Cuando Käte Kollwitz, la primera mujer miembro de la Academia de Artes berlinesa, diseñó su «Wehret den Anfängen!» (Defiéndanse de los comienzos!) lo hacía consciente de que lo que estaba ocurriendo en Europa con los fascismos y el antisemitismo no era más que el comienzo del terror… que pronto sería dolorosa realidad. Ella amonestaba a sus compatriotas ante la pérdida de libertades civiles, ante la creciente censura impuesta por las agrupaciones locales del partido Nazi, ante la intimidación a que se veían sometidos miles de ciudadanos por parte de los aguerridos voluntarios (la «gente buena de la época» ) de las juventudes hitlerianas.
Que vienen los fascistas! Los votantes de Trump, los votantes del Brexit, los del PP y la mismísima Angela Merkel con sus macroempresas y gigabancos alemanes son la avanzadilla del nuevo fascismo, nos proclaman desde los púlpitos y escraches varios los representantes y acólitos de «la gente buena» de nuestros días.
Pero es que no se detienen ahí:
Que defiende usted la libertad individual? Fascista! por insolidario y egoísta.
Que defiende usted la libertad de prensa? Fascista! por defender a quienes propagan las mentiras capitalistas.
Que defiende usted la responsabilidad individual? Fascista! por menoscabar y menospreciar la labor salvífica del estado.
Que defiende usted la igualdad ante la ley? Fascista! por poner en duda los logros sociales obtenidos mediante las leyes de discriminación positiva.
Que defiende usted la libertad de expresión? Fascista! por defender a quienes abusan de esa libertad para contravenir los dictados de lo políticamente correcto.
La prevención diaria de un nuevo Holocausto se ha convertido en parte central del credo Europeo. Si usted dice públicamente que le parece que eso no es más que una obsesión extraña, ya ha puesto un pié en la hoguera de pellets (con su correspondiente certificado de sostenibilidad) preparada para los nuevos herejes. Pues les digo más: no es solo una obsesión, es altamente peligrosa. Por tres razones. Primero: convertimos histéricamente crímenes aislados en un peligro cotidiano. Segundo: hacemos como si la libertad de expresión fuese la responsable de que las personas voten por partidos y opciones extrañas. Y esto nos lleva a tercera, que esos partidos raros pueden hacerse pasar por defensores de la libertad de expresión. Así, nos encontramos ante una sociedad que suprime sus propias libertades por miedo a los enemigos de la libertad.
Hoy en día, lo más que cuesta es hacer que la gente piense, razone, y se cuestione cosas. El mundo de lo políticamente correcto es una auténtica dictadura que todo lo corroe, donde pensar diferente es considerado poco menos que alta traición. Ha fallado la base, que es la educación en libertad, la enseñanza a los niños y adolescentes que la libertad va unida a la responsabilidad, que el esfuerzo individual, siempre es mejor que ser conducido como un borrego toda la vida. Que vivir dependiendo se subsidios, ayudas y más prebendas, sólo fabrica esclavos, masas de borregos listos para el matadero. Ayn Rand, gran figura filosófica del siglo XX, ya predijo con absoluta claridad, la deriva totalitaria que se atisbaba, ya entonces, en todo el mundo. En esas seguimos, pero todavía peor que en 1950, y es que la gente no quiere pensar, prefiere ser dirigida por cualquier sátrapa o demagogo, con tal de que suelte un mendrugo de pan maloliente que llevarse a la boca, o sea, literalmente venderse por un plato de lentejas. Así nos va y nos irá, si no lo remediamos a tiempo. Lo dudo.
El tema de la discriminación de las minorías es complejo y gris, es decir, ni blanco ni negro. Resulta muy difícil, quizás imposible, colocar el fiel de la balanza en un punto justo.
Si miramos a un niño que nace con una desviación de las identidades sexuales dominantes (macho, hembra), es absolutamente injusto que se le haga sufrir por ello, como de hecho se le hace (y como se hace sufrir a sí mismo por esa marginación). Y ello es así porque es evidente que no es responsable, o lo es tanto como de tener los ojos de un determinado color, o sea nada. Ahí la razón es meridianamente clara a favor del que está en esa situación, y toda lucha racional que se realice socialmente para reprimir el instinto ¿primitivo? de humillarlo o zaherirlo por el colectivo mayoritario cuenta con mi apoyo en conciencia.
Bien, ya tenemos establecido el bien último. Y a partir de aquí empiezan su corrupción, como siempre que se determina un bien último indiscutible (por ejemplo la conservación del planeta). Inevitablemente, al olor de la “carnaza moral” acuden siempre todo tipo de personas, desde las que son sinceramente buenas, desde el punto de vista del bien último establecido, que las hay a millones, y suelen ser utilizadas como “carne de cañón” (son los creyentes), y la de los vividores de “la cosa” (son los sacerdotes), que rápidamente establecen las casillas buenos-malos y colocan a la gente donde les parece, cobrando a “los buenos” o castigando a “los malos” por ello. Bien-mal, premio-castigo. La ecuación infalible de toda religión. Asombra el como funciona eficazmente una y otra vez.
Y entonces comienza la oscura lucha de intereses, subterránea y no reconocida, siempre bajo la bandera inocente del discriminado de turno en cuyo nombre se cometen infinidad de nuevas injusticias.
A pesar de todo, quizás, algo se avanza.
Me gusta creerlo.
Ya he dicho otras veces que para mí, la libertad de expresión -sin límites, salvo el insulto a la persona, no a su idea-, es un bien último que si se conculca produce siempre daños muy superiores a cualquiera que se pretenda remediar, porque siempre ha habido, lo hay y lo habrá, un puto bien dominante bajo el cual tiranizar a los demás.
Justo sobre eso escribo hoy. sobre libertad de expresión.
Meter a las personas en el cajón de sastre «minoría X a proteger» es catalogizar y minar de facto la autoestima personal. En qué consiste la identad de, por ejemplo, un homosexual? En que ama a tras persopnas de su mismo sexo. Estgo es perfectamente natural y entra en su ámbito privado, inalienable. Pero si la identidad se grupaliza, aumentan el grado de vulnerabilidad a la ofensa y la predisposición a judicalizarla. y ya tenemos un algo puramente subjetivo (me siento ofendido) convertido en instrumento de represión vía… ley anti-odio a X
He visto tu entrada, que comparto totalmente, al enviar mi comentario. Lástima que este blog no tenga mayor difusión. Los ¿defensores? de las minorías les hacen muchísimo daño. Será un daño silencioso, pero daño al fin.
Muy bueno: si supiera como funciona lo del discus le daría mi voto de apreciación.
Y se me olvidaba:
¿Facista yo?
A mucha honra, por muchos años y que usted no lo vea.
“Wehret den Anfängen!”
Cuando empezaron con lo del tabaco, yo que no fumo desde hace más de 55 años («fumé» (*) de 9 a los 14, cunaod mi padre me dió permiso y no tardé un año en tno vo,ver a tocar el tabaco), siempre me opuse a la mangoería de lo deltabaco, y siempre lo decía:
«Esto es un experimento. Si estos manguis ven que somos jilipollas y tragamos, porque es bueno para la salud, porque así no se molesta a otros, etc, etc, etc, nos las van a dar todas en nuesta cara. Veremos las próximas con las que nos vienen éstos manguis. Si no se les para ahora que están empezando, enseguida nos van a pasar por la piedra.»
Y las próximas han llegado, porque manguis no solo son los lo que normalmente denominamos como «izmierdas», no, porque hay así (¿como estaba la plaza del Dúo Sacapuntas?) de izmierdas en la llamada «derecha o PP».
Corren tiempos de confusión, una gran confusión. Me recuerdan al argumento de «Un perro andaluz», que al leerlo Buñuel le dijo a Dalí: » Esto se entiende muy fácil; embolícamelo todo (*) y haz un revuelto del que no se entienda nada»
(*) Embolicar es una expresión aragonesa, y catalana, que significa liar, enredar, confundir…
El autobús de HazteOir demuestra que simplemente decir la realidad es un acto subversivo.
Efectivamente, y eso sin que personalmente comparta las creencias reliogiosas o ideología de esa organización que la TVE (pública) tacha de extremistas católicos.
Otro ejemplo, de lo mismo, es la retrasmisión por la misma TVE pública y por parto pagada con el dinero de todos, católicos incluídos, de la retrasmisión de la Gala Dragqueen de Las Palmas en las que el ganador protagonizaba, vestido de viiregen y cristo, un expectáculo que seguro que a la mayoría de los católicos les resultó altamente ofensivo. Por descontado que si la actuación hubiera sido la decima parte trasgresora y ofensiva contra el Islam, las autoridades lo habrían censurado de plano.
A mí personalmente, que soy ateo, me repugna como las únicas trasgresiones que se aplauden y jalean hoy en día, al menos en España, son las politicamente correctas contra los pobres católicos, que son los que desde hace siglos ya no matan ni a una mosca en defensa de su moral particular, al contrario que los fanáticos musulmanes, que precisamente porque se cargan a cualquiera que tosa sobre el corán, están a salvo de espectáculos públicos como el del citado ganador de la gala Drag.
pd: que conste que si esa retrasmisión la hace una cadena privada, allá ellos, pero que se haga en una TVE pública pagada obligatoriamente con el dinero de los católicos a los que se ofende gravemente me parece doblemente canallesco.