Como todos «sabemos», el hombre, con su estilo de vida industrializado y de manera muy especial a través de la emisión de dióxido de carbono, está destruyendo el clima del planeta Tierra. Menos mal que entre nosotros crece el número de aquellos que, realmente preocupados por la madre Gaia, se preguntan cómo pueden contribuir con su conducta personal a la prevención y erradicación de una potencial catástrofe climática.
De hecho, recibimos asesoramiento y orientación más que suficiente a poco que salgamos de casa: los medios de comunicación, las escuelas, los gobiernos y las ONG’s aclaran constantemente a la gente preocupada sobre lo que pueden/deben y no pueden/deben hacer. Pero, ¿estamos realmente bien aconsejados? ¿Cómo de grande y efectiva es la reducción de CO2 siguiendo tales recomendaciones?
¡Por fin tenemos respuestas! El otro día podíamos leer (nos lo contaban con grandes titulares en la prensa) un estudio publicado en la revista «Environmental Research Letters» titulado «The climate mitigation gap: education and government recommendations miss the most effective individual actions» en el que sus redactores exponen duras críticas a lo que se nos viene contando hasta la fecha. Como el título indica, hasta hoy NO nos han estado asesorando y aconsejando correctamente en las medidas más eficaces que puedan reducir nuestra huella de carbono.
Los autores, Wynes y Nicholas muestran como la renuncia completa al consumo de carne es mucho más efectiva que la renuncia parcial a la hora de evitar la emisión de CO2 (gran descubrimiento éste, por cierto). Sin embargo, en los libros de texto lo que encontramos casi exclusivamente son recomendaciones para un consumo moderado de carne. ¡Inaceptable! Y, nos dicen Wynes y Nicholas, esto ocurre con prácticamente todo lo recomendado por los gobiernos, que no deja de ser un parcheo ineficiente y tibio, soluciones de media tinta, vamos.
Algunas propuestas, tales como la sustitución de las bolsas de plástico por bolsas de papel para evitar la emisión de 5 kg de CO2 al año, lo único que consiguen -nos dicen los autores del paper- es trivializar el importantísimo asunto de la protección del clima. Ellos proponen explicar a los jóvenes que la dieta vegetariana/vegana supone cien veces más ahorro de CO2 que el uso de las politizadas bolsas de papel. Porque, son precisamente los jóvenes quienes más fácilmente pueden ser conducidos (asesorados, aconsejados) hacia la adopción de los drásticos cambios necesarios en su estilo de vida para salvar a Gaia.
¡Y nos hacen una lista! Se lo resumo:
Medidas casi inefectivas | Medidas algo más efectivas, pero no mucho | Medidas efectivas |
Comprar productos Bio | Comer regional | Comer vegetariano/vegano |
Crianza de gallinas en jardín de casa | Reciclado | Comprar un coche económico |
Turismo ecológico | Comer menos carne | Comprar solo eco-energías |
Segar menos el césped | No tirar comida | Cruzar (en avión) una vez menos al año el Atlántico |
Hacer compost | Ahorrar energía | Vivir sin coche |
Plantar un árbol | Comprar productos eficientes | |
Ahorrar agua | Ir en bici/ transporte público | |
No generar basura | Paneles solares en los tejados |
Quien se apunta a cambiar sus hábitos vitales en función de estas recomendaciones deja de emitir entre 4.500 y 15.000 kilos de CO2 anuales. No está mal, ¿verdad? Pues se equivocan. (Alguno habrá notado que falta algo en la lista)
Lo mejor, lo más recomendable, lo más eficiente, la única medida de «salvación del clima» que realmente funciona, es no traer hijos al mundo. Por cada hijo menos, reducimos las emisiones de CO2 entre 23.700 y 117.700 kg al año. ¡Eso sí que son cifras! Esto significa que cada niño que traemos al mundo genera SEIS veces más daño al planeta (a su clima) que todas las asquerosidades carbonófilas que hacemos cotidianamente juntas.
Llegados a este punto del paper, me pregunto por qué mi hijo daña seis veces más al clima planetario de lo que lo hago yo. Después de todo, yo también soy hijo … de mis padres, curiosamente. Además, sólo participo al 50% en la huella carbónica de mi hijo (que, también curiosamente, tiene madre) de lo que deduzco que algo falla en las cuentas…. o las emisiones de mi hijo (calculadas como «mi» huella de carbono tal y como hacen los autores) las cuentan dos veces: una por ser hijo mío, otra por ser hijo de su madre. Además, se pasa por alto que los niños suelen tener hijos a su vez, y por lo tanto se deberían incluir en mi «debe» las emisiones de CO2 de mis nietos en, al menos un cuarto y las de los bisnietos en un octavo – y así sucesivamente.
Es igual, ¡que las matemáticas no nos destrocen una buena idea! Quedamos en que cada hijo daña al clima seis veces más que todos mis pecados juntos. Este es un resultado bastante sorprendente. Originalmente, el movimiento ambientalista quería salvar el planeta para nuestros hijos, de los cuales sólo lo habíamos tomado prestado. Ahora la cosa ya está más clara: tenemos que salvar el planeta no para, ¡sino de nuestros hijos!
Un examen detallado de los resultados de este estudio, sin embargo, puede ser también profundamente liberador: si usted ya ha ensuciado el medio ambiente con uno o más hijos, puede relajarse y disfrutar del hedonismo y su carbonofilia, en el fondo nada de lo que haga a partir de ahora será realmente relevante. Excepto si corrige su error y anima a alguno de sus hijos al suicidio.
Además, los hijos pueden estar tranquilos también: su huella ecológica queda asignada a la cuenta de sus padres, lo que les libera de los propios errores. Sin el estorbo de malas conciencias ecológicas pueden disfrutar de su vida libres y felices mientras los padres somos subidos a la picota de criminales climáticos. Así que ya sabe: si no quiere ser un criminal, no tenga hijos.
Total, ¿qué más da si la humanidad desaparece en una catástrofe climática o en una demográfica por falta de descendencia? Lo importante es que desaparezca, ¿no?
Al hilo de las interesantes reflexiones de JJI al respecto del art. de Luis, en la práctica, la Historia contemporánea parece demostrar que solo hay un camino para crecer y pasar de ser una sociedad pobre a una sociedad rica: la economía capitalista basada en la libertad y competencia empresarial.
Dentro de ese único camino podemos distinguir dos «vías», aparentemente incompatibles entre sí: la democrática «occidental» y la autoritaria tipo «china», cada una con sus pros y sus contras.
La mayor debilidad, a mi juicio de la vía democrática, es precisamente el escenario nada descartable de que los partidarios-creyentes del tipo de ideas que podemos englobar bajo el eslogan de «anticrecimiento» que denuncia el art. se vuelvan mayoritarios, lo que nos conduciría (como bien expone JJI en sus comentarios) hacia la catástrofe.
Este tipo concreto de debilidad es quizás la mayor fortaleza de la vía autoritaria «china»: si algo se puede asegurar de la misma es que allí no se tolera que este tipo de creencias «suicidas» se popularice y aun menos que se convierta en una corriente social organizada que podría amenazar el poder monopolístico del partido dirigente (que sigue conservando el apellido «comunista» simplemente por esa tendencia milenaria china a respetar la tradición).
Enlazando con el énfasis que pone JJI en la correcta identificación del requisito esencial universal para el crecimiento, es decir, la disponibilidad de energía, basta echar un vistazo a los planes energéticos de China, que está construyendo masivamente centrales eléctricas de todos los tipos (hidroeléctricas, nucleares, de carbón, etc,etc) y compararlo con lo que sucede en Occidente, en el que la construcción de una simple central energética convencional es tarea casi imposible ( la nuclear ni nos la planteamos) por la presión de los «anticrecimiento», para darse cuenta de la debilidad que está presente en nuestro sistema «democrático»: si las ideas equivocadas (por muy bienintencionadas que sean) se popularizan lo suficiente como para imponerse electoralmente de manera duradera, el sistema se autodestruye.
Si esa destrucción aún no se ha consumado, es simplemente porque la inercia de las etapas de crecimiento en que dichas ideas no existían aun perdura: simple y llanamente las sociedades occidentales han prosperado tanto en el pasado que pueden permitirse el lujo de perder impulso por un tiempo limitado.
Junto a lo anterior, nuestro sistema cuenta con la teórica ventaja de la posibilidad autocorregirse cada 4 años cuando el fracaso de una determinada opción politico-ideológica instalada en el poder es demasiado evidente lo que provoca el empobrecimiento generalizado de la sociedad, que reacciona eligiendo otra opción política alternativa: en Occidente y en concreto en España, más o menos eso es lo que ha venido pasando: tras cada periodo de decrecimiento protagonizado por opciones progresistas «anticrecimiento» la sociedad ha reaccionado eligiendo opciones conservadoras «procrecimiento».
El problema de ese modelo es el mismo que ocurrió durante la Restauración española tras el fracaso de la I República: que al final las dos alternativas eran prácticamente la misma. En Occidente algo similar está ocurriendo y como ocurrió entonces, más allá del «monopartido» con distinto apellido, solo están los radicales más peligrosos que solo esperan su oportunidad para el asaltar el poder y acabar con el sistema democrático.
Siguiendo con la Historia española contemporánea, La Restauración que en un primer momento supuso un éxito frente al desmadre de la I República, dio paso a la Dictadura de Primo de Rivera (que contó con el apoyo del entonces revolucionario y marxista PSOE) y esta a a su vez a la fracasada II República, a la Guerra Civil, al franquismo (muy similar a la actual vía «china») y a nuestra actual democracia, a la que personalmente encuentro muchas similitudes con la Restauración.
¿Estamos condenados a repetir la Historia?.
Apostando por el crecimiento como principal valor para una especie (insisto en que lo contrario implica su destrucción, primero moral –pobreza, odio, frustración-, y finalmente física), tropezamos con el problema de la energía. Crecer exige consumir energía en forma de recursos de todo tipo. Quien desea el bien de una especie, por lo tanto, trabaja en le dirección de aumentar sus recursos (energía), quien desea perjudicarla (supongo que en su beneficio: poder principalmente, “ser bueno” otros), predica lo contrario.
Y la energía, en cantidades ilimitadas para nuestras necesidades, está en el núcleo atómico. No me alargo con los inconvenientes que implica su control. No es el lugar, pero desde luego, ni siquiera en Occidente se dispone de suficiente energía por individuo (¿suena lo de pobreza energética?), y no digamos en las sociedades subdesarrolladas (¿que se queden como están?). A parte de que un verdadero salto adelante en el desarrollo social (sólo las sociedades desarrolladas tienen inquietudes ambientales), exige un cambio de paradigma como el que hubo de la sociedad pre-industrial a la actual: aumento de miles de veces de la energía disponible por individuo. Y a escala planetaria. Nos basta con las energías “verdes”, que carecen, como mínimo, del potencial de proporcionar a la especie la imprescindible capacidad de saltar al espacio. En cualquier caso, romper las fronteras del planeta exige pensar en otro orden de magnitud en términos de energía. De entrada, nada de vuelos gravitacionales con un empujoncito y años de viaje por delante para llegar. Aceleraremos a un “g” y deceleraremos igualmente como primer objetivo para poner el Sistema Solar a tiro de piedra, a costa de cantidades de energía ingentes que nos sobrará cuando dominemos el átomo. ¡Y nuestros jóvenes -todos los jóvenes de todos los colores-, podrán seguir soñando! ¡Porque los viejos les dejaremos un futuro distinto de decrecer!
Renunciar a la principal energía del Universo es renunciar al crecimiento de la especie. Es por tanto y a la larga, condenarla a la extinción. No importa cuáles sean los peligros. Hay que intentarlo. Y si desde hace más de sesenta años la energía de fusión se viene diciendo que está a cincuenta años vista, pues invirtamos 10, 100 veces más en ella para abrir esa puerta cuanto antes. Sin embargo no solamente no se trabaja en esa dirección sino visceralmente en la contraria. ¿Por qué? ¿Cuántas vidas ha destruido la energía nuclear, incluyendo las bombas? ¿Cuántas salvaría una central nuclear en un país subdesarrollado? ¿Cuántas vidas se han perdido por hambre y
enfermedad –falta de energía- desde la primera fisión del átomo realizada por el hombre? ¿Cuántos tópicos circulan, como mantras, en contra de la energía nuclear? ¿Por qué no podemos investigarla intensamente hasta dominarla con riesgo razonable? ¿Por qué esas resistencia?
Evidentemente, detrás de todo esto está la lucha por el poder de unos pocos. ¡Ellos sí que quieren crecer y crecer indefinidamente! Y detrás el ejército de inocentes que
religiosamente los apoya: ¡soy bueno! ¡Como verduras! ¡No tengo hijos! ¿Nuclear? ¡No gracias!
¡Vale! Ya me he quedado un rato a gusto. Gracias y perdón.
Gracias JJI. Ya te he dicho un par de veces que me gustaría que, de vez en cuando, te tomases 15 minutos, pusieses tus ideas en un word, y las publicásemos como artículo aquí. No digo más 🙂
Gracias Luís. Agradezco mucho tu oferta y la considero un honor. Lo que me sucede, por decirlo brevemente, es que me considero bastante quemado y prefiero esperar a que surja la ocasión de apuntar algo, sin otro compromiso, que ponerme de nuevo a intentar convencer a nadie de nada… y otras cosas.
En cualquier caso, tu esfuerzo en este blog, y el de otros que lo apoyan con entradas y comentarios, contribuye mucho a que algunas personas sigamos manteniendo las ganas de soñar y la fe en el género humano. No es un cumplido.
(Pero apunto tu oferta por si acaso.)
Cualquier solución a largo plazo para una especie sólo puede ser correcta (y ética para la especie) si promueve su desarrollo y preservación de modo permanente. ¿Pero es posible?
Desde luego, si pensamos en una especie como adscrita exclusivamente a un entorno limitado, la respuesta es NO. No se puede crecer infinitamente en un entorno finito. Esto, puede dirigirnos en dos direcciones: o bien la “sostenible” como ahora se la llama, y que es la idea dominante, que consiste en dejar de crecer y decrecer hasta un nivel estable ¿ecológico?, lo cual es, por definición, inmoral para la especie, además de termodinámicamente imposible (2º principio), o romper el prejuicio y superar el entorno ampliando sus límites. Eso, resumiendo, implica superar el planeta. Delante tenemos un infinito posible, como antes lo fue el propio planeta. Eso permite, crecer, vivir y tener ilusiones a las nuevas generaciones, a los países subdesarrollados (en teoría, habrá pastel para todos) y a todos en general, porque somos una especie (como todas) que nunca tiene bastante. ¡Y es así, maldita sea! No es ni malo ni bueno moralmente. Es la ley del crecimiento o decrecimiento. Vida o muerte en definitiva.
Sigo.
El nivel de máximo crecimiento para la especie podríamos considerarlo dentro de la escala de Kardashov.
Una Civilización Tipo I tiene la habilidad de usar toda la energía de su planeta.
Una Civilización Tipo II puede aprovechar toda la energía de su estrella anfitriona.
Una Civilización Tipo III arrasa a las otras dos, accediendo a un poder comparable al de toda la galaxia de la Vía Láctea.
Nosotros (según cálculos de Carl Sagan) rondaríamos la escala 0’7, es decir, podríamos aún crecer del orden de otro 50%, según he leído por ahí… sin embargo he encontrado que consumimos 160.400 TWh en la Tierra en el 2.013, es decir que sólo si usaramos la potencia recibida por el planeta Tierra (5’4*10^21 kwh en un año) y la utilizaramos en un 70% saldría un crecimiento de 23.500 veces (sin considera la parte «almacenada» en la misma Tierra)
La civilización tipo II podría, en mi opinión llegar a ser aceptable a muy largo plazo, con «inventos» como la esfera de Dyson https://es.wikipedia.org/wiki/Esfera_de_Dyson
Este nivel nos permitiría aumentar la población (o nuestra disponibilidad de energía) sería de 1’20*10^31 kwh, esto es unas 75.000.000 millones de veces lo consumido actualmente… todo ello según datoa encontrados en la web… Incluso con un rendimiento de pongamos el 10% saldría un crecimiento de apenas unas 7.500.000 millones de veces.
A mí no se me ocurre que podamos nunca llegar a una civilización tipo III, pero a saber.
La proposición de medidas de decrecimiento como objetivo final es, además, una auténtica maldad para el mundo subdesarrollado, puesto que el mensaje que se les transmite es, poco más o menos, el siguiente: -No hay pastel para vosotros. Debéis conformaros con vuestra vida sencilla y natural (pobre, doliente y sin libertad), puesto que los imperialistas occidentales ya casi han agotado los recursos del planeta y no hay para vosotros. Lo único que podemos hacer es reducirlos a ellos a vuestro nivel (de miseria, y en ello estamos). Esta actitud, por un lado quita la esperanza de crecer (la felicidad), a las sociedades por desarrollar, y por otro, las incita al odio visceral hacia las
desarrolladas, mediante el fácil recurso de invitar a echar la culpa a otros (victimismo: somos pobres porque los otros son ricos, y son ricos porque nos roban). Nadie les explica que la pobreza es el estado natural de cualquier especie, y que la riqueza es algo que se construye con el trabajo diario. Es decir, no es un objeto físico, como el cuerno de la abundancia, que se pueda poseer y explotar. Si una sociedad deja de trabajar, su supuesta riqueza (oro, acciones, inmuebles, etc.), desaparecería, inservible, en unos pocos días. En definitiva, de la pobreza sólo se sale trabajando, y sólo unos pocos pueden salvarse de ella robando porque en otro caso, la estructura parasitada acaba derrumbándose.
Sigo.
Me gustaría exponer algunas conclusiones personales en base a las cuales podría justificar mi crítica del informe que nos ocupa (para abreviar, basura tóxica).
Todo lo que los seres humanos hacemos tiene una razón última. En realidad, esto es verdad para todas las especies, pero sólo las inteligentes pueden darse cuenta. La razón última de cualquier especie es crecer y preservarse. A nivel de individuo, sobrevivir lo máximo posible. Una especie que no lleve ese impulso en su genética sencillamente desaparecería, suponiendo que pudiera llegar a existir.
Las especies tienden a expandirse en su propio beneficio sin más consideraciones respecto de las otras especies. A veces lo hacen hasta provocar su propia extinción, por agotamiento del medio. Sólo una especie inteligente puede apercibirse de esa circunstancia, y en consecuencia, tomar medidas que la limiten (perjudiquen) temporalmente con vistas a un bien mayor posterior. Así, son razonables planes restrictivos a corto, e incluso a medio plazo para superar situaciones que implican riesgos. Incluso riesgos para otras especies y el medio ambiente que inicialmente no afectan a la propia, pero que la inteligencia nos dice que lo acabarán haciendo.
Lo que no es racional, ni justificable por ningún motivo, es proponer acciones que limiten a largo plazo (para siempre) a la propia especie. Eso es ir directamente contra su objetivo biológico natural: -Crecer y preservarse. Cualquier medida de este tipo es malvada en origen para la especie, y los que la defienden y proponen, o unos ignorantes –generalmente la tropa bienintencionada-, o unos malvados de la peor especie –los promotores-, que traicionan a su propia especie en base a objetivos personales).
Por otra parte, ya he dicho en alguna ocasión que cuando algo crece, demuestra vitalidad (juventud), y cuando decrece, lo contrario (mortalidad, vejez). Para las especies inteligentes, en la medida en que lo son, podríamos decir que felicidad o infelicidad. Ilusión y esperanza o desilusión y desesperación. Así que programar el decrecimiento de una especie como solución final es directamente ir contra la misma y su felicidad. ¡Es la peor maldad que se puede cometer sobre ella! Si además se apunta solamente a una parte de ella (causalmente la más desarrollada y libre), indica intereses bastardos exteriores y auténtica basura mental de los quintacolumnistas interiores conscientes.
Sigo.
Ya tardaba un ataque directo, disfrazado de informe científico, al acto de engendrar (el mundo está lleno de gente, ¿para qué tener hijos?). Ni mencionar que el problema de la superpoblación es tercermundista. Occidente hace muchos años que está por debajo de la tasa de reposición (2.1-2.3 hijos por mujer, en España sobre 1.33, Europa 1.58 –Wiki-), a pesar de la inmigración, que es la que más empuja esa tasa hacia arriba). Ni mencionar, tampoco, que la natalidad, como demuestra Occidente, se regula por sí sola liberando a la mujer mediante la igualdad ante la ley (ninguna crítica a las culturas machistas que la esclavizan, que salvo en Occidente, infestan el planeta).
Por otra parte, se detectan en el “estudio” tics de tipo totalitario que me recuerdan tiempos pasados (y no pasados) en que se pretende utilizar a la juventud para adoctrinar (¿supervisar y denunciar?) a los adultos, por ejemplo: -“Furthermore, adolescents can act as a catalyst to change their household’s behavior”
La guinda llega cuando el informe se limita a los países desarrollados: -“We analyzed studies from all countries we could find, but in the main text only report results from developed nations”. –China, el segundo contaminador mundial, que no pretende aflojar el acelerador sino pisarlo más fuerte, ¿no merece estar en el informe?
Pero dejemos la crítica de este tendencioso estudio para gente más cualificada. Me interesa más profundizar en la filosofía que lo motiva. Para no alargar demasiado ni mezclar, lo haré en otro comentario. Así os largo el rollo de una vez por si sirve de algo. Por intentarlo otra vez, que no quede.
Hola a todos:
Muy bueno Luís, el enfoque vegano desparacionista de la humanidad es muy gracioso. Todo se puede discutir, podemos hablar de la superpoblación, de los recursos de la tierra… de muchas cosas, y muchas de ellas pueden mostrar y verse de muy distintas formas. Pero llegar al cálculo de la vaca y del hijo… me parece de risa de verdad…
Mi pobre hijita, con la ilusión que nos ha hecho traerla al mundo, a ver como le explico a su madre que tenemos….. ejem, ejem…que «prescindir» de ella para salvar al mundo (y de paso lavar nuestra mala conciencia de pecadores empedernidos).
En fin, todo sea por el bien de Gaia.
pda: ¿Qué sería de nosotros sin profetas que nos guíen por el recto camino?
Lo peor es que, aunque escribo con un cierto tono irónico, ellos se lo toman muy en serio. Y si hubiesen podido, si estuviese de su mano, deberías haberles pedido permiso y certificado de reducción de huella de carbono antes de incluso pensar en tener a tu hija. Probablemente con costes administrativos que sólo algunos se podrían permitir, por lo que, y en aras de la «igualdazzzz» habría un impuesto nuevo para subvencionar dichos certificados a quienes no pudiesen permitírselos.
… y así todo…
No lo han tenido todo en cuenta. Ser vegetariano sólo no vale, porque si tomas muchas fabes también se sueltan gases de efecto invernadero a la atmósfera. Lo mejor entonces será la dieta estricta de no comer nada, digo yo.