Me aventuré a leer Camino de Servidumbre a raíz de haberle preguntado a Luis I. Gómez que me lo recomendó con entusiasmo. Nunca había leído a Hayek con anterioridad, pero sabía que el libro en cuestión está dirigido al público que rechaza el liberalismo por considerarlo característico de políticas de la codicia o a aquellos que tienen dudas sobre el concepto. He de aclarar al lector que yo, Sofía Rincón, no soy partícipe del modelo que Hayek propone, pero eso no significa que no pueda apreciarle como pensador o apreciar este libro. Comienzo:
Camino de Servidumbre es un alegato contra la cárcel socialista, y si bien digo cárcel es a causa de que, como bien expone Hayek, el socialismo coarta inmensamente las libertades del individuo. La planificación es útil de cara a determinados objetivos si los estudiamos por separado, pero precisamente esta es la razón de que el socialismo cree, como bien dice Hayek, «entusiastas de la planificación» que ponen toda su confianza en la capacidad humana de dirigir a los individuos en pro de sus intereses. El problema viene cuando recalcamos las palabras individuo e intereses, ya que es posible que muchos individuos tengan objetivos comunes, pero existen tantos objetivos distintos como individuos hay, y por fuerza, al basarse la planificación en la colectivización de los intereses unos objetivos serán más perseguidos que otros, siendo estos últimos o bien anulados o bien sometidos a grandes dificultades. Parafraseando a Hayek: «adoptar la planificación social por la que claman no haría más que revelar el latente conflicto entre sus objetivos».
Seguramente el lector esté pensando en estos momentos que hay muchas clases de socialismo, y no voy a negarle la evidencia. Pero lo que trata Hayek son las políticas de planificación social cuyas expectativas conllevan necesariamente la anulación de los deseos del individuo. De hecho Hayek no está en contra de toda planificación, al contrario, considera que la planificación es necesaria a fin de impedir los monopolios del tipo que sean, pero una planificación que está puramente centrada en objetivos muy puntuales. Y es que muchos partidarios del socialismo no caen en la cuenta de que el control de los medios de producción o la planificación estatal de los objetivos individuales no deja de ser otra forma de monopolio, y no en vano decía Nietzsche que «el Estado es el monstruo frío de los monstruos fríos», por lo que desconfiar de brindarle a éste un monopolio, no está de más (digo yo).
Hay una frase que me gusta especialmente del libro y es la que dice «Toda restricción de la libertad de entrada en una industria reduce la seguridad de todos los que quedan fuera de ella». Y si en algo se caracteriza el Estado moderno es en que cuanto más incide en la vida del individuo más dificultades tiene éste para llevar a cabo sus iniciativas, pues el individuo tiene que lidiar con una serie de dificultades de tipo burocrático y económico que le hacen imposible hacerle frente a empresas cuyas dificultades para hacer frente a estos impedimentos es casi inexistente. El mejor ejemplo de esto, no me cansaré de decirlo, lo tenemos en las medidas socialistas llevadas a cabo para con los autónomos en la política española de los últimos años, y no estoy hablando aquí únicamente de las tomadas por el PSOE, sino también de las que tomó (y está tomando) el PP (que de liberal tiene lo que yo de ingeniera hidráulica), que hacen que el emprendimiento en España sea ridículamente difícil para todo aquel que no parte de cierta envergadura de capital: he aquí, en esta clase de cosas, que Hayek enfatiza la importancia de no monopolizar en especial al Estado razón por la cual el magnífico título de este libro es «Camino de Servidumbre».