Nota preliminar: es posible que algunos lectores se sientan ofendidos en su fe durante la lectura de las siguientes líneas. No es mi intención ofender a nadie, y si se sienten ofendidos, busquen las razones en sí mismos.
No, no creo en vampiros ni en hombres lobo. No creo en ellos del mismo modo que no creo en la existencia de tantas otras criaturas fruto de la incansable imaginación humana. La tansformación de un humano en algo con pelos, enormes fauces y temibles garras afiladas por efecto de los «rayos lunares» contradice el sentido común, las leyes de la física y de la biología. Siempre habrá alguien que no esté de acuerdo conmigo, y podrá argumentar que mientras no demuestre la inexistencia de hombres lobo, él seguirá creyendo en ellos.
Pensarán: a nadie en sus cabales se le pasará por la cabeza utilizar semejante argumentación. Se equivocan. El Papa Francisco acaba de hacerlo hace unas semanas en forma de encíclica papal bajo el título «Laudato sí«:
En las últimas décadas, este calentamiento ha estado acompañado del constante crecimiento del nivel del mar, y además es difícil no relacionarlo con el aumento de eventos meteorológicos extremos, más allá de que no pueda atribuirse una causa científicamente determinable a cada fenómeno particular. [Párrafo 23]
Es una cita literal: como NO podemos demostrar que los fenómenos naturales extremos NO están relacionados con el Calentamiento Global, no cabe la menor duda de que ello es así. Y poco importa que no sea posible explicar mediante la ciencia la relación de causación para cada no de esos fenómenos. Pues no, yo no creo en los hombres lobo, ni en el apocalipsis.
A lo largo de más de 200 páginas, el Pontífice (y sus escritores anónimos) ha expresado sus opiniones sobre el estado de la Tierra. Y nos comunica que es profundamente preocupante. El folleto está redactado en el típico estilo vaticano, escondiendo hábilmente la ingenuidad y la ignorancia detrás de un lengaje florido y lleno de formulaciones alusivas. La tesis básica, tras páginas y páginas llenas de párrafos con citas internas, argumentos redundantes y/o circulares, es siempre la misma: allí donde no hay una prueba válida definitiva que niegue lo que se afirma, se cree lo afirmado, no es necesario saber si ello es así. Es la diferencia entre la teología y la ciencia.
Allí donde resulta difícil apoyar el argumento con cifras o datos reales, el Pontífice no duda en acudir al inmenso legado de la literatura escolástca y teológica de los últimos dos milenios:
Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra. [Párrafo 92]
A nadie se le escapa la fuente franciscana tras la frase, citando casi textualmente a uno de sus autores de referencia. La Encíclica esta plagada de frases similares, sobrecargadas de esoterismo insustancial.
Como de costumbre, el Papa inicia su Carta a los obispos con una referencia directa alguna enseñanza de su predecesor inmediato. Se trata de dejar claro al clero que sus pensamientos no se apartan de la tradición eclesial. A continuación siguen seis capítulos, el primero de los cuales está dedicado a la política ambiental y en el que encontramos un panóptico de escenarios de pesadilla en la mejor tradición bíblica. Que el cambio climático ya está aquí, así como las políticas energéticas para «solucionarlo», apenas son temas tratados como uno entre muchos. Más atención, también en lo que se refiere a la longitud puramente textual, merecen cuestiones tales como el manejo de los residuos, la necesidad de agua limpia y la conservación de la biodiversidad.
La quintasencia del texto es: Todos vamos a morir en la miseria y la pobreza. No sólo las personas, sino incluso toda la «creación», desde el hermano sol hasta la hermana la luna, pasando por el hermano río y el hermano microbio.
Desde la perspectiva papal, la causa última de todo ello es lo que él denomina en su Carta el «paradigma tecnocrático». Y no se refiere Su Santidad a la tecnología como la fuerza formativa que en última instancia determina el marco de los procesos económicos y sociales:
El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental. En algunos círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos los problemas ambientales, del mismo modo que se afirma, con lenguajes no académicos, que los problemas del hambre y la miseria en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado. No es una cuestión de teorías económicas, que quizás nadie se atreve hoy a defender, sino de su instalación en el desarrollo fáctico de la economía. Quienes no lo afirman con palabras lo sostienen con los hechos, cuando no parece preocuparles una justa dimensión de la producción, una mejor distribución de la riqueza, un cuidado responsable del ambiente o los derechos de las generaciones futuras. [Párrafo 109]
Francisco y sus co-autores han sido capaces de reconocer los vínculos entre el comercio, el consumo, la innovación y la riqueza material. A partir de ahí, pero, derivan en una crítica integral del capitalismo y piden cambios fundamentales en el sistema de nuestra actividad económica. Podemos resumir este mensaje papal de la siguiente forma: Con el fin de no morir en la miseria y la pobreza, debemos vivir mejor en la miseria y la pobreza. Sólo de esta manera cumpliríamos con nuestra responsabilidad de preservar la creación de Dios en forma inalterada para nuestros descendientes. Así ellos también podrán vivir mejor en la miseria y la pobreza. Nuestra felicidad finalmente sólo se define como bienestar espiritual al que se llega a través de la obediencia a los dogmas de la fe cristiana.
El colectivo es para el Papa más importante que el individuo. La realización espiritual más importante que la satisfacción de las necesidades materiales:
La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora. No es menos vida, no es una baja intensidad sino todo lo contrario. En realidad, quienes disfrutan más y viven mejor cada momento son los que dejan de picotear aquí y allá, buscando siempre lo que no tienen, y experimentan lo que es valorar cada persona y cada cosa, aprenden a tomar contacto y saben gozar con lo más simple. [Párrafo 223.]
Pero el Pontífice sabe exactamente que la mayoría de la gente no seguiría esta ruta, incluso si pudieran:
No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada antropología. [Párrafo 118]
De aquí se deriva la necesidad de una re-educación integral, cuyo objetivo se describe en el capítulo final de la encíclica:
Sin embargo, esta educación, llamada a crear una «ciudadanía ecológica», a veces se limita a informar y no logra desarrollar hábitos. La existencia de leyes y normas no es suficiente a largo plazo para limitar los malos comportamientos, aun cuando exista un control efectivo. Para que la norma jurídica produzca efectos importantes y duraderos, es necesario que la mayor parte de los miembros de la sociedad la haya aceptado a partir de motivaciones adecuadas, y que reaccione desde una transformación personal. Sólo a partir del cultivo de sólidas virtudes es posible la donación de sí en un compromiso ecológico. Si una persona, aunque la propia economía le permita consumir y gastar más, habitualmente se abriga un poco en lugar de encender la calefacción, se supone que ha incorporado convicciones y sentimientos favorables al cuidado del ambiente. Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas acciones cotidianas, y es maravilloso que la educación sea capaz de motivarlas hasta conformar un estilo de vida. La educación en la responsabilidad ambiental puede alentar diversos comportamientos que tienen una incidencia directa e importante en el cuidado del ambiente, como evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias. Todo esto es parte de una generosa y digna creatividad, que muestra lo mejor del ser humano. El hecho de reutilizar algo en lugar de desecharlo rápidamente, a partir de profundas motivaciones, puede ser un acto de amor que exprese nuestra propia dignidad. [Párrafo 211]
¿Hay que tener miedo de este Papa, de esta iglesia?
Miremos detenidamente las propuestas que Su Santidad hace para alcanzar la meta de reeducar dentro de su propia Iglesia:
Espero también que en nuestros seminarios y casas religiosas de formación se eduque para una austeridad responsable, para la contemplación agradecida del mundo, para el cuidado de la fragilidad de los pobres y del ambiente. Dado que es mucho lo que está en juego, así como se necesitan instituciones dotadas de poder para sancionar los ataques al medio ambiente, también necesitamos controlarnos y educarnos unos a otros. [Párrafo 214]
El principio de la supervisión y control mutuo ya ha sido implementado por otros «líderes espirituales» de nuestro pasado reciente con éxito. Veamos primero como la motivación de Francisco se sitúa claramente referenciada en uno de sus predecesores en el cargo:
Ocho años después de Pacem in terris, en 1971, el beato Papa Pablo VI se refirió a la problemática ecológica, presentándola como una crisis, que es « una consecuencia dramática » de la actividad descontrolada del ser humano: « Debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, [el ser humano] corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación » [Párrafo 4]
La comparación con una fuente algo más antigua no es agradable, pero esclarecedora:
La naturaleza eterna toma represalias sin descanso ante la transgresión de sus Mandatos. […] Cuando el hombre intenta rebelarse contra la lógica de hierro de la naturaleza, se mete en la lucha con los principios, a los que él mismo le debe su existencia como ser humano. Así que sus acciones en contra de la naturaleza conduciran a su propia caída. (Adolf Hitler, Mein Kampf, 1924)
Por supuesto, Hitler no se estaba refiriendo aquí a cuestiones de diseño y uso ambiental, sino a sus ideas de «pureza racial» como algo evolutivamente necesario. Interesante, pero, me parece constatar cómo la utilización de patrones argumentativos similares, aún partiendo de supuestos diferentes, lleva a la obtención de conclusiones prácticamente idénticas.
Efectivamente, el Papa es de hecho el último monarca absoluto en Europa, pero ciertamente no es un dictador enloquecido que busca una tiranía totalitaria. Su poder se mide más bien en su capacidad de generar titulares. Esta se relaciona con un único valor: el número de seguidores de su iglesia. Cualquier observador ajeno a la Iglesia Católica podría pensar que sus mensajes pueden influir en el pensamiento y las decisiones de 1,2 mil millones de personas en este planeta.
Cualquier publicación de la Curia, incluye la motivación intrínseca de aumentar, o al menos estabilizar, el número de fieles. En un momento en el que las respuestas de la Iglesia institucionalizada parecen ser para muchos ciudadanos insuficientes e inadecuadas a las cuestiones socio-políticas actuales, es especialmente importante medir bien todos los mensajes para impedir el florecimiento de religiones substitutas. Incluso es probable que exista la intención de recuperar para el rebaño personas adscritas a alguna de esas religiones substitutas.
Como autoproclamada guardián de la única verdad, la Iglesia Católica Romana no puede aceptar otras religiones al lado. La encíclica es en gran parte una recopilación y descripción de los dogmas ecologistas: el principio de precaución en la sostenibilidad a través de anti-capitalismo y la tecnofobia. Está dirigida a los movimientos medioambientalistas, mostrándo a los apóstoles modernos de la sostenibilidad y activistas ambientales que la Iglesia les puede ofrecer un hogar espiritual. Y ello basándose, al igual que el ecologismo, no en el conocimiento racional, sino en la superstición espiritual.
En «Laudato Sí» encuentran descanso todos aquellos que prefieren un mito a una verdad. Quienes en lugar de buscar respuestas, se conforman con formular deseos.
La fe, en última instancia, significa creer en algo para lo que no sólo no hay prueba o evidencia, ni siquiera hay indicios. Abstenerse de este tipo de pensamiento, lo reconozco, es difícil y agotador. Muchas personas nunca tienen éxito, muchos ni siquiera lo intentan o, simplemente, no lo ven necesario. Querer creer está profundamente arraigado, al parecer, en lo más profundo de nuestro ser.
Lo bueno que tiene la Iglesia Católica en estos tiempos, es que la capacidad de influencia de su jerarquía sobre la afición es casi nula, al menos en los pseudo-dogmas que han sido devorados por los tiempos (como es el caso de su política de relaciones prematrimoniales, matrimonio, divorcio… ) o por la Ciencia (geocentrismo, métodos anticonceptivos, genética y biotecnología…). Más allá de algunas pocas sectas católicas, más o menos influyentes, pero minoritarias e irrelevantes en términos cuantitativos, ningún católico de a pie duda un segundo en mantener relaciones con su pareja sin haber pasado por la vicaría, o de calzarse un preservativo si es menester 😉
Que este Papa se meta de cabeza en la Climastrología, puede deberse a diversos factores, a su propio simplismo, a su fatal asesoramiento, o incluso a las bambalinas de los acuerdos Obama-Castro… Pero el resultado en términos de convencer a sus fieles, me temo que sólo ha convencido a los que ya estaban echados a perder en este tema. No creo que ningún católico escéptico, tras leer la encíclica, haya cambiado sus planteamientos sobre la sensibilidad climática, la fiabilidad de los modelos, la praxis de (muchos de) los científicos del Clima, etc.. A Galileo le pudieron catigar sin salir de casa el resto de su vida, pero no cambiaron su forma de pensar respecto a la Ciencia y en este caso la Astronomía. ni la de la mayoría de sus corrligionarios de su época y siguientes.
Querido Marzo, menos mal qe las encíclicas no son «dogma». Si lo fuesen, no dudes que Gaia encontraría sitio en los altares modernos… 🙁
Me esperaba en su artículo una réplica desde un punto de vista liberal, don Luis. Material hay para ello. Argumentos para defender la economía de mercado también. E incluso para una defensa del Medio Ambiente desde un punto de vista liberal, como la mejor manera para preservarlo.
En cuanto al último párrafo donde habla de la fe. Ahí si le recomiendo la encíclica fe vs razon, creo que comprenderá algo más en qué consiste la fe cristiana. No todas las encíclicas son tan malas como esta última.
Estimado Venitez, esta vez decidí hacerlo de otro modo. Lo que realmente me preocupa de esta encíclica es la total ausencia de rigor en los argumentos y el arribismo que derrama en cada una de sus páginas. Cero rigor en la descripción de la realidad, arribismo (o seguidismo) respecto de la corriente esotérica de moda: el ecologismo.
Sobre las ventajas del mercado para enfrentar no sólo los problemas humanos, sno también los medioambientales, ya tenemos decenas de artículos en Desde el Exilio 🙂
Gracias y un saludo!
Poco que objetar y añadir al análisis de la encíclica, tan nefasta que ha sentado muy mal tanto dentro como fuera de la Iglesia.
Donde no puedo estar de acuerdo es en el tomar la parte por el todo y achacar a toda la Iglesia los pecados de una parte de la misma. Si es una institución que no se conoce mínimamente bien, dada la transcendencia que tiene y lo compleja que es, las generalizaciones típicas y alejadas de la realidad deslucen y no ayudan a críticas -como las de este caso- fundamentadas y útiles.
El Papa anterior ya avisó de que a su juicio la Iglesia se encamina a una etapa en la que perderá toda su influencia y quedará como algo minoritario (aquí tenemos el nuevo Papa haciendo lo que puede para que se cumpla la premonición). Y a partir de ahí espera que haya un resurgir de una fe congruente y ejemplarizante. También en el Evangelio Jesús proclama que lo importante es que la cosecha sea buena, no mucha. O llega a comparar Su Reino con un grano de mostaza…
Tomo estas referencias como ejemplo de lo alejado que está el planteamiento de la Iglesia con el que se le arroga en el artículo. Uno de varios errores.
Así que ruego, por lo que me toca, que no se tomen partes por el todo y que no se hagan interpretaciones peregrinas de las intenciones de la Iglesia. Bastante jodido es que lo haga el Papa como para crear un enfrentamiento sin sentido en el que catolicismo y liberalismo salen mal parados (uno por ser atacado con la falacia del hombre de paja y el otro por emplear semejante estrategia -esto aquí ocurre en un sentido, pero en otros foros veo el mismo error en el sentido contrario-).
Dejando a un lado los Dogmas de Fe ambas influencias llevan a resultados idénticos en los ámbitos mundanos. Que alguien que se diga liberal -o libertario si prefieren- salga defendiendo las guerras preventivas nada tiene que ver con el movimiento que dice representar y sería poco inteligente y de poca utilidad (más allá de la agitación y la provocación -política, en otras palabras-) usar su discurso para criticar al liberalismo.
Pues aquí lo mismo, si mañana sale el Papa diciendo que tenemos que hacer sacrificios a la pachamama y recuperar el espíritu del Che, pues eso nada tendrá que ver con la Iglesia. NADA, por muy Papa que sea.
Ya hubo liberales que se tornaron intervencionistas y se llevaron el vocablo con ellos, mas con todo, el movimiento liberal sigue siendo el mismo en ideas y esencias (aunque tendamos a recurrir a «libertario» para evitar confusiones). Ya hubo cismas y corrientes destructivas en la Iglesia, mas con todo, por muy altos que sean los cargos y el uso que hagan de sus prerrogativas, la Iglesia seguirá siendo la misma (que no siempre igual)…
Saludos Juano!
De acuerdo con tu matización. Pero has de recnocer que no pocas veces es difícil discernir entre lo que piensa el Papa y lo que el Papa dice porque es lo que espera la Curia Romana. De todos modos, ni el Papa ni la Curia Romana son la Iglesia. Eso también es cierto.
Como católico es doloroso ver la falta de congruencia enorme en la supuesta «élite» de la Iglesia. Es un tanto incómodo coincidir con muchas de las críticas que realizan los que nada tienen que ver con la Iglesia (por mucho o poco que conozcan del asunto), aunque no pocas veces el resultado del análisis de causas y efectos es muy diferente. Para que lo entiendas perfectamente, es como cuando oyes una crítica del sistema político actual y te identificas con el problema indicado. Lo malo viene cuando salen con la conclusión de que la culpa es del neoliberalismo y con la solución de más BOE y más impuestos… Pues en el plano religioso pasa mucho de lo mismo.
Hay vasos comunicantes entre el cristianismo y la lucha por la libertad de enorme relevancia y trascendencia. La pérdida de influencia de la moral cristiana debilita al movimiento liberal. Al mismo tiempo el incremento de la repercusión del mensaje liberal en los medios, y por ende en la sociedad, es más que beneficioso para la depuración de los vicios de la religión.
Es una desgracia que ambas tendencias sean contrarias, porque eso hace más fuerte a los liberticidas.
En cuanto a las dificultades para discernir no son tan grandes. Por un lado son contadísimas las ocasiones en las que un Papa habla Ex cátedra. Cuando es así lo normal es que sean temas irrelevantes para el no creyente, al menos en cuanto al enfoque. Y cuando no es así todos podemos opinar sin problema de lo que diga.
Mucho hay para hablar de este tema. Pero como ejercicio por si se da la oportunidad de encontrarnos un día de estos (de verdad que estoy en ello), imagina una Iglesia congruente con los Escolásticos que no participara en el euro y tuviera una banca para los fieles con patrón oro y coeficiente de caja del 100%. Una Iglesia congruente con San Agustín que condenara explícitamente a los creyentes que ejercen violencia contra terceros inocentes al amparo de leyes arbitrarias… Una Iglesia congruente sería una revolución mundial hoy en día, probablemente volvería a ser perseguida… Pero cambiarían muchas cosas.
Sin embargo, especialmente en nuestro país, tenemos una Iglesia que se dedica especialmente a gestionar subvenciones y a administrar servicios sociales. Una Iglesia que está tan metida en política que supedita los sacramentos a los trámites burocráticos… Y un largo y penoso etcétera ( hasta Cáritas es cantera de Podemos ). Lo del Papa es sólo la corroboración de que estamos jodidos y vamos a seguir estándolo, los católicos y los amantes de la libertad. Porque perder semejante aliado (para encontrarlo en la oposición) es una faena de las grandes…