¿Cómo es posible que no parezca existir alternativa al régimen de corrupción que nos azota desde… siempre? ¿A qué se debe que la estulticia hecha partido -Podemos- ocupe un lugar tan destacado en la vida política española? ¿Cómo hemos podido permitir que los políticos nos dicten hasta el diccionario? ¿Es posible encontrar un denominador común en todos nosotros que nos permita explicar estos fenómenos? Seguramente no. Pero permítanme que les describa uno de los procesos que considero deben ser tenidos en cuenta.
Imaginen por un momento que me encuentro una lámpara mágica y el mago que sale de ella me dice que sólo tengo un deseo y que no puede ser útil solo para mi. ¡Menuda tesitura! Tras darle vueltas al asunto durante un buen rato le digo: me gustaría que anulases todas las leyes e instituciones del Estado que atentan contra el principio de igualdad ante la ley. El genio se queda mirando, incrédulo, y me pregunta: ¿estás seguro que quieres que elimine de un plumazo toda acción estatal que suponga un beneficio o un perjuicio para alguien? Piensa, Luis….
… cómo crees que reaccionarán …
– un agricultor, cuyos ingresos proceden en más de un tercio de las subvenciones estatales,
– un farmaceútico, que realiza la mayor parte de sus ingresos gracias a una situación de oligopolio favorecida por el estado,
– un abogado, perfectamente consciente de que, y dado el gran número de colegas, sin un libro de minutas apoyado por su colegio profesional y el estado, podría verse obligado a cerrar el bufete,
– un actor, probablemente en el paro sin las subvenciones estatales al cine y el teatro,
– un taxista, un minero de carbón, un estibador, un líder de una ONG, un empresario cuyo balance anual depende de las subvenciones del estado,
– un partido minoritario sin posibilidad de recurrir al chantaje político porque no podría obtener beneficios de tal chantaje.
Piensa, Luis, que en nuestra sociedad politizada todos intentáis obtener ventajas a costa de otros con la ayuda del Estado. Tú, por el contrario, propones situar el “mercado libre” allí donde hay estado. Un mercado libre en el que sólo tengan lugar transacciones voluntarias que sean ventajosas para los contrahentes del acuerdo entre iguales. Esto que plantes es imposible porque tenéis verdadero pánico a la libre competencia. Y ello es así, no por ser de derechas o de izquierdas (para usar cajones de sastre fácilmente reconocibles), sino porque hacéis gala de una falta absoluta de fe en vuestras propias posibilidades, en vuestra “competitividad”. Te lo aseguro: en cualquier sociedad en la que falte un mínimo de fé en las propias posibilidades, terminará por imponerse el funcionariado estatalista como forma de vida.
Caramba con el genio de la lámpara, nos ha salido filósofo! Pero… me ha dejado pensando, haciéndome preguntas:
1. ¿Quién domina realmente un mercado, los productores o los consumidores?
2. ¿Tengo confianza en mí mismo y mis posibilidades?
3. ¿Soy de los que están dispuestos a generar riqueza para mí y los demás?
4. ¿Tengo miedo de la competencia o soy capaz de aceptar riesgos?
… y me doy cuenta de que no puedo seguir escondiéndome detrás de mi condición de bicho social, víctima del capricho de otros, abandonado al capricho de los de enfrente. De la rendición de muchos nace la decadencia de todos.
Entiendo que usted se refiere a lo que, habitualmente, de denomina como «Perceptores Netos de Impuestos».
Pero me ha intrigado esta referencia:
«– un abogado, perfectamente consciente de que, y dado el gran número de colegas, sin un libro de minutas apoyado por su colegio profesional y el estado, podría verse obligado a cerrar el bufete,»
¿Podría explicar, por lo menos a mí, este párrafo?
Enternecedor Luis. De todas formas, aunque te lo cobren caro, todavía puedes creer en ti y vivir sin miedo. No está de moda, pero el premio te lo dará el código genético de las mujeres de tu vida.
La autoestima de valerse por uno mismo en lugar de mendigar o llorar, es impagable.
Pues usted mismo se ha contestado,es una sociedad como la definió Bastiat hace mas de ciento y pico años:»El estado es esa ficción en la que todo el mundo desea vivir a expensas del resto».
No hay solución,al menos en nuestro pais,hablale a un taxista de lo ilógico de su monopolio(te corren a ostias,dicho vulgarmente) y así con todo.