Confianza, responsabilidad y corrección política

Aumenta la presión. Los «safe spaces» nacen como setas primaverales, la autocensura es casi un asunto de «etiqueta» y la denuncia de todo lo que huela a «esas ideas no son las mías» se extiende como la pólvora en todos los rincones de internet. Los gobiernos se apresuran a desarrollar nuevas «leyes contra el lenguaje ofensivo e incitante al odio», a fijar el marco legal necesario para asegurar que todos atendemos debidamente a los principios de la corrección política. Lo importante es no «mear fuera del tiesto». Es un gravísimo error.

Experimentando con el lenguaje y las ideas es como niños y adultos aprenden, mediante la crítica sosegada y la validación o refutación de expresiones o ideas. El proceso de aprendizaje, de maduración personal e intelectual, se basa en el ensayo y el error. Pare ello es necesario que todos depositemos nuestra confianza en que los humanos aprendemos, en que somos capaces de madurar y crecer desde la exposición de ideas, pero también desde la crítica a las mismas. Para ello se necesita un espacio de libertad indispensable. Limitar este significa limitar la capacidad de roce, las oportunidades de recibir «feedback» de nuestro entorno social, la capacidad de aprendizaje.

El autoritarismo políticamente correcto de nuestros días se basa en una imagen errónea del ser humano. Nos considera a todos como seres altamente vulnerables, necesitados de contínua protección, al tiempo que nos considera labiles en nuestro criterio, presa fácil de cualquier manipulación y peligrosos, por lo que necesitamos de constante e implacable tutorado. Control. Se necesita control. Cada espacio no regulado y sin control se considera como punto de partida de posibles agresiones personales o tentaciones sociales perjudiciales. Envueltos en este paradigma la misma exigencia de libertad es sospechosa: quien reclama una  «desenfrenada» libertad de expresión, sólo puede tener en mente la intención de causar algún daño.

Esta desconfianza agresiva tanto frente a la capacidad de desarrollo (de madurar), como frente a la solidez de las personas, representa el verdadero, por desgracia no reconocido núcleo autoritario de la cultura de la corrección política.

Creo, sin embargo, que esta imagen actual del hombre, dominante aunque errónea, es muy frágil: ha elegido como «enemigo» la sana autoestima humana. Cuanto mayor sea la presión legal ejercida para limitar los procesos naturales de maduración personal mayor será el número de aquellos que se sientan agredidos en su propia capacidad de discernimiento, pensamiento, creatividad y aprendizaje. El único antídoto frente a la dictadura de la corrección política, en mi opinión, es el desarrollo de puntos de vista propios y defender éstos de manera contundente, no permitiendo que nadie nos tape la boca o borre el mensaje. No hay arma más efectiva contra la cultura de lo políticamente correcto que el cuidado escrupuloso  de la propia, radiante y contagiosa cultura de la confianza en la capacidad de todos de aprender.

Y si nos equivocamos, por favor, déjennos pagar por ello, asumir la responsabilidad de nuestros errores. Evitarlos de manera preventiva mediante leyes innecesarias sólo nos impedirá crecer.

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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7 comentarios

  1. Sólo dar las gracias por estos artículos (y comentarios, que los hay muy buenos).
    Aunque esté en esta línea filosófica-ideológica, siempre hay donde rascar para sacar nuevas ideas propias o plantearse choques con las propias o las del artículo, incluso aunque sea un tema que conozca.

  2. ¿Le damos unas vueltas? Yo creo que se puede defender muy bien la visión contraria. Donde «defender muy bien» no significa en absoluto «me gusta»; pero sí puede significar que hay más curvas de las previstas. O que lo que parece obvio sólo lo es en apariencia.

    Imaginemos (teoría). Un espacio con «bolitas». Cada color actúa como un conjunto que compite con los otros conjuntos, menos las de color rosa que van a su aire. La competencia es la que quieras; combate directo, combate por recursos, etc.

    https://plazamoyua.files.wordpress.com/2013/03/bolitas-para-luis.png

    Imaginemos que funciona la ley llamada Lanchester´s Square Law, según la que la proporción de bajas infligidas por un ejército al adversario es el cuadrado de su ventaja numérica. O cualquier ley que otorgue una ventaja al número mayor.

    ¿Apuestas? Sólo hay una. Pasado un tiempo no quedarán más que bolitas negras. Salvo que introduzcamos una nueva regla. Una novedad cultural por la que las bolas de distintos colores pueden pasar a tener el mismo color, y ser el mismo equipo. En ese caso no es segura la victoria de las negras, porque (si he contado bien) hay cuarenta negras y cincuenta no negras — que podrían hacerse de un mismo color. Y no sabemos lo que va a pasar porque no sabemos las combinaciones que ocurrirán. Sin embargo sí sabemos que al final todas serán del mismo color.

    Experimentando con el lenguaje y las ideas es como niños y adultos aprenden, mediante la crítica sosegada y la validación o refutación de expresiones o ideas.

    Menos lobos, Caperucita. O menos crítica sosegada. ¿Dónde cojones has visto tú eso? ¿En la junta de propietarios de tu urbanización, tal vez? ¿En tu ayuntamiento? ¿En tu universidad? ¿En la política? ¿En el ejército (normalmente una organización bastante eficaz)? ¿En qué gran empresa has visto tú lo de la crítica sosegada (y también suelen ser organizaciones eficaces)?

    En realidad no lo has visto en ningún sitio. Es cierto que los humanos probáis cosas y aprendéis del error. Pero la prueba nunca viene de la crítica sosegada, sino de la copia. Puede ser la copia de «lo que se lleva», o de lo que hacen «los míos», o algo que me mola porque le pega a mi idiosincrasia. Pero nunca es crítica sosegada. Tal vez los marcianos lo hagan, pero no los humanos.

    Las bolitas de nuevo.

    Ley de hierro 1: Actuar como conjunto significa, exactamente, NO actuar y pensar según nos salga de nuestra particular crítica sosegada. Eso es lo que hacen las bolitas de color rosa del cuadro, y son las que tiene la menor posibilidad de futuro en nuestro juego mental. Ninguna posibilidad.

    Ley de hierro 2: Cuanto más grande el conjunto menos margen para la brillante crítica sosegada particular de cada uno. Interacciones más complejas suponen mayores automatismos. No tienes más que preguntarte por qué tenían tamaños distintos los diferentes colores al empezar el juego.

    Ley de hierro 3: Cualquier fusión de colores empieza por (y nace de) una disminución del libre criterio sosegado de cada cual.

    Aportación de la imaginación (o del juego) al problema que nos ocupa. Eso que tanto te irrita y que te ha motivado a hacer la entrada puedes ser una consecuencia inevitable de la ley de hierro 3. Podemos estar viendo un proceso de fusión de colores, que sabemos que conlleva una disminución del libre criterio sosegado de cada cual.

    Por supuesto las reglas de nuestro juego mental no son las únicas que operan en la realidad. El tamaño no siempre es definitivo, y también cuentan el ingenio y otros factores. Y ahí el criterio sosegado y libre puede ser importante. Pero que no sea la única regla que opera no quiere decir que no opere. Sí lo hace, y la historia muestra que es una clave importante. Olvidarla es salirse de la realidad.

    Lectura interesante y recomendada:

    Ultrasociedad. El grupo egoísta. Pitiklinov sobre el libro de Peter Turchin Ultrasociety. How 10.000 years of war made humans the greatest cooperators on earth.

    • Añado. En teoría podría haber una solución por la que la crítica sosegada produjera buenos resultados. Sería en el caso de que la crítica sosegada llevara a los humanos a la misma conclusión, y fuera la mejor conclusión. Lamentablemente, la realidad desmiente esta posibilidad. Nunca ocurre así.

    • Buenos comentarios, Plaza.

      Una puntualización que se antoja imprescindible. No se trata de que al final no se imponga la «visión absurda y opresora de la bolas negras»… que lo hará. Se trata de dejar claro que hay otros caminos y que si los limitamos a priori por ley, nos los cerramos. Saber que la fuerza (entendida como acto de poder) es más fuerte que la razón no nos obliga a renunciar a la razón. Ni a la creatividad, ni a la diversidad de ideas. Y de eso iba yo esta mañana.

      • Mi problema viene por aquí:

        El autoritarismo políticamente correcto de nuestros días se basa en una imagen errónea del ser humano.

        Problemas.

        1. No es «de nuestros días». Siempre hay. Pero lo notas (notamos) más porque no es el que estamos acostumbrados. Por ejemplo, «odiamos la pederastia» es un «autoritarismo políticamente correcto», pero no lo notas porque no te molesta.

        Es posible que haya aumentado. Es difícil de medir, pero es posible. Pero lo que definitivamente sí ha aumentado (medible, y bien medido) es el tamaño de «sociedad». El lugar en el que ocurren interacciones, y el número de fulanos que intervienen en ellas. Y eso puede ser (1) su causa, y (2) inevitable. Es una propuesta teórica, pero no parece descartable de antemeno.

        2. No se basa en «una imagen errónea» del ser humano. ¿Acaso lo han hecho marcianos? No, lo hacen humanos; es humano.

        3: Existen «otros caminos imaginables». Lo sabemos porque los estás imaginando. Sólo falta el pequeño salto de pasar a confirmar que lo imaginable es (1) posible y (2) mejor. Mejor en el sentido de que le gana al «otro camino» (es más eficaz); no mejor en el sentido de «me gusta más». Desgraciadamente el gusto no decide el resultado.

        • Tienes problemas porque te dejas la mitad… importante. El ser humano NO es altamente vulnerable, no necesita de contínua protección, no es lábil en su criterio, no necesita de constante e implacable tutorado. El hecho de que hayamos llegado hasta aquí en el porceso evolutivo muestra que no somos vulnerables. La historia está llena – mejor: marcada- de individualidades que no necesitaron de la tutoría de un gobierno para hacer historia. Y la visión de los apóstoles de lo políticamente correcto es errónea porque no ve esto. No ve la realidad.

          Sí, todo lo que hacemos está influenciado en mayor o menor medida por nuestro entorno, no puede ser de otra manera. Pero de reconocer eso a inventar vía política nuevas moralidades (nuevos marcos de inacción en este caso) va un mundo, Plaza.

          Odiar la pederastia no es un autoritarismo políticamente correcto. Condenar la cosificación de los niños es un paso natural en la autopercepción del ser humano. Lo mismo ocurre con la esclavitud o el servilismo de las mujeres. No se trata de un cuerpo político decidiese en un momento dado inventar una ley para prohibir la pederastia, se trata de que una mayoría natural y espontánea de personas se dieron cuenta de que cosificar a los niños no sólo no satisface ninguna necesidad, sino que es reprobable porque… los niños también son humanos!, y ejercieron presión para que la política lo plasmase en una ley.

          Pero ello no nos permite justificar cualquier cosa que haga la política: cuando una mayoría natural decide que tú no puedes hablar de lo absurdo de la imposición del vascuence y se desarrolla una ley para prohibirte escribir o hablar de ello dando tu opinión, no me cabe la menor duda de que esa mayoría está equivocada y no tiene ningún derecho a taparte la boca. Y por eso lo denuncio en este y tantos artículos como sea necesario.

          No es cuestión de lo que me gusta o no me gusta, es cuestión de lo que es necesario y lo que no lo es. No es necesario que una mayoría adoctrinada te impida a tí por ley (bajo amenaza de cárcel) decir que la imposición del vascuence es absurda. No sólo no es necesario: es empobrecedor.

          • Luis, yo diría que el «ser humano» es tan extraordinariamente vulnerable que ni existe, ni ha existido nunca. Fuera de la imaginación de algunos seres humanos, como la tuya. Y tu argumento es la demostración de tu error. Porque lo que ha llegado hasta aquí no es «el ser humano», sino la sociedad humana. A base precisamente de acabar con todos los humanos que no tenían nuestro tipo de sociedad.

            ¿El «ser» (individuo) humano no es altamente vulnerable? ¿En serio? ¿Me puedes señalar un solo mamífero de más de 25 Kg. que sea menos vulnerable (por sí mismo) que el ser humano? No hay. ¡Coño, la vulnerabilidad individual es nuestra característica más saliente! Por eso tenemos -entre los mamíferos- la sociedad más protectora que conoce el reino animal. Joder, si somos algo como la versión animal de Alcohólicos Anónimos; una sociedad de auto-ayuda entre unos fulanos especialmente vulnerables.

            La historia está llena – mejor: marcada- de individualidades que no necesitaron de la tutoría de un gobierno para hacer historia.

            Ya estamos con el gobierno; nuestra obsesión favorita. ¿Me puedes señalar o nombrar una sola individualidad que no necesitara una sociedad CON gobierno para hacer historia? Vale, no puedes. Entonces no estamos discutiendo «gobierno» sino «tutoría». Y supongo que eso quiere decir … ¿qué coño quiere decir eso?

            Acojonante. No quiere decir odiar a pederastia porque eso no es un autoritarismo políticamente correcto, porque eso es un paso natural en la percepción del ser humano. ¿Natural? ¡Sí! Porque viene de una mayoría «natural y espontánea de personas» que se dieron cuenta que blalabla. Ah, vaya; genial. ¿Y entonces, las sociedades que no se han dado cuenta de eso, qué son; sociedades retrasadas en espera de la luz? Vale. es un planteamiento. Pero entonces, porqué ni iban a estar en el mismo caso de avanzadas y de haber visto «la luz» aquellos convencidos de que la igualdad -por ejemplo de sueldo, o de género- es un paso natural en la percepción del ser humano, y en su no cosificación? Es lo malo de las fantasías, Luis; si les das entrada, entran para todos igual. Y entonces tú también te conviertes en un retrasado que no ha visto la luz, etcétera.

            cuando una mayoría natural decide que tú no puedes hablar de lo absurdo de la imposición del vascuence y se desarrolla una ley para prohibirte escribir o hablar de ello dando tu opinión, no me cabe la menor duda de que esa mayoría está equivocada y no tiene ningún derecho a taparte la boca. Y por eso lo denuncio en este y tantos artículos como sea necesario.

            Yo también lo hago, y también estoy de acuerdo. Pero la situación es imaginaria, porque nadie me prohíbe tal cosa. Y la demostración es que lo hago todo el rato. No, lo que deberíamos discutir es el caso real. Por ejemplo, la obligación de estudiar vascuence. Pero eso no es un «autoritarismo políticamente correcto», sino autoritarismo lingüístico a secas. Pero no es tan extraordinario como parece; sólo es extraordinaria la lengua con que se aplica. Y también hay autoritarismo educativo (por ejemplo obligar a aprender algunas matemáticas), y autoritarismo moral (por ejemplo obligar a creer que el racismo está mal). Ya me entiendes.

            Mientras sigas haciendo del liberalismo una cuestión moral, y es exactamente lo que haces, nunca vas a tener nada mas que una moralina. Y no esencialmente distinta de las demás moralinas. Esto es, vas a tener un esquema «políticamente correcto», al que sólo le falta el «autoritarismo» por falta de fuerza — no por falta de ganas. Y el problema es que toda moralina, por la propia dinámica de la moral, aspira a producir justamente lo que estás denostando en esta entrada. La eliminación de la crítica sosegada y de la prueba y el error. ¡Porque una moral es (por definición) una verdad auto-evidente; no hay nada que probar ni que criticar sosegadamente!

            Yo puedo criticar el vascuence como una cuestión práctica. Y la libertad misma también. Pero como cuestión moral es igual de boba una que otra. La moral no se puede juzgar «a priori». El resultado de eso es que todas las morales son «verdaderas», y «la buena», siendo contrarias entre sí. Pero si juzgas el resultado ya estamos hablando de una cuestión práctica (nada auto-evidente). Una moral gana; la otra pierde. Ya sabes cuál era mejor.

            Y ahora explícame por qué «el autoritarismo políticamente correcto» es una mala apuesta, en vez de explicarme por qué es malo «a priori». Se puede; pero es un cuento muy distinto.

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