Sí, lo sé. La culpa es mía por ver las noticias y los informativos, especialmente en campaña electoral.
Me encontraba yo inocentemente ante la televisión, buscando algún programa de calidad como Phineas y Ferb, cuando me topé con una candidata al parlamento europeo lanzando airadas y vehementes consignas en el clásico mitin.
Por supuesto, no esperaba que hablase sobre su programa. Nadie lo hace. Supongo que como consideran que el votante español es un ignorante que no tiene ni idea de las funciones y competencias del parlamento europeo, prefieren insultar su inteligencia hablando de generalidades sobre lo que pretenden hacer a nivel nacional, autonómico o local, o directamente sobre cómo plantean cambiar el mundo llenándolo de unicornios rosas, arcoiris y florecitas (todo ello muy útil para enmascarar y darle color a los gulags).
Pues esta señora, lejos de explicarnos cuál era su postura ante la política agraria común o el transporte en carretera, exponía con firmeza la urgente e inaplazable necesidad de que se reconociera la igualdad de derechos para las mujeres.
En un principio me quedé algo sorprendido, porque no aclaraba con quién quería que las mujeres tuviesen igualdad de derechos. Como uno ya ha escuchado muchas milongas de este estilo, y da por sentado que hay quien aún considera que existe una especie de guerra entre hombres y mujeres, quizás equiparable a la lucha de clases o a la de fans de Pepsi y de Cocacola, decidí caer en la molicie y plegarme al lugar común. De modo que concluí, que esta candidata estaba afirmando que la línea esencial de su acción política sería la consecución de la igualdad de derechos entre los dos sexos.
Y ahí es donde comenzó mi verdadera confusión. Porque no conozco ningún país de la Unión Europea donde las leyes discriminen o segreguen por razón del sexo. De hecho, en todas las constituciones se establece la prohibición de tal discriminación.
Ah, lo olvidaba. Sí que existen, excepcionalmente, esas leyes discriminatorias. Se me ocurre la normativa penal española sobre violencia de género, pero en ella quienes están gravemente discriminados son los hombres, que ven recortados de forma flagrante sus derechos y garantías procesales, así como su derecho a la defensa con todas las garantías.
De modo que la candidata en cuestión, lo que quizás estaba proponiendo era la derogación de esas leyes, incluyendo también las normas de discriminación positiva hacia las mujeres, que en el fondo lo que hacen es ponerlas en una situación de desigualdad jurídica con el hombre, e insultarlas diciéndoles que son o están bajo algún tipo de inferioridad tan sólo por tener un sexo diferente.
Aunque claro, la explicación no terminó de satisfacerme. tras recordar la línea de su partido (de todos los partidos en realidad), comencé a dudar de que esa fuera la auténtica razón para las afirmaciones que gritaba en su mitin.
Había otra posibilidad. Quizás esta mujer haya sufrido algún tipo de dolencia, un accidente, una intoxicación grave, y se piense que aún vivimos en los albores del siglo XX. Puede que haya estado encerrada tanto tiempo en su cuarto, estudiando y preparándo exámenes, que haya perdido la noción de la realidad y de la época en la que nos ha tocado vivir.
Sin embargo, de nuevo descarté la hipótesis. Ni en el discurso ni posteriormente en sus apariciones o las de sus compañeros se habló de otras necesidades éticas y políticas, como ampliar el voto a todos los ciudadanos mayores de edad. Tampoco se dijo nada de prohibir la esclavitud, las conscripciones para las guerras coloniales o la conveniencia de regular el trabajo infantil.
De modo que sólo se me ocurre una posibilidad. A esta candidata al igual que a sus compañeros de filas o a sus competidores de otros partidos, le traen al fresco las funciones reales que van a desempeñar, en el caso de ser elegidos, en el parlamento europeo. Y además piensa (y lamento decirlo, no sin cierta razón) que sus conciudadanos, sus votantes, son unos completos ignorantes sobre el tema y ni tienen idea de para qué votan ni les importa.
De esta forma, en lugar de hablar de cosas aburridas (porque la realidad suele serlo), es mucho mejor centrar la campaña en generalidades coloristas y en desacreditar a los competidores. Al fin y al cabo ¿a quién le importa? Los españoles van a votar este domingo (los que voten) no para renovar un órgano de una institución que tiene sus competencias concretas y definidas, y que influye en ciertos aspectos de su vida. Van a votar (o no) porque les cae mal cierto señor o señora, e incluso algún despistado, para cambiar el mundo y comenzar una revolución de las conciencias que nos lleve a todos a un futuro dorado, con ositos amorosos danzando a nuestro alrededor.
Todo muy alentador.
¡Por favor, por favor, por favor!……. ¡que te van a llamar Cañete!
¡No! ¡Eso no! ¡Cañete no…! 🙂
¡Jooorl! Seguimos haciendo amigos. ¡Qué cruz! 😉
Je,je… ¿Crees que no me invitarán a la clásica fiesta que hacen los partidos en la noche electoral? Con la ilusión que me hacía…