Thatcher y Rajoy: dos formas de cambiar un país.

“Es necesario tener una idea clara del potencial y los límites del arte de gobernar. Las tentaciones, opuestas y gemelas, del estadista son la soberbia y la timidez”. Margaret Thatcher.

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En un contexto político-económico como el actual de España, donde el poder de los sindicatos aún todavía restringen la libertad de los trabajadores y divide a la población entre insiders (los que ya tienen empleo y están sobreprotegidos) y outsiders (los que no tienen empleo y tienen dificultades para obtenerlo por la sobreprotección de los insiders); donde los impuestos son demasiado asfixiantes y desequilibradores para la economía; donde el sector público está sobredimensionado y cuenta con privilegios disparatados, como la potestad de elegir a la mayoría de sus cargos mediante “libre designación”; donde existe una relación de corruptos y corruptores entre algunos empresarios y algunos políticos; y donde las trabas burocráticas terminan creando una sociedad que funciona a un ritmo muy reducido, donde los emprendedores y los que realmente tienen ideas ven frustrada su financiación por las más peregrinas de las razones imaginables.

Ante estos hechos, el Partido Popular, que controla actualmente el gobierno, se ha caracterizado esta legislatura por su inmovilismo y sus reformas más que timoratas. Un partido que recibió el apoyo mayoritario de los españoles hace casi cuatro años, tras una de las crisis más graves que España ha sufrido en toda su historia, no ha tenido el arrojo suficiente para acometer las medidas que España necesitaba, que la población estaba en condiciones de haberlas aceptado. No en vano, el señor Rajoy, poco antes de aprobar la Reforma Laboral, reconoció en Bruselas, “la Reforma me va a costar una Huelga General”, admitiendo su miedo a los sindicatos, que es uno de los mayores problemas que este país presenta e incluso una gran parte de la ciudadanía así lo admite abiertamente. En España, a parte de las concesiones vergonzosas que los sindicatos han tenido por parte de los diferentes gobiernos, aún todavía siguen recibiendo escandalosas subvenciones directas por parte del gobierno; siguen teniendo una influencia decisiva en la regulación laboral; siguen presentes en los Consejos de Administración de grandes empresas y Cajas de Ahorros y televisiones públicas.

Por si todo esto fuera poco, recientemente, después de la debacle electoral del Partido Popular donde se dejó entre un 38% y un 50% de los votos en todos sus territorios (incluso durante la recuperación de la economía debido a la depreciación del euro, la bajada del precio del petróleo y la moderación de los precios), el presidente admitió para sorpresa de los más sensatos que no iba a acometer ningún cambio y que todo seguía según los establecido y que era un “problema de comunicación”.

Esta falta de acción, de convicción y de espíritu reformista de los partidos PSOE pero sobre todo el PP de Mariano Rajoy, ha provocado la fragmentación del panorama político español en cuatro partidos, uno de ellos neocomunista, amenazando la prosperidad futura del país, al igual que ocurrió con las otrora potencias Venezuela y Argentina.

Ante estos hechos, para ver en perspectiva estas situaciones, conviene recordar cómo logró el Reino Unido salir de su pésima situación político-económica en 1979, donde el país era conocido como “el enfermo de Europa” y logró mejorar tanto su economía y política de forma decisiva cuyos resultados siguen sintiéndose en la actualidad. Actualmente, el Reino Unido sin duda uno de los países con mejor situación político-económica de Europa.

En palabras de la propia Margaret Thatcher después de ganar las elecciones en 1979: “Lo tentador, en tales circunstancias, era optar por refugiarse a la defensiva en una política de falsa prudencia: no recortar los impuestos sobre la renta en un momento en que los ingresos amenazaban con disminuir; no eliminar el control de precios en momentos en que la inflación se aceleraba; no cortar los subsidios industriales ante la inminencia de una creciente recesión; y no restringir el sector público en momentos en que el sector privado parecía demasiado débil para crear nuevas fuentes de trabajo. Y, efectivamente, estas condiciones económicas adversas redujeron el ritmo al que esperábamos regenerar el Reino Unido. Pero yo creía que esa era la principal razón para redoblar nuestros esfuerzos”.

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PIB de Reino Unido y España.

Fijémonos que el camino emprendido por el Reino Unido en aquellas fechas fue el contrario que el elegido por Rajoy. Rajoy ha elegido para España el camino de la “falsa prudencia”, de no recortar los impuestos cuando disminuyen los ingresos, de no reducir lo suficiente el sector público, ni de reducir el letal poder que los sindicatos tienen sobre la economía.

Mientras que la señora Thatcher, emprendió políticas amplias y profundas con convicción, sin atender a las protestas de grupos de presión que dañan la economía cuando tienen demasiado poder como los sindicatos, el señor Rajoy cuando ha recibido la más mínima presión o intento de protesta, ha dejado en saco roto sus propuestas, dando su brazo a torcer y cediendo en todo momento. Por ejemplo, cuando propuso la liberalización del taxi o del sector farmacéutico, un solo anuncio de protesta, le bastó a Rajoy para convertir en papel mojado tales propuestas, que iban en la buena dirección. En el caso de Thatcher, la condición que se imponía para la negociación con estos grupos, era que ninguna huelga o propuesta estuviese convocada; en caso contrario, las propuestas de Reforma seguirían adelante sin ningún tipo de modificación.

Lo mismo ha ocurrido con las privatizaciones que tenía marcadas Rajoy desde el principio de la legislatura; al final, se ha hecho tarde, mal y de forma insuficiente con la reciente salida a bolsa de AENA. En el caso de Thatcher, consiguió privatizar y transformar por completo la situación de empresas públicas como British Airways, British Steel, British Telecom, British Gas y la Electricity Supply Industry. Esto no sólo logró aumentar la productividad de las empresas británicas y aumentar los ingresos del Estado, sino que benefició a los consumidores aumentando la competencia al reducir el poder monopolístico que estas empresas contaban bajo el paraguas del Estado.

La filosofía política de Thatcher se fundamentaba en dos premisas. En temas internos presentaba un profundo escepticismo sobre la capacidad de los políticos para cambiar las bases de la economía, por lo que el objetivo era reducir lo máximo posible las trabas y lo impedimentos a la sociedad por parte del Estado, al que ella consideraba como una “entidad legal e impersonal manejada por funcionarios y políticos”. En política exterior, intentaba aumentar la firmeza e influencia del país para que el poder negociador de los empresarios en el resto del mundo se viese reforzado con el aumento del peso del Reino Unido en el mundo. En el caso de Rajoy, es lo opuesto. Se centra en temas internos, aumentando los impuestos, dañando al sector privado, dejando la política exterior a un lado.

Otro de los temas que hacen establecer una diferencia radical entre los estilos de Thatcher y Rajoy es el tema de los cambios internos, tanto del partido como del gobierno. Thatcher dedicaba mucho tiempo a remodelar sus gobiernos y a hacer cambios en los puestos que ocupaban sus ministros, era una de las tareas que más tiempo le ocupaba el pensamiento y sus horas de trabajo. Además de hacer cambios habituales en las carteras, cambió su gabinete entero dos veces, cuando la situación política lo requería o cuando tenía problemas internos. En el caso de Rajoy, el inmovilismo es impactante y espectacular. Ha tenido que producirse una revolución interna en el partido (además de en la política española), para que el señor Rajoy se atreva a decir, en un pasillo y a unos periodistas, que irá introduciendo cambios “poco a poco”.

Por último, Thatcher renunció a su proyecto de volver presentarse a las elecciones, tras recibir ciertos mensajes de su partido y dejó el camino abierto a otras figuras del partido. En el caso de Rajoy, parece más probable que el PP desaparezca por completo antes de que Rajoy olvide su proyecto personal.

No obstante ambos estilos políticos, aunque antagónicos, tienen algo en común: van dirigidos a cambiar por completo el panorama político del país. Si bien en el Reino Unido fue para un avance; en España es para un retroceso. Margaret Thatcher afirmó que su mejor creación fue Tony Blair, que logró que el Partido Laborista virara hacia el liberalismo. En el caso de Rajoy, todos esperarían –en caso de que Rajoy tuviese algo de sangre por sus venas- la afirmación: “Pablo Iglesias ha sido mi mejor creación”.

Bien es verdad que España está bajo la Unión Europea y son otros tiempos y que empeorar la situación económica y política de España con la misma velocidad que Inglaterra mejoró la suya se presenta difícil, aunque no paren de redoblarse los esfuerzos para ello.

Antonio Vegas
Antonio Vegas

Economista, especializado en finanzas. Apasionado de la libertad.

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2 comentarios

  1. Buen artículo.
    En este blog echo en falta una sección de «Foro», para que los lectores asiduos que no tenemos suficientes conocimientos como para publicar nuestros propios artículos podamos proponer temas de discusión que no cuelguen necesariamente de un artículo principal.

    Por ejemplo, ahora que está a la orden del día, me encantaría que se hablara del TTIP

  2. Cómo me gusta este artículo, Don Antonio. Le aplaudo con las orejas.

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