La batalla de los tipos de cambio.

I

Introducción

Uno de los aspectos más cruciales de la economía es el análisis del sistema monetario ideal. El dinero, tan importante para el ser humano que ningún país del mundo y apenas ninguna civilización en la historia ha vivido sin él, se materializa actualmente en diferentes tipos de monedas y con ello diferentes tipos de sistemas monetarios y, desde que las monedas pueden convertirse entre sí también en diferentes tipos cambiarios.

Por esta razón, dedicar a estudiar unos minutos este sistema ayudará a comprender mucho mejor nuestra realidad económica y comprender mejor las interrelaciones entre los países. En este artículo pretendo analizar las teorías más destacadas sobre el sistema monetario ideal para el progreso de la humanidad y los diferentes regímenes cambiarios.

II

La tesis de Hayek

Hayek defendía que hay dos tipos de sistemas monetarios: el sistema financiero internacionalista y el nacionalista. En el internacionalista los países se regirían bajo un sistema de cooperación internacional, favorable a la globalización. Por el contrario, en el nacionalista, los incentivos a la cooperación quedarían sustituidos por el proteccionismo monetario, mediante los tipos de cambio flexibles. Así cuando un país ve reducida sus exportaciones -bajo el sistema nacionalista- el tipo de cambio se depreciaría, haciendo estos productos más baratos en el exterior, recuperando el país la competitividad perdida (devaluaciones competitivas).

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Para los austríacos, lo ideal sería un sistema de tipos de cambio fijos, en los que el precio de una divisa estaría fijado con respecto a otra, eliminando las distorsiones de las variaciones en los tipos de cambio que puedan existir, asemejando el sistema monetario al internacionalista propuesto por Hayek. Así si un país pierde competitividad exterior, deberá buscar una ventaja competitiva. De esta forma, los países acabarán especializándose en aquello que hacen relativamente mejor que el resto, realocando los recursos globales allí donde son mejor aprovechados.

La forma más idónea de alcanzar este sistema sin fricciones sería mediante la adopción del patrón oro (todas las divisas tendrían un precio fijado con respecto al oro) o mediante la adopción de una moneda única en el mundo.

III

Áreas Monetarias Óptimas

Esta tesis austríaca se contrapone con la teoría de las áreas monetarias óptimas enunciada por Mundell. Es la teoría más aceptada en la actualidad, tanto por políticos como por economistas. Defiende el nacionalismo monetario y afirma que no todas las zonas son adecuadas para compartir una misma moneda o para tener un tipo de cambio fijo entre las mismas.

Una zona monetaria óptima para Mundell es una región geográfica en la que se maximizaría la eficiencia económica si la región entera compartiera una única divisa. Más allá de ese límite geográfico, el área monetaria será cada vez más ineficiente. Para que una zona o región establezca una misma moneda, debe reunir las siguientes características: movilidad laboral y de capital en la zona, flexibilidad de precios y salarios y similitud en las estructuras económicas de la zona.

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El argumento es el siguiente: si una parte de la región (por ejemplo, Alemania) recibe mayor demanda internacional, una gran cantidad de recursos de toda la región se trasladarán a Alemania, viéndose el resto de la región perjudicado (desempleo, bajos salarios, etc.) sin que éstos desequilibrios puedan ser resueltos, puesto que no se cumplen las condiciones de Mundell (por ejemplo, el desempleo en España no puede resolverse porque no existe movilidad laboral entre España y Alemania, y el desempleo generado en España no pueden compensarse con el empleo generado en Alemania), lo que se conoce como shocks asimétricos. Este es el argumento que se esgrime continuamente contra la Eurozona, ya que supuestamente no cumple con las condiciones de Mundell y el euro parece no tener futuro.

IV

La tesis de Milton Friedman

Milton Friedman también se contrapone a la teoría austríaca pero desde otra perspectiva a la que lo hace Mundell. Friedman defendió un sistema de tipos de cambio flexibles, como elemento esencial de un mercado libre. Un sistema de tipos de cambio fijos representaría un control de precios y un control sobre el comercio internacional. Y es que el precio de una divisa debe está regido por su oferta y demanda, libremente establecida en el mercado, como el resto de bienes. ¿Por qué fijarlo?

Está claro que mientras existan diferentes monedas, unas van a ser valoradas por los usuarios de las mismas de forma diferente. Y que estas valoraciones van a cambiar según cambien los acontecimientos o las valoraciones o preferencias de los usuarios. Por tanto, por naturaleza, el precio de las monedas entre sí está sometido a fluctuaciones continuas, como pueden estarlo el precio de las acciones en la bolsa, lo cual parece una razón para estar a favor del sistema de tipos flexibles.

Sin embargo -argumentan los austríacos-, bajo un sistema de dinero fiduciario, donde el dinero es una promesa de pago o un pasivo del banco central, donde el dinero depende de la confianza de los agentes y sobre todo donde el banco central controla la oferta monetaria, los tipos de cambio también se verían influidos por las acciones del banco central, pudiendo devaluar o apreciar la moneda según los cambios en la oferta monetaria. Por lo tanto vemos que en un mundo de tipos flexible con un banco central como órgano rector, vemos que los tipos de cambio presentan un alto componente de intervención pública.

Por ello, para los austríacos, bajo un régimen de dinero fiduciario, el sistema menos malo sería el de los tipos de cambio fijos, donde el banco central se vería obligado a ajustar la oferta de divisas en función de la demanda de las mismas (resultando en un tipo de cambio invariable, por eso es fijo), restringiendo la política monetaria, maniatando al poder político, al no poder establecer la oferta monetaria libremente.

V

Consideraciones complementarias

No obstante todo lo anterior, es un error abogar por un sistema puro de tipos de cambio flexibles o por un sistema puro de tipos de cambio fijos. En primer lugar porque en el mundo no existe un sistema absolutamente fijo ni flexible, sino que podríamos hablar de un sistema más flexible o menos flexible. El propio Juan Ramón Rallo reconoce que incluso bajo un sistema de patrón oro, habría ciertas fluctuaciones en los tipos de cambio; e incluso bajo una única moneda también las habría en los derechos de cobro.

En segundo lugar –y creo que esta es la confusión más importante entre algunos austríacos- porque bajo la etiqueta de “tipos de cambio fijos” se engloban muy diferentes regímenes sin distinguirlos entre sí. Es muy diferente tener un tipo de cambio fijo debido a que existe una moneda única en el mundo o bajo a un patrón oro, que tener un tipo de cambio fijado por el gobierno arbitrariamente, que va modificándose a placer. Esto último es lo que ocurre en China, donde The Economist ha estimado que el tipo de cambio del yuan está más de un 50% por debajo de su valor, teniendo en cuenta el precio de productos similares en China y en el exterior y el tipo de cambio vigente.

Por tanto, sería mucho más claro clasificar los diferentes sistemas monetarios según su grado de intervención pública (o si se prefiere según su grado de participación del mercado).

Es un error decir que se está a favor de los “tipos de cambio fijos” porque introducen una restricción al nacionalismo monetario y al establecimiento de una política monetaria autónoma, pasándose por alto el hecho de que este tipo de cambio puede ser modificado a discreción por el gobierno, devaluándose o reevaluándose por encima de su nivel de mercado introduciendo distorsiones en la economía. Ante este caso, ¿no sería mejor un régimen de tipos de cambio flexibles?

Llegados a este punto, podemos introducir el concepto de triángulo de la imposibilidad, que ilustra que sólo es posible conseguir al mismo tiempo dos de los siguientes tres objetivos:

  • Tipos de cambio puramente fijos.
  • Absoluta libertad de movilidad del capital.
  • Una política monetaria totalmente autónoma.

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Este triángulo de la imposibilidad también funciona gradualmente: podemos reducir un grado un objetivo para aumentar un grado los otros dos objetivos. Por ejemplo, aumentar un grado de flexibilidad en el tipo de cambio para aumentar un grado la movilidad del capital.

Usando este concepto, los austríacos defienden los tipos de cambio fijos bajo la libre movilidad del capital y rechazando la política monetaria autónoma. China por ejemplo mantiene fijo el tipo de cambio sin dañar a su banco central, manteniendo todavía estrictos controles sobre los flujos de capital. China a medida que flexibiliza su tipo de cambio también lo hace con los flujos de capital.

VI

Conclusión: El sistema monetario ideal

Sin embargo todo lo anterior, a largo plazo, el tipo de cambio tiende a reflejar el poder adquisitivo del dinero. Una mayor inflación conducirá a una mayor devaluación de la moneda y una devaluación de la moneda conducirá a una mayor inflación futura. Por ello un banco central que aumenta en exceso su oferta monetaria, bajo un sistema de tipos de cambio flexibles, aparte de provocar inflación provocaría la devaluación de la moneda. Por ello el efecto de todas las devaluaciones competitivas quedan con el tiempo evaporado en el humo de la inflación.

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Como conclusión podemos afirmar que si usted está a favor del progreso de la humanidad, debe saber que debe optar mayormente por la libertad. La libertad naturalmente entraña riesgos, intranquilidad y competencia. Introduce incentivos que nos llevan a actuar. Por ello debe saber que si el progreso es su opción preferida, el sistema monetario internacionalista es el más adecuado para conseguir tal objetivo, incrementando la eficiencia, competitividad y relocalización de los recursos a nivel mundial. Es el comercio internacional, el librecambio. El que perjudica a los que lo hacen mal (pérdidas) y a los que lo hacen bien (beneficios).

También debe saber que el sistema internacionalista más idóneo es la moneda única mundial, donde no existiría ningún tipo de barrera al movimiento de las mercancías, capitales o personas en el mundo. Todavía está muy lejos. Un proxy de ese mundo sería el propuesto por los austríacos bajo un patrón oro o tipos de cambios fijos.

Sin embargo, un peligroso mundo es el de los tipos de cambio fijados por los gobiernos o, de forma equivalente, los tipos de cambio flexibles intervenidos por los gobiernos en favor del sistema monetario nacionalista y proteccionista, dañando el librecambio, la globalización y el progreso, al introducir fricciones en el mecanismo de precios internacional.

Antonio Vegas
Antonio Vegas

Economista, especializado en finanzas. Apasionado de la libertad.

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Un comentario

  1. Lo mas curioso de todo esto de la moneda, el dinero, la pasta gansa…. por lo menos desde mi postura no instruida (¿o debería decir deformada por aquellos que me hayan «instruido»?) es que su valor depende de la cantidad y de la confianza que tal o cual moneda sea fiable en el tiempo, cosa que va asociada a la cantidad que, como toda moneda FIAT, está en manos de los políticos.

    El tema da para mucho o para poco, depende de dónde queramos poner el énfasis, si en la alteración de los previos por la variación de la oferta monetaria o si lo queremos poner en el porqué el político se empeña en manipular ese valor en pos de no se sabe muy bien qué beneficios para el comun cuando, como bien dices toda devaluación acaba devorada por la inflación.

    Yo soy partidario del Euro. Muy partidario. No sé si seguiste el hilo que tuve con Plaza en el articulo de Arturo, pero si algo tengo claro es que una moneda cuyo banco emisor ya no depende de un grupo de políticos de un determinado país sino de mas de un grupo de políticos de mas de un país que se tienen que poner de acuerdo en cómo se articula la politica monetaria, es mucho más susceptible de ser una moneda confiable que lo que pueda llegar a ser el Dracma o la Peseta… si es que seguimos el camino de Grecia…

    Porque Grecia se sale del Euro sí o sí.

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