[themepacific_dropcap color=»red»]Q [/themepacific_dropcap]ue conste que soy el primero que cree que una ley mala debe cambiarse por una mejor o simplemente- en la mayoría de los casos, lo más acertado- se eliminada. Pero también soy el primero que cree que para hacerlo debemos seguir estrictamente las reglas del juego establecidas. Salirse de ellas es entrar de lleno en la ilegalidad, esa que últimamente algunos pretenden, de manera torticera, convertir en «vacío legal» o «alegalidad».
No me sorprende en absoluto cuando un declarado autócrata como Erdogan se «tira al monte» del autoritarismo disfrazado de defensor de la democracia turca – esa misma que él lleva años minando en sus pilares fundamentales – apelando a la «legitimación» que procede de sus seguidores… en la calle y vociferantes. Hambrientos de guía política y espiritual. Tampoco me sorprenden los intentos involucionistas promovidos por todos los partidos de extrema derecha europea, apelando a la «legitimación» que dice provenirles del miedo de los ciudadanos ante la chusma extranjera. Estos no son nuevos, siempre han estado ahí, y conforman la mitad de lo más vergonzoso de la historia de Europa. Los le Pen, Norbert Hofer, Lagos Rig, Jaroslaw Kaczyski, y tantos otros no dudarían un momento en alterar el orden constitucional (algunos como Kaczyski ya lo hacen) en nombre de una mayoría legitimadora. Digo que conforman la mitad de lo más vergonzoso de la historia de Europa porque no olvido a la otra mitad, aquellos que desde la extrema izquierda y el comunismo pretenden lo mismo revestidos de esa misma «legitimidad nacida de sus votantes». Les hablo de Tsipras, Iglesias, Wagenknecht o Casaleggio. De ellos tampoco espero respeto alguno por las Constituciones de sus respectivos países, al fin y al cabo fruto de la «imposición» (sic.) de las clases dominantes en el momento de sus respectivas redacciones.
Actuar en democracia siguiendo escrupulosamente los dictados de las Cartas Magnas aceptadas por todos en su día ya no está de moda. Que se lo pregunten a los «parlamentarios catalanes», por ejemplo. Cuando las cartas de que uno dispone no son suficientes para ganar la partida según las reglas del juego, lo mejor es romper la baraja e inventar uno nuevo. La solución del ruin.
Acepto resignado unas reglas del juego que tal vez no me gusten, pero me garantizan la necesaria seguridad legal para desenvolverme con mayor o menor libertad en la sociedad. Y si decido que no me gustan en absoluto, porque infieren gravemente en lo que yo considero que debo hacer para prosperar y ser feliz, entro en el juego político e intento convencer a una gran mayoría de la pertinencia de los cambios que propongo. … y justamente ahí comienzan mis problemas. ¿Cómo de grande ha de ser esa mayoría? ¿Basta -como en el Brexit- con el 51%? ¿Es mejor un 75%? en cualquiera de los dos casos … ¿no estoy limitando la libertad, la voluntad de los que votan en contra? ¿Soy un dictador que impone su voluntad – gracias al «valor de muchas voluntades unidas»- a quienes no comparten mis ideas?
Ya ven que tengo muchas y serias dudas sobre la «bondad» o, si lo prefieren, la conveniencia de las reglas de juego actuales. Pero son las que tenemos. Hemos querido ir más allá de lo verdaderamente necesario:
- protección de la vida humana
- protección de la propiedad privada
- protección de la inviolabilidad de los contratos
y hemos desarrollado un cuerpo legal mastodóntico que en lugar de garantizar nuestras libertades las limita casi hasta el estrangulamiento. Y en nuestro intento por aferrarnos a la ley, o por escapar del estrangulamiento, justificamos lo injustificable apenas consideramos que disponemos de una «mayoría» que nos legitima. Olvidamos que la ley NACE de lo moral y lo cotidiano, lanzándonos a la creación de moral y costumbres mediante la ley, perturbante remolino de aguas peligrosísimas este, en el que nadan los tiburones del odio, las fobias y la corrupción.
No, no voy a escribir que la democracia es un sistema de coacción. Pero es en lo que la hemos convertido, para lo que la estamos pervirtiendo. Y creo que no era eso de lo que se trataba.
Problema esta en la separacion de poderes, en Suiza hay muchos referendums pero el poder esta muy distribuido asi que el barco es estable.
http://etrusk.blogspot.com/2013/08/la-constitucion-radical-del-siglo-xxi.html
So (ni si ni no). Es complejo. Me tomaré unos días para meditarlo.