Tengo un amigo matemático que de vez en cuando se divierte recordándome que 1+1 no es que sea igual a 2, sino que la posibilidad de que lo sea es tan alta que podemos despreciar las otras opciones sin miedo a equivocarnos.
Particularmente esta curiosidad matemática me produce sentimientos encontrados. Para alguien que ha estudiado ciencias y que está familiarizado (aunque sea de forma demasiado básica) con la mecánica cuántica, es fácil de asumir. Todo el que haya tenido cierto acceso a los rudimentos de la física y las matemáticas, recuerda sin duda cosas como ese (épsilon sub-cero), que era tan pequeño que resultaba despreciable (quien no haya asignado ese mote a un profesor, que tire la primera piedra, pero que lo haga tras calcular las magnitudes del tiro parabólico).
Sin embargo, como abogado no deja de producirme cierto desasosiego. Porque esa mínima probabilidad de error podría considerarse una duda razonable, que impediría un fallo definitivo sobre el tema. Si estuviéramos hablando de seres humanos en Derecho Penal, claro.
Sí, es un viejo principio jurídico que un hecho evidente y seguro no necesita ser probado. Sin embargo, dilucidar qué es un hecho evidente y seguro no es tan fácil. Cualquiera que haya tenido oportunidad de hablar por separado con testigos de buena fe, incluso sobre hechos triviales (y ya de los graves ni se imaginan), sabrá que la percepción de la realidad varía de forma sorprendente en función del observador. Un pequeño porcentaje de duda puede constituir un riesgo inaceptable a la hora de tomar una decisión susceptible de hundir la vida de una persona.
Y éste es un hecho que escapa al ámbito meramente jurídico (o matemático), y es aplicable a prácticamente todos los aspectos de nuestra vida. Y es que estamos rodeados de incertidumbres. Nos pasamos la vida tratando de evitarlas, pero es imposible. Desde que somos lo suficientemente mayores para darnos cuenta que nuestros padres no son omnipotentes y capaces de protegernos de todo mal, no pocos anhelan sustituirlos por una versión mejorada que sí les ofrezca esa esquiva seguridad acerca de lo que nos va a deparar el futuro inmediato.
No es nada nuevo. La primera reacción siempre fue la búsqueda sobrenatural. Las religiones mistéricas aparentan ser la mejor opción, pero cualquiera que tenga dos dedos de frente entiende pronto que lo que ofrecen es la salvación del alma, no del cuerpo, por lo que no sirven para el fin buscado.
Claro que siguiendo esta línea, siempre hay algún despistado que pone su fe religiosa en la ciencia, sin percatarse que tampoco es su función. Ejemplos literarios, de los que a mi me gustan, de intentos de solucionar mágicamente los problemas mundanos usando fórmulas matemáticas los tenemos en Asimov, en su saga de la Fundación, o más próximos en el tiempo, en la justificación que hace Reed Richards de su posicionamiento en la Guerra Civil de Marvel (por cierto, que teniendo en cuenta que Marvel no tiene los derechos para el cine de este personaje, habrá que ver cómo hace la película sin dejar coja la historia).
Asimov al menos salva la cara alegando que su psicohistoria no puede predecir el comportamiento futuro de personas concretas o incluso grupos pequeños, y asignándole un margen de error muy amplio debido a las variables individuales incalculables. La excusa de Marvel es algo más débil, pero es que a un cómic se le suele exigir algo menos de rigor. Una lástima.
Así que de la mano de Mr. Fantástico y su cuestionable (sólo para algunos, me temo) justificación de la prisión sin juicio para los opositores políticos, llegamos a la opción históricamente más solicitada por la humanidad a lo largo de los siglos: queremos que una persona sabia y poderosa (o un grupo de ellas, las variables han sido muchas), sustituya a papá y mamá, y nos garantice que seremos felices y estaremos a salvo.
Ya en la realidad tenemos por ejemplo al marxismo. Un intento fallido y algo burdo de justificar en la ciencia (en lo que algunos entienden por tal) una concreta visión social, económica y política. Y que termina siendo el ejemplo perfecto de qué ocurre cuando partiendo de premisas falsas, se aplica una lógica tramposa con el objetivo de llegar a unas conclusiones decididas previamente. Claro, Marx no fue el primero ni ha sido el último en intentar algo así, aunque hay que reconocerle que creó escuela.
Supongo que la razón de que aún goce de tanto prestigio es que los simpatizantes de buena fe, ven en el marxismo una esperanza religiosa (mágica y por tanto a prueba de evidencias) frente a sus miedos vitales, y el resto lo tienen como la justificación perfecta para imponer sus preferencias vitales a los demás. Al final, la seguridad que parece ofrecer estar integrado en un grupo poderoso (y numeroso) puede ser tan atractiva que haga abandonar el resto de cuestiones, e incluso renunciar a la mera capacidad crítica.
No me interpreten mal. No estoy cuestionando el natural impulso de formar sociedades, incluso sociedades organizadas. Hablo de las que se basan en mentiras gordas y evidentes (en una mentira en especial). Las que se arrogan la función de papá y mamá acudiendo a ver a su pequeño que llora porque teme a la oscuridad. Especialmente cuando su pequeño tiene edad para encender él mismo la luz, pagar el recibo y montar una planta hidroeléctrica. Una sociedad que asegura a su gobernado que no debe preocuparse de nada, que a cambio de un par de cosillas sin importancia (al fin y al cabo, si eres bueno y obediente no tienes nada que temer), impedirá cualquier mal que pudiera acaecer.
Y el argumento siempre ha sido muy convincente. Contrariamente a lo que nos cuentan en las películas, el tipo hosco que tras repeler la incursión vikinga, comía cordero mientras sus labriegos pasaban hambre, no justificaba su dominio por la mera fuerza. Había una sociedad muy feliz detrás, convencida de la necesidad de su posición. Recordemos que si bien la tradicional escolástica española legitimaba en la Gracia de Dios el ejercicio del poder, aquella no era una mera abstracción simbólica. Se dejaba muy claro que la forma de saber si el gobernante contaba con el favor de dicha Gracia era que tuviese la aceptación del Pueblo (los gobernados). De modo que incluso el magnicidio, siempre que contase con el apoyo mayoritario de los súbditos, constituía un método aceptable de alternancia política, y un reflejo de la voluntad de Dios.
El Pueblo. Esa gran palabra que es tan vacía que significa exactamente lo que cada uno quiera que signifique. Curioso, ¿verdad?
Y es que desde siempre, la legitimidad de quien nos debe procurar la felicidad se ha buscado en el Pueblo. La cosa no ha cambiado demasiado. Para muchos, la voluntad del Pueblo lo justifica todo, y legitima cualquier acto de fuerza contra individuos (si no estás de acuerdo con el Pueblo al que perteneces, eres un traidor y mereces lo que te pase) o contra grupos minoritarios (que convenientemente no entran en nuestra particular definición del Pueblo).
Es cierto que se ha depurado mucho el modo de conocer cuál es la voluntad del Pueblo. Ahora lo que está de moda son las asambleas, y muchos creen que es un invento recientísimo. Un poco de lectura podría sacarlos de su error, pero ¿qué quieren que les diga? A veces me produce cierta lástima sacar a gente de sus ensoñaciones voluntarias. Son felices con sus ilusiones. Si no fuera porque pretenden hacerme la puñeta…
No es ningún secreto que los métodos de manipular y dirigir, por parte de la clase dirigente, una masa o una asamblea son tan antiguos que sus rudimentos ya se describían en lenguas muertas, y se practicaban con habilidad y los mismos resultados que actualmente.
Sin embargo, inmunes al desaliento, hay muchos que vivirían más felices si supeditasen su vida a un poder mágicamente todopoderoso que les garantizase su seguridad perpetua. Y dado que tal poder se resiste a aparecer, sin duda debido a malvados conspiradores, se conforman con la ficción de que el más mundano y corriente poder existente, puede darles lo mismo con tan sólo unas pequeñas reformas. El hecho de que cada vez que se aplican esas modificaciones, haya que pagar el coste (no sólo económico, sino principalmente en erosión de libertades y derechos) pero no se produzca el mágico resultado prometido, sólo consigue aumentar la frustración de los fieles creyentes.
Y es que a pesar de los esfuerzos de cualquier ministerio, mañana mismo, a usted y a mí nos puede caer un meteorito, podemos quedarnos sin trabajo, ser asaltados por un violento criminal, ahogarnos con un hueso de aceituna, quedarnos sin pilas en el reloj, ser atropellados por un transporte de langostinos congelados sin frenos (los frenos del camión, se entiende, no de los pobres crustáceos), perder nuestros ahorros por un giro inesperado de la economía, puede empezar una guerra en nuestro país, o estropearse el pulsador de la cisterna…
No existe la seguridad absoluta en todos los aspectos de nuestra vida, y es evidente que quien nos la vende está estafándonos. O no tan evidente, cuando cuentan siempre con tantos fans. Particularmente, fiar la propia vida a la voluntad o la posibilidad de un tercero al que no conozco, me resulta aún más peligroso e inquietante que enfrentarme solo a lo que me pueda venir. Y más cuando mi protector puede pasar, en cualquier momento, a ser la amenaza más grave.
Desde mi punto de vista, hay dos opciones: ser el eterno niño que llora y pide a un padre falso e imaginario que lo arrope, confiado en la ficción de que es mágicamente todopoderoso, o tratar de vivir asumiendo que la vida está llena de riesgos, y que consiste básicamente en prosperar y pasarlo lo mejor posible mientras tratamos de evitar caer en ellos. Es mi opinión, claro. Cada cual puede elegir, pero por favor, no me obliguen a mi a aceptar opción de otros. Ni a pagarla.
¡ Como me he reído con lo de puede empezar una guerra en nuestro país, o estropearse el pulsador de la cisterna… ! ,
Que por muy serio que sea lo que nos dice, que lo es, si lo dice con sentido del humor, será doblemente bueno y convincente.
Muchas gracias
Gracias a ti.
Siempre he pensado que por muy serio que sea el tema, siempre se puede comentar con una dosis equilibrada de humor.
1+1 siempre es igual a 2 si el cuerpo es de característica distinta de 2. Salvo por eso, un artículo genial! 🙂
Gracias por el comentario. Se lo diré a mi amigo matemático la próxima vez que salga la conversación. ?
Por lo tanto, como tu mismo indicas no siempre es igual a dos. En el siguiente enlace hay un articulo interesante con respecto a esto.
http://filolaberintobach.blogspot.com.es/2010/10/1-1-no-siempre-son-2.html