Sobre la alimentación de los niños no se ha dejado de discutir en los últimos años. Lo que normalemente nos encontramos en circulación es una larga lista de prejuicios populares: la televisión y la comida rápida engordan; los deportes, sin embargo, adelgazan. Permítanme que refute tales ideas en base a los estudios clínicos más actuales.
Un estudio reciente con 2571 niños de edades comprendidas entre los 7 y 9 años (es decir, bastante representativo) mostró: la televisión, los restaurantes de comida rápida y poco deporte no son factores de riesgo para la obesidad. En su publicación „Obesity risk factors in a representative group of Polish prepubertal children”, Aleksandra Januszek-Trzciąkowska y equipo refutan la creencia errónea generalizada de que los niños obesos ven más televisión, comen más hamburguesas, patatas fritas y pizza y hacen menos deporte que los niños de peso normal. Otro estudio reciente, esta vez el de Thayse Natacha Gomes y su equipo titulado „Overweight and Obesity in Portuguese Children: Prevalence and Correlates”, confirma estos resultados: No hay relación entre dieta “saludable”, actividades sedentarias y la actividad física con el sobrepeso y la obesidad en 686 niños de 9-11 años.
Ambos estudios – que se llevaron a cabo de forma independiente en Polonia y Portugal – sí designan una conexión significativa: los niños de padres obesos son probablemente obesos también, algo que, curiosamente, confirma un tercer estudio, esta vez noruego: Anne Lene Kristiansen et al.: „Tracking of body size from birth to 7 years of age and factors associated with maintenance of a high body size from birth to 7 years of age – the Norwegian Mother and Child Cohort study (MoBa)”. Si tres nuevos estudios europeos independientes obtienen un mismo resultado, podemos hablar sin recelos de los genes como el factor probablemente dominante en la obesidad.
El análisis detallado de los datos del estudio polaco revela otras conclusiones interesantes: entre los niños que no hacían deporte alguno, no fue posible hacer un cálculo de probabilidad estadística para la obesidad – la razón: entre los niños pertenecientes a los grupos de “no practican deporte”, no había ni niñas ni niños obesos. Y si los niños comían frecuentemente en restaurantes de comida rápida o no, tampoco tuvo ningún efecto sobre el peso corporal – un resultado corroborado recientemente por un estudio estadounidense. Jennifer Poti et al. en su „The association of fast food consumption with poor dietary outcomes and obesity among children: is it the fast food or the remainder of diet?” nos muestra que no existe correlación entre el consumo de patatas fritas, pizza & Co. con el peso corporal del niño. Además, los investigadores portugueses mencionados más arriba, tampoco encontraron ninguna relación entre la dieta “saludable o no” y el peso de los niños.
Además, dos de estos estudios examinaron la relación entre el nivel de ingresos y el nivel educativo de los padres y el peso de los hijos – con el resultado de que no se observa correlación alguna. Este resultado contradice hallazgos previos, sobre todo los presentados por Wolfgang Ahrens et al.: „Prevalence of overweight and obesity in European children below the age of 10”. Según Ahrens, en uno de los mayores estudios paneuropeos realizado en ocho países, existía una mayor incidencia de niños obesos en poblaciones con bajos ingresos y bajo nivel de educación. Creo que es la versión políticamente correcta del problema que hoy podemos leer en los medios.
Sin embargo, el principal resultado de los estudios más recientes que les traigo arriba, es decir, que existe una correlación entre índice de masa corporal de los padres y la obesidad de los hijos, acaba de ser apoyado por un estudio realizado por el profesor Martin Wabitsch en el Hospital de la Universidad de Ulm: “El peso de las madres antes de quedar embarazadas, determina más tarde el peso de los niños en edad escolar primaria. Las enfermedades metabólicas desarrolladas en el período fetal no se pueden corregir con medidas dietéticas, el metabolismo no puede reprogramar “.
Lo que sí debe ser reprogramado son los mecanismos anticuados de los políticos europeos – no sólo porque los resultados de los estudios actuales desacrediten las políticas nutricionales al uso, sino porque la adopción de medidas innecesarias y absurdas en las escuelas y guarderías infantiles podrían generar situaciones de peligro para la salud de algunos niños simplemente calificados de “obesos”.
Hasta ahora, la ciencia no ha producido ni una sola prueba de que el uso decidido de éste o aquél alimento o una forma “especial” de dieta sea responsable de que los niños sean gordos o delgados, enfermos o sanos – y mucho menos ha producido pruebas que demuestren que existe una nutrición infantil más saludable que otra. En Alemania, las instituciones líderes en nutrición como la DGE o la DIfE son de la opinión de que la división de los alimentos en saludables y no saludables no tiene sentido. Hasta la fecha, y si nos basamos exclusivamente en la ciencia, no hay ninguna medida para prevenir la obesidad en los niños, y mucho menos para que adelgacen de forma permanente. Tampoco tenemos la una idea muy exacta de porqué muchos niños obesos “crecen” hasta ser adultos delgaditos.
La pregunta que deberíamos hacernos es otra: ¿Cuál es el propósito de los políticos y lobbyistas con su empeño en tutelar la alimentación de todos los niños y adolescentes, cuando en primer lugar, no hay evidencia científica que justifique sus pretensiones y, en segundo lugar, no se pueden descartar daños para el desarrollo del niño? Yo no creo en las conspiraciones, pero sí en el poder de la ignorancia y en el poder que “regala” el ignorante poniendo determinadas decisiones en manos de la arbitraria opinión del burócrata de turno.
Les dejo este texto, pero sobre todo los artículos científicos comentados, por si necesitan argumentos (información) para defenderse de la intromisión incualificada de algún director de colegio, consejería de sanidad o insitución similar en la nutrición de sus hijos.
La termodinámica dice que si una persona (sea cual sea su edad), asimila más calorías de las que consume engorda, y si no adelgaza. En Auschwitz no había gordos.
A partir de lo anterior, y siendo evidente que lo que uno come depende de sus posibilidades y de su voluntad (si no hay no se come), si hay más cosas y más apetitosas, es evidente que se necesitará más voluntad para no comer más de lo necesario. Y si se comen alimentos con mayor aporte calórico por unidad de masa es más fácil pasarse que no.
Cuando era niño, en cada pueblo solía haber un gordo y un tonto. No más. Desde luego que no veíamos la tele (no había), y que hacíamos más ejercicio (en casa no había diversiones, pero sí muchas órdenes de mamá y la abuela, así que escapábamos a la calle en cuanto se podía), pero sobre todo no había tentaciones calóricas, y sí mucho potaje y ensalada. Teníamos más fácil no engordar sin ni siquiera pensar en ello. Ahora me cuesta mucho esfuerzo de voluntad mantenerme en mi peso (las tentaciones están para caer en ellas), pero desde luego, vengo entrenado desde la infancia. Un niño de ahora lo tiene mucho más difícil en un mundo mucho más permisivo. Por supuesto que además se predica con el ejemplo, y de padres fumadores suelen salir hijos fumadores, y de padres gordos, hijos gordos. Les ponen la tentación a mano y les es más fácil caer, pero no siempre funciona. Al final es una cuestión individual y de carácter. (Volvemos a la responsabilidad individual, tan molesta. Es mejor que haya un “culpable” exterior.)
Y por supuesto que hay comidas sanas e insanas. ¿Hay alguno que no ha tenido un ardor de estómago después de una comida insana o excesiva?
O sea, que digan lo que digan los genes (unos engordan –asimilan- casi todo y otros no engordan –no asimilan- casi nada), al final es gordo el que quiere, como es fumador, o bebedor el que quiere. Están en su derecho y por todo se paga un precio. Lo que no me gustan son las quejas. El que quiera adelgazar sólo tiene que cerrar la boca. Ya sé que duele. De eso se aprovechan los lobbys.
Sí, tienes razón. Pero los papers que traigo indican que la genética es capaz de domeñar a la termodinámica: hay quienes comen mucho más de lo que necesitan y no engordan, otros, por poco que coman, engordan. Y en el artículo no he mencionado otros factores como pueden ser las alteraciones en el sistema hormonal, que también son una causa importante de la obesidad. Comas lo que comas 🙂
Observa que yo no hablo de comer, sino de asimilar. No hay manera de domeñar la termodinámica. En realidad los que comen de todo sin engordar son los que en un mundo natural morirían de hambre -por su bajo rendimiento calórico-, y los que engordan con poco, los que en esa situación tendrían más probabilidad de sobrevivir (probablemente por eso son mucho más abundantes). Tenerlo más difícil no es excusa. Hay feos que ligan mucho más que otros guapos. Hay que partir de lo que uno es (o engordar, que no deja de ser otra opción, como fumar o beber). Lo que importa aquí, de todos modos, no son los casos especiales o patológicos; hablamos de la generalidad. Hoy los niños (y los adultos), son más gordos que antes por estos pagos (que no por otros). Eso, para mí, es consecuencia sobre todo de la disponibilidad de mucha más comida, mucho más apetitosa (más, desde luego, que de las virtudes o defectos de los padres -seguimos buscando culpables ajenos-). Más tentaciones en definitiva. O sea que se precisaría más voluntad que antes para mantenerse en el peso. Dicho de otra manera, hoy estar delgado tendría más mérito que antes.
Observa que la genética habla de metabolizar 🙂
Por cierto, mientras estamos vivos, estamos domeñando la termodinámica. De manera imperfecta (pues envejecemos y morimos) pero sí de forma real.
Vale, digo metabolizar donde decía asimilar (cosas de no ser profesional), y voy a la base de lo que quería decir: no estoy de acuerdo con echarle la culpa a los padres. ¡Pobrecillos! Lo que no le cae al gobierno acostumbra a caerles a ellos. No sea que las criaturitas tengan alguna traumatizante responsabilidad. No creo que ahora los padres sean peores que antes. No es una ciencia cierta, pero apostaría a que sólo se trata de circunstancias. Si de hoy para mañana hubiera una larga escasez de alimentos, pequeños y grandes adelgazarían. Y seguirían siendo los mismos fueran cuales fueran sus virtudes y defectos. Otra cosa es la paliza de los que venden “la vida sana”. Muchas veces otra forma de curato. Ahí tu denuncia viene bien contra tanto alarmismo. Por cierto no me creo eso de que seas libertario que te he leído en otra parte. ¡Demasiado serio! Y demasiado viejo para esas alegrías. Te votaría para presidente sin ninguna preocupación de que te cargaras grandes cosas. Los humanos no somos perfectos. !Ya ves! Nos ponen comida y engordamos. Nos ponen poder y…
Vaya, yo tampoco le echo la culpa a los padres! Y los papers que traigo menos.
Como le decía a Xavier más arriba, me basta con que los padres sepan que no hay motivos “científicos” para permitir la intromisión del estado en la alimentación de sus hijos. Saludos!
Bueno, la coletilla “comas lo que comas” se puede poner en cuartentena.
Hay bastante evidencia científica que planes nutricionales bajos en carbohidratos y altos en grasas son una garantía de pérdida de peso.
La hay, es cierto. Ocurre que estos papers y mi afirmación se refieren a hábitos nutricionales y de vida “normales”. Las dietas bajas en carbohidratos, más aplicadas a niños, tienen sus problemas y han de realizarse bajo control médico. Eso no es una situación “normal”. Me basta con hacer saber a nuestros lectores que no hay motivos científicos que justifiquen la intromisión del estado en la alimentación de sus hijos. Puede haberlos mérdicos, pero eso ya es un asunto privado entre la familia y su médico.
Bueno, en esos estamos de acuerdo. El estado lo único que tiene que hacer es desaparecer.