No, no se trata de un titular irónico o de fantasía para abrir el apetito de los lectores y motivarles a venir a leer en la web sobre Justicia Climática. Es la verdad y se trata de una inicativa ecuménica promovida por el Obispo evangélico-luterano de Baviera Heinrich Bedford-Strohm, el Arzobispo católico de Bamberg Ludwig Schick, la Vicepresidenta del Comité Central de los Católicos Alemanes Karin Kortmann y la Presidenta del Sínodo evangélico-luterano de Westfalia Annette Kurschus. En otras palabras: se trata de una iniciativa de peregrinaje impulsada por las iglesias cristianas alemanas.
Como lo leen. ¿No me creen? En alemán y en francés para su delirio:
Pèlerinage oecuménique et
transfrontalier pour la justice climatique
¡Ahí queda eso!
Olvidados los recelos frente al culto a los falsos Dioses, aquellos peregrinajes injustos, destructores y contaminadores a Jerusalén, Santiago, Lourdes, Fátima o Wartburg serán inmediatamente substituídos por otros nuevos, en cualquier caso justos, ecológicos y sostenibles.
„… alleine die Tatsache, dass diejenigen Länder, die in den vergangenen Jahrzehnten am wenigsten zum Klimawandel beigetragen haben, am meisten unter ihm leiden und in Zukunft leiden werden und die geringsten Ressourcen haben, sich gegen die Folgen des Klimawandels zu schützen, während diejenigen Länder, die ihn am meisten mit verursachen, die Folgen auf andere Teile der Welt abzuwälzen in der Lage sind, ist eine – im Wortsinne –zum Himmel schreiende Ungerechtigkeit… Es wird keine Lösung der Klimakrise geben können, ohne radikal die Frage nach gerechter Ressourcenverteilung und sozialer Gerechtigkeit zu stellen.“
“… Solo el hecho de que los países que menos han contribuido en las últimas décadas al cambio climático sean los que lo sufren y sufrirán en el futuro y sean los que tienen menos recursos para protegerse contra las consecuencias del cambio climático, mientras que los países causantes viven en la riqueza es ya una injusticia literalmente indignante … No habrá solución a la crisis climática sin cuestionar radicalmente la distribución equitativa de los recursos y replantear la justicia social”.
Amén, creo que viene ahora.
Sigo con la boca abierta del pasmo.
Si leen el Evangelio de San Juan, verán descritos los fenómenos que anuncian el Apocalipsis: el sol se oscurecerá, la luna se tornará en sangre. Hoy nos basta con echarnos a la cara al hombre del tiempo, que nos presenta las previsiones con una carga poética digna de un telepredicador espiritado. Sin reparar en evidencias, cuando cae mucha nieve es por culpa del cambio climático, y cuando no cae también. Lo mismo pasa cuando llueve y cuando no. Cuando los inviernos son suaves y cuando son duros y gélidos.
El Profeta, en su legítimo derecho a expresar su ira, puede exagerar un poco de vez en cuando. ¿Qué importa si las temperaturas globales no ascienden, los osos polares no desaparecen o la Corriente del Golfo no se detiene? Son detalles sin importancia, nimiedades al lado de lo que realmente importa: el fin del mundo. Se trata de miedo y fe. Y en esto, queridos lectores, las Iglesias de todos los colores son expertas.
Y justamente ahí, en el miedo y la fe, encontramos la línea que separa al creyente del hereje, a los nuestros de los otros. Es el triunfo de la con-ciencia sobre la ciencia, de la creencia frente a la sapiencia. Si el Cambio Climático es progresivo o cíclico, antropogénico o natural, causa del CO2 o no, catastrófico o benéfico… es la gran cuestión del siglo XXI. Pero no es una cuestión de fe. La fe es un castillo inmóvil plantado sobre una certeza absoluta.
Venga, a peregrinar. Y no olviden: en el fondo no se trata de una discusión científica sobre la acción humana en el sistema climático terrestre. Se trata de una impostación política manejada desde la más brutal campaña de propaganda desde los tiempos de Goebbels.
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Es un hecho: la superstición religiosa se ha fundido con la superstición progre. Los antaños mortales enemigos son ahora esencialmente lo mismo: hasta comparten liturgia y catecismo.