Ponga un bolardo en su boca

Cuando desde la cuenta (verificada) de Twitter de la «Fundación Internacional de Derechos Humanos» nos dicen que «es innecesario y contraproducente que se hagan públicos: el color de piel, la orientación sexual o la religión de los sospechosos«, es más, se lo dicen a la propia policía, asistimos al mejor ejemplo posible de los efectos estupidizantes de la cultura de la corrección política.

Y eso de la corrección política, ¿qué es? El término emerge por primera vez en la década de 1980 en América, como auto-descripción de un cierto entorno académico. Se trata de centrar la atención en las sensibilidades de las minorías y de tenerlas en cuenta. Por primera vez, se hace una distinción entre el discurso políticamente correcto y el incorrecto. El primer periodista que hizo conocer esta tendencia a un amplio público, fue Richard Bernstein en el New York Times en 1990. Se trataba de incluir en seminarios literarios como parte del currículum las obras de las mujeres, especialmente las surgidas fuera de la cultura no europea. En los años noventa el concepto se verá ocupado por el afán moralizante de censurar ciertos actos de lenguaje o de excluirlos para determinar los espacios discursivos «aceptables». Este es el sentido de la corrección política que ha prevalecido hasta hoy.

Lo realmente preocupante es que, desde entonces, en todos los debates públicos la única herramienta que se utiliza para desacreditar los argumentos de la parte contraria es la del deprecio (sin «s») moral. Esta devaluación moral se ha convertido en la espada más afilada y peligrosa cuando de hablar en público se trata. Es un arma de destrucción masiva, porque con ella abandonamos negligentemente la necesidad de discutir argumentativamente los razonamientos de «los otros». La moralización de la vida política es una marca de nuestro tiempo. Convertimos cualquier cuestión política o social en un conflicto entre el bien y el mal, cuando en realidad sólo se trata de un conflicto de intereses. La corrección política es un medio probado y comprobado de aumentar el empoderamiento… y el victimismo.

La pregunta ahora es qué nos prometemos abrazándonos al victimismo moralizante que nace de la corrección política y se retroalimenta en ella (y viceversa). La primera plusvalía evidente es que, de pronto, nos damos cuenta de que otras personas comparten nuestro punto de vista: no estamos solos! Estamos entrenados (cosas de la evolución y nuestra neurobiología) a escuchar con atención (y compasión) y devotamente las historias que nos cuentan y nos encanta que alguien muestre empatía por la nuestra. El segundo valor añadido es el cambio en la carga de la prueba. Nada es más reconfortante que la suposición de que uno no es el responsable de su propia desgracia. Si, por ejemplo, nadie nos lee, ello no se debe al hecho de que seamos incapaces de expresar nuestras ideas de forma clara o amena. No, es el cártel de opinión de izquierda/derecha el que sabotea/ignora nuestras opiniones públicas. Esta es exactamente la misma figura que funciona en otros ámbitos a la perfección: el heteropatriarcado, el capitalismo, el sexismo, … son los que me impiden cumplir mis deseos y esperanzas vitales … los responsables de mi desgracia.

Este pensamiento victimista es también un callejón sin salida, porque no nos permite salir del papel de víctima. Cualquier buen terapeuta le dirá a quien realmente ha sido víctima de una experiencia traumática, que debe abandonar este papel lo más rápido posible y dejarlo atrás. La institucionalización del papel de víctima está fundamentalmente en contra de la meta emancipadora de la Ilustración. Y la emancipación es exactamente aquello por lo que debemos esforzarnos. Ser independiente no es poder hacer lo que me da la gana. Ser independiente, ser una persona realmente emancipada, significa no depender de nadie para poder llegar a ser quien potencialmente puedo llegar a ser. Dado que en nuestra especie la independencia absoluta no existe, nuestro grado de emancipación será directamente proporcional al empeño que pongamos en no caer en las trampas victimizadoras -colectivizantes- de lo «correctamente político».

No permitamos que nos pongan bolardos en la boca.

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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6 comentarios

  1. En última instancia la política trata de imponer por las buenas o por las malas un determinado tipo de código moral, dado que la conquista y mantenimiento del poder que es el objetivo real de cualquier política requiere de una masa social adepta al mismo, que comparta la moral oficial.
    Como bien dice el art. el código moral conocido como lo «políticamente correcto» es el código moral del progresismo que se utiliza para señalar y expulsar al disidente del debate político, sin el peligro de tener que rebatir sus ideas.
    En resumidas cuentas: nosotros, los que detentamos el poder, decidimos a quién señalamos como políticamente incorrecto, y a quien en consecuencia le negamos el derecho a expresarse públicamente, por supuesto para salvaguardar la moral pública.
    Lo que ha existido siempre en cualquier sociedad humana, y que bajo una u otra forma seguirá existiendo, dado que en última instancia surge de nuestra condición biológica.

  2. Cosas de la vida: ha sido una revolución en el marketing de los productos de belleza femenina la comercialización de maquillaje -sombras de ojos, fondos y cremas, barras de labios…- para mujeres «de piel oscura». Por qué con la belleza femenina de las mujeres «de piel oscura» sí y con la identificación de un terrorista, no? No, no es que la marca que lo lanzó tuviera un ataque de ganas de expresarse de forma directa, definitoria y descriptiva. Estaban aprovechando la estupidez de la corrección política para sus fines comerciales -desde el punto de vista del marketing, muy inteligentemente-, para vender sus productos novedosos a las pobres mujeres de piel oscura que el mundo de la industria del maquillaje ha ignorado sistemáticamente, asociando la belleza a las mujeres blancas tipo anglosajón/centroeuropeo. Y claro, las de piel oscura tan contentas y agradecidas -las pobres- con la marca. Y a comprar! Haga lo que haga está marca en el futuro, ya ha creado su fama: tiene la moral correcta y nos quieren a todas por igual. Porque todas -repito: todas- somos guapas y tenemos derecho a lucir nuestra belleza «por igual». Y con esas mismas palabras: piel oscura. Para esto sí? No es que sean «relativistas» -uy, malo-, es que el argumento sirve tanto para un corto como para un descosido, siempre y cuando se trate de parecer bueno y respetuoso con los demás, aunque al negarle la descripción de «piel oscura» a un terrorista estés diciendo, de hecho, que los de piel oscura, como todos sabemos, son terroristas, así que no renovamos la mi***a, y qué las mujeres de piel oscura, como todos sabemos, no son lo que el mundo occidental y poderoso considera guapas y las relega a ponerse sombras de ojos cuyos tonos no están diseñados para ellas, pa’qué?

    Cuidado con lo que dicen y hacen para que tú -«Porque tú lo vales»- te sientas mejor. Puedes acabar asumiendo una inferioridad que, ahora que lo piensas, no sentías!

    • «corto», no, «roto».
      «renovamos», no, «removamos»
      Lo siento, cosas del teclado «predictivo» de la tableta, que además insiste después de haberlo corregido.

  3. Bravo.
    Hay algo positivo en toda esta infantilización de la masa políticamente correcta, se han vuelto tan gilipollas que nadie con más de una neurona los apoya. Están llevando el discurso de izquierdas tan lejos que la propia naturaleza humana busca el equilibrio, la gente está cada vez más harta de que se antepongan los sentimientos de los Ofendidos a la realidad, Trump y el Brexit son pruebas de ello, la sociedad se está empezando a rebelar contra esta dictadura que pretende controlar nuestra conducta hasta el mínimo detalle.

    El mismo ejemplo del artículo, el tweet de Derechos Humanos pidiendo a la policía que no use la expresión «piel oscura» ni sinónimas, (porque a ellos les sale de las narices que es ofensiva), aquí hemos visto dos cosas:
    Que siempre se puede ser más tonto, y que la gente, así en general, no está para chorradas de este calibre.
    Me preocuparía si el tweet en cuestión hubiera recibido un apoyo general, pero la respuesta ha sido absolutamente negativa, y es con eso con lo que prefiero quedarme.

    Los Ofendidos pueden enrabietarse todo lo que quieran, la respuesta es clara:
    Fuck your feelings

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