Releyendo algunos de mis artículos pasados sobre el movimiento anticapitalista o sobre el colectivismo en general, encuentro una especie de reincidencia en la idea de que la mentalidad anticapitalista nace de la envidia. Sin duda tiene ello mucho que ver con la obra de Ludwig von Mises “The Anti-Capitalism mentality”, publicada en 1956 y que cayó en mis manos allá por los finales del siglo XX. Este libro echa mano del vicio de la envidia para explicar el anticapitalismo: quienes son perdedores en el intercambio voluntario, o al menos no logran todo lo que quieren por sus propios medios, hacen responsable al mercado de su falta de éxito.
Dado que la lectura de Mises no me impidió seguir leyendo (antes al contrario) y que la vida y otras fuentes siguen obligándome a revisar de vez en cuando con profundidad mis “creencias” comparto con ustedes algunas nuevas consideraciones que ponen de manifiesto que la envidia no es en absoluto la explicación última y definitiva de la mentalidad anticapitalista. Incluso puede que no tenga nada que ver.
Cierto, los perdedores quizás pueden crear un cierto clima social, cuando forman una masa suficientemente grande, pero no son, por definición, los que determinan la dirección del desarrollo social y político. En otras palabras: si los perdedores ejerciesen influencia en el desarrollo social se convertirían en ganadores. La pregunta entonces es: ¿Por qué los ganadores, aunque fueran antiguos perdedores, iban a mantener la mentalidad anticapitalista? Además, también sabemos que a la vanguardia de la lucha contra el capitalismo no encontramos únicamente, ni siquiera principalmente a los ex-perdedores; en esa vanguardia encontramos mayoritariamenteganadores, poderosos, incluyendo especialmente a los ganadores del capitalismo, empresarios de mucho éxito. Si limitamos el análisis de la mentalidad anticapitalista al análisis del perdedor, estamos obviando al grupo más importante de anticapitalistas, el grupo que va a aplicar en la práctica medidas políticas y económicas.
La tesis de la mentalidad anticapitalista basada únicamente en la envidia de los perdedores flaquea también desde otra perspectiva. Se presupone que el capitalismo produce esencialmente perdedores hasta alcanzar éstos una masa crítica que termina haciéndose con el poder ya sea mediante revoluciones o por medio de elecciones democráticas. PSin embargo, no necesitamos fijarnos sólo en la obra de Ludwig von Mises para entender que el capitalismo ha traído riqueza sin precedentes, especialmente para los antiguos pobres (perdedores) mediante una resdistribución expontánea de la riqueza históricamente inigualable Incluso Karl Marx era consciente de ello.
¿De dónde viene el anticapìtalismo, entonces?
Por medio del poder del estado diferentes grupos de interés pueden acceder – y recibir- a beneficios especiales. El término “beneficios especiales” sólo tiene sentido cuando se trata de beneficios que no se pueden alcanzar a través de la interacción voluntaria. Son beneficios frente al mercado libre, frente al capitalismo.
Para mantener altos los ingresos procedentes desde las ventajas que generan esos beneficios especiales al tiempo que se reduce la resistencia popular contra las ventajas especiales y sus beneficiarios, es racional que el grupo de quienes reciben las ventajas especiales sea lo más pequeño posible, mientras que el grupo de quienes costean los beneficios especiales sea lo más grande posible. Exlicado (simplificado) desde las ideas de Robert Nozick: dividimos la población a grandes rasgos en clase alta, media y baja y asumimos que cada clase acude a unas elecciones defendiendo sus intereses económicos. Con el fin de ganar la mayoría, dos clases tienen que votar muy similar. Fíjense que la clase alta siempre podrá hacer una mejor oferta económica (mejores y mayores y más provechosos beneficios especiales) a la clase media. Por tanto, es probable que la clase media obtenga siempre más provecho de las medidas del gobierno, lo que explica el comportamiento sumiso de sus representantes políticos. De las filas de los ricos, incluso y sobre todo de las de los empresarios de éxito, lo único que se espera es continuísmo, que no cambie nada.
Ahora bien, al tiempo que el grupo de quienes quieren asegurarse por medio del poder estatal los beneficios especiales debe ser pequeño para maximizar las prestaciones generadas per cápita, surge la necesidad de construir un consenso de muy amplia base que permita una mayoría democrática capaz de mantener el status de poder estatal. Este objetivo se consigue mediante la producción de ideología: la ideología que sugiere a las masas que la actividad del gobierno les es útil y necesaria. Esta utildad debe ser ponderada económicamente para que los del grupo de verdaderos beneficiarios no experimentes pérdidas notables en sus prestaciones. Y la mejor promesa que puede hacer el político sin que suponga un coste material es la de una idea, un ideal: la actividad del poder del Estado nos protege a todos frente a los efectos negativos del capitalismo.
Finalizando mi análisis, la mentalidad anticapitalista no es una consecuencia de debilidades del carácter como la envidia o de la incapacidad para darse cuenta de la fuerza positiva del capitalismo,sino el resultado ideológico de la aplicación de políticas en defensa de intereses económicos, violentando las premisas del libre mercado. Cuanto más entrometido está el poder del Estado en la economía y en la vida diaria de la gente, mayor es el número de personas que deben confiar en las instituciones del Estado para asegurar el funcionamiento de su existencia económica y social. Para los beneficiarios de los privilegios estatales declararse anticapitalistas le “deja bien” socialmente, les genera beneficios económicos y consolida la magia negra entorno a la que gira el estatismo … anticapitalista.
Tuve un profesor que definió el Capitalismo como una Ideología basada en la fe en que el sacrificio de capacidad de consumo actual, para convertirla en inversión, produce beneficios a largo plazo (recuperas el consumo perdido, y ganas más).
Existiendo dos modelos de Capitalismo, el de Estado y el de Mercado, según si las decisiones de ahorro e inversión se adoptan por un grupo de “especialistas” conforme a un plan general, o si se adoptan de modo descentralizado, conforme a los planes o intuiciones de cada persona o grupo.
Ese profesor identificaba (correctamente), Socialismo-Liberalismo como una dicotomía distinta a Capitalismo… Ludismo. (Este último término lo pongo yo).
Para mi el éxito del Anticapitalismo radica en que viste de Progresismo lo que es ideología Reaccionaria (ni siquiera Conservadora) de toda la vida.
“Máquinas Malas, Progreso Imposible, Cambio Peligroso (salvo que sea hacia atrás)”.
Un Capitalista (Aunque sea Comunista), defiende un modelo de algo que se proyecta al futuro, y tiene que justificar porqué su propuesta merece la pena frente a lo que ya hay.
En Anti-Capitalismo es, eso, “anti”. No propone nada. No construye nada. No defiende nada.
Sólo identifica algo como “fuente de todo mal”, y ataca. Argumentando que con la destrucción del Mal volveremos espontáneamente a un mundo mejor….
La envidia no es la semilla del anticapitalismo, pero sí es el agua con que se riega en entornos democráticos para comprar votos y voluntades.
Tampoco es un elemento primario, pues deriva de convencer primero de que el sistema es de suma cero. A partir de ahí si tú no tienes es porque otro te lo ha quitado y lo justo es que el reparto sea equitativo, etc, etc.
Por todo ello cierto es que no es útil en la batalla de las ideas atacar por ese flanco, pues es ir a por el síntoma en lugar de a por la enfermedad. Sí sirve para empezar a tirar del hilo preguntando, por ejemplo, por qué los ricos han de pagar más impuestos. A partir de ahí tenemos material para empezar a sacar a la luz las inconsistencias del planteamiento anticapitalista. Y al final llegaremos a las raíces que mencionas: una élite minoritaria buscando ventajas sin tener que competir o siquiera trabajar…
Tal y como yo lo veo, este tipo de cuestiones pueden ser analizadas en el marco conceptual del darwinismo, concretamente como un conjunto de memes cuyas características le aportan una ventaja competitiva frente al resto que favorecen su pervivencia, dentro de un contexto histórico determinado.
En este sentido creo que el anti capitalismo es uno más de los muchos meses que integran lo que genéricamente conocemos como progresismo y que desde mi punto de vista ha sido el meme que en Europa occidental ha sustituido como meme predominante al anteriormente dominante cristianismo, que durante varios siglos fue hegemónico en nuestras sociedades.
Comparando ambos meses, cristianismo y progresismo, es fácil establecer entre ellos numerosos paralelismos, el más importante de los cuales es que ambos son prácticamente meras poses, en las que lo realmente importante son las apariencias, escenificadas en sus particulares liturgias, que en la inmensa mayoría de los creyentes, nada tienen que ver con sus comportamientos reales del día a día, que violan flagrantemente sus pretendidos altos ideales “espirituales”, desde las más altas jerarquías hasta los simples y rasos creyentes, casi por igual. En otras palabras, ser un buen progre es tan fácil como ser un buen cristiano y se limita a parecerlo antes que a practicarlo. Y esto sin duda es una ventaja competitiva evidente: puedes ser un progre- anticapitalista de manual disfrutando de todas las ventajas de vivir en una sociedad capitalista, de la misma manera que podias ser un cristiano perfecto sin hacer ni una buena obra para con tus semejantes.
Dices: sI a “los beneficiarios de los privilegios estatales declararse anticapitalistas le “deja bien” socialmente”. Eso presupone que socialmente, el anticapitalismo está bien visto, y eso, ¿por qué será? ¿No entrarará ahí, en un nivel básico, la envidia social?
En cualquier caso, la lucha siempre es de intereses o de emociones (éstas últimas son las que les venden a “los pobres” o “fracasados”, porque salen gratis), aunque los motivos siempre son múltiples, pero de modo general (yo soy pragmático), en la lucha contra el capitalismo sólo encontrarás encuadrada gente que gana algo con ello (la fuerza directriz la forman los que viven de ello generalmente, los demás encuentran compensaciones “morales”). Es lo mismo que pasa con la lucha contra el “occidentalismo”, o contra “el cambio climático”. Siempre son grupos que viven de ello y masas que se dan un sentido vital siendo “buenos” como la moral al uso impone.
El igualitarismo, que se puede ver infectando las aulas, por ejemplo, no es anticapitalismo, y funciona muy probablemente, también cimentado en la envidia (no se me ocurren muchas cosas más, para sacrificar la capacidad extra de un niño inocente a la mediocridad de los menos dotados). La envidia es un poderoso motor.
Además de enseñar a los “triunfadores” humildad para no ofender, porque dependemos más de las circunstancias que de nosotros mismos, y no somos gran cosa, además de frágiles, tampoco estaría mal enseñar a los “fracasados” que lo realmente importante, quitado lo necesario para sobrevir materialmente, no se compra ni con dinero ni con envidia.
Siempre queda mejor decir “soy de los tuyos” (recuerda que se trata de mantener mediante votos y mayorías un status quo) que “soy de los otros”.
Pienso que el corporativismo es un generador/motor de la ideología anticapitalista más importante que la envidia. No cabe duda de que la envidia es un motor (todas las emociones lo son) a la hora de movilizar a según que segementos de la población. Pero entorno a ella es difícil argumentar una ideología. O conoces a mucha gente que reconoce ser envidioso? 🙂
Pues la verdad es que no conozco ninguno. Yo tampoco lo soy, por supuesto.