(Nota aclaratoria al final del artículo)
Hace unos días un youtuber llamado Esquizofrenia Natural decía por Twitter que muchos de los movimientos autodenominados justicieros son de naturaleza misántropa. Dicho tweet estaba errado y dije que haría un artículo al respecto. Pues bien, he aquí el artículo en cuestión, solo que he decidido alargarlo un poco y hacer un análisis más interesante que la mera aclaración de conceptos. No obstante, antes de empezar quiero comentar que esto no es una crítica al youtuber, sino que lo hago con fines puramente aclaratorios pues salvo en según qué casos, no creo que un solo tweet defina el pensamiento de nadie.
Los movimientos “justicieros” a los que voy a referirme aquí son aquellos cuyos fines implican una transformación total de la realidad humana, por el medio que sea. Estos movimientos parten de la premisa de que si se termina con según qué cosas, existirá una justicia plena pues “es por una serie de culpables que todo va mal”. La dinámica amigo-enemigo de Carl Schmitt en política de masas siempre está presente de un modo u otro, la cuestión que aquí importa es de dónde surge esa enemistad. En esta clase de movimientos un solo enemigo condiciona al mundo siendo irrelevante si el sujeto en cuestión es pasivo, el mero hecho de que a nivel de pensamiento esté en el lado de “El Mal” según los parámetros de los movimientos en cuestión lo convierte en un impedimento para la causa, pues su sola existencia es un mal en sí mismo. Es por este rechazo a grupos humanos que a estos movimientos se les suele tachar erróneamente de misántropos.
Un misántropo detesta al ser humano, dentro de esto hay distintos grados e innumerables matices, pero lo que coincide entre los diferentes misántropos es su carácter universal. Considerar que la culpa es de tales o cuales humanos y que de no ser por ellos existiría la paz y la armonía lleva implícita una honda filantropía ya que se considera que a lo humano subyace un Bien ontológico cuya influencia se ve minada por contingencias que es posible erradicar. Los movimientos SJW participan de esta idea.
Existe una relación entre esto y el ostracismo. Y he aquí el eje fundamental de este artículo.
La justicia griega es harto compleja, pero en lo referente a las leyes resumiremos el asunto con que existían tres clases de leyes: Tesmoi, humanas y naturales. Como bien dice Touchard, para los griegos “la ley (humana) es convención, y la naturaleza es creación y espontaneidad”, idea que se recuperó en el XVIII francés y de nuevo ha regresado al pensamiento occidental. Dado que se parte de los principios de isonomía e isocratía, las leyes humanas tenían validez relativa pues se sustentaban en convenciones sociales, las cuales son débiles por ser puramente humanas (ergo moldeables, destructibles), mientras que las leyes naturales al ser producto de los dioses no podían negarse y todo intento de enfrentamiento a ellas implicaba un castigo inapelable. El ostracismo no se daba por una cuestión tanto política como de mantenimiento de una cierta base legislativa. Poner en duda la democracia implicaba necesariamente relativizar sus leyes, por lo que todo “cuestionador” era expulsado de la polis por estas razones, ¿Y cómo se justificaba esto? En las Tesmoi: las Tesmoi eran leyes cuya antigüedad era tal que su “calidad legislativa” se consideraba muy superior a la de las Nomoi (leyes humanas). Las Tesmoi habían sobrevivido a diversos cambios políticos, a muchas generaciones, hasta llegar al lugar en que se encontraban, la falta del conocimiento de su origen les daba un cariz divino, razón por la cual existía cierta fusión entre éstas y el ámbito religioso, siendo más o menos heterogénea la mezcla según el período en que nos encontremos.
Encontramos, pues, dos vertientes de pensamiento político a raíz de esto: el que se ve marcado por la superioridad (moral) de la naturaleza y el que se ve marcado por la defensa de las convenciones sociales. La primera vertiente (que es en la que me voy a centrar), al considerar la naturaleza como un objetivo o si se prefiere, como un regreso para alcanzar la virtud, busca ese Bien ontológico del que he hablado antes. El ser humano es visto como un ser corrompido por alejarse de la naturaleza (vemos un claro paralelismo con la cuestión del Ángel Caído del cristianismo) y la única solución posible es su vuelta a la misma: esto supone introducir una solución concreta, una respuesta, un fin. Esto va ligado a una inevitable idealización de según qué cosas pues estamos estableciendo un absoluto (el Bien) que va ligado a según qué ideas acerca de la Naturaleza.
Omitiré hablar del bien conocido mito del Buen Salvaje tan presente en el XVIII francés ya mencionado: vamos a nuestro período histórico.
Los nazis reivindican una filantropía como la que expuse al principio sustentándola mediante unos orígenes históricos, he aquí una de las bases de la conexión fundamental que establece el nazismo con la naturaleza. El origen de la raza aria se remontaba a unos orígenes inmemoriales (rasgo divino) y su desarrollo y características implicaban un fuerte entendimiento con la naturaleza, lo cual tiene implicaciones de poder por ser la naturaleza irreprochable, creadora e impositora. Nada puede estar por encima de lo más poderoso y se parte del principio de que aquello que perturba el Bien debe de ser exterminado ya no por cuestiones éticas sino por voluntad divina, he aquí una de las razones de que los nazis legitimaran su uso de la violencia.
Encuentro ciertos aspectos comunes entre el movimiento hippie y el nazismo, y resulta muy interesante por el contraste, es una suerte de respuesta histórica, como una réplica teórica sobre la misma base. El hippie considera al hombre en sí mismo como portador de pureza ya que en algún momento fue animal y lo natural y lo moral están intrínsecamente unidos. El hombre ha de adherirse a sus orígenes, para lo que debe renunciar a según qué cosas y adoptar ciertas costumbres. El concepto de fuerza se manifiesta en esta dinámica de “renuncia y adopción”: si bien para exterminar personas y construir estructuras humanas es necesaria una fuerza inmensa, también es necesaria muchísima fuerza para renunciar a ciertos placeres o comodidades y adoptar costumbres nuevas y lo que es más, es necesario tener mucha fuerza para renunciar al uso de la fuerza física. Mientras que el nazi utiliza lo que ha creado para imponerse legitimándolo por su vinculación con la Naturaleza, el hippie espera que ese vínculo que ha desarrollado con la Naturaleza haga que ella misma utilice sus fuerzas a través de él (pensamiento mágico) para destruir ideas o desestabilizar cosas, véanse como ejemplo la introducción de flores en los cañones de los fusiles (desestabilización de un objeto) o el fenómeno de las sentadas ante ejércitos o policías (destrucción de ideas).
En cualquier caso, ambos movimientos parten de la destrucción de unas nomoi, y moralizando las leyes naturales a modo de obtener unas Tesmoi.
Todo esto lo vinculo con los de sobra conocidos movimientos de Social Justice Warriors, cuyo nombre ya de por así es bastante descriptivo. El sentimiento de colectivización moral es reiterado en la vertiente de pensamiento expuesta (comunas hippies, sentimiento alemán, el coro de Los Salvajes de Ferécrates, la República de Platón, etc.) por considerarse implícitamente que todo individuo alejado de según qué doctrinas es una contribución al mal y es culpable del alejamiento del Bien ontológico de la humanidad (Social Justice), y respecto a la palabra Warriors, creo que en base a lo que he dicho el lector puede hacer por sí mismo deducciones. No es casual la consideración de todo comportamiento humano como “construcción social” o de legitimar medidas legislativas antidemocráticas o actos violentos en pro de acabar con “opresores” en favor de las “víctimas”, lo que hacen los SJW es vincular a la víctima con la Naturaleza al establecer que es por no dirigirse a ésta y haber dado relevancia a las construcciones sociales que los individuos con tales o cuales características son “opresores”, pues están contribuyendo al alejamiento del Bien ontológico. Lo que buscan los SJW es una homogeneidad semejante a la que tienen los sujetos de cada especie, una pureza comportamental, una abolición de lo humano en tanto que artificio en pro de lo humano como poseedor de inteligencia creadora vinculada al Bien natural.
NOTA ACLARATORIA: Soy consciente de lo polémico de este artículo y de que me van a saltar al cuello. Es inútil que yo haga ningún tipo de aclaración pues los de siempre serán los que se autoproclamen jueces sobre mí. Y no, querido imbécil, no pienso que la naturaleza sea mala ni nada por el estilo.
Me he dado cuenta, ya tarde, que en mi escrito anterior he comentado el artículo anterior, y no este. Si podéis, pasad el comentario al otro tema.
Respecto de este me ha parecido muy interesante comparar de una manera tan esclarecedora corrientes de pensamiento y grupos que quieren ‘cambiar el mundo’. Ya hace vaios milenios el Tao Te King afirmaba que el mundo está bien como está, que no es buena idea ‘conquistarlo’:
«¿Pretende alguien conquistar el mundo y hacer lo que quiera con él?
No veo cómo podría tener éxito.
El mundo es un recipiente sagrado que no puede ser manipulado ni dominado.
Manipularlo es estropearlo, y dominarlo es perderlo.» (Traducción de Alfonso Colodrón).
Yo opino eso mismo. Hay que desconfiar de todo movimiento ‘mesiánico’.
El arte como una acción humana para hacer las cosas agradables e incluso bellas, me parece totalmente aceptable. Pero no tanto la ‘creación artística’ como un medio de provocar, herir, cultivar una especie de ‘feismo’ que sólo ‘entienden’ unos pocos ‘iniciados’. Esto último me suena a un ‘nuevo traje del emperador’.