Si hacemos caso de la alarma desatada entre los grupos ecologistas germanos, todo parece indicar que las políticas energéticas alemanas no sólo no lograrán alcanzar sus objetivos (ver gráfico) de descarbonización, sino que algunos «Länder» se han dado cuenta ya de lo utópico y costosísimo -tanto en términos de dinero como de votos- de tal empresa.
Como ven, el plan germano tiene como fin la reducción de sus emisiones de GEI (especialmente CO2) en más del 70% hasta el año 2050. Un plan ambicioso que no va por buen camino, como ya les contábamos hace casi un año: LAS ENERGÍAS RENOVABLES NO SUSTITUYEN A LAS CONVENCIONALES. EL CASO ALEMÁN.
Oficialmente, Alemania está plenamente comprometida con el acuerdo de París. En la cumbre del G20 en Hamburgo a principios de este mes, Merkel dijo que «deploraba» la decisión de Trump de retirar a Estados Unidos del tratado. Tal es así, que dirigió una alianza de líderes mundiales que intentaron, sin éxito, convencer al Presidente de los Estados Unidos de que reconsiderara su decisión.
Resulta que dos importantes Estados alemanes están socavando la posición de Merkel. Renania del Norte-Westfalia (NRW) y Brandeburgo explotan minas que extraen carbón (tanto hulla como lignito y turba) y poseen centrales eléctricas que queman esos combustibles tan intensivos en la emisión de CO2. Sus gobiernos han prometido proteger una industria que proporciona más de 70.000 puestos de trabajo, muchos de ellos en regiones económicamente desfavorecidas en el este del país (el caso de Brandeburgo).
Esto son malísimas noticias para la promesa de Alemania de reducir sus emisiones de CO2. Por unidad de electricidad generada, la Turba de Brandeburgo produce el doble de CO2 que las centrales de gas. En 2016, la centrales alimentadas con Turba y lignito representaron el 23 por ciento de la electricidad de Alemania, pero emitieron el 50 por ciento del dióxido de carbono del sector. Se espera que las reservas de Turba duren varias décadas, y las empresas de servicios públicos incluso tienen permiso para abrir varias minas nuevas.
Como nos cuentan, ya les digo que alarmadísimos, los chicos de la WWF:
Tras NRW (Renania del Norte-Westfalia) ahora es Brandeburgo quien abandona los objetivos climáticos alemanes. El consenso nacional para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de Alemania en por lo menos el 55 por ciento en 2030, está en gran peligro. De acuerdo con los planes del nuevo gobierno NRW, en los próximos años se emitirán 2,7 mil millones de toneladas de CO2 mediante la combustión de lignito. Brandeburgo quiere añadir a esa cifra más de mil millones de toneladas de CO2 mediante la combustión de lignito y turba. De ser así, Alemania se está despidiendo del acuerdo sobre el clima de París.
Y todo esto, ¿a qué se debe? Me imagino a un grupo de políticos serios poniendo sobre la balanza el 0,02% de reducción de la emisiones globales de CO2 que supondría seguir el plan trazado por Merkel y sus asesores en Berlín en un platillo, y en el otro, el bienestar de los trabajadores (sus puestos de trabajo) y habitantes de sus respectivos Länder, que son quienes les votan. ¿Ustedes qué harían?
Aparte de que los alemanes tienen tecnología puntera en explotación de lignitos que venden a todo el mundo (en su época a los Lignitos de Meirama y As Pontes en Galicia) y de que aumentarán su peligrosa dependencia del gas ruso, ya que se niegan (los ecolos) a aprovechar los recursos del shale gas (fracking). Toda esta locura por reducir un gas que la atmósfera terrestre contiene en un 0,04% y que es VITAL PARA LA VIDA..
Señores, el CO2 de nuestra atmósfera viene disminuyendo desde hace 2.500 millones de años y cuando baje por debajo del 0,02% las plantas morirán… y nosotros les seguiremos. GAIA puso trillones de reservas de carbono en los sedimentos para que los humanos fabriquemos CO2 y salvemos al planeta de un frío y sombrío futuro.
Los alemanes están votando a fondo por su ruina, y parece que seguiran igual.
Bueno, ya ves que no siempre es así. El Presidente de NRW es de la CDU, por cierto. 😉
Sí, el partido de la señora que ha eliminado las nucleares, la del rollo climático, la que amenaza a Polonia y Hungría, etc…
Parafraseando a M. Thatcher: «el entusiasmo *utópico-ecologista* (*…* sustitúyase por cualquier otro utopismo) se acaba cuando afecta a tu propio bolsillo»
Ni más, ni menos.