Uno sólo puede encogerse de hombros o negar con la cabeza cuando lee la idea del PSOE de implantar un nuevo impuesto para financiar el sistema de pensiones. No será porque algunos no lo hayan dicho. Arturo Taibo, colaborador de este blog, lo ha escrito en numerosas ocasiones. Arturo se centraba en variables como la tasa de natalidad. Resultaba que, al tener una de las tasas de natalidad más bajas del mundo y una de las esperanzas de vida más altas, en un momento dado, la ratio entre jóvenes y mayores haría el sistema completamente inviable, de modo que se tendrían que corregir las edades de jubilaciones, las cotizaciones, etcétera. Los números son sencillitos, y no salen. Olvídense de culpar a los sospechosos habituales (el PP, el neoliberalismo, el rescate a los bancos…). Sólo con las tasas de natalidad y de esperanza de vida, el sistema se cae a trozos.
Sin embargo, el problema no es tanto de ratios, sino del tipo de seguridad social de que disponemos. ¿Por qué? Porque el sistema que tenemos es de reparto, no de capitalización. ¿Qué significa esto? Veamos:
Un sistema de capitalización es como una cartilla de ahorros. A lo largo de la vida, uno va poniendo ese dinero en esa cartilla de ahorros, y esa cartilla de ahorros dispone de aquel dinero que se haya ingresado, más lo que se haya generado con él (si se ha invertido, los intereses, etcétera) menos la cuota que se lleva la entidad financiera y los impuestos. Claro, que la vida puede ser extremadamente larga, y resulta que cuando uno se ha gastado la pensión es cuando realmente necesita la pensión, habiendo desperdiciado años de vida en los que era capaz de trabajar.
Un sistema de reparto, por el contrario, es aquel en el que uno no pone su dinero en una cartilla, sino en un “fondo común”: En el caso español (artículo 110 TRLGSS), el Fondo de Reserva de la Seguridad Social. De ese fondo común salen todos los pagos relacionados con pensiones. Uno podría, en principio, recibir una paga mensual en función de las aportaciones efectuadas durante ese tiempo. ¿Cuál es el problema? Pues que uno necesita constantemente recibir nuevos afiliados, socios o contribuyentes para mantener los ingresos de todo el mundo. De lo contrario, quienes recibían la pensión (y ya no trabajan) se encontrarán con que no lo reciben.
¿A qué se debe, pues, que los sistemas de reparto aparenten funcionar? A que los primeros participantes son los grandes beneficiados. Claro, mientras que todo el mundo cobre su dinero, todo irá bien. Pero cuando dejen de llegar los ingresos (porque falta gente que aporte el dinero necesario para mantener los compromisos), el sistema entero quiebra. ¿Y qué ocurre con quienes han puesto dinero? Que no recibirán nada. Por eso, en base al artículo 248 de nuestro Código Penal, se consideran una estafa. Una estafa piramidal, por ejemplo, fue lo que ocurrió con Fórum Filatélico, en la que sus responsables fueron condenados a pagar 2.259 millones de euros. Bernard Madoff, que llegó a estafar 50.000 millones, también empleó este modelo.
De ese enorme riesgo de quebrar y sus consecuencias que las cotizaciones a la Seguridad Social sean tan elevadas. Sumando todos los conceptos, un 35% aproximadamente del salario bruto (cuadro inferior). Una pasta. Y a pesar de que todos los trabajadores aporten más de un tercio de su salario, el sistema es insostenible. ¿Qué ha ocurrido? Que el PP se ha gastado dos tercios del Fondo de Reserva de la Seguridad Social. ¿En qué? En hacer frente a todos los pagos imprevistos que le iban saliendo al Estado. ¿Por qué? Porque, por mucho que digan que la economía va mejor, la tasa de paro sigue siendo del 20% de media. El PP ha hecho lo que haría todo el mundo, tirar de la liquidez disponible. Como lo estaba haciendo el PSOE antes. Otro de los problemas añadidos de los sistemas de reparto es creer que, aunque la ley diga en qué se puede y no se puede gastar ese dinero, la ley se puede reescribir para permitir aquello que necesites.
Seamos claros: Si recaudando el 35% de los salarios de cada trabajador no puedes mantener el sistema de pensiones y necesitas introducir otro impuesto (¿al consumo, a la renta, al trabajo?), es que el sistema es muy malo. Lo único que ha hecho el PP ha sido acelerar el problema.
¿Y si usted no quisiera participar de esta estafa piramidal legal? Lamentándolo mucho, está usted obligado a participar. El artículo 141 de la Ley General de la Seguridad Social es claro:
¿Y qué pasa si, a pesar de ello, se niega? Pues que le llega un señor de la Inspección de Trabajo que le aplica el Texto Refundido de la Ley de Infracciones y Sanciones en el Orden Social (TRLISOS, para los amigos). Concretamente, le aplicarán el artículo 23.1 b (no pagar las cotizaciones) y el 40.2 (hasta el 150% de lo no pagado, además de costas, tasas, etcétera). Bueno, a usted no, sino a su empresario. Sí. Es así como el Estado consigue sus cotizaciones. Y sí, la ley es así de cruel y se ocupa de poner a una tercera persona en medio como responsable para impedir que haga lo que usted quiere hacer.
En resumen, tenemos un modelo de Seguridad Social considerado jurídicamente una estafa (artículo 248 del Código Penal), que cuesta enormes cantidades de dinero a los contribuyentes (35%), con un severo problema de mantenimiento a largo plazo (natalidad y mortalidad), que puede ser utilizado para otros fines que no tienen nada que ver con su función original, del que nadie se puede desvincular si no es a costa de arriesgar a pagar sanciones durísimas (TRLISOS, artículos 23 y 40) y al que, después de todo esto, le vamos a dedicar otro impuesto, es decir, más recursos y el coste de oportunidad.
Completen ustedes el último párrafo del artículo con el comentario sardónico que consideren oportuno.
El destino de cualquier «hucha comunitaria» como la del sistema de S.S. española es vaciarse, antes o después.
Y lo es por la misma razón que el comunismo ha fracasado: porque los seres humanos, españoles incluídos, como cualquier otro bicho viviente somos genéticamente egosístas, igual que somos gregarios y jerárquicos. Lo anterior se traduce en que estamos programados para beneficiarnos a nosotros mismos y a nuestros familiares más próximos, particularmente nuestros hijos. Precisamente por eso, no abundan las «huchas comunitarias».
Por lo tanto es de cajón que de la hucha común, cada uno de nosotros va a intentar sacar la máxima tajada que pueda para sí mismo, lo que de manera agregada implica, que cada generación va a intentar sacar de la hucha común todo lo que pueda, sin preocuparse de los que vengan detrás, ya que el altruismo familiar hacia nuestros hijos se hace a nivel privado, y nunca de manera colectiva.
Es decir, la mejor manera que tengo yo de asegurar mi prosperidad y la de mis hijos es sacar todo lo que pueda de la hucha común.
El resultado es que ninguna generación acepta de buen grado recibir de la hucha común menos que las precedentes, con lo cual cada quisque trata de aportar menos y recibir más.
Como eso es materialmente insostenible, cuando la vaca comunitaria está tan ordeñada que ya no da más leche, como ya ocurre actualmente, llega el Gobierno de turno e impone a la fuerza, previo maquillaje lingüístico, la rebaja de las pensiones para que el esquema Ponzi no se derrumbe durante su mandato y que la bola siga corriendo: lo hizo el PSOE, lo ha hecho el PP y lo hará Podemos llegado el caso como han hecho sus colegas de Syriza en Grecia.
Si a lo anterior le sumamos el problema demográfico de la baja natalidad y la baja productividad económica española, tenemos la receta perfecta para que la S.S. española, acabe, antes o después como la mayor estafa Ponzi de la historia.
Personalmente cruzo los dedos para que la traca final de esta trampa en la que estoy obligado a participar no me toque, porque lo que tengo clarísimo es que mi pensión comparada con la de mis padres va a ser mucho menor.
Los suecos suelen decir que el estado del bienestar está muy bien… hasta que la gente aprende a utilizarlo.
Claro que hay gente que quiere aprovecharse de todo lo que está permitido y más, pero para eso se inventaron los contratos y la leyes. Usted podrá intentar que la Seguridad Social le pague la ortodoncia pero me temo que no lo conseguirá. Y podrá intentar que el seguro a terceros le pague los problemas de chapa de su coche, pero tampoco lo conseguirá.
Para lo que no hay leyes ni contratos es para evitar que los la gente se suicide. Unos pidiendo lo que no se puede obtener y otros olvidando eso de que contra el vicio de pedir está la virtud de no dar. En este mundo cuando se va contra la realidad se acaba pagando y lamentablemente la demagogia suele afectar también a los que no querían suicidarse.
Yo estoy de acuerdo con Arturo Yaibo. Todo sistema de pensiones depende tan solo del ratio entre personas activas y pasivas. Da igual si es de reparto, de capitalización o de cualquier forma que nos inventemos. No hay forma de que, por ejemplo 15 millones de activos mantengan una población de 50 millones de personas. No sin un aumento de la productividad similar a la que se produjo al sustituir el mundo agrícola heredado del Neolítico por la Revolución Industrial.
No estoy muy de acuerdo en considerar el sistema de reparto como una estafa piramidal. Todos los seguros (automóviles, hogar, vida, responsabilidad civil) en el fondo se basan en un sistema de reparto y son estables. Incluso el nuestro, una vez que se alcance el equilibrio entre nacimientos y defunciones, podría serlo, aunque desde luego habría que aumentar los años en activo para compensar el aumento de la esperanza de vida. Todos los actuarios lo saben y no habría más problema si logramos meternos en la mollera que el aumento de la esperanza (y la calidad) de vida hace que los 65 años de ahora no sean los de nuestros abuelos. Como no funciona un sistema de reparto (ni ningún otro) es usando la demagogia.
En cuanto al sistema de capitalización tampoco es perfecto. Se olvida que debe ser complementado con algún tipo de seguro que incluya la posibilidad de enfermedad que obligue a una jubilación anticipada o la simple depreciación de la “hucha”. ¿Se imagina alguien qué habría pasado si los pensionistas hubiesen tenido que vivir de los rendimientos financieros de sus inversiones durante estos ¡ocho años de crisis!? No sé las de ustedes pero mis inversiones no han sido muy productivas últimamente…
Por último, y para no extenderme más, recuerden que independientemente del dinero que tenga el pensionista, casi todo lo que quiere comprar en un año debe generarse ese año: comida, ropa, combustible, etc. Si ha ahorrado mucho dinero pero hay poca actividad económica por escasez de personas en activo lo que provocará es una subida generalizada de precios ¡¡para todo el mundo!!
«Todos los seguros (automóviles, hogar, vida, responsabilidad civil) en el fondo se basan en un sistema de reparto y son estables».
Cierto pero con la particularidad de que el sistema no es acumulutatico (las pólizas o contratos se renuevan año a año) los asegurados no votan para elegir democráticamente la política económica de la aseguradora, y que ésta a su vez no puede obligar por la fuerza a los asegurados a mantenerse en el sistema, que son las tres cosas que caracterizan a la S.S.
Nuestro sistema de reparto de la S.S. es acumulativo, estamos obligados a participar y además podemos elegir democráticamente a los gestores, con el resultado de que los populistas juegan con ventaja electoralmente, porque primero te aseguran que con ellos tu pensión está asegurada y a continuación te la clavan rebajándo lo que haya que rebajar porque de donde no hay no se puede sacar.
Y es que una vez metidos en la trampa, salir de ella es casi imposible, porque democráticamente no será elegido nunca un partido que declare abiertamente que el sistema es insostenible y que eso implica el sacrificio de la generación que tiene que elegirlos en unas elecciones.
Para ser sinceros, yo sería el 1º que no votaría a un partido que me diga a las claras que sintiéndolo mucho mi futura pensión se ha esfumado. Por más razón que tendrían eso iría directamente contra mis propios intereses. Y en resumidas cuentas esa es la trampa en la que nos mantiene atrapados el sistema actual y por eso un partido no populista no tiene la menor opción de ganar unas elecciones.
Yo hablaba desde un punto de vista estrictamente técnico y no de su “justicia”. Es evidente que los seguros privados no son obligatorios… salvo el de automóviles, el de vida asociado a la hipoteca, el de responsabilidad civil de determinados profesionales, el de…. Por no hablar de aquellos que en la práctica lo son. (ironía off).
Un seguro obligatorio es necesariamente acumulativo (yo prefiero usar el término técnico de renovable) aunque yo pueda cambiar de compañía. Y además hay seguros que en la práctica lo son también porque dejarlo a partir de cierto momento es muy perjudicial debido, por ejemplo, a las penalizaciones. Es el caso de los fondos de pensiones o vida. Al fin y al cabo, este tipo de seguros no dejan de ser inversiones a largo plazo y cancelarlas antes de tiempo tiene repercusiones.
Y, sí. Las compañías de seguros también se presentan a las “elecciones”. Al menos una vez al año cuando toca renovar la póliza. Y por supuesto que hay “populistas”. A pesar de los esfuerzos de la Dirección General de Seguros siempre ha habido compañías que bajan demasiado las primas, ofrecen el oro y el moro con publicidad engañosa y lo que es peor: juegan con las provisiones y las reservas matemáticas aprovechando que que el coste real del siniestro no se sabe del todo hasta pasados unos años. El resultado de los “populistas” es casi siempre el mismo: distorsión del mercado sensato, quiebra, asegurados sin protección, intervención de la DGS y finalmente el Consorcio de Compensación de Seguros (o sea, todos) a apechugar. Hágame caso y no crea que tener un contrato de seguro es realmente “seguro”. Perdone el juego de palabras.
En todo caso eso no es el fondo de lo que yo planteaba. Mi comentario iba en la línea de explicar que un sistema de reparto no es una estafa. Funcionará si y sólo sí, el ratio de activos y pasivos se mantiene alto. Y eso con independencia de que nos parezca correcto o un abuso el sistema y con independencia de si es público o privado. Por otro lado los sistemas de capitalización en el fondo precisan del mismo ratio para ser estables y necesitan del apoyo de seguros complementarios por si hay que jubilarse anticipadamente por culpa de una enfermedad o no se puede aportar durante cierto tiempo por estar en el paro. Y con el problema añadido de que las inversiones pueden salir mal y que las mismas autoridades económicas pueden hacer que queden en nada vía política monetaria o depresión. Insisto en que cualquiera que esté cobrando rentas durante estos últimos años de sus inversiones puede dar cuenta del problema.
Por último, un sistema de reparto tiene ciertos beneficios poco ortodoxos desde el punto de vista económico, pero igualmente ciertos. Me estoy refiriendo a la cantidad de pensionistas con ingresos estables que no están afectados por la crisis económica y que gracias a ello han podido ayudar a sus hijos y mantener el nivel de consumo.
No me entienda mal. No soy un defensor del sistema de reparto (ni del de capitalización). De lo que soy defensor es de analizar los problemas analizándolos en los términos que le afectan y dejando de lado aspectos políticos o los perjuicios a favor o en contra de lo público o lo privado. Gato blanco, gato negro… que diría el clásico de los años 80 🙂
«El resultado de los “populistas” es casi siempre el mismo: distorsión del mercado sensato, quiebra, asegurados sin protección, intervención de la DGS y finalmente el Consorcio de Compensación de Seguros (o sea, todos) a apechugar. »
Fíjese que diferencia: en el ámbito político, a los populistas que defienden el sistema actual de reparto, les va tan bien, que a pesar de que nos la meten doblada rebajando las pensiones cuando ya no hay más remedio, absolutamente todos los partidos con opciones electorales defienden a «machamartillo» las bondades de un sistema de reparto que hace aguas por todos lados.
Por cierto, yo no niego en absoluto que un sistema de capitalización esté exento de riesgos: básicamente el riesgo inherente que tiene prestar tu dinero a «alguien» a largo plazo. Si aciertas estupendo y si no, más vale que hayas pagado un seguro que te cubra. De hecho el sistema libre funciona así: el que se equivoca pierde, mientras que el que acierta gana.
Simplemente afirmo, que desde cualquier punto de vista, las huchas comunes características de los sistemas de reparto están condenadas al fracaso como lo están la mayoría de las empresas «colectivistas» porque parten de la falacia de que «todos podemos ganar indefinidamente» y sencillamente, la naturaleza no funciona de esa manera.
Por centrar el tema. ¿Usted afirma que cualquier sistema público de reparto está condenado al fracaso, que cualquier sistema de reparto está condenado al fracaso o que cualquier sistema público está condenado al fracaso? Porque en mi opinión ninguna de las afirmaciones es cierta.
Obviamente se puede gestionar mejor o peor un sistema de pensiones pero ese no es el problema que hace que el futuro sea negro. Lo que ha ocurrido es algo relativamente insólito. Ha habido una combinación de tres factores: un incremento de la natalidad en los años 60 (el baby boom), simultáneo con un aumento de la esperanza de vida y posteriormente una caída brusca de la natalidad. Los tres factores condenan a la generación del Baby Boom a unas pensiones míseras y cuestionan el sistema, pero una vez alcance el equilibrio, cuando la natalidad y la mortalidad estén más o menos parejos y la jubilación se adecue a la esperanza de vida el sistema volverá a ser estable. Y los tres factores son algo raro en la historia. La esperanza de vida permaneció muy baja hasta los antibióticos y la natalidad estaba «controlada» por lo mismo.
Es cierto que en términos generales lo lógico es que «el que la haga, la pague», pero no puede pedir que el conjunto de la población tenga la suficiente cultura financiera para que no sean pasto de desaprensivos estilo «forum» o «preferentes». Muchos de esos clientes (no todos) eran víctimas inocentes. Y estamos hablando de condenar o no la pobreza al jubilado que se equivoque.
No ponga tanto énfasis en la propiedad o en el modelo. Cualquier sistema deberá estar fuertemente regulado. Volviendo a las compañías de seguros y los bancos, son sectores con una regulación alucinante y ha habido un montón de problemas. Y ni le cuento los chiringuitos financieros.
Por centrar el tema: afirmo concretamente que el sistema público de reparto español de la S.S. está condenado al fracaso. Además estoy completamente de acuerdo con usted en que los 3 factores que más han contribuido al fracaso son los que usted ha expecificado: un incremento de la natalidad en los años 60 (el baby boom), simultáneo con un aumento de la esperanza de vida y posteriormente una caída brusca de la natalidad.
A lo anterior añado el problema general que existe en cualquier sistema que pretenda lo que considero un imposible: asegurar que pese a tomar decisiones equivocadas, el sistema puede evitar que se sufran las consecuencias derivadas de ello.
Ese fallo, que desde mi punto de vista es crítico, es el que encuentro en cualquier sistema de tipo colectivista, al cual pertenecen los sistemas de prevención social de reparto.
La razón es de ello es que dado que la naturaleza humana es biológicamente egoísta, solo estamos dispuestos a pagar personalmente el costo de asegurarnos contra la toma de decisiones equivocadas (por ejemplo invertir en un negocio que resulta ruinoso) si no podemos » cargar» a los demás con ese coste adicional.
Por eso es por lo que, por ejemplo, algunos, contratan seguros de vida, o seguros contra el impago del alquiler o pensiones privadas. Porque si no lo hacemos nosotros mismos no va a venir nadie a hacerlo por nosotros. Y por eso en general, los seguros privados funcionan, pese a los inevitables y minoritarios casos de quiebras y estafas.
En definitiva funcionan porque son voluntarios, porque hay competencia y porque si contratas tu seguro con la cia equivocada palmas.
Justo lo contrario de lo que ocurre con la S.S. estatal: es obligatoria, sin competencia y, pese a todas las evidencias, vende la falacia de que pase lo que pase en el futuro (por ejemplo el fenómeno del baby boom) nunca pagaremos nuestras malas decisiones (por ejemplo elegir dirigentes populistas para gobernarnos).
Un último comentario: usted dice que «Volviendo a las compañías de seguros y los bancos, son sectores con una regulación alucinante y ha habido un montón de problemas. Y ni le cuento los chiringuitos financieros» con lo que estoy completamente de acuerdo. Sin embargo lo antecede con «Cualquier sistema deberá estar fuertemente regulado», con lo cual estoy en completo desacuerdo, ya que me parece contradictorio admitir que sistemas fuertemente regulados presentan problemas y simultáneamente abogar por más regulación.
Regulación que en el 99% es básicamente más papeleo burocrático, y que usted admite que no evita los problemas de sectores fuertemente regulados.
Mi opción es justamente la contraria:
¿que tal si probamos a eliminar regulación y hacemos responsables a la gente tanto de sus aciertos como de sus errores, que es como funciona el cada vez más menguado mundo real, en el que hasta ahora los políticos no han conseguido meter sus narices?.
Aunque al paso que vamos no me extrañaría nada que los políticos acaben regulando y pretendan asegurarnos contra la elección de una mala pareja o unos estudios universitarios sin salida profesional (cosa, esta última que por cierto ya hacen, al menos para los suyos, vía enchufes).
En fin, ya conoce mi opinión. Los sistemas de pensiones, todos, dependen básicamente de la demografía. Los de capitalización, además de la buena gestión el fondo. Si son privados, ambos modelos, dependen también de la coyuntura económica en el momento de percibir las rentas. No espere tener buenas rentas (en poder adquisitivo) de un sistema privado, ya sea de reparto o de capitalización, en medio de una crisis económica. Un sistema público puede compensar el problema de varias formas, siendo la más evidente jugar con la deuda pública e intentando luego enjugar esa deuda en épocas de bonanza. Ya sé que la tentación del político sería no amortizar esa deuda, pero uno privado no tiene ni siquiera la capacidad de endeudarse en tiempos de crisis.
Yo creo firmemente que las cosas tienen consecuencias y así educo a mis hijas, pero intento ver también las consecuencias no inmediatas y no poner a tomar decisiones a la gente que no puede tomarlas. Me explico. Si la uno decide no hacerse un plan de pensiones o se equivoca en el sistema elegido se volverá pobre a la vejez, pero si eso le pasa a mucha gente se producirá un empobrecimiento general de la sociedad y tendrá consecuencias sociales y políticas que pagaremos todos. Incluyendo aquellos que acertaron en la elección. Resulta muy atractivo haber dejado caer el sistema de cajas de ahorro, pero los que habrían sufrido las consecuencias no serían sólo los políticos que las dirigían, sino la gente normal que no sabe leer los balances ni tiene capacidad para entender cómo funcionan. Y a la postre todos, incluso los que no teníamos cuentas en las cajas habríamos palmado pasta y habría sido mas caro que la (mala) solución de intervenirlas.
Creo en la regulación. Creo en existencia de autoridades que homologan los títulos de medicina y me evitan tener que examinar a cada médico al que voy (aunque hay cada uno…). Creo en los títulos oficiales de FP que hacen que los electricistas no ocasionen incendios (casi nunca). Creo en la DGS que vigila que las compañías de seguros no hagan (demasiadas) barbaridades. Creo en el Banco de España que impone reglas de comportamiento a los bancos para que los chiringuitos no proliferen (demasiado). Creo en la CMNV que hace que invertir en bolsa no sea meterse (casi nunca) en la cueva de Alí Babá.
Y no hay que ir a cosas tan trascendentales para la sociedad en su conjunto. Yo quiero que cuando compro un reproductor de DVD o un teléfono móvil cumpla unos requisitos mínimos de funcionamiento y seguridad para que si cojo un teléfono móvil no me a estalle en la oreja.
Hay fallos garrafales que todos conocemos pero bastantes menos que si no hubiese regulación de ningún tipo o una regulación mínima. Ese era el sentido de mi frase sobre sobre la regulación alucinante: A PESAR de ella ha habido fallos y MÁS en los chiringuitos financieros. Se puede discutir si la regulación es excesiva en algunas cosas (lo es) y demasiado laxa en otras (lo es) pero no es razonable cargar al consumidor con toda la responsabilidad.
Para terminar, puede ser válido un sistema de pensiones donde se pueda elegir la compañía y donde el asegurado tenga un cierto margen para decidir la cantidad aportada y el nivel de riesgo, pero siempre teniendo en cuenta que: a) si la demografía no acompaña, ningún sistema funciona, b) debe ser tan obligatorio como el seguro de automóviles a terceros, c) las aportaciones mínimas deben ser calculadas por actuarios y no por políticos y d) el mundo 100% seguro no existe y el futuro no lo conoce nadie.
Completamente de acuerdo con su intervención. Yo no digo que no deba existir cierto nivel de regulación. Lo que digo es que en la inmensa mayoría de los casos, el nivel de regulación que sufrimos es abrumador, inútil y contraproducente. No tengo a mano el dato del nº de leyes, reglamentos, etc, etc, que cada año se publican pero recuerdo que la cifra es absolutamente aberrante.
Un último comentario sobre las Cajas de Ahorros: coincido con usted en que la solución que se dió al problema fué la menos mala, pero en mi opinión este ejemplo ilustra a la perfección el núcleo de lo que estamos debatiendo. La cuestión fundamental es que el 99% de las Cajas de ahorros quebraron, al contrario que la mayoría de los bancos privados que no lo han hecho. Eso, desde mi punto de vista ilustra que el problema no era de falta de regulación, que en teoría existía, sino de que las Cajas de Ahorro, por su naturaleza «no privada» se habían convertido en una trampa al servicio únicamente de los grupos políticos que las dirigían y se servían de ellas.
Visto de ese modo, su desaparación era inevitable y creo que a la larga es lo mejor que nos ha podido pasar: el próximo político que quiera montar un banco público lo va a tener muy difícil para encontrar pardillos que crean que sus «ahorros» estarán seguros depositados en el «banco del pueblo». Con regulación o sin ella, lo van a tener realmente díficil para engañar de nuevo a la gente. Cosa distinta es que lo impongan a la fuerza, regulación mediante.
Por último: estoy de acuerdo tb con usted en el sistema de pensiones que propone y los comentarios que hace al respecto.
Se me olvidaba comentar que en mi opinión, la razón fundamental de que los móviles no suelan explotarnos en las orejas no es la regulación, sino la competencia.
Desde mi punto de vista la existencia de competencia (y el mundo de la tecnología es el mejor ejemplo, desde la telefonía móvil al de automoción) es lo que realmente explica que disfrutemos de buenos móbiles y de buenos automóviles: sencillamente porque los que vendan malos cacharros, y por supuesto los estafadores, podrán engañar a un nº muy reducido de usuarios, ya que por nuestro propio interés somos nosotros mismos los que nos preocupamos por no ser engañados, sin necesidad de que «Papá estado» regule para protegernos: basta con que permita la libre competencia y sea capaz de gestionar una justicia ágil para las reclamaciones judiciales que se produzcan.
Sin competencia real, por más miles y miles de páginas del BOE que regulen un sector determinado, estará garantizado el fraude, la incompetencia y a medio plazo la quiebra.
Y mucho me temo que eso es la S.S. social estatal española.
Decir que el sistema Ponzi de Seguridad Social es una estafa porque lo dice el código penal es absurdo. Los delitos son siempre para los demás, no para el estado.
El estado está autorizado para robar, secuestrar e incluso asesinar. Simplemente no pagues impuestos, serás encarcelado y si presentas resistencia te pueden matar. Una persona que quisiera robarte el dinero, incluso para una buena causa, no podría.
Respecto a las pensiones, en España hay dos grandes partidos, las izquierdas autodefinidas como tal, básicamente funcionarios y desempleados, Podemos, PSOE, Cs etc.., y el PP, partido de los jubilados. Y entre ambos son mayoría absolutísima de votos. Y todos se mantienen de estrujar a lo poco productivo que queda en medio.
Asertus. El robo es robo, lo haga quien lo haga. Otra cosa es su tipificación en el Código Penal.
Respecto de convencer a la gente, me temo que puede hacer falta muchísima pedagogía para explicar convincentemente el problema.
El sistema no tiene otra que acabar derivando a una depauperización de la sociedad productiva a la que se dejará lo justo para vivir, sustrayéndole el resto para afrontar los gastos de un Estado cuya hipertrofia crece sin fin, arrastrada por una pirámide de población en proceso de inversión. Sálvese el que pueda.
Arturo: Mi pregunta es: ¿A parte de Chile, dónde puede irse uno que no tenga este sistema de Seguridad Social?
Que yo sepa al menos en Singapur no existen las pensiones del Estado, ni siquiera obligación estatal de ahorrar; en Honk-Kong pasa algo parecido. Desconozco otros países, pero tiene que haber otros lugares que no estén en esta espiral Ponzi con tal malas perspectivas; es algo que sería interesante indagar, por lo que pueda hacer falta.
El drama de España es que millones de pensionistas han sido saqueados durante su vida y privados del dinero que ahora les permitiría vivir sin depender de nadie, con lo que el Estado ha de asumir su compromiso de mantenerlos, aunque sea cada vez en más precarias condiciones, y como ya sabemos actualmente es imposible hacerlo sin saquear a unas generaciones más jóvenes, cada vez proporcionalmente menos numerosas respecto al número de pensionistas. El Estado debería afanarse en buscar o crear sus propias fuentes de riqueza y evitar el saqueo fiscal.
La verdad que no puedo por menos que dar la razón a toda la gente joven que se marcha a países en que no vayan a ser sometidos a semejante saqueo creciente, por mucho que ello amenace mi pensión y pueda mandar a mis hijos a miles de kilómetros de aquí.
«Que el PP se ha gastado dos tercios del Fondo de Reserva de la Seguridad Social. ¿En qué? En hacer frente a todos los pagos imprevistos que le iban saliendo al Estado.»
No sólo eso. Si además tenemos en cuenta que la famosa «hucha de las pensiones» invierte en deuda pública española, en realidad es otra forma más de financiar los gastos corrientes del Estado, que de esta forma se presta a sí mismo. El problema sería como además la deuda entre en default, siendo el Fondo de Reserva uno de los principales acreedores.
Técnicamente, el fondo de reserva sólo puede invertir en activos que tengan un rating de triple A (la máxima calificación). De modo que, querida Bertie, usted y yo (y todos los demás) nos podemos echar unas risas con la deuda pública española y el fondo de reserva. Como esta risilla floja que te entra cuando el error es descomunal y las consecuencias imprevisibles. Sí, exactamente esa risilla.