Creo que fue Marzo Varea quién me dijo que no era gramaticalmente correcto poner un punto (fuera «y seguido» fuera «final») detrás de un interrogante. Cuando te leo me chocan esos puntos detrás de aquellos que cierran por lo bajo el interrogante. Perdona que en esto sea tan «puntilloso».

    Cada día descubro (o me descubren) en mi lenguaje escrito pequeños o grandes fallos (quiero creer que cada vez más pequeños que grandes). Y ello por no hablar de otro tipo de fallos (lógicos, de exactitud o flagrante error en datos….etc).

    El lenguaje es algo fluido y ninguna Academia por muy Real que sea podrá nunca fijar un canon inamovible. El uso del lenguaje, que duda cabe, lleva el sello de modas, ideologías y simples inercias que se convierten en leyes. En la medida en la que las palabras reflejen significados intersubjetivamente compartidos la comunicación será tan fluida como el lenguaje sobre el que fluye. Algunos levantarán diques, sea a modo de frontera lingüística que nos condene a no entendernos sea por puro juego de palabras para confundirnos a todos. Pero el neolenguaje y su hija la posverdad no van a derrotar a la primera herramienta de la que se dotó el homo sapiens en su andadura por la tierra. Las palabras seguirán sirviendo a la comunicación y a la cooperación de los grupos humanos.

  2. Completamente de acuerdo con el art.

    En mi opinión todo tiene su origen en el complejo de la sociedad española a que la acusen de franquista.
    El argumento no es mío,sino de alguien situado en mis antípodas ideológicas, al que sin embargo, le reconozco el valor de haberlo expuesto sin tapujos y de haber dado, en mi opinión, en el clavo: Pío Moa.
    Es la sociedad española, a partir de la Transición, la que acepta sin rechistar que se borre cualquier recuerdo favorable a Franco y a su época, mientras acepta sin el menor problema que se dediquen honores, calles y homenajes a personajes tan siniestros como Carrillo, La Pasionaria o Durruti.
    Es la sociedad española la que renuncia a emplear términos tan genuina e históricamente españoles como «Vascongadas», La Coruña o Gerona para adoptar neovocablos nazionalistas políticamente correctos como «Euskadi», A Coruña o Girona, para que los nazionalistas y sus aliados progres no la tachen de franquista.
    Y es la sociedad española la que admite como normal y admisible (y vota en parte) a un fulano que aspira a ser nuestro gobernante máximo, a pesar de la palabra España le da tanto repelús que hace cursis malabarismos para no pronunciarla, y para el que cualquiera que no le rinda pleitesía es un «franquista».
    Se dice que un pueblo que desconoce su Historia está condenado a repetirla, y en España, la sociedad actual ha permitido que nos quiten una parte de nuestra memoria colectiva más reciente, bajo pena de que al infractor que ose rechazar esa amnesia colectiva autoimpuesta, sea condenado como mínimo a la hoguera civil, sin ni siquiera darle la oportunidad de defender sus argumentos.
    Y en el colmo de la estupidez colectiva, a esa amnesia autoimpuesta, la llamamos Memoria Histórica y permitimos que se convierta en Ley.

    Conmigo que no cuenten, porque reconozco sin complejos, que sin ser franquista porque tan solo viví mi niñez en ese régimen, entre Franco y sus adversarios del 36, me quedo sin dudar con Franco, y entre Franco y sus neoadversarios progres con mención especial a los neocomunistas de Podemos, me quedo sin dudar con Franco y entre Franco y los sectores de derechas que reniegan de su legado, y callan cobardes cuando por ejemplo le equiparan a Hitler, me quedo sin dudar con Franco.
    Si eso me convierte en franquista a los ojos de los amnésicos, pues a mucha honra.

    • Siguiendo con el tema de la responsabilidad social colectiva, que en última instancia no es más que la suma de responsabilidades individuales, bien por acción, bien por omisión (que es mi punto de vista) frente a la tesis de que el «pueblo» es inocente y que los problemas (como el actual en Cataluña) son generados por las élites (tanto las de «Madrit» como las vernáculas), el ejemplo de la huelga general de ayer en Cataluña creo que es un buen ejemplo sobre el que reflexionar:
      Por un lado tenemos a una minoría extremadamente poco numerosa que ha secundado la «huelga» y que, ante la pasividad del Gobierno español, ha conseguido putear y sabotear la vida de centenares de miles de ciudadanos al cortar impunemente carreteras y vías férreas.
      Personalmente, me indigna que el Gobierno español lo haya permitido dando ordenes estrictas a la policía de no actuar para que no se repitan las escenas de «ejem», «ejem» violencia del 1-O y que parece ser beneficiaron a los indepes.
      De lo que he podido ver en las redes sociales esa indignación estoy seguro que la comparte el 99’9% de los afectados por los piquetes, y buena parte del resto de conciudadanos.
      La duda que me surge es: ¿Si el Gobierno hubiera ordenado a la policía reprimir a los piquetes, por los medios que en cada ocasión hubieran sido necesarios, incluída la violencia proporcional (que dado los pocos elementos que los integraban seguro que no sería «extrema»), ¿qué cojones habría hecho la sociedad española? porque concretamente lo que habría hecho el PSOE y el resto de la izquierda yo lo tengo claro: echarle la culpa al Gobierno.
      Por lo tanto mi duda es que habría hecho el ciudadano común y corriente, simpatizante del PSOE o de Podemos: ¿habría apoyado sin fisuras al Gobierno del PP si la policía hubiera soltado algunos porrazos para proteger los derechos de los cientos de miles a los que los piquetes formados por 4 gatos tenían puteados?.
      Y la respuesta que me doy a mí mismo es que ni de coña habrían apoyado al Gobierno de la nación actuando para proteger los derechos de cientos de miles de afectados por los piquetes, por el simple hecho de que es un gobierno del PP.
      Eso respecto a los dirigentes y simpatizantes del PSOE y Podemos, lo tengo absolutamente claro.
      ¿Pero y los demás? ¿Qué opinaríamos el resto de ciudadanos si vemos a un policía dándole un porrazo a uno de los piqueteros que se niegan a dejar libre la vía, con tan mala suerte que el tipo se cae al suelo y se abre la cabeza, con el consiguiente charco de sangre por el suelo, emitido en directo por las cámaras de las televisiones y portada de los diarios?
      ¿Pensaríamos: «que se joda el piquetero, él se lo ha buscado» o «Madre mía, pobre chico, a eso no hay derecho. Que bestia la policía. Así no se solucionan los problemas»?
      Pues bien, dependiendo de la respuesta mayoritaria de la sociedad española a esa pregunta va a depender la orden que el Gobierno de a la policía, así que la responsabilidad, en última instancia, es de cada uno de nosotros.

    • Pues yo no lo acepto,de hecho no lo hago porque se que clase de izquierda padecemos,padecimos y padeceremos,es decir,una izquierda intolerante,sectaria,totalitaria,golpista,inculta e incivilizada.

      • Ojalá que fuéramos muchos más los españoles que no aceptáramos esa censura de nuestro pasado reciente. Eso significaría que en España habría cambiado este espíritu de los tiempos tan progre como manipulador.

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