Carolina Punset reivindica el feminismo

Escribe hoy Carolina Punset un interesante artículo en Libertad Digital sobre el error que, según ella, cometemos dando la espalda al feminismo o encorsetando cualquier reivindicación feminista en el insultante concepto de feminazismo. Echo de menos una reflexión sobre los motivos que han llevado a muchísima gente a desconfiar del movimiento feminista y a acuñar el término “feminazi”. Probablemente ello se deba a uno de los grandes defectos de los políticos (todos) españoles: no abandonan su torre de marfil más que para pedir votos y hacerse fotos. La gente es una muchedumbre alejada, allá abajo, a la que se debe pastorear, por su propio bien.

Bajemos nosotros a la calle.

En el día a día, son sobre todo las madres que trabajan las que se enfrentan a verdaderos problemas a la hora de poder desarrrollar conjuntamente su papel de madres y trabajadoras. Si la intención de los políticos y sus leyes de igualdad fuera realmente ayudar a las mujeres de todas las clases sociales, desde todos los ministerios nacerian iniciativas y presupuestos encaminados a mejorar el acceso a (por ejemplo) guarderías de jornada completa. Pero es justamente aquí donde no se alcanzan –ni se fijan- objetivos verdaderamente encaminados a facilitar la integración de las madres en la vida laboral. Al contrario, los ojos políticos están puestos exclusivamente en los consejos de administración, no en el cuidado de los niños de esas madres que quieren trabajar. Es más fácil conseguir grandes titulares (y comprar votos de forma más barata) legislando igualdad en una junta de accionistas que trabajar – y gastar- denodadamente por la mejora real de las condiciones de esa gran proporción de mujeres trabajadoras que viven su maternidad y no desean renunciar a su vida laboral.

Por otro lado, las dificultades de ser al mismo tiempo madre y trabajadora, son las responsables de la mayoría de los desequilibrios salariales entre hombres y mujeres. Ellas trabajan menos horas.

[mks_pullquote align=”left” width=”250″ size=”16″ bg_color=”#f9f9f9″ txt_color=”#333333″]“No hay violencia machista ni feminista. Hay personas violentas, incapaces en el ejercicio del diálogo y la negociación, afianzados en su herramienta de poder.”[/mks_pullquote]La violencia no es una caracterísitica propia de la masculinidad, ni del patriarcado. La violencia es un fenómeno connatural al ser humano cuando existen o se pretende crear relaciones de poder desproporcionadas. El más fuerte aplica violencia al más débil, el enfermo mental solucion a sus problemas emocionales mediante el uso de violencia, los débiles se reúnen en grupos violentos para reivindicar sus necesidades, … la violencia aparece siempre en ausencia de diálogo y en presencia de “patología de la superioridad”. No hay violencia machista ni feminista. Hay personas violentas, incapaces en el ejercicio del diálogo y la negociación, afianzados en su herramienta de poder. Luchar contra el “terrorismo machista” es un absurdo.

En relidad asistimos a un ejemplo perfecto de ingeniería social. Cuando las personas y sus formas de organización social no se desarrollan tal y como desean los impacientes “iluminados” de la élite gobernante, entonces – sin cuestionar los motivos – se imponen los cambios mediante las pertinentes decisiones políticas. Esta forma de diseño social podemos verla hoy en día en muchas áreas de nuestras vidas: política energética, políticas de integración, políticas económicas, financieras y laborales, políticas de  familia y la política medioambiental. Nos vemos obligados a seguir los dictados de este estilo autoritario, incapaces de ver alternativas, concediendo que la causa de nuestros problemas reside en nuestra incapacidad para superar nuestros defectos humanos y aceptando tales normativas como el único motor posible para desarrollar aquellos procesos de desarrollo de la sociedad civil para los que las buenas intenciones no son suficientes.

Ampelmädchen_-_DresdenLas políticas de igualdad son magníficas herramientas de regulación autoritaria, ya que partiendo de  supuestas características de comportamiento específicos de género profundamente arraigadas en el verdadero soberano – el individuo, mujer u hombre- es sencillo diseñar medidas de represión o favoritismo redefiniendo los contenidos que al legislador-diseñador más le interesen. Feministas y estudiosos de los llamados “asuntos de género” deploran la desventaja real que las mujeres siguen padeciendo a pesar de la igualdad jurídica , ilustrándolo en diversas biografías profesionales frustradas o en la persistente escasa representación de las mujeres en los consejos de administración. La conclusión de todo ello es: la igualdad ante la ley no es suficiente. Necesitamos entonces una política que no descanse en la igualdad formal, sino en la promoción específica de las mujeres, incluso en términos de lo que se denomina “discriminación positiva”, es decir, una diferencia de trato específico de los hombres y las mujeres. Esta es la idea básica del Gender-Mainstreaming, desde 1999 objetivo oficial de la política de igualdad de género de la Unión Europea y ahora iintroducida en todos los ámbitos políticos.

Siguiendo la tradición feminista clásica, las principales causas para la persistencia de diferencias entre los hombres y las mujeres  no son sólo buscadas en los defectos de las estructuras sociales existentes, sino en la interpretación de su existencia como una expresión de la dominación masculina. El cambio en el énfasis está claro: el problema no es la falta de estructuras en sí (que se podrían cambiar), el problema es que los hombres están atrapados en su identidad masculina y en su sistema social de  valores masculinos y no tienen interés en el fortalecimiento de la posición femenina. La consecuencia lógica es que el problema no se puede resolver desde la sociedad masculina. Es necesario un nuevo orden social.

Cuando los problemas de orden social no se discuten como tales, sino que se interpretan como manifestación de deformaciones psicológicas y sexuales típicas individuales que requieren un tratamiento integral, aparece una forma de política que podemos definir como “autoritarismo terapéutico”. Es autoritario, ya que el otrora “soberano”, el individuo, ya no sirve como diseñador y ha de ser devuelto –o reeducado- por todos los medios al camino correcto. Es terapeútico porque la única forma de integrarse en él es la curación de aquellas características personales que nos hacen diferentes unos de otros.

[mks_pullquote align=”left” width=”250″ size=”16″ bg_color=”#f9f9f9″ txt_color=”#333333″]“El “Estado social” asume el papel de la familia como fuente única de justicia social, educación y protección.”[/mks_pullquote]Autoritaria, terapeútica y discriminatoria: cuando el legislador toma partido por una de las partes, la defensa de la igualdad ante la ley sin distinción de sexo se convierte en profundamente discriminatoria. No es casualidad la aparición de una ley de cuotas, encaminada a disolver cualquier intención de fomento del mérito en condiciones de igualdad de oportunidades. El mérito, después de todo, no es más que un residuo de las antiguas estructuras sociales basadas en la familia. Y ésta es la estructura nuclear más temida y combatida por el estatismo. El “Estado social” asume el papel de la familia como fuente única de justicia social, educación y protección. Los hombres se convierten en expendedores de esperma y pagadores de manutención, las mujeres en clientes agradecidas, por fin a la misma altura que ellos. A ambos se les obliga a renunciar a su función de educadores.

Una sociedad en la que el legislador se pone al servicio de quienes consideran la familia no más que un sistema de opresión de la mujer, los embarazos una invasión indeseada del cuerpo femenino, a los niños sólo como un obstáculo para el desarrollo de la “capacidad laboral femenina” y la falta de pene argumento fundamental para llegar a ser ministro está condenada a la autodestrucción. Una sociedad que se ignora a sí misma como fruto de las sinergias de la masculinidad y la feminidad que le son propias, está negando su propia capacidad de crecimiento. No porque fomentar la feminidad sea negativo. Porque no fomentar la excelencia, tenga el sexo que tenga, sólo puede acabar en la decadencia.

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Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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2 comentarios

  1. Muy buena entrada Luis. Los que por nuestros trabajos (y aficiones) estamos acostumbrados a “leer entre líneas” los discursos ideológicos, para nuestra desgracia nos percatamos pronto que en la mayoría de los casos tras sus buenas intenciones “igualitarias” se esconden verdaderos totalitarismos.

    El caso del feminismo es un buen ejemplo de ello y en tu texto resumes bien cual ha sido el devenir histórico de esta ideología. Por suerte en los últimos años la respuesta al discurso feminista (muy en concreto por parte de los hombres) ha dejado de ser invisible siendo este foro y la libertad que defendemos es buen ejemplo de ello.

    No es que los hombres décadas atrás no hayamos respondido al discurso feminista como lo hacemos ahora, es que el feminismo oficial se encargaba de invisibilizar nuestras críticas. Así por ejemplo, durante los últimos cuarenta años ante cualquier abuso de discriminación por parte del feminismo para con los varones no ha habido un periódico español que publicara una sola de nuestras denuncias en su sección de “Cartas al Director ¡Ya no digamos escribir una columna en un periódico criticando abiertamente tales principios sexistas de discriminación positiva para las mujeres!.

    Pero ese tiempo del “silencio de los corderos” por parte de los varones para con el feminismo ya terminó…. por más mujeres que como la tal Punset no lo acepten, incluso ¡Se sorprendan que existan hombres que critiquen los abusos de feminismo como feminazismo! La realidad que les espera a las feministas como ella es que tendrán que irse acostumbrando.

    Pero lo que es peor en el caso de la tal Punset, (¡Una vez más!) es que deja en evidencia que esos llamados nuevos partidos luchadores contra “las castas” de los viejos partidos, en no pocos casos son mucho más “Castas” y por tanto, desean que se cambien las caras pero NO las “políticas”, por lo que, en el presente caso, nos siguen queriendo a los hombres calladitos ante sus abusos de poder colectivista.

    Ante cualquier elección política por parte del feminismo se habla mucho de la “orientación del voto femenino” (sesgo como se ve nada sexista), al tiempo que en paralelo se invisibiliza toda reflexión al respecto de la “orientación del voto masculino” (eso no les importa a las feministas). Sería conveniente que las feministas tipo Punset no se tiraran piedras sobre su propio tejado, pues como hombre que soy (y orgulloso de serlo) la orientación de mi voto a partir de hoy mismo será en contra de Ciudadanos. ¡ Y YO YA HE EMPEZADO LA CAMPAÑA!

    Fernando Nogales

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