Al igual que el todopoderoso Zeus en el poema Die Teilung der Erde (La división de la tierra) de Schiller, todo humano sensato termina por comprender que la vida no es más que una larga sucesión de decisiones y sus consecuencias. La mayor parte de esas decisiones las tomamos de forma casi automática o inconsciente. En no pocas ocasiones nos damos cuenta de que hemos tomado una decisión sólo en función de si sus consecuencias han sido especialmente severas o beneficiosas.
En las últimas décadas, los científicos que se ocupan de estudiar nuestro comportamiento, han desrrollado modelos teóricos en los que muestran cómo el enorme flujo de información y la enorme cantidad de estímulos a que nos vemos sometidos diariamente podrían suponer una sobrecarga patlógica de nuestra capacidad cognitiva. En otras palabras, nuestro córtex no estaría capacitado para soportar y procesar todo el material de que disponemos en nuestro día a día moderno. No les voy a aburrir con citas y nombres, pero les dejo un concepto aparecido a la luz de estas ideas: el nudging.
Nuestra irracionalidad es predecible y sistemática. La «economía del comportamiento», la psicología social y el «diseño del pensamiento», disciplinas con nombres pomposos, tienen como objeto estudiar esta realidad y ayudar a revertir sus costos. Así, esta tríada disciplinaria ofrece una solución para tanta irracionalidad: el nudge (en español, «empujoncito») hacia una decisión más beneficiosa.
En otras palabras, un nudge es una intervención controlada para afectar nuestro menú de opciones, alterando nuestro comportamiento de manera predecible, sin restringir opciones ni provocando consecuencias económicas.
Steve Hilton, creador del Behavioral Insights Team (primer equipo en gobierno dedicado exclusivamente a esto) en el Reino Unido, afirma que «el objetivo de cada nudge es remover la mayoría de las barreras físicas y mentales que impiden que tomemos decisiones que nos permitan vivir más, de manera saludable, económica y comunitariamente responsables».
Parece que la cosa es una buena idea, no creen? Lo sería si no fuese por la máxima que se «esconde» tras la altisonancia de los conceptos «científicos» y la buena voluntad de sus formuladores:
«Se deben diseñar prohibiciones o incentivos para facilitar las decisiones individuales y proporcionar alivio mental»
Tómese unos segundos de tiempo – no pretendo sobrecargar sus neuronas – y medite brevemente sobre esa frase…. y lo que significa.
Usted sabe que fumar no es bueno para su salud… y sin embargo fuma. Cuando la información sobre los perjuicios del tabaco deja de ser «eficiente» (deja de influenciar nuestra decisión ‘fumo/no fumo’), las autoridades sanitarias hacen uso del poder del estado para implementar un proceso de nudging: crear un ambiente que facilite la decisión de no fumar mediante la prohibición en el mayor número posible de espacios y tiempos. Les recuerdo que el de «fumar» es tan sólo un ejemplo. Piensen en «consumir energía», «transitar en coche», «votar en unas elecciones», «admitir ciertos tipos de comida y rechazar otros», ….
Reconozcámoslo: la cosa funciona. Las ambiciones de los estatistas a la hora de controlar nuestra toma de decisiones se van haciendo realidad poco apoco, inexorablemente. Ocurre que esta intervención en el proceso natural de tomar una decisión racional (consciente o inconscientemente) tiene, como todas las intervenciones, sus lados desagradables.
Cualquier decisión compleja que debamos de tomar, convierte en más fáciles las decisiones que, en el mismo contexto, debamos adoptar después. Es posible ENTRENAR la capacidad de decisión, y cada simplificación o inhibición de ese proceso nos priva de nuevas oportunidades.
Una segunda condición para poder tomar decisiones eficientes y buenas, es conocer las propias preferencias y objetivos.
Los humanos podemos aprender a tomar decisiones racionales que sean coherentes con nuestros objetivos y valores personales. Las decisiones son racionales en el sentido de que pueden ser predichas si conocemos los objetivos y valores de quien decide. Sin embargo, los humanos aprendemos a conocer nuestras metas y valores sólo mediante la constante toma de decisiones. Cualquier decisión nos da nueva información sobre nuestras propias preferencias. Con cada decisión, concretizamos los propios objetivos y valores. Cuanto más a menudo tenga que tomar decisiones, mejor voy a hacerlo para conseguir mi «propio bien».
Al principio siempre es estresante tomar decisiones, porque no conocemos la herramienta adecuada para reducir los datos y variables de que disponemos a aquellos que necesitamos realmente para «calcular» la utilidad esperada de la decisión tomada. Si los individuos viven en una sociedad en la que determinados valores están sobrerrepresentados por imposición de lo politicamente, sanitariamente, energéticamente, … correcto, o en los que, sencillamente, no hay libertad de elección, el ejercicio de aprendizaje descrito unas líneas más arriba nunca podrá tener lugar o se verá seriamente limitado. Se habrá reducido el nivel de estés cognitivo de las personas, pero también su capacidad de tomar decisiones complejas.
Uno de los métodos más eficaces a largo plazo para someter a las personas en la dependencia?
Evitar que las personas tomen sus propias decisiones, les convierte en dependientes de los demás en el largo plazo.
Tomar nuestras propias decisiones es agotador. Pero tomar nuestras propias decisiones es más fácil cuanto más a menudo nos expongamos a situaciones en las que hemos de decidir. La capacidad de tomar nuestras propias decisiones nos convierte en un individuo que conoce sus valores, principios y preferencias y, por lo tanto, tiene la capacidad de procurar incluso en el largo plazo su propio bienestar.
Yo a esta filosoía siempre le veo el mismo problema. Que se combate otra filosofía, porque parte de una asunción sacada de la gorra. Y eso es cierto. Pero lo malo es que esa crítica se hace … ¡con otra asunción sacada de la gorra!
La asunción de los fenómenos del «nudge» es que una pequeña élite sabe lo que le conviene a los pringados. La asunción de la crítica a los fenómenos del «nudge» es que los pringados quieren tomar todas sus decisiones pensando por si mismos.
Para mi, ambas asunciones están igualmente sacadas de la gorra. Con una diferencia. La asunción elitista se parece mucho más a lo que se ve funcionar en la naturaleza. Es falsa en el sentido de su pretensión de acertar con el «bien» para los pringados. No es falsa en el sentido de que los pringados van a tragar. Tragarán sin mucha protesta — dentro de un margen. Vaya, que se ve; se observa.
Y lo que me lleva a pensar esta obviedad, es que si quieres combatir al Leviatán opresivo, no lo puedes hacer con la muy artificial asunción de que entre Leviatán y Fulano no hay nada. Tienes que permitir y favorecer auto-organizaciones al margen de Leviatán, pero sabiendo que Fulano (a efectos prácticos y estadísticos) no funciona por su cuenta. Somos lobos domésticos (perros); no tigres.
Ciertamente.
De todos modos, en este texto no hablo de filosofía, hablo simplemente de procesos neuronales individuales (aún no somos capaces de pensar en colectivo, los lobos, digo 😉 ) que se ven afectados por una forma de ingeniería social. Y que nos convierten en menos capaces para tomar decisones difíciles, y por tanto, más dependientes de otros.
¿Estás seguro de que no somos capaces de pensar en colectivo? El 90% de la gente que yo observo no es capaz de pensar de otra manera. Bueno, en general no es capaz de pensar de ninguna manera. Pero pongamos de regurgitar pensamiento, con independencia de quién lo haya creado.
Vale, pensar es muchas cosas. Se le puede llamar pensar a «voy a hacerme un bocadillo», o a «a ver si me ligo a la vecina». Pero si hablamos de «comer carne es bueno / malo», o similares, eso no lo ha pensado individualmente ningún humano (casi) nunca. Y sin embargo estamos completamente llenos de pensamientos de ese tipo. Desde mucho antes de que ningún fenómeno hablara de «nudging».
Luis, tu idea de cómo / por qué hacemos y pensamos las cosas, puede que venga de mirar un espejo, pero no puede venir de mirar la realidad que te rodea. Anda, deja ya el espejo. 😉
A ver, mirar en el espejo. Hombre, las ideas, si son mías, nacen de mí. Pero todas mis ideas son el fruto de la experiencia y el aprendizaje. Efectivamente, son mi reformulación personal de muchas otras ideas que no son mías, matizadas por mi experiencia vital, o sea, las leches que me ha dado la vida y las que me he dado yo por pensar como lo hago y ser consecuente con ello.
Dicho esto, ligar a la vecina o tomar un bocadillo no entran para mí en la categoría de decisiones difíciles. Son cosas que uno decide – lo digo en el artículo- de manera más o menos automática. Bueno, lo de ligar depende, si hay oxitocinas por medio, tienes un problema 😉
Por otro lado, el hecho de que el 98% de la gente no piense, o lo haga sólo con carácter extraordinario tres veces en su vida, no es condición suficiente para convencerme de que yo deje de hacerlo o invite a quien me lea a hacerlo.
– hablo simplemente de procesos neuronales individuales
Seguramente ese es el problema. Que estás mirando la neurona, y no el pensamiento. Sería como analizar una bicicleta para comprender el paseo del cicloturista. No sirve. Necesitas, además, carretera, paisaje, agobio de encierro urbano, falta de motivos obligos para el ejercicio físico, etc. En resumen, el entorno. Pero el entorno del pensamiento es … ¡¡¡puta sociedad!!!
Sí, Robinson Crusoe pensaba. Pero no pensaba en las cosas que estás pretendiendo pensar «libremente». Especialmente si le hubieran dejado en la isla con cinco años. El pensamiento, si es de verdad individual (libre y tal), no merece el nombre de pensamiento. No pasa de «me tiraría a la vecina». Como mucho, con este palo alcanzo la fruta. Pero Robinson -desde niño- no podría tener esos «valores», ni «personales» ni leches, de los que quieres sacar «decisiones racionales». Tiene apetencias, igual que un perro. Pero al contrario que un perro, no sería -por ejemplo- «fiel». No tendría a quién serle fiel.
Lo de Steve Hilton y sus amigos no es ninguna novedad. Están adaptando una herramienta natural de toda sociedad, sin la que no sería sociedad. ¿Qué coño crees que es la moral (y la ley) más que»remover la mayoría de las barreras físicas y mentales que impiden que tomemos decisiones» adecuadas? Para que no te tires pedos en la mesa de comer, hace falta remover la barrera de tu apetencia, opiniéndole otra barrera llamada educación. Que no has pensado ni decidido tú, y es lo más alejado de «libre» que puedas soñar. La novedad de Hilton et al es el tipo de proceso por que que se crea el «nudge». Difiere de la tradición (la moral) en que es voluntario, experimental, y elitista. Y difiere de la ley en que es arbitrario. Tiene mandamientos; no esquemas generales por los que se llega a mandamientos. Esos son sus problemas reales, y no la falta de libertad y de decisión individual.
Niguna broma. La tradición (moral) es arbitraria. Pero es el experimento más largo que hace el hombre. Se sabe que funciona, y cómo funciona. La ley es no arbitraria. Pero como aplica esquemas, se puede presumir su efecto, porque esos esquemas se han aplicado en otros asuntos. Son dos sistemas bastante auto-controlados, y por tanto razonablemente seguros. Y razonablemente inteligentes (tienen experiencia detrás). Por supuesto, están llenos de «nudges», que no es ninguna novedad. El peligro de Hilton y sus alegres camaradas es que pretenden un sistema sin control y sin experiencia. Más o menos, la receta perfecta para el fracaso.
No veo que pensemos de forma diametralmente opuesta…. ni siquiera tangencialmente encontrada.
El proceso de toma de decisiones de cada uno de nosotros está bastante bien definido en neurobiología y psicología. Los factores (expontáneos o no) que afectan la toma de decisiones pueden ser también identificables. Y no, no pensamos colectivamente, nos dejamos llevar cómodamente por corrientes o ideas con las que nos identificamos, que no es lo mismo.
Tampoco hablo de ninguna teoría conspirativa cuyo protagonista sea Hilton o Merkel.
Me limito a senyalar, y creo que de forma acertada, breve y sin subterfugios, que nuestra capacidad de aprender a tomar decisiones difíciles en la consecución de nuestros propósitos es entrenable necesariamente, pero también manipulable… peor, es influenciable hasta el punto de que podemos perderla, haciéndonos dependientes de la voluntad de otros ante la propia incapacidad para tomar una decisión.
Sobre qué hacer con las consecuencias de mis decisiones, o qué factores las afectan históricamente, evolutivamente y socialmente, no he perdido ni un minuto. Sin duda me detendré en ello a la orilla de tus comentarios. Pero eso no era el tema que traía en este post 🙂
Quienes hayan leído esas líneas y se hayan tomado dos minutos para revisar los procesos que influyen en su propia toma de decisiones, habrán dado un pasito en su entrenamiento particular, probablemente insuficiente, pero algo es algo!
Muy interesante!
¿No se ha planteado escribir un libro? ¿Lo ha hecho ya y no me he enterado?
Gracias! Sí, me he planteado escribir algo. Está en gestación 🙂