Han pasado ya unas horas desde que el planeta entró en déficit ecológico al haber consumido todos los recursos naturales que la Tierra puede consumir en un año. Según nos cuentan desde los minaretes ecologistas la humanidad necesitaría 1,6 planetas para satisfacer su demanda de recursos naturales. Son los mismos minaretes desde los que nos decían hace más de 40 años que materias primas como el níquel, el cobre o el petróleo llegarían mañana (todos los “mañanas” desde hace 40 años) inexorablemente a su fin. La razón por la que aún no ha llegado ninguno de esos “mañanas” es que siempre cometen el mismo error: olvidan que las materias primas no se explotan hasta su fin porque, cosas raras que tienen las leyes de oferta, demanda y precios, son sustituidas por otras materias primas o por nuevas ideas. Los bosques europeos, por ejemplo, habían sido talados “furiosamente” durante siglos… hasta que llegaron la máquina de vapor y el carbón, que sustituyeron a la madera como principal recurso energético e industrial. Es sólo un ejemplo, hay cientos.
No, hoy no me he levantado en un planeta lleno de agujeros, esquilmado y deshauciado. Se han equivocado los profetas en sus cuentas? No, porque no se trata de una cuenta, se trata de una proclama nacida de una cosmovisión particular. Una cosmovisón especialmente destructiva, que sólo entiende al ser humano como “fuente de problemas”, incapaz de ver en nuestra esencia lo que realmente nos caracteriza: somos resolvedores de problemas, incluso de los que creamos nosotros.
En los años setenta del siglo pasado se daba por sentado que el mundo no podría soportar la “superpoblación”, pues no habría posibilidad de alimentarnos a todos. Aquella falacia se pregonaba con la misma contundencia y convicción con que hoy se predica que el uso (consumo, ojo, es el consumo!) “incontrolado” de los recursos planetarios arruinarán el aire y convertirán nuestro mundo en un desierto inhabitable. Afortunadamente, los países emergentes de Asia hace ya tiempo que poseen la autoconfianza suficiente para no dejarse enloquecer. En lugar de caer en el hambre y la depresión, los países asiáticos afectados por la pobreza decidieron tomar su destino en sus propias manos y protagonizar una historia de éxito sin precedentes. La India cuenta ahora con más de mil millones de habitantes y puede alimentarlos suficientemente, China también. Y eso cómo se consigue? Sencillo: el crecimiento de la productividad agrícola ha sido mucho más rápido que el de la población.
En este contexto, el hambre de educación de las personas en Asia (y en otros lugares) juega un papel fundamental, . “El 80 por ciento de las personas en el mundo pueden leer y escribir”, nos cuenta el médico y profesor de salud internacional en Estocolmo, Hans Rosling. Sin embargo, y si hacemos caso de las encuestas, en Europa la gente piensa que el 60 por ciento de las personas son analfabetas. En otras palabras: Cuatro Mil Millones de personas poseen un nivel de formación mucho más alto de lo que imaginan las “gentes buenas” en Europa. Cito a Rosling:” Muchos europeos simplemente tienen una idea equivocada de lo que está pasando en el resto del mundo, son simplemente ignorantes “.. No se pierdan el vídeo ->
Se trata más de antihumanismo que de salvar el planeta.
Durante siglos, la ciencia se ha enfrentado a una vital pregunta: ¿Cuántas personas puede alimentar el planeta Tierra? Y en la formulación de una respuesta, el clérigo y economista británico Thomas Malthus ha jugado y juega un papel importante. A poco que nos detengamos en leer más allá de las consignas, descubrimos como la mayoría de las organizaciones pertenecientes al llamado “Movimiento Ecologista” y la mayoría de las personas bien intencionadas que siguen sus postulados argumentan tal y como lo había hecho Malthus – sin saber nada de Malthus en absoluto o sin haber leído en profundidad su problemático trabajo científico. Lo que habitualmente nos llega empaquetado en forma de propuesta para el cuidado del planeta, resulta, tras un análisis más profundo, un amasijo de ideas y dogmas cargados del más brutal antihumanismo.
Thomas Malthus, allá por el siglo XVIII, vivía rodeado por la pobreza y el hambre. El número de barrios pobres alrededor de las grandes ciudades como Londres y Manchester crecía de forma aterradora, hasta un 70 por ciento de los residentes urbanos pertenecía a las clases sociales más bajas, alrededor de un tercio de los británicos estaban desnutridos, la desesperación producía disturbios y verdaderas batallas callejeras por los alimentos. Malthus estaba buscando las causas y formuló sus ideas en 1798 en su “Essay on the Principle Population“.
Su tesis central considera que la población y la producción de alimentos se mueven, por ley natural, en sentidos divergentes. Mientras que las cosechas, en el mejor de los casos, aumentan linealmente, la población lo hace exponencialmente. Por lo tanto, muchas personas morirán de hambre si no hay éxito en la reducción significativa de la tasa de natalidad. En un proceso infinito, la naturaleza exige su peaje, las personas empobrecidas y debilitadas serán diezmadas por el hambre y la enfermedad, hasta que finalmente se recuperen las condiciones “de equilibrio natural” en las que los supervivientes vuelven a disponer de comida suficente. Eso contaba Malthus. Ocurrió que la revolución industrial supuso una mejora sostenida en el nivel de vida de las clases más bajas – la teoría de Malthus fue refutada por completo por la capacidad de innovación de los humanos que jamás formo parte de su tesis principal. Si alguien aún duda, que mire detenidamente las evoluciones de población mundial en los últimos 150 años.
Las personas salen de la pobreza a poco que tengan la oportunidad de adquirir conocimientos y de hacer negocios. Los misántropos intentan dar al vuelta a esta verdad cuando explican que el progreso y “los negocios” son parte del problema. La nueva misantropía es tecnofóbica. El médico sueco mencionado, Hans Rosling, compara la actitud bienintencionada de nuestras élites con el aventurero de la serie de cómic “Tintín”. “El aventurero Tim es para mí el símbolo de un hombre bueno que vive en la parte rica, culta del mundo, desde donde parte regularmente en viajes a países subdesarrollados y extraños con el fin de resolver los problemas que allí los “indígenas” no pueden solucionar”, dice Rosling. Quien realmente quiera defiender la justicia social y que los pobres tengan la oportunidad de escapar de su miseria, deberá abandonar inmediatamente su actitud “Tim” y su equipaje ideologico malthusiano. Han sido dos siglos de dominancia de los “Tim” con libros malthusianos en la cartera, dos siglos de explotación, tiranía y genocidios.
Por eso es tan importante reconocer esta vieja ideología cuando revive en el nuevo disfraz ecológico. Paul R. Ehrlich y su “explosión demográfica” en los años sesenta, sus sucesores espirituales, el “Club de Roma”, con sus “límites del crecimiento” en los años setenta. El movimento anticibernético de los ochenta … hasta llegar a la deidificación de una sostenibilidad inventada que hoy impregna todo lo que hacemos …e impide lo que podríamos hacer, que es peor.
Cierto: el huracán de la industrialización supuso en Europa y en sus fases iniciales un deterioro de muchos indicadores ambientales. Eso es lo que nos cuenta con crudeza la historia, primera parte. Pero también hay una segunda parte. Y esta nos la ilustran los científicos con la llamada “curva ambiental de Kuznets”.
La hipótesis de la Curva Medio Ambiental de Kuznets explora la relación existente entre crecimiento económico y calidad ambiental, intentando demostrar que a corto plazo el crecimiento económico genera un mayor deterioro medioambiental, pero en el largo plazo, en la medida que las economías son más ricas, el crecimiento económico es beneficioso para el medio ambiente, esto es, la calidad del medio ambiente mejora con el incremento en el desarrollo. Es el bienestar de la mayoría el que genera la demanda de un mejor medioambiente y facilita los recursos para establecer las medidas correctoras oportunas a los impactos negativos del crecimiento.
Todas las naciones industriales de hoy en día han verificado esta curva. Con una diferencia: lo que en Londres llevó 100 años, Shanghai lo ha realizado en 25. Cosas de la globalización.
Otro tema que se olvida es que, excepto los pocos cohetes o satélites que se lanzan, todos los materiales consumidos se quedan en el planeta, no desaparecen, con lo que siempre podrían ser reciclados, tipo aluminio, cobre, etc..
Y, respecto a la energía, al final todo procede del sol, se trate de fotoeléctrica o de petróleo, otra cosa es lo concentrada que se encuentre. Y cada vez se es más eficiente y se descubren nuevas fuentes y formas de energía.
y aquellos materiales que se perdieron en el espacio, pueden ser recuperados e incluso aumentados si logra despegar la minería de asteroides.
Lo que se pierde en el espacio queda ya “ligeramente” compensado con lo que se gana del espacio: cuarenta mil toneladas de micrometeoroides por año (S.G. Love & D.E. Brownlee 1993. A Direct Measurement of the Terrestrial Mass Accretion Rate of Cosmic Dust. Science 262(5133):550-3). Así a ojo (lo que significa que no conozco las cifras), aun descontando las pérdidas naturales (gases atmosféricos) tenemos superávit acumulado para rato.
Bueno, el uranio no procede del Sol sino de antiguas supernovas. Pero en realidad toda la energía es fósil; toda procede del Big Bang, y desde entonces no se hace hidrógeno nuevo.
No es exactamente así.
Aunque el material se mantenga en la Tierra no por ello es explotable.
Como pasa con la energía, no se destruye, pero si se distribuye no es “usable”, es decir, que lo que nos permite explotar algo no es su existencia, sino su concentración.
En el polvo de las calles hay, seguro, todo tipo de elemento: silicio, carbono, aluminio, cobre, etc etc… pero no por ello piensas que se pueden barrer las calles y sacar cobre para los cables de un edificio, aluminio para sus ventanas, etc
Todo es cuestión de viabilidad económica, y esto depende de la utilidad. El problema de todos los maltusianos es que siempre ven todo como una foto fija, Malthus con la producción de alimentos de su época, el Club de Roma con la producción petrolera de su época, aunque ambos predecía incrementos exponenciales de población o de consumo petróleo. Sin prever crecimientos en la producción, o reemplazo de fuentes de energía.
De hecho, con la cantidad de pueblos vacíos que hay en nuestras Castilla, Aragón, etc.., no veo miles de estos agoreros yéndose a esos sitios a vivir equilibradamente con la tierra y su huerto, sino volando en jets privados a dar lecciones, conferencias y pedir subidas de impuestos.