«Constitución Española, art. 104 :
Las Fuerzas y Cuerpos de seguridad, bajo la dependencia del Gobierno, tendrán como misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana.»
Caminaba yo tranquilamente por el Barrio Húmedo leonés en una de esas noches templadas de verano. Las calles estaban realtivamente pobladas de otros transeúntes que, como yo, disfrutaban del calor de las piedras centenarias y el olor a morcillas a la plancha. Todo estaba en su sitio, nada podría alterar el sosiego del espíritu: los ojos puestos en cada edificio, de vez en cuando buscando la mirada cómplice y complacida de la familia que caminaba al lado, los pasos pausados, deleitándose de la total ausencia de prisa y estrés.
Había merecido la pena: un año más, tras muchas semanas de trabajo y ahorro, dejábamos el alma mecerse en el entorno reconocible de nuestra infancia invitando a nuestros hijos a compartir con nosotros memorias y sentimientos: colaborando en la creación de sus propias memorias y sentimientos. Al pasar delante del viejo ayuntamiento, las subjetividades que me tenían absorto en algo así como un estado de felicidad dejaron lugar a otras subjetividades no menos importantes. Recordé que la ciudad de León posee (como todas) una historia milenaria digna de ser comentada a mis hijos. Y les hablé del Reino, y de las guerras contra los invasores (islámicos, castellanos, franceses) y de la guerra civil y su desenlace, la dictadura y la posterior instauración de la democracia. Fue la suma de las subjetividades de los leoneses. les contaba, la que les llevaron a mantener una identidad más allá de la toponimia, de lo puramente geográfico. Cazurros nos llaman los de «fuera».
De repente, aparecieron unos señores con armas de fuego y se liaron a tiros cerca de la Casa de Botines. Gritos, carreras, pánico… nos escondimos como pudimos tras la fuente que hay delante de la entrada del aparcamiento subterráneo. Yo intentaba proteger con brazos, cuerpo y mente los brazos, cuerpos y mentes de mi mujer y mis hijos. Mi hija sacó su arma (un teléfono móvil HTC) y marcó el 091. Que ya estaban al corriente, que no nos moviésemos del escondite, le dijeron. Cuando llegó la policía y logró abatir a los tres asesinos, los cuerpos de los heridos (muchos sin vida) se repartían por la Plaza de Botines como perlas arrancadas de un collar. Dolor y lágrimas.
Nosotros habíamos tenido suerte.
Pues te voy a entrar en debate Luís, porque el tema me interesa mucho, y cuando me lo planteo no puedo dejar de ver los pros y contras que tiene.
Supongo que ya lo habré dicho alguna vez aquí, yo soy, visceralmente, partidario de que todos los ciudadanos podamos ir armados. Visceralmente digo. Porque cuando empiezo a imaginar posibles situaciones, me entran serias dudas sobre tal conveniencia.
Mi padre era cazador, y como vivíamos en la huerta de Valencia, de vez en cuando sacaba la escopeta y mataba algún pájaro (en la época nadie se sorprendía de oír algún tiro por la zona, y menos aún venía la policía a investigarlo)
El me enseñó a usar un arma desde pequeño, al estilo como se enseñaban esas cosas entonces, de pronto recibías una palmada en la cabeza, mas fuerte según la gravedad de lo que hacías mal, seguida de una admonición: – La escopeta siempre apuntando hacia arriba o hacia abajo – Pero papá, si no está cargada – De eso nunca puedes estar seguro, las armas las carga el diablo.
El cachete como refuerzo de la lección era incómodo, pero reconozco que muy efectivo. Al poco tiempo coger un arma se había convertido en un ritual casi místico. Comprobar las recámaras, control en todo momento de hacia donde apuntan los cañones, el arma abierta hasta que vas a disparar, el seguro puesto, cuando vas a efectuar el disparo se consciente de a que le puedes dar que esté detrás del blanco, si no estás completamente seguro no dispares, es mejor perder la pieza que herir a alguien por accidente, no dispares a los límites del bancal si no estás seguro que no hay nadie abajo, no dispares a la maleza porque te tapa la visión de lo que hay detrás y puede haber alguien…
Llevar un arma en la mano es una enorme responsabilidad. Yo he cazado poco, pero si he observado en los últimos tiempos que estas lecciones que aprendíamos de niños como algo esencial parece que ya no se dan, o no se aprenden no se. Veo cazadores jóvenes que llevan el arma de cualquier forma, con el seguro quitado, los veo hacer disparos que yo consideraría arriesgados. No me siento seguro cazando con ellos la verdad.
Recuerdo cuando hacía la mili, las primeras prácticas de tiro y el susto que nos daban a todos los que no habían tocado un arma en su vida y, con el fusil apuntando hacia delante, girarse de repente a preguntar algo al sargento, apuntándonos a todos en el proceso. Ahí veías enseguida quien entendía algo de armas porque se echaba cuerpo a tierra de inmediato, el primero el sargento 😉
Y hoy en día es poquísima la gente que sabe algo sobre armas. Ya no hay servicio militar, la caza está cada día peor vista y además cada día mas cara, al alcance ya de muy pocos. ¿Cómo vamos a poner un arma en manos de esa gente? Y un arma corta además…
Podemos imaginar el caso que planteas con el supuesto de que todos los honrados ciudadanos fuesen armados. En el tiroteo que se organizaría es muy probable que acabasen habiendo muchos mas muertos y heridos, pero la mitad a manos de sus conciudadanos en vez de por los asesinos.
Y en la época en que vivimos, donde no se enseñan deberes ni principios, sino solo derechos. Donde un porcentaje muy elevado de jóvenes están malcriados y acostumbrados a “Lo quiero, lo quiero ya, lo quiero porque lo quiero y no necesito ganármelo ni merecerlo”. Podemos imaginar lo que muchos de ellos podrían hacer con un arma, y no sería bueno. Lo primero, pegarse un tiro en el pié, pero luego…
Y sin embargo, estoy convencido de que un pueblo desarmado está indefenso. No solo porque los criminales puedan conseguir armas fácilmente y no se pueda uno defender, que si lo piensas es terrible, sino porque se entrega totalmente a su estado haga este lo que haga. Y es una cuestión moral mas que el hecho físico de tener un arma en casa. Un pueblo armado tiene la certeza de, en caso de necesidad, poder tratar al estado abusivo en pie de igualdad, un último recurso y eso le da fuerza moral para exigir. Igual me equivoco pero creo que un gobierno se lo piensa mas antes de cometer ciertos abusos si está frente a un pueblo armado que frente a uno desarmado.
Pero en una ocasión leí que la fuerza de un arma es tanta como la de la mano que la empuña.
Y creo que es cierto.
Tener un arma en la mano no te hace mucho mas poderoso de lo que eres sin ella, aunque se que muchos no estarán de acuerdo con esto, pero serán personas que nunca se han enfrentado con un arma a otra persona con un arma, sobre todo si la otra persona está acostumbrada a usarla y tu no.
Me parece que los ciudadanos españoles (no se otros) no están preparados en este momento para tener armas, y me duele pensar así.
¡ Qué comentario tan estupendo !
Vaya Viejecita. Gracias. Una alabanza tuya me es muy valiosa 😉
Muy bonito, el cuento.
Desde luego, la Seguridad no te la puede garantizar nadie. Que contra un fanático en la sombra no hay estrategia preventiva posible que sea compatible con las libertades de cada cual, que las fuerzas de seguridad actúan tras un ataque, y no pueden impedirlo cuando el que lo perpetre esté dispuesto a morir mientras mata.
Vivo en Leon desde hace 26 años, soy de pueblo leones y no recuerdo cuando fue este tiroteo en tan hermosa plaza profanado el descanso de Gaudi en su sueño eterno, me alegra ser paisanos leoneses
Es un cuento, Godello.
Saludos, paisano.