Hoy, como de costumbre, me encontraba almorzando con algún noticiero como ruido de fondo, cuando una noticia me llamó la atención. Parece ser que ha habido un homicidio, un hombre (por cierto, marroquí, dato que dan de pasada por aquello del morbo, pero sin querer incidir en las estadísticas, para no atacar el dogma políticamente correcto según el cual la “violencia machista” no entiende de situaciones sociales, económicas ni culturales, porque todos los hombres somos malos, malos, y unos asesinos en potencia) ha matado a su mujer y luego se ha suicidado.
Pero no es el crimen en sí lo que me hizo escuchar la noticia con incredulidad, sino el rostro cómicamente apenado y los gestos sobreactuados de alguien a la que presentaron como la responsable de servicios sociales de la comunidad autónoma. Esta señora afirmaba firmemente (o eso esperaba parecer) ante las cámaras que pensaba investigar a fondo qué falló en este caso, porque al parecer, la víctima estaba protegida por una orden de alejamiento.
Me parece por su parte un ejercicio absurdo, por cuanto cualquiera que haya tenido alguna relación con el Derecho Penal le puede explicar cuál ha sido el fallo. Sin querer ser más listo que esta señora, que sin duda ostenta su cargo por sus muchas cualidades (entre las que lamento decir que no se encuentra la interpretación), sí que podría ofrecer alguna pista sobre el particular.
Para empezar, habría que explicar qué es eso de una orden de alejamiento. Pues básicamente consiste en que un juez, ya sea como medida cautelar (antes del juicio) o como parte de la condena, ordena a una persona que durante un tiempo (seis meses, un año, dos…) no se acerque a otra a menos de una distancia determinada, y que se abstenga de cualquier tipo de intento de comunicación.
Y ya está.
¿Y qué pasa si el malvado incumple esa orden? Pues que estaría cometiendo un delito de quebrantamiento de condena, del artículo 468.2 del Código Penal, por el que podrían condenarle a una pena de entre seis meses a un año de prisión.
Está claro que la medida de alejamiento puede tener su eficacia cuando se impone a personas de escasa o nula peligrosidad, sin riesgo de que vayan a cometer más delitos. Ciudadanos que cometieron cierto error en sus vidas (como pelearse con un vecino) pero que no piensan repetirlo. Sin embargo, para alguien dispuesto a matar y que asume la posibilidad de sufrir una condena por homicidio o asesinato, la amenaza de seis mese de prisión quizás no le acobarde demasiado.
Por ello, la medida de alejamiento tiene eficacia en esos casos en los que no es necesaria.
Pero quizás me digan ustedes: no, lo que pasa es que cuando recae sobre alguien una medida de seguridad o condena de este tipo, seguramente existen unos procedimientos especiales para hacerlas cumplir. No puede ser que toda la parafernalia mediática con la que llevan años bombardeándonos, todo eso de la protección especial de las víctimas, sea sólo fachada.
Pues déjenme que les explique cuál es el infalible mecanismo que nuestra indignada responsable de asuntos sociales pretende investigar, para descubrir qué falló.
Imagine que usted es una persona protegida por una orden de alejamiento contra un malvado, y que ese tipejo aparece en la puerta de su domicilio con un machete en la mano. En ese momento, automáticamente, desde las Administraciones competentes comienza el siguiente procedimiento:
1.- ……
2.- …… Ejem…
…..
Pongamos los pies en la tierra. En ese momento, sea usted una víctima protegida o el campeón mundial de los pesos pesados, su vida está exclusivamente en sus manos.
Puede tener suerte y que de la casualidad que cerca pase una patrulla de policía. Y de que pueda pedirles auxilio. En ese caso, procederán al arresto del infractor de la medida de alejamiento. Puede ser que vecinos o demás personas acudan en su ayuda. Pueden suceder infinidad de variables, pero ninguna Adminstración ni poder público va a aparecer tan oportuno como Batman, para frustrar los planes del criminal.
Luego, sí. Usted, víctima protegida, si todo resultó ser un susto o un asunto menor, puede acudir a la policía o al juzgado de guardia, denunciar los hechos y el violador de la orden de alejamiento será imputado por el delito de quebrantamiento. Ahí sí que se pone en marcha la (lenta y desesperante) Administración de Justicia, pero no automáticamente. Hay que darle un empujoncito. Es usted quien tiene que darle a la manivela para que se ponga en marcha.
Pero es obvio que si el que infringe la orden de alejamiento lo hace con intención de hacer auténtico daño, usted, al igual que yo, y que cualquier otro ser humano, estamos solos, sin más ayuda que nuestros propios recursos y la buena fe (y valor) de quienes nos rodean.
Quizás la responsable de los servicios sociales, sus jefes y quienes los publicitan, sí que deberían investigar bien estos hechos. Quizás, y sólo quizás, lleguen a la conclusión que los que fallaron fueron ellos. No porque realmente pudieran hacer mucho más en éste caso concreto, sino en general, por engañar a las víctimas potenciales de estos asesinatos. Por hacerles confiarse en una falsa y letal seguridad. Por convencerlas de que no pasaba nada, que estaban ellos allí para protegerlas en todo momento, cuando saben que es una mentira; y que además es imposible, porque no hay medios materiales ni humanos para poner un guardaespaldas a cuidar de cada ciudadano, ni un policía en cada esquina.
Yo pago mis impuestos, y a cambio exijo cierto nivel de seguridad, pero soy consciente de que sólo es posible hasta cierto punto. Más allá de él me tengo que cuidar por mi cuenta, y con el apoyo de mis amigos y familia. Puede que no esté de más explicarle eso a quienes son víctimas de una situación criminal. Y además enseñarles a defenderse. La verdad puede dar miedo (y quitar votos) pero también puede salvar vidas.
Completamente de acuerdo con el contenido del art.
Efectivamente, una de las características de la sociedad española españoles, ya desde el siglo de Oro y sospecho que anteriormente, consiste en vivir de las «apariencias».
Esas apariencias, que en siglos pasados tenían un fuerte contenido religioso, en la actualidad se han sustituido por el contenido «progre», que es lo «correcto» y aceptado tanto política como socialmente.
La lista de las «apariencias» progres es tan enorme como antes lo era el listado de las apariencias «religiosas»,
La eficacia real de las «ordenes de alejamiento» en aras de lograr la protección de víctimas potenciales (especialmente mujeres), es una de las muchas apariencias «progres» que en el fondo son simplemente eso: falsas apariencias que todos fingen creer que sirve para algo, cuando en realidad, o no sirven para nada o son directamente contraproducentes.
La cruda realidad es que, como dice el autor, aparte del «papelito» con la orden de alejamiento, entre el agresor decidido y la víctima indefensa, no hay más que la verborrea a posteriori de los políticos,con sus patéticas, repetitivas y falsamente afectadas condenas dialécticas de la «violencia machista» y sus «pésames» a los familiares.
Y a eso se resume toda esta «apariencia»: papelitos y pésames frente a cuchillos.
Pues sí. Si te das cuenta hay mucha más similitud entre el tópico de la antigua sociedad religiosa y la nueva sociedad religiosa (la religión progre) de lo que la gente cree.
Efectivamente M.A. existen muchísimas similitudes entre la sociedad tradicional regida por la moral «religiosa» y la sociedad moderna regida por la moral «progre»: por citar una el rechazo (de boquilla) al «dinero» como resumen de lo «egoísta» y de las «bajas pasiones mundanas». En esas cosmoviones tener «dinero» te convierte automáticamente en alguien «socialmente» sospechoso, casi con toda seguridad porque en realidad lo que se esconde tras el rechazo es la envidia pura y dura.
Aquí nos tratan como si fuéramos niños irresponsables. Por ejemplo, en la M50, en la que estaba permitido ir a 120 ( un rollo de velocidad, que cuando no hay atasco, igual que en la M40, se puede ir con toda tranquilidad a 140 o más ), pues acaban de pasarlo a 100 max.
En cambio, si es verdad lo que me cuenta una amiga que vivía en Alemania, allí la máxima es libre. Pero si tienes un accidente, el hecho de ir deprisa de verdad te deja a ti la responsabilidad del accidente. Eso sí, ella me decía que si cuando aparecía una ambulancia, algún coche no se quitaba inmediatamente del carril del centro, en el que las ambulancias , la policía , y los bomberos, tienen prioridad, se la cargaban con todo el equipo…
O sea, les trataban como adultos, pero al que se portase como un niñato, estacazo.
Lo que no entiendo, es que estén prohibidas las armas exclusivamente defensivas, como los sprays de pimienta etc, y que no se los dé directamente la policía, o el juzgado, a las personas en situación de riesgo.
Porque una persona con miedo, y en posesión de una pistola, o de una navaja de esas de resorte, y que no tenga práctica en su uso, ni sangre fría además, puede ser un peligro para personas inocentes ,( como alguien que se acercara a preguntarle la hora, y que la sobresaltara… ) .
Pero si alguien se asusta y le echa un poco de fufú a alguien, por el susto, y era inocente, la cosa no es tan grave. ¡ Vamos, digo yo !
Y no estoy pensando sólo en «las chicas»…
La teoría es que no existen armas sólamente defensivas. Y tampoco inocuas (sobre los sprays de pimienta y sus riesgos hay mucha literatura). De todas formas, pocas cosas hay más letales que un cuchillo de cocina, y cualquiera puede comprar uno en una tienda de todo a 100.
Mi idea en este artículo no era centrarme en la polémica del derecho a llevar armas (con lo que yo estoy de acuerdo, por cierto), pero sí que sería para planteárselo. Hay muchas cosas que una persona amenazada puede hacer para reducir el riesgo, pero ninguna pasa por esperar pasivamente a que un superhéroe a sueldo de la comunidad autónoma o el ayuntamiento, vele por su vida desde las azoteas.
A lo que voy es que la vida tiene riesgos y peligros, y si tienes mala suerte (te cruzas en el camino de un maleante o vives en una zona de terremotos…), esos riesgos pueden aumentar. Y es una mentira eso de que desde un despacho puedan hacer un hechizo (con forma de decreto) y hacer desaparecer todo el peligro. Eso convierte a las personas en blancos indefensos.
Al criminal la prohibición de portar armas o las órdenes de alejamiento no le incumben. Al ciudadano que cumple con la ley, el creerse protegido por la policía o por un papel es una estupidez.
Aquí falló que la señora no tenía una pistola cargada en la mano…
Y en China donde conseguir armas es mucho más complicado que aquí, son llamativas las matanzas que se están produciendo con armas blancas, demostrándose una vez más que quien mata es la persona. Y quienes sufren las prohibiciones son las víctimas…
En efecto. Es curioso como los medios de comunicación (o los indignados profesionales) no se hacen eco de las matanzas en China, realizadas con simples cuchillos. Pasaba igual con los asesinatos masivos en Argelia, todos con hachas de mano y cuchillos de cocina. Pero lo malvado es que el ciudadano lleve pistola.
De todas formas, en el artículo no me refería sólo a la posibilidad de que alguien amenazado pueda estar armado. Ese es sólo un aspecto. El tema es que hacer creer a alguien que se encuentra totalmente protegido y seguro cuando realmente está en peligro, no sólo es temerario, sino inmoral e incluso criminal.
En un timo la víctima ha de pensar que está aprovechándose del timador. ¿Dónde está la responsabilidad y la culpa de que alguien se crea que un papel puede impedir que un criminal que quiere matarle se contenga por lo que diga el texto impreso?
A partir de cierta edad el focus externo en estas lides es difícil de justificar…
En general tienes razón, sobre todo para toda esa masa de población que se ha creído eso de que la ley de violencia de género ha servido para algo útil, porque se lo han dicho en las noticias.
Sin embargo, en los pocos casos en los que realmente estamos ante una mujer maltratada cuya vida está en peligro (sí, ya sé que la versión oficial es que no hay casos falsos y que todos son gravísimos, pero yo me baso en mi experiencia), es más complicado. Se suele dar en mujeres con escasa o nula formación, aisladas de la realidad, sin autoestima y muy asustadas (de nuevo, la corrección política afirma que no, que todas las mujeres son víctimas potenciales, pero no suele ser cierto), que de repente entran en un mundo diferente (lleno de policías con aspecto fuerte, con un aparato administrativo que las supera, con gente hablando muy técnico, fiscales, jueces, abogados…). Y toda esa gente nueva, que parece que sabe de lo que habla, le asegura que ya no tiene nada que temer, que ellos la van a proteger.
En esos casos, es decir, en los que de verdad la vida de la víctima corre peligro, sí que puede llegar a creerse que no pasa nada y que alguien la tiene protegida mágicamente. Eso es lo grave:anular su capacidad de autoprotección.