¿De qué herramientas dispondremos en 20 años para diseñar nuestro mundo? Las personas, sus conocimientos, sus habilidades y la naturaleza. ¿De qué herramientas dispondremos en 100 años para diseñar nuestro mundo? Las personas, sus conocimientos, sus habilidades y la naturaleza. Seguiremos siendo Homo sapiens sapiens y la naturaleza apenas habrá cambiado. Pero aquello que sabremos y las habilidades que lograremos alcanzar serán sin duda diferentes. Las nuevas tecnologías que irán apareciendo, que se irán consolidando, serán las que definan el mundo mañana, exactamente igual que lo han venido haciendo desde que bajamos de los árboles. ¿En qué medida? El desarrollo teconológico humano nunca se ha basado fundamentalmente en el establecimiento de límites y barreras a nuestro ingenio, sino todo lo contrario. Si logramos acercarnos a los límites de lo imaginable el futuro será mucho más que una mera prolongación del presente. Crecerán las posibilidades, y crecerán las interrelaciones entre hombre, naturaleza y técnica.
El mundo no es un libro que podamos escribir hasta el final. El mundo es literatura. El mundo no es una ópera, es música.
En nuestro inevitable viaje hacia el futuro el camino es la meta. No existe un óptimo utópico planificable que debamos alcanzar. No disponemos de la obra perfecta, esa que debamos conservar y transmitir de generación en generación. El mundo no es un libro que podamos escribir hasta el final. El mundo es literatura. El mundo no es una ópera, es música. Y lo es en la escala del tiempo. Por eso no hemos encontrado aún entre el sinnúmero de ideas puestas a prueba desde el comienzo de nuestra historia la solución perfecta para la eternidad. En perpetuo desarrollo, las nuevas ideas conviven durante un tiempo con las ideas conocidas aumentando nuestra capacidad de elección y acción. En contínua regeneración e innovación, siempre generando nuevas soluciones, pero también nuevos problemas a resolver… mediante más innovación. Asumiendo riesgos, aprendiendo de nuestros errores…. eternamente.
Muchas personas tienden a permanecer emocionalmente atrapadas en un tiempo determinado. Si duda todos nos sentimos cómodos y somos herederos de un momento determinado de la historia, pero son muchos quienes desarrollan una creciente inquietud, un miedo indefinible, cuanto más se alejan real o mentalmente de este tiempo íntimo. cuando lanzan una mirada hacia un futuro mejor, apenas ven la imagen de un hoy algo optimizado o incluso de un ayer idealizado. Es un intento comprensible por salvar lo familiar en el futuro y evitar así la incertidumbre que les preocupa. Pero, quien es realista, tiene que aceptar el hecho de que el futuro va a diferir notablemente del presente y que, además, no se puede predecir. Es necesario dar un vistazo sobrio sobre de las dificultades, la falta de libertad, la falta de oportunidades, la inseguridad fundamental de la vida de todos en el pasado para llegar a la conclusión de que estamos en buen camino y que podemos mirar optimistas hacia el futuro desconocido, y el de nuestros hijos.
Progreso sólo significa no seguir como hasta ahora. La tecnología de hoy no es la tecnología de mañana.
Los pesimistas casi siempre comienzan sus predicciones diciendo «Si continuamos haciendo esto, …» Pero, como señala Matt Ridley en su libro El optimista racional, casi nunca lo hacemos. Progreso sólo significa no seguir como hasta ahora. La tecnología de hoy no es la tecnología de mañana. El progreso que nos ha traído al mundo del siglo XXI y en el curso del cual hemos resuelto muchos problemas de los siglos XIX y XX, nos llevará al siglo XXII a través de innovaciones hoy insospechadas que, por cierto, también nos ayudarán a resolver los problemas de los siglos XX y XXI. Quien levanta la voz exigiendo nuevas fronteras al desarrollo tecnológico, no sea que los robots nos quiten los empleos o los avances en genética «desnaturalicen» la naturaleza no ha entendido en absoluto cómo funciona esto del progreso. Quien amparado en un mal entendido principio de precaución desea un futuro sin biología sintética, sin geo-ingeniería, sin tecnología nuclear, sin viajes espaciales, sin «mejoramiento humano», sin nanotecnología, sin realidad virtual o sin robots es un conservador de presentes o pasados idealizados que cree conocer el futuro «verdadero» y vive en la ilusión de que además, podrá imponérnoslo a todos.
No tiene sentido centrarse en tomar decisiones para un futuro que no podemos conocer
La anticipación premonitoria – oracular, diría yo- de los riesgos potenciales sustituye hoy con demasiada frecuencia a la percepción de un peligro real. El sueño de la élite occidental es proteger a los pobres del mundo contra las amenazas futuras, mientras olvidan la puesta en práctica de soluciones (ya serían posibles) a la pobreza y los problemas reales de hoy: enfermedades, desnutrición, mortalidad infantil, contaminación del medio ambiente debido a tecnologías obsoletas, … No tiene sentido centrarse en tomar decisiones para un futuro que no podemos conocer, basándonos además en la evaluación de riesgos en el mundo de hoy y no en el contexto-porque es imposible- de un mundo mucho más desarrollado dentro de 50 ó 100 años.
Fingimos estar preocupados por el futuro y no pocas veces recurrimos a la emocionalidad hablando del futuro de los niños, condenándoles implícitamente a la eterna infantilidad, olvidando que los niños de hoy son los adultos de mañana y ellos serán quienes desarrollen las soluciones tecnológicas a los problemas que generamos hoy y los nuevos que aparecerán en su tiempo. No, cuando nos rendimos a nuestras tecnofobias no estamos pensando en el futuro, simplemente estamos pretendiendo conservar lo que creemos es bueno de nuestro presente al tiempo que ignoramos -y si hacemos uso indiscriminado de las leyes, evitamos- todas aquellas tecnologías que aparecerán para mejorar aquello que hoy creemos inmejorable.
Una lectura corta que dice mucho y entramos en consciencia del paternalismo en el que hemos crecido y con el cual criaremos a nuestros hijos. A diario ves mensajes motivacionales haciendo un llamado a la creatividad al desarrollo a la innovación, sin embargo, no hay un llamado a crear las condiciones para que esto se dé.
Es un tópico que nuestros temores tienen más que ver con nuestras propias carencias que con amenazas exteriores.
El miedo al futuro es un clásico ampliamente tratado en el género de las distopías futuristas, escenario habitual en C.F. en el que muy a menudo los miedos «actuales» del presente (reales o imaginarios) se presentan como realidades más o menos apocalípticas en el futuro, como vemos una y otra vez en clásicos como «1984», «Rebelión en la granja», «La naranja mecánica» etc, etc.
Pero basta echar un vistazo al pasado real, para darse cuenta que en realidad, el resumen más ajustado a los hechos es que, en realidad y afortunadamente, casi «todo pasado fue peor», aunque este escenario sea menos atractivo desde el punto de vista literario.
Genial! Da gusto leerlo!!! Y anima. Anima bastante. Asi que gracias! Me diste energía para seguir adelante.
¡Es tan evidente lo que dices! Y sin embargo no cuaja. Debe ser eso de más vale pájaro en mano…
En el fondo, la mayoría somos (son) conservadores. Es parte del problema, pero es como es.
Bueno, pues tú sigue conservando el ánimo. ¡No te canses!