El clima planetario ha sido y sigue siendo uno de los factores fundamentales no solo en la evolución de las especies, también en la de las sociedades humanas. Cuando durante el último período glacial los Neandertales se extendían por Europa lo hacían de la mano de su mejor adaptación a un clima casi 5°C más frío que el nuestro actual: su estructura corporal estaba bien adaptada al frío, aunque podían habitar zonas más cálidas también. Hace 40.000 años hubo diez fases cálidas y frías en poco tiempo, con cambios abruptos en pocos años. El paisaje y la vegetación cambiaron con rapidez pasando de una época de bosques a estepas sin dar tiempo casi a que la flora y la fauna se adaptasen a esos cambios. De vivir en frondosos bosques, los Neandertales vieron en apenas 10 años cómo los bosques se agostaban y el paisaje se convertía en estepa. Las especies animales de las que se alimentaban emigraron y la población de Neandertales se redujo dramáticamente. Y con el calor, llegaron los Homo sapiens. Evolucionado y adaptado al clima más cálido de África, el Homo Sapiens era más alto y esbelto, por lo que estaba peor adaptado a los climas fríos, pero lo compensaba con ropas mejores y una mayor inteligencia, tecnología y aptitudes sociales.
Se cree que el último Neandertal europeo murió hace 24.000 años en las grutas que rodean el peñón de Gibraltar. Mientras tanto, el Homo sapiens siguió extendiéndose por todos los continentes. Desde África y Europa entraron en Asia y desde allí hasta Australia y América, del Norte y del Sur, ocupando y adaptándose a todos los climas, a todos los paisajes y entornos naturales que encontraron. Hace 16.000 años ya existían asentamientos de Homo sapiens en todos los continentes de la Tierra. Con la bonanza climática aparecen la agricultura y la ganadería, los cazadores y recolectores se convierten en agricultores y ganaderos, aparecen la primeras ciudades… la civilización se pone en marcha.
Demos un salto en el tiempo. Irlanda, entre 1845 y 1849 de nuestro tiempo. El clima suave y húmedo de las islas irlandesas había favorecido la implantación de la patata, procedente de América, y esta se había convertido en el principal recurso alimentario de sus habitantes. La agilidad del ecosistema irlandés (y el viento) propició la expansión por toda la isla del hongo Phytophthora infestans —conocido como mildiu—, que fue el que acabó con la cosecha de 1845. El hambre hizo verdaderos estragos. El invierno de 1846 a 1847 fue extremadamente crudo y paralizó casi todos los trabajos a la intemperie que había organizado el gobierno como medida de empleo, de modo que varias dependencias estatales empezaron a regalar comida. Sin embargo, a los dos años, los fondos asistenciales del gobierno comenzaron a agotarse, y las ayudas resultaron totalmente inadecuadas para la creciente avalancha de debilitados. Luego vino otro golpe devastador: los propietarios absentistas —que a menudo tenían también grandes deudas— seguían exigiendo sus rentas. Miles de arrendatarios, incapaces de pagar, fueron desalojados; otros abandonaron los campos con destino a las ciudades, donde esperaban encontrar una vida mejor. Pero sin comida, dinero ni techo, ¿adónde podían ir? Para un número cada vez mayor, la única opción era emigrar. Y comenzó el éxodo irlandés a las Américas.
Podría describirles cientos de ejemplos como estos, no lo voy a hacer ¿Qué pretendo contarles con todo esto? Que el clima juega un papel fundamental en la vida del Homo sapiens. Sin ningún género de dudas. Que el clima cambia siempre, pues el del cambio es uno de sus atributos fundamentales. Espero que esto quede claro. Ahora, las preguntas.
Los Homo sapiens que, en su lucha por acceder a los mejores pastos y zonas fluviales masacraban y expulsaban a los Neandertales, ¿lo hacían debido al cambio climático? ¿Acaso no eran su necesidad de nuevos y cada vez mayores recursos los motores y causas principales de sus acciones?
Los irlandeses que emigraron a América, ¿eran todos criminales, asesinos, ladrones? Aquellos irlandeses que en su nuevo hogar se dedicaron al crimen organizado, al asesinato y el latrocinio, ¿lo hicieron por haber pasado hambre en su tierra natal? ¿Fue el frío invierno de 1846-1847 el culpable de sus bajos instintos, su inmoralidad? ¿Y qué me dicen entonces de la inmensa mayoría de irlandeses, que simplemente se dedicaron a trabajar y procurar mediante su trabajo honrado su propia prosperidad?
Los emigrantes procedentes del África subsahariana o de Oriente Medio, ¿son todos terroristas? Aquellos que han optado por el camino de la violencia, ¿lo han hecho debido al cambio climático? ¿La financiación (más recursos) que reciben de diferentes líderes extremistas, con intereses políticos, sociales y religiosos, no tiene nada que ver? ¿La catadura moral de quienes se prestan a ese negocio, su nivel intelectual y cultural, influyen en su radicalización en la misma (siquiera comparable) medida que el cambio climático?
El terrorismo no es consecuencia de cambios en el entorno natural: el terrorista es una persona que simplemente elige como opción la violencia para alcanzar sus fines, sean estos los que sean. Es una opción personal, no es obligatorio huir de la miseria, el hambre o el cambio climático con las bombas y las pistolas en la mano. De hecho, la mayoría de nosotros lo suele hacer TRABAJANDO, COMERCIANDO, AHORRANDO. Con y sin cambio climático. Y les dejo con la última pregunta: si la mayoría de nosotros soluciona sus problemas mediante el trabajo, el intercambio y el ahorro, ¿no podemos achacar esas virtudes al cambio climático? Según la lógica de Macron y sus palmeros en este asunto, GRACIAS al Cambio Climático somos trabajadores, civilizados, empáticos y ahorradores. ¿Qué es exactamente, pues, lo que debemos combatir?
Buenas tardes,
nos ha tocado vivir en una época en la que hay que dedicar un esfuerzo ímrpovo a explicar lo que es obvio y sin embargo lo absurdo parece sentar cátedra. Lo más peligrososo de estas actutudes y declaraciones, como sucede con otras que las han precedido, es que mezclan el trigo y la cizaña, es decir, el bien con el mal. Las palabras de Macron hay que ponerlas en contexto, en el suyo, y su contexto es el del CONTROL. Las redes mundiales del poder, un contubernio de lo mejor de cada casa que siempre luchan a favor de su libertad, pero siempre en contra de la de los demás, utilizan y utilizarán cualquier instrumento que les sea necesario para tratar de controlar a la población del mundo. Muchos se han utilizado a lo largo de los tiempos, el terrorismo ha sido, y sigue siendo, uno de los clásicos; otro, de los más recientes, es el Cambio Climático. Los nuevos instrumentos de control tienen una ventaja sobre los viejos, y es que cuentan con el beneplácito de la ciudadanía. La igualdad, la democracia, la justicia, y por supuesto el clima, son ideas o conceptos a los que nadie puede escapar y que son imposibles de ser renegados, puesto que todo aquel que lo haga será puesto ipso facto al pie de los caballos. Sin embargo, todos sabemos que la desigualdad es connatural al ser humano, que hay democracias tiránicas y tiranías «liberales», que la justicia depende del «contexto político», y de que el clima cambia constantemente sin que los seres humanos podamos hacer demasiado al respecto.
El CONTROL es la clave, y las palabras de Macron van en consonancia con ese control y con las organizaciones que lo lideran, como lo es la ONU (aunque sospecho que no es la organización matriz). Recomiendo a todos los lectores de esta página que se informen sobre las políticas de Control de la Población de Naciones Unidas, y comprobarán cómo Macron está no sólo en consonancia con ellas sino amparado documentalmente por ellas. Por cierto, antes que él ya lo estuvo otro ilustre genio contemporáneo, José Luis Rodríguez Zapatero, le recordarán: «La tierra no pertenece a nadie, salvo al viento».
Un saludo.
GRACIAS AL CAMBIO CLIMÁTICO y gracias también a la industria que mantiene el CO2 atmosférico por encima de 300ppm y evita una nueva glaciación.
CO2 EL GAS DE LA VIDA y solo tenemos un 0,04%. Estamos al borde del abismo
Se que siempre que se generaliza se comete el error de juzgar a justos por pecadores, pero creo que es un hecho cierto que la Francia contemporánea se ha caracterizado por arrimar siempre el ascua a su sardina enarbolando las pancartas más «populistas» de cada momento.
Haciendo gala de una habilidosa hipocresía institucional, desde su Revolución seguido del periodo Napoleónico, auténticas carnicerías en nombre de pomposos principios «libertad,igualdad, etc», hasta el Colaboracionismo durante la IIGM y subsiguiente periodo Gaullista, el desparrame juvenil del Mayo-68, o la fundación de la CEE, Francia ha salido indemne de todos sus errores históricos, gozando de un plus de «prestigio» que le ha reportado numerosas ventajas.
Por poner un ejemplo relacionado con el tema del art. de esa habilidad francesa de hacer justo loc ontrario de lo que predica: para los progres, la energía nuclear es uno de sus demonios favoritos.
Pues bien, Francia, el paraíso del progresismo intelectual en cualquiera de sus versiones, es la nación occidental donde la energía nuclear es el núcleo de su sistema generador de energía.
Si bien es cierto que objetivamente la energía nuclear debería ser una solución real para los creyentes del cambio climático causado por el malvado capitalismo occidental, Francia es lo suficientemente astuta, para erigirse en el nuevo paladín de la lucha contra el cambio climático, sin alardear de su masiva e histórica apuesta por la energía nuclear, que asombrosamente pasa desapercibida para la alegre muchachada ecoloprogre europea, que se reúne para practicar el terrorismo callejero en la vecina Alemania cada vez que cometen el pecado mortal de mover una tonelada de deshechos radiactivos., cosa que en Francia hacen a diario sin que al parecer ningún radical se escandalice.
Con ello lo que pretendo mostrar es que Macron simplemente sigue la estela que tan buenos frutos les ha reportado a los franceses: hacer justo lo contrario de lo que predican para el resto.