Durante siglos, los impuestos fueron el símbolo patente de la servidumbre. Los derrotados, los siervos, los subyugados debían pagar impuestos. Hoy escuchamos en prácticamente todos los foros políticos de todos los colores que los impuestos son el precio de la libertad. Un estado que garantice la libertad económica, dicen, ha de financiarse mediante la imposición de cargas fiscales a la actividad cuya libertad se pretende proteger. Es la misma teoría que nos explica la imposibilidad de confiar únicamente en contribuciones voluntarias, porque la voluntariedad privilegia a quien no quiere pagar, aliviando al avaro y desprotegiendo a la viuda. Sin la exigencia de la universaldad de la carga fiscal, el Estado tendría que ganarse el favor de los capacitados para hacer grandes donaciones, a cambio -sin duda- de prebendas y favores. Por ello, la libertad y la individualidad de todos sólo pueden ser salvaguardadas por el Estado si todos contribuyen económicamente al mantenimiento de sus estructuras. Los contribuyentes se aprovechan entonces de “la paz interior que garantiza el estado”, del derecho otorgado por el estado para “celebrar contratos y obligar a su cumplimiento”, de los beneficios de una “moneda con garantía del gobierno” o de la buena educación pública y obligatoria de trabajadores y consumidores. Dado que los demandantes de tales servicios son los propios miembros de la comunidad jurídica, queda plenamente justificado cualquier tipo de impuesto sobre los ingresos de éstos, sobre el fruto de su trabajo.
Nada de lo escrito hasta ahora, que son las ideas matrices sobre las que pivota la justificación de todos los ministerios de hacienda de calquier país occidental, tiene que ver en lo más mínimo con la libertad.
El punto de partida no formulado del que nacen estas ideas es el experimento mental por el cual el estado (total) es la forma básica de la convivencia humana. Este estado (total), mediante su soberanía sobre los salarios, los precios y el crecimiento económico permite –podemos casi decir que tolera- que los individuos puedan vivir una vida según los términos y condiciones establecidos por aquel. El estado (total) tiene todos los recursos. Las empresas, la misma economía, están en su mano. La falta total de libertad en la esfera económica significa la nacionalización total de los medios de producción.¿Les suena? El exprimento mental del estado (total), otrora llamado socialismo real, no funcionó porque crecer recaudando impuestos sólo es posible allí donde se tolera que los ciudadanos tengan propiedades y generen riqueza.
Nosotros hemos seguido otro camino: conscientes de la imposibilidad económca del estado (total) como forma básica de convivencia humana, hemos abrazado el concepto de “estado democrático social del bienestar”. El estado puede renunciar a la supremacía económica y otorgar a sus ciudadanos los derechos de propiedad provada y la libertad del ejercicio profesional. El precio a pagar por esos derechos y su “garantía” son los impuestos sobre las rentas generadas por los particulares. La diferencia con el estado (total) descrito más arriba no es tan importante como parece. En el primer caso el estado le prohibe todo al cudadano, para así ser el único proveedor de las necesidades de la vida. En nuestro caso real, se le permite al individuo proveerse de cuanto crea necesario para su vida, extrayéndole acto seguido vía impuestos todo lo que el estado considera excesivo – y podría poner en peligro su propia existencia como único garante de derechos- o injusto -en nombre de la justicia social, con el fin de proveer a quienes por una u otra razón no son productivos e incapaces de autoproveerse-. En ambos casos, el estado tiene plena potestad para transformar a calquier individuo en no-libre, proscrito o delincuente. La propiedad y la libertad son otorgadas por el Estado.
Nos cuentan que el Estado se convirtió en “liberal” cuando se erigió en persona jurídica en substitución de nobles y reyes. Los impuestos dejaron de ser el símbolo de la sumisión para convertirse en símbolo de justicia y libertad desde que el estado nos permite a los ciudadanos votar. Gracias a la ley electoral, los ciudadanos podemos decidir sobre la naturaleza e intensidad de los impuestos. ¿Es eso libertad?. No. Reducimos la libertad a que el gobierno de un estado nos permite graciosamente participar políticamente en la toma de ciertas decisiones.
La comprensión liberal de “impuestos” y “libertad” tiene fundamentos completamente diferentes. El punto de partida de todo experimento de pensamiento liberal no es el Estado (total), sino los ciudadanos intercambiando de forma voluntaria en su propio provecho. El ciudadano puede adquirir y fundar propiedad sin Estado, puede celebrar contratos y comprometerse en la vida económica. La libertad en la esfera económica no está garantizada por el Estado, sino que ya existe. El propio Estado como persona jurídica no es una máquina de hacer milagros. Requiere de la actividad humana. Por ello no puede hacer nada más que aquello que hacen los humanos mismos. La libertad individual encuentra sus límites allí donde el Estado está presente o implicado. Tampoco está basada en el hecho de poder, o deber, participar en el Estado y sus eventos. Por tanto, el diagnóstico liberal solo puede ser uno: durante siglos, los impuestos han sido expresión de servidumbre. Hoy también.
En la campaña electoral a punto de comenzar en España, existe una alternativa realmente liberal a los dogmas vigentes sobre recaudación fiscal. El Partido Lbertario, P-LIB, lleva en su programa una serie de medidas encaminadas a reducir considerablemente la capacidad recaudatoria del estado y con ello su capacidad de imponernos servidumbres:
- Abolición inmediata del Impuesto sobre Patrimonio.
- Abolición inmediata del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones.
- Progresiva eliminación de los Impuestos Especiales. Los productos solo se gravarían con IVA.
- Flat Tax del 10% en IRPF, IVA e Impuesto de Sociedades.
- Eliminación de la cuota de autónomo.
- Liberalización de la circulación de capitales.
La recaudación de impuestos fue y sigue siendo un acto obligatorio, que generalmente afecta a personas que no quieren deshacerse voluntariamente del fruto de su trabajo. ¿Cómo denominar a tal obligación bajo coacción (amenaza de multa o privación de libertad) como algo distinto a la servidumbre?
Hola Don Luis
He leído su artículo entero, y vuelvo aquí para decirle que :
– ¡ Caramba ! , Yo me consideraba libertaria Pro Anarquista, y gracias a leerle a usted, me he dado cuenta de que no lo soy, que soy una dichosa socialdemócrata con pintas. ¡Vaya por los dioses !.
Será debido a ms lejanas i infancia y adolescencia ultracatólicas, bajo la tutela de mi abuela, pero a mí me parece mal que haya personas en mi país que tengan por fuerza , y no sólo porque les da la gana, que dormir en la calle, que no tengan un sitio para ir a comer caliente cuando tengan hambre, para darse una larga ducha calentita, ymeter su ropa en una lavadora, para poder sentirse limpios, y no apestar a cien metros. Y que esa posibilidad la tenga cualquiera, aunque sea unborrachín que no haya dado un palo al agua en su vida.
Y también soy partidaria de que haya una Sanidad Básica de Calidad y Gratuita para todos. Ojo, digo de calidad, pero también digo básica.. Que he conocido casos de operaciones de lujo ( como por ejemplo reducción de pechos ), a cargo de la Seguridad Social. y con protestas encima por haber tenido que esperar, y eso que, en uno de los casos, ante el miedo de la amenaza de acusación por racismo, se tramitasen por vía de urgencia.
Que esa es otra : La Seguridad Social no protege suficientementa a sus trabajadores, y hay «recuas» de abogados-persigue-ambulancias en las entradas de los hospitales, ofreciéndose a poner pleitos ( penales, para poder exigir mayores indemnizaciones ), a médicos, administradores, enfermeras… Con lo que los pobres profesionales tienen sobre su cabeza durante dos años o más, la amenaza de carcel y ruina, no sólo para ellos, sino para sus familias. Y eso hace que muchos médicos se resistan a hacer intervenciones de riesgo, aunque sean necesarias, puesto que en esas intervenciones hay un porcentaje inevitable de accidentes…
En cuanto a la educación : También me parece imprescindible una buena enseñanza básica, y no partidista de todos los niños y jóvenes. Y que se controle la calidad de esa enseñanza. ( Hay profesores ineptos y textos infames, a punta de pala )
Y también me parecen imprescindibles el ejército, la guardia civil, la policía, los bomberos…
Así que, a mí sí me parecen bien los impuestos. Pero, por supuesto, sólo los necesarios para tener esos servicios básicos, para garantizar la igualdad ante la Ley y las instituciones, de todos los españoles, y ni un céntimo más. Y Que antes de distribuir los impuestos, habría que presupuestar los gastos, más un tanto para emergencias no previstas, y luego repartir la carga impositiva entre todos, y, por supuesto, y en esto estoy de acuerdo con usted, en un mismo porcentaje, y desde el primer céntimo.
También estoy de acuerdo con usted en la supresión de los impuestos de Patrimonio, de Transmisiones de padres a hijos, y, aunque usted no hable de ello, el de Plusvalía Municipal, que ya está cubierto por el IBI, lo que lo convierte en doble imposición.
Porque todos estos impuestos son expropiatorios, como es expropiatoria la Progresividad ( no así la proporcionalidad ), que lo que intentan es que el Estado acapare Todos los Bienes de Producción.
Y, por supuesto, también me gustaría que hubiese una Ley de Mecenazgo, para que, el que quisiera, además de sus impuestos correspondientes, pudiera financiar lo que quisiera ( una compañía de teatro, la carrera de un músico, un colegio especial para niños con Asperger… ) , y que esas donaciones pudieran desgravar impuestos futuros… Como ocurre en USA .
Y pido perdón por escribir tan largo, para decir cosas tan obvias : Hay que ser mucho mejor de lo que yo he sido nunca, para expresarse con brevedad y concisión. Así que diré mi frase favorita Ya siento
¡Amén!
Muchas gracias D. JJL. Me encanta recibir ánimos de personas cuyos textos suelo disfrutar , como usted.
Completamente de acuerdo.
Luís, ya sabemos que publicas en «Decisión económica», pero obligarnos a pasar a ella para leerte es muy antipático. Deja, por favor, que cada palo aguante su vela (libertad) y renuncia a ciertas prácticas comerciales. No es excluyente publicar en ambos sitios (a menos, claro, que hayas tenido que firmar algo, entonces me callo, pero todo tiene un precio).
Saludos.
Estimado JJI, como bien supones, hay un compromiso. Y sabes lo escrupuloso que soy yo con esas cosas 🙂
Muchos lectores aún no saben que escribo en Decisión Económica, motivo por el que lo reseño aquí. Es una práctica habitual, por otro lado.
Gracias y saludos!
Gracias por la información. Es tu blog y supongo que serás quien más lo estima. Yo no te voy a abandonar por esa minucia, pero este sitio es de opinión, no de noticias. Cada cosa tiene su momento.
Saludos y lo mejor.
En mi opinión el problema más grave que provocan los modernos estados democráticos occidentales no son los impuestos con que cargan a los ciudadanos (que dicho sea de paso me parecen excesivos) sino la ineficacia burocrática que por un lado lastra, y en muchas ocasiones impide el dinamismo de los proyectos empresariales exitosos, y que por otro provoca que los ineficaces perduren gracias a sus alianzas corruptas con los poderes estatales.
Esto explica que en países en los que el estado es «honrado» pueda crearse riqueza a pesar de altos impuestos, mientras que en estados corruptos la riqueza se destruya a pesar de impuestos bajos.