El unicornio de la decarbonización

Tras la consigna de la «decarbonización» se esconde, fundamentalmente, la intención de la completa destrucción de la moderna cultura industrial, el fundamento de nuestra civilización moderna. Sus propagandistas no entendienden que la civilización moderna no sólo nos ofrece las comodidades – los lujos, dicen algunos – de los aparatos electrodoméstios, la movilidad individual o la calefacción en invierno. También es gracias a esa civilización que hoy disfrutamos de una protección eficaz contra la enfermedad, el dolor y la muerte temprana. No han pasado tantos años como algunos creen desde que morir de una gripe, un sarampión o un parto complicado eran la regla. En 1875 los hombres en Europa tenían una esperanza de vida de unos 35 años, en las mujeres era de 38 años.

Las mejoras decisivas en la esperanza de vida, la nutrición, la atención médica y la reducción del tiempo de trabajo son una cosa del siglo 20. Y todo eso se lo debemos principalmente a un solo hecho: la disponibilidad abundante y barata de energía procedente de las máquinas de vapor, los motores de gasolina y la electricidad, así como la calefacción de las viviendas y el acceso al agua caliente en la ducha gracias a sistemas de carbón, gas y petróleo en lugar de quemando madera. El aumento -gracias a la mecanización- en la producción de alimentos a su vez permitió la liberación de inmensos recursos de mano de obra y con ello la creatividad necesaria para la investigación y el desarrollo acelerándose así el progreso en todo tipo de áreas de la ciencia y la tecnología. En el siglo pasado la mayoría de los investigadores de hoy estarían cultivando patatas o cereales para poder comer.

Para los cerca de tres mil millones de pobres en el 3er Mundo, cuyo nivel de vida está aún muy por debajo del que existía en Europa en el siglo XIX,  la denegación del acceso a energía limpia y barata bajo la disculpa de la «salvación del clima» no es nada más que condenarles a la inferioridad y pobreza eternas. Espantoso me resulta ver cómo no sólo los países del mundo occidental, sino también las iglesias cristianas se han lanzado a la aventura del «salvamiento del clima» porque sí. La imagen dada en las últimas semanas por el Papa Católico, abandonado al propagandismo alarmista, es especialmente lamentable.

Ecofascism1El bombardeo incesante de leyes y reglamentos nuevos lanzados por los partidos y las administraciones definitivamente rendidas al movimento verdecomunista anti-industria supone una carga cada vez mayor en la economía, cuyas reclamaciones son sistemáticamente ignoradas. Debido a la frenética hiperregulación en materia de medio ambiente, plagada de objetivos de ahorro energético sin sentido, la industria ve como se le imponen nuevos costes y obligaciones administrativas vejatorias casi todos los meses. Además, los requisitos del «buen gobierno corporativo» modernos obligan a las empresas a comprometerse públicamente «por el clima» y a la adquisición de eco-etiquetas instituciones o certificados «verdes». Hace unos cien años, existía algo parecido, se llamaba «ganar indulgencias».

¡Pero si no se trata de destruir nada!, se trata de ¡usar otras formas de energía! No, es la ideología.

La base ideológica del movimiento salvífico la proporciona  el «Club de Roma», una asociación elitista compuesta supuestamente por destacados expertos, que trabajan para el futuro sostenible de la humanidad. En 1972 publicaban un estudio titulado «Los límites del crecimiento«. En él se establecía la tesis según la cual  el incremento incondicional de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales conduciría irremediablemente a una disminución rápida e imparable de la población y de la capacidad industrial, destruyendo irreparablemente el medio ambiente y agotando las materias primas fósiles.

Y así es que, de pronto, los movimientos socialistas / comunistas encontraron una nueva puerta para colarse en los parlamentos nacionales bajo la capa milagrosa del ecoverdismo, volviendo a tener una plataforma ideal para recuperar posiciones de poder e influencia. Gracias al camuflaje  ecológico  consiguieron vender su agriado vino de salvación mundial y justicia social en botellas nuevas con etiquetas nuevas. Rápidamente se les unió una amplia gama de buenistas de diversas tendencias. Hoy todo gobierno occidental -incluso el Papa- tiene consultres oficiales  que les orientan en la destrucción del modelo social existente a través de una «profunda transformación de la sociedad». La mismísima secretaria de la Secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Christiana Figueres, dijo descaradamente que los activistas ambientales en realidad tienen como objetivo destruir el capitalismo.

Dado el apoyo casi unánime con que cuenta el movimiento decarbonificador en los medios de comunicación una amplia mayoría de la población participa ya de esta ideología. Casi 80 años de paz y prosperidad crecientes para casi todas las capas de la población han hecho que los mensajes monitorios de los presuntos salvadores del mundo sean ampliamente aceptados. Esto es particularmente cierto para las generaciones más jóvenes, a las que les brillan los ojos cuando se unen en coro entonando los nuevos himnos a lo «natural», lo «orgánico» o lo «justo». Completamente ajenos a la idea de que este período relativamente largo de fiesta pacífica representa en toda la historia de la humanidad una excepción extraordinaria y que en cualquier momento podría ser muy diferente.

Gracias a los enormes recursos financieros de que disponen y el apoyo de casi todos los medios de comunicación, la «coalición de los dispuestos» está consiguiendo poner a nuestras empresas contra las cuerdas. Los que pensamos diferente – los llamados «negacionistas» – hemos quedado marginados a la nueva clase de parias y sido puestos en la picota la sociedad y los medios de comunicación. Triste colofón fue la reciente petición de la pena de muerte para los negacionistas climáticos realizada por el Prof. Parncutt en la página web de la Universidad de Graz, contra la que no se ha realizado -obviamnete, no toca- ninguna acción legal.

Como todo movimiento totalitario, el ecologismo trata de crear un “hombre Nuevo”. Un de los capítulos de Mankind at the Turning Point lleva el título “The Transition – A New Mankind”. En el podemos leer:

  • “Today it seems that the basic values, which are ingrained in human societies of all ideologies and religious persuasions, are ultimately responsible for many of our troubles. But if future crises are to be avoided, how then should these values be readjusted?” (página 11)
  • “…drastic changes in the norm stratum – that is, in the value system and the goals of man – are necessary…” (página 54)
  • “The changes in social and individual attitudes which we are recommending require a new kind of education…” (página 148)
  • “Development of a practical international framework in which the cooperation essential for the emergence of a new mankind on an organic growth path will become a matter of necessity rather than being left to good will and preference…” (página 145)

El movimiento ecologista puede presumir de ser protagonista de la historia de éxito más espectacular jamás escrita. Absolutamente inexistente hace 50 años, su ideología domina hoy la vida política y cultural, cuenta con inumerables organizaciones de apoyo y apostolado, determina contenidos y normas en escuelas y leyes. Debemos mantener el sentido común intacto.

Y usted, estimado lector, ¿qué opina? Cuéntenoslo en los comentarios, ¡justo aquí debajo de los relacionados!

 

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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15 comentarios

  1. En España se extraía petróleo de roca en el siglo XIX, concretamente en Teruel. En tiempos de Franco la empresa estatal ENCASO producía crudo de roca en Huelva, y era de buena calidad. Hasta que acabó el bloqueo al régimen de Franco y llegó el petróleo barato del mercado internacional. Y ENCASO cerró.

    El fracking no es un invento nuevo, pero sin embargo no se ha usado a gran escala hasta hace poco. ¿Por qué? Por lo mismo que ENCASO cerró: el petróleo convencional era más barato y no salía a cuenta extraer el petróleo por fracking. Y se empezó a usar porque el precio del petróleo subió y permitió hacer rentable esa explotación.

    Y quien dice fracking, puede decir también petróleo en el Ártico, que también necesita un precio alto del petróleo. O el crudo pesado de las arenas bituminosas de Canadá.

    Problema: nuestra sociedad no aguanta petróleo caro mucho tiempo y se entra en crisis, una en 2008, otra este año, negada como la anterior, pero ahí está. Crisis que baja el consumo y por tanto los precios. Y con petróleo barato todas esas inversiones en fracking y en arenas se enfrentan a la quiebra, de hecho están quebrando y la producción empieza a caer. Y las inversiones en extracciones que garanticen el suministro futuro no se están haciendo porque exigen petróleo caro.

    Siendo que todo el crecimiento en producción de crudo desde el año 2005 hasta ahora proviene del fracking americano y de las arenas canadienses, que un petróleo barato destruya esa producción suena a que no podemos crecer lo que nos de la gana.

    Porque la eterna respueta a ¿qué pasará cuando los yacimientos convencionales, de petróleo barato y rentable no puedan crecer más de producción? siempre ha sido que, con inversiones y tecnología siempre habría petróleo de sobra. Pero la realidad nos dice que ese petróleo más caro y que necesita inversiones masivas no nos lo podemos permitir, al menos mucho tiempo. Que es como decir que no podemos contar con él.

    Lo de ahorrar energía no es una confabulación verde/comunista, es una necesidad puesta por escrito por la Agencia Internacional de la Energía, que ya hace tres años reconocía que, o bajaba la OCDE 10 millones de barriles diarios de consumo, o no habría petróleo para todos. La alternativa es perder todo el progreso, confort y seguridad que los combustibles fósiles nos han dado.

    Saludos

  2. Muy bueno el art.
    Ayer contemplé otra de las muchas letanías que, socialmente, se han impuesto y que demuestran la profunda estupidez social existente: concretamente tuve que acudir a un hospital privado.
    La sala de espera estaba llena a rebosar y por la indumentaria y aspecto de los presentes era fácil deducir que la mayoría no pertenecía a la clase pudiente. Sencillamente eran personas de clase media-baja que por las razones que fueran, querían y podían permitirse pagar los servicios de la «malvada» rápida y eficaz sanidad privada, en vez de disfrutar de las deliciosas e interminables listas de espera de nuestra gloriosa, obligatoria y muy solidaria sanidad pública.
    Pues bien, estoy absolutamente convencido de que la mayoría de los presentes, en caso de ser entrevistados, opinarían ( y votarían en consecuencia) absolutamente convencidos que la Sanidad Pública es un derecho y una conquista irrenunciable de nuestra sociedad, sin plantearse ni siquiera por un instante, la flagrante contradicción entre sus creencias y sus actos.
    Por eso cada vez estoy más convencido de que la tradicional «ilusión/superstición» religiosa ha sido sustituida modernamente por este nuevo tipo de «ilusión/ superstición» de corte «social-buenista» que como la santísima trinidad del catolicismo, pivota sobre tres versiones distintas de lo mismo: socialismo, ecolojismo y feminismo.
    Asimismo, tampoco es casualidad que esas tres supersticiones compartan muchas características comunes con el catolicismo: por ejemplo, que en sus orígenes, respondieran a problemas sociales reales (explotación e injusticia social, degradación mediambiental y machismo secular) y pretendieran su superación. O que otorguen al creyente cierta satisfacción y superioridad moral respecto a los «paganos».

    • La mayor superstición de hoy en día es creer que lo público es mejor que lo privado. Es un mantra que no se discute. Sin embargo, casi nunca es así (aunque no apoyaría su total destrucción porque hay territorios en que es necesario, precisamente los que no interesan a lo privado).

  3. Luis, mis felicitaciones por tu magnífico artículo contra el totalitario ecologismo.

    No estás sólo, cada día somos más los que denunciamos el adoctrinamiento de esta ideología religiosizada, creadora de dogmas sin base científica; que condena a la pobreza perpetua a los más pobres y; vía impuestos roba a manos llenas a los que generan riqueza en los países desarrollados.

    Un saludo y….¡Ánimo en tu lucha!

    Fernando Nogales

  4. Animo Luis no estás solo. Aquí tienes a otro hereje negacionista que ve los hilos detrás del muñeco!!!

  5. Aunque a muchos no les guste por «fachas», la gaceta.es, es la única que habla de todos estos temas, además del hundimiento de Occidente.
    Por cierto, ayer en televisión, vi a un agricultor japonés de plantones en invernadero, y les ofrecía a las plantas mayor cantidad de CO2 por resultar adecuado al crecimiento y desarrollo de las mismas; más co2, mejor para el mundo vegetal.
    Ahí lo dejo…

  6. Hace unos años, a cuenta del agujero de la capa de ozono demonizaron todo lo que tenía que ver con el cloro, base de la industria química. El caso es apuntar a la línea de flotación de la industria…

  7. ¿Os creíais que la Ciencia había desterrado a los brujos? ¡Pues no, y su venganza será apocalíptica!

    Cuando desde una posición racional uno contempla la actitud de Occidente, comprende el odio, la envidia o lo que se quiera (también, antes, la admiración y el respeto) de los pueblos del tercer mundo, pero la sorpresa no viene de ahí. La incoherencia surge cuando se observa como, desde dentro, se minan los valores que han llevado a Occidente a esta posición de debilidad y supuesta culpabilidad de todo lo malo que pasa en el planeta: los pobres son pobres por culpa de Occidente (nunca antes los hubo). El clima cambia por culpa
    de Occidente (nunca antes cambió). La injusticia nace de la riqueza de Occidente (nunca antes hubo injusticias). La superpoblación, por culpa de Occidente (ahí sí, por dar tecnología medica occidental a pueblos primitivos muy orgullosos de lo propio), acabará con los recursos planetarios (y se critica mientras tanto la investigación espacial, que podría poner otros planetas a nuestra disposición). Y así en todo lo que quieras menos criticar a la clientela tercermundista. Hasta los machistas musulmanes son respetados por las feminazis.

    Bastan dos dedos de frente para observar las inauditas incongruencias si se quisiera razonar. En los libros de texto de Humanidades, de la ESO (lo he leído en más de uno) suele estar este texto resaltado en negrita: “La civilización griega era una civilización esclavista” como colofón a cuatro cosillas sobre lo que consiguió esa maravillosa cultura. Y se quedan tan tranquilos. Si se quisiera ser un poco ecuánime se diría que la civilización griega fue la primera que consiguió la libertad institucional para un determinado número de sus ciudadanos en medio de un mundo esclavista, pero no, es mejor atacar la raíz de la civilización occidental. Edison fue un burgués asqueroso porque el muy elitista, fue el único que en su momento tenía una bombilla eléctrica, ¡el muy insolidario! Más o menos, la misma lógica.

    Así que vistos los hechos, cabe preguntarse si es que los ecobrujos son tontos, ¡pero no! De tontos no tienen un pelo. Y ni siquiera odian a Occidente (o al capitalismo). La prueba es que no rechazan ninguna de sus ventajas (y el que odia rechaza por definición). No son ascetas. Lo que son es lo que han sido siempre los chamanes, sacerdotes y demás ralea: ¡parásitos! Confían
    en que el cuerpo que parasitan aguante, al menos mientras ellos viven, pero para nada les gustaría que su occidental piso calefaccionado se convirtiera en una igualitaria choza sin “toilette”. Eso sí, los que entre ellos son tontos,
    trabajan de acólitos, creyentes y demás buena gente (que lo son).

    Al final todo tiene que caer. Pero los templos, al caer, suelen aplastar a sus acólitos y sacerdotes principalmente. Al fin y al cabo, son los que más tiempo pasan dentro.

    • Saludos de nuevo JJI. Llevo ya varios años denuciando buena parte de lo que dices. Es tal la diferencia de medios que nos separa a los «normales» de estos ingenieros sociales que muchas veces tengo la impresión de estar hablando solo. Gracias por tu comentario (y por todos los otros también, claro)

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