El futuro de la movilidad indivudual es el coche eléctrico, proclaman desde los mismos púlpitos bajo cuyos atriles se oculta la consigna “debemos terminar con la movilidad individual, antiecológica e inefectiva”. Y se quedan tan anchos.
Hace unos días mi hijo me preguntaba por qué nosotros no teníamos un coche eléctrico. Total, ya usamos uno híbrido, el paso no sería demasiado grande. Y algunos ya los usan, sin problemas.
Pero, ¿Quiénes son y por qué son tan pocos? Podemos clasificar al usuario de coche eléctrico en tres categorías: el comprador convencido, el comprador por motivos políticos y los compradores de lujo. Los primeros están convencidos de hacer algo bueno, o al menos de llevar un estilo de vida ecológicamente correcto y son lo suficientemente ricos como para permitírselo. La motivación política es la que lleva a la compra de vehículos oficiales, asociaciones, etc., con el afán de liderar con el ejemplo y a sabiendas de que no es el dinero propio el que se invierte. Los compradores de lujo complementan su aparcamiento privado con un Tesla o un BMW para la conducción urbana. Los tres grupos son relativamente pequeños y lo seguirá siendo.
Los coches eléctricos son, debido a sus conocidas desventajas (un precio demasiado alto, corto alcance y tiempos de recarga largos) una rareza del mercado automovilístico. Y en esos tres factores, las políticas y los sermones no cambian nada. Lo único que cambiaría algo es el desarrollo de tecnología. Si se hacen realidad los anuncios de Bosch y otros fabricantes y el precio de la batería se redujese a la mitad, al tiempo que duplica su rendimiento, la situación en cinco o diez años quizá sea diferente. Decía que las políticas no cambian nada… y no es exactamente correcto. Siempre podemos subvencionar la compra de coches eléctricos, aunque sigan siendo caros e inefectivos.
Bien, subvencionemos. ¿Por qué? ¿Por los grandes beneficios para el medio ambiente, el clima, la humanidad que generan los coches eléctricos? Los chinos, con su problema del smog, habría reconocido el problema y tomado la iniciativa, me dicen. Envidioso, me pongo a buscar datos (¡soluciones!) en las publicaciones que nos llegan desde el lejano oriente. Allí, las ventas de coches eléctricos de gama alta, subvencionadas con casi $ 10.000 por vehículo, han aumentado cinco veces en el último año. Casi 250.000 vehículos puramente eléctricos fueron registradas en 2015. En 2020, de acuerdo al plan de los dirigentes chinos, llegarán a los 5 millones de coches eléctricos.
Parece que la cosa funciona, ¿no? Resulta que, según los recientes estudios de la Universidad de Tsinghua, los coches eléctricos, en comparación con los de gasolina, generan entre dos y cinco veces más emisiones. Ojo, no hablamos de emitir CO2, hablamos de emitir los verdaderos causantes del smog: SOx, NOx, micropartículas. Ello se debe simplemente a que la mayor parte de la energía eléctrica de China con la que se cargan las baterías, proviene de plantas de carbón sucias. Los investigadores han evaluado cuál es la mejor alternativa a los motores convencionales de gasolina, los coches eléctricos o coches mucho más baratos que funcionan con gas natural. El resultado: los coches de gas natural reducen la emisión de gases de efecto invernadero, partículas, polvo fino, óxidos de nitrógeno y dióxido de azufre en un -respectivamente- 6%, 7%, 20%, 18% y 22%. Los coches eléctricos aumentan las emisiones de los cuatro agentes contaminantes en un 360%, 250%, 120% y 370%. Vistos los datos, las subvenciones a los coches eléctricos estarían mejor invertidas en plantas de energía más limpias. Sólo cuando veamos un progreso enorme en ese campo (no en el de las subvenciones, en el de las plantas de generación limpias), que tomará décadas, podremos empezar a considerar los coches eléctricos como la alternativa más limpia.
Mi hijo imprimió el paper y se fue diciendo: lo entiendo.
¿Has cogido el ejemplo de China para explicar a tu hijo por qué no tienes un eléctrico en España? Pues le has enseñado mal. Quizás le deberías de haber informado de que el mix de producción energética es radicalmente diferente en España, donde hasta un 40% de la electricidad consumida proviene de fuentes limpias y renovables y el carbón que llega además viene casi siempre de centrales de ciclo combinado que no solo son más eficiente sino que contaminan hasta cuatro veces menos, como mínimo.
Pero aun podrías haber ido más lejos y decirle que en España existen alternativas (Somenergia o Lucera, por ejemplo) que, sin incrementar el coste (casi al contrario), certifican que tu consumo eléctrico puede ser 100% proveniente de energías limpias y renovables.
Quizás, solo quizás, tu hijo hubiera entendido mejor la realidad de España y que ninguna de las cifras que expones son reales en nuestro país, ni sirven ni siquiera de media excusa para negarle su “capricho”. Más bien, todo lo contrario!
Tampoco creo conveniente dividir a las personas y sus motivos en tres tipos (mala enseñanza es esa para nuestras futuras generaciones, de hecho), puesto que pueden existir una mezcla de motivos y también los “ricos” pueden tener motivos ideológicos y ser compradores convencidos por una causa.
Dicho todo esto, que a lo mejor te conviene re-visitar y re-analizar para no confundir al lector, concuerdo contigo en que las subvenciones directas a la compra nunca suponen un incentivo real. De hecho, en este caso concreto, es más bien al contrario, permitiendo a las marcas mantener un precio elevado de los VE. No lo desarrollaré más (no soy visitante asiduo de este blog) pero, al menos en eso, coincidimos.
Llamadme loco, pero lo mejor sería plantearse en reconstruir las ciudades partiendo de cero.
Creo que se ha dicho casi todo en los comentarios y
el artículo sobre el coche eléctrico así que no insistiré en ello. Es un tema
que me ha tocado profesionalmente. Hace veinte años estaba convencido de que el
motor de combustión interna tenía sus días contados, pero ahora sé que no
tenemos (ni se avista en el horizonte que podamos tener), un recipiente de
energía que pueda competir con un depósito de combustible: densidad energética
por unidad de masa, sin efecto memoria, recargable en un par de minutos y
sumamente económico. Las pilas químicas tienen grandes problemas en esos
conceptos y limitaciones físicas insuperables en todo lo que se conoce hoy
(probablemente para siempre), el hidrógeno, a fuer de muy peligroso, carece de
densidad energética (es el elemento más ligero) en cualquiera de sus formas de
almacenamiento: gas comprimido, licuado o disuelto. Con un gran depósito para
un coche podríamos hacer menos de 50Km. Todos los demás problemas (costes,
contaminación, legislación, fiscalidad, etc.) tendrían solución, sin embargo
existe una poderosa razón para sacarlo adelante, y es que decenas de miles de
personas mueren cada año en las ciudades, principalmente, entre una y dos décadas
antes de lo que podrían esperar por efecto de la contaminación por gases resultado
de la combustión (las calefacciones hacen también mucho daño) de los motores de
vehículos. Considerando además que la mayoría de los recorridos de los sufridos
conductores de ciudad oscila entre los 20 y 30 Km/día, un vehículo eléctrico pequeño,
de unos 80Km de autonomía, recargable en el garaje sería un gran adelanto. Si
no ha triunfado ya es por razones ajenas a la tecnología.
JJI: ¿Qué razones son esas a las que te refieres?.
En el comentario de Asmith se exponen serios problemas “prácticos” que hacen inviable, hoy por hoy, que miles de coches eléctricos se carguen a la vez en nuestros garajes, porque no tenemos una red eléctrica adaptada a esa demanda energética ni las centrales generadoras de la energía necesaria.
Se puede aducir que eso no son problemas tecnológicos, pero yo prefiero ver la tecnología como un “todo” y por descontado, sin disociarla de su rentabilidad. Una tecnología que existe pero que no es rentable es una tecnología inmadura.
Dicho de otra manera: la automoción convencional funciona porque se ha desarrollado una tecnología “completa” que abarca desde la industria petrolera, de refinado, y de trasporte y distribución hasta los propios automóviles de combustión, que lo hace posible y económicamente rentable frente a sus alternativas.
Por tanto, el problema no se reduce simplemente a sustituir el coche convencional por el eléctrico, sino lo que eso implica a nivel de generación, transporte, almacenamiento y distribución, desde la gran escala hasta la escala individual de la energía eléctrica necesaria para la sustitución.
Y eso son problemas tecnológicos, en el sentido de que hoy por hoy, careceremos de tecnologías que sean rentables para hacerlos realidad.
Totalmente de acuerdo con tu punto de vista en general, PVL. Y Asmith y otros, como dices, ya han apuntado los problemas técnicos que existen, tales como la red eléctrica insuficiente (fácil de resolver) y el coste de las baterías (sin clara solución pero asumible en pequeños vehículos mono o biplaza ) que hacen que la tecnología del automóvil eléctrico hoy no sea
rentable (si obviamos el coste de las enfermedades y muertes causadas por la contaminación). Pero existen otras razones. Una de las más importantes es la dualidad de necesidades que tenemos para el transporte: necesitamos tener un vehículo que pueda hacer largas distancias, amplio y cómodo, y otro pequeño, para cortas distancias, casi como un auto de choque (incluso con su neumático) para la ciudad. Eso es imposible solucionarlo con un único vehículo. Un intento es el híbrido. Un engendro –lo siento Luís- al que en ciudad el eléctrico le daría cien patadas y en carretera el convencional. Pero tener dos vehículos (dos tipos) implica todo un cambio de mentalidad, fiscal y de circulación en ciudad. Afectaría hasta el diseño de los edificios y las vías. Y también a muchos prejuicios establecidos. Por ejemplo, es absurdo pagar un seguro o un impuesto de circulación por cada vehículo que poseas. El seguro o el impuesto debería ser a la persona, ya que aunque tenga veinte vehículos, sólo puede conducir uno cada vez (el riesgo no se multiplica sino que se divide para la aseguradora, pero eso significa pérdidas para ella y para quien fiscaliza). Por otra parte están los costes de adaptación de las ciudades. También los de las factorías de automóviles que habrían de modificar sus estructuras (pero esto no sería un problema si vieran negocio) y la propia mentalidad de la gente, que tendría que comprender que es mejor utilizar una herramienta adecuada a cada caso en lugar de una multiusos (las navajas suizas se llevan a la montaña para ahorrarte varias
herramientas, porque si no, no existirían). Y el propio cambio de estructura plantearía muchos otros problemas menores, pero pronto la gente comprendería que es mejor tener cuchara y cucharón que hacerlo todo con sólo uno de los dos útiles. Es mejor desplazarte 20Km en un monoplaza de unos 200Kp o un biplaza de unos 300Kp, en una ciudad que de repente ha cuadruplicado su capacidad relativa, en un aire no tóxico, en lugar de hacerlo con otro de 1400Kp, o más, a 17Km/h de media (ignoro a qué media podrían ir los eléctricos, pero seguro que más). Incluso energéticamente podría salir rentable. Pero debería ser barato (nada de otra burra fiscal). Para la carretera el coche de combustión interna tradicional, que no tiene rival, y que no entrará en la ciudad salvo excepcionalmente (ocupando dos carriles, ahora más estrechos). Eso implica garajes –privados o públicos- en
las afueras de las ciudades (muy baratos por el precio del suelo, y liberando mucho espacio caro en la propia ciudad). Y no tendrá rival incluso cuando tengamos que fabricar la gasolina en una factoría (¿con energía de fusión, por ejemplo? ¿O renovables? ¡Qué más da, si se puede!) a partir de carbón (o CO2) y agua, porque un depósito de combustible es y será la mejor batería mientras no se inventen las atómicas.
Para no defraudarnos, como siempre, puedes apostar a que el problema principal es político. ¿Pensar a largo? ¿Qué es eso? ¿Para que cambiar lo que a ellos ya les está bien?
JJI: un simple comentario a esto en concreto: ” la red eléctrica insuficiente (fácil de resolver)”.
A mí, de entrada me parece un problema de narices.
Por descontado no tengo los datos, pero a bote pronto, solo con imaginar la cantidad de energía que se consume en automoción convencional en las ciudades (limitando la sustitución a tu escenario) que debería ser generada y trasportada por la red eléctrica, supongo que como mínimo supondría duplicar la capacidad de la red actual y eso es una auténtica barbaridad, con unas afecciones enormes en muchísimos ámbitos: pensemos en lo que implica duplicar el nº de centrales, duplicar la red de distribución, en alta, media y baja tensión etc.
No digo que sea imposible, pero si digo que es un problema de narices.
Personalmente, no creo que veamos nada parecido hasta que las centrales de fusión nuclear sean una realidad (si es que llegan a serlo) y tengamos electricidad de sobra.
Volvemos a los problemas del lenguaje. Cuando digo fácil, me refiero a que es algo técnicamente resuelto. Y en España tenemos una capacidad de generación que casi dobla la necesaria (está de resguardo para cuando fallan las renovables). Podrían estár al 100% todas ellas, y no hay que hacerlo de golpe. Se puede empezar por las capitales más problemáticasas, pero no es mi intención extenderme sobre ello. Lo que proponía es un cambio de modelo. Eso siempre cuesta. ¿Te imaginas qué le pasaría al transporte público, por ejemplo, ya de por sí antieconómico, si encima se minimizaba drásticamente el problema?
Yo reconozco que siento cierta atracción hacia los coches eléctricos. Sin embargo, dicha atracción no viene motivada por aspectos ecológicos. En realidad tengo serias dudas de que el impacto ambiental de un coche eléctrico sea inferior que el de uno de gasolina de similares prestaciones (principalmente en lo que se refiere a la fabricación de baterías, que cada vez utilizan materiales más raros y difíciles de conseguir para aumentar su eficiencia y capacidad)
Más bien soy de esos que ven atractivo sentirse poseedor de un producto que es tecnológicamente diferente a la mayoría de sus homólogos. Ser poseedor de un coche eléctrico me convertiría en propietario de un coche diferente a lo dominante. Lo reconozco, soy bastante caprichoso (aunque mi nivel de ingresos no me permiten materializar esos caprichos).
Mucha gente tiende a pensar que el problema de la autonomía se irá solventando a medida que se fabriquen baterías con mayor capacidad. Pero no tienen en cuenta que una limitación muy a tener en cuenta es la recarga de las baterías.
Un coche eléctrico utilitario como los que se están viendo, vienen a consumir entre 10 y 14kwh de electricidad para recorrer 100km con un uso normal. Sí, a fecha de hoy el precio de esa energía eléctrica es bastante más barata que los 5-6 litros de gasolina (o 4-5 litros de gasóleo) que consumiría un utilitario con motor térmico de similar tamaño y prestaciones. Pero yo no voy por ahí. Yo voy al tema práctico de recargar el coche en nuestra casa.
Para cargar el coche eléctrico en nuestra casa, metiendo 10kwh de energía eléctrica, en una toma de corriente de 2kw (lo que viene a consumir un horno), necesitaríamos 5 horas. Si la batería tiene capacidad de unos 20kwh (que darían para entre 140 y 200km en el mejor de los casos), necesitaríamos una potencia de 4kw durante 5 horas o 2 kw durante 10 horas. Eso todavía parece viable en un domicilio normal.
Pero si nuestro coche tuviera una batería con autonomía para recorrer 600km, en el mejor de los casos su batería debería almacenar entre 60 y 80kwh. Si queremos recargar esa batería por la noche en unas 8 horas, necesitaríamos tener una toma de corriente capaz de suministrar 10kw de potencia (y además deberíamos tener como mínimo esa potencia contratada con la comercializadora eléctrica).
Otro tema a tener en cuenta es que, si la moda de los coches eléctricos crece a un ritmo más rápido de la cuenta, puede convertirse en un problema si las redes de distribución no se amplian al mismo ritmo. La recarga de los coches eléctricos a nivel doméstico se realizará mayoritariamente por la noche. Así, si llegáramos a una situación en la que la mitad de los coches son eléctricos, en el parking de cualquier edificio residencial tendríamos decenas de coches cargándose al mismo tiempo demandando mucha corriente eléctrica (además de la demanda típica de calefacción o aires acondicionados en determinados meses). Habría que ver si las redes de distribución están dimensionadas para esa demanda.
Adivinar el futuro sin apostar nuestro dinero en ello es un pasatiempo divertido. Cosa distinta es arriesgar nuestro capital invirtiendo en aquellos “inventos” que creamos tendrán éxito en el futuro. Esto ya son palabras mayores, y que yo sepa, pocos de los que se atreven tienen éxito.
¿Cuántos de nosotros habría apostado por la telefonía móvil cuando el primer “móvil” era como un ladrillo y pesaba dos kilos? Al menos yo no habría apostado a que en pocos años, casi 3 mil millones de personas iba a tener un descendiente de ese ladrillo en su bolsillo. Si lo hubiera adivinado ahora sería multimillonario.
Tres cuartos de lo mismo con los coches eléctricos, las energías renovables, etc, etc. Lo único que sé con certeza del futuro es que los inventos que demuestren eficacia y rentabilidad se acabarán inexorablemente imponiendo y convertirán en obsoletas las tecnologías actuales.
Por eso estoy absolutamente en contra de que los políticos subvencionen con el dinero de todos sus particulares apuestas: por ejemplo las renovables, los coches eléctricos o lo que toque. porque me temo que del futuro tienen exactamente la misma idea que yo, básicamente 0.
Por cierto y para terminar: un papel muy importante de los “ricos” y que a menudo no se repara en él, es precisamente servir de “cobayas” probando a costa de su dinero la utilidad o eficacia de las primeras versiones comerciales de los inventos, que precisamente por ser las primeras tienen un precio disuasorio para el resto.
Razón de más para que con dinero público no se subvencione “los caprichos” que los ricos pueden permitirse.
Se ponga la solución que se ponga, hay que poner una solución. A estas alturas es imposible negar los vaivenes que la contaminación está provocando (Madrid, Barcelona, Pekín, …). Yo animaría a seguir en la investigación y buscar alternativas (que no tienen que ser eléctricas, por ejemplo) al consumo de carbón y gasolina porque son como el plomo. Las sustancias que recibimos por emisión de gases las estamos tragando y metiéndolas en nuestro cuerpo. Es para reirse de los anti-tabaco y sus quejas de “fumadores pasivos”. Yo, tu y todos somos fumadores pasivos de cualquier vehículo que circula y multiplicado por 10 con respecto a un cigarrillo.
Muy de acuerdo con tu comentario, Kielvi. Hombre, el plomo es un metal pesado altísimamente tóxico en pequeñas cantidades incluso, pero las micropartículas y los NOx y sus derivados son contaminantes muy importantes que debemos eliminar cuanto antes.
Por lo poco que he leído al respecto, creo que la solución al tema de la contaminación en las ciudades debida al automóvil vendrá más bien por los motores de hidrógeno.
Deberán tener más duración entre recargas que los eléctricos, prácticamente como los de gasolina, y como resultado de su “combustión” sólo tenemos agua. Al final es un motor eléctrico pero en vez de batería tiene una “pila de hidrógeno”.
Igualmente la electricidad hay que producirla, pero puede ser con gas, nuclear, solar, etc…
Está el Honda FCX Clarity y otros..
Admito que los Tesla son espectaculares, pero que tengan un motor eléctrico con batería o con pila de hidrógeno es más anécdota que categoría.
Saludos
El hidrógeno es una posible solución que siempre he visto interesante. Pero a día de hoy le veo unos inconvenientes:
– Su obtención a partir del agua mediante hidrólisis es por ahora más bien ineficiente, y necesitaríamos mucha electricidad para producir una cantidad de hidrógeno que después nos dará un poco de electricidad.
– Su almacenamiento es muy limitado. Para poder almacenar una cantidad suficiente hay que comprimirlo a presiones altísimas (hablo de memoria, pero creo que rondaban el orden de 200 bar), o habría que licuarlo para lo cual habría que mantenerlo a temperaturas de casi -200ºC.
A mi personalmente me da miedo llevar un depósito con un gas que, con el simple contacto con el aire, se inflama (y explota) si se encuentra en cierta concentración. Todos tenemos en la retina la imagen de la explosión de hidrógeno de la central nuclear de Fukushima…(no fue una explosión nuclear, sino fue hidrógeno que se liberó por una reacción química, y explotó al entrar en contacto con el aire)
Si, si, pero si tuviera pasta me compraba un tesla pero ya.
No, yo prefiero un Lexus híbrido, por ejemplo.
Pero como esto no va de pasta, sino de “salvar el planeta”, esperaremos a que las “soluciones máguicas” de los “profetas modernos” funcionen como deben.
Pues está claro que no estás informado sobre el coche eléctrico, lo que no te impide escribir sobre ellos.
Lo mejor si duda, es que te informes de la tecnología en fuentes variadas.
Por ejemplo el grupo de científicos preocupados. Aprenderás mucho de ellos, como por ejemplo que la diferencia de emisiones en el proceso de fabricación entre un modelo convencional y uno eléctrico es apenas 1 tonelada de CO2, que el coche eléctrico recupera apenas en un año en la carretera.
Sobre que son para concienciados a los que le sobra el dinero, es justo al revés. Pasta debes tener para tener un coche diésel, con sus 50 euros cada vez que pasas por la gasolinera, o las sorpresas de las reparaciones y mantenimientos.
Dos años con un coche eléctrico, y cero euros en mantenimiento y apenas 200 euros de electricidad en 25.000 kms.
En realidad, lo del coche eléctrico no es más que otro santo grial con el que los gobiernos pueden tener entretenida a la población soñando con un futuro limpio, ecológico, sostenible, y verdes campos donde florecen las amapolas. Lamentablemente, mientras no progrese la tecnología de las baterías, seguirá siendo una curiosidad científica, y como mucho servirá para ir y volver al trabajo si no vives muy lejos de la oficina. A fin de cuentas, los coches son para viajar, y si tienes que estar siempre pendiente de cuánto va a aguantar la batería y dónde vas a recargarla, pues vaya gracia…
Y si hablamos de ecología, habría que tener en cuenta también las cantidades de tierras raras y compuestos tóxicos de difícil eliminación que son necesarios para la fabricación de baterías. Que además duran sólo unos 7 años.