Los monstruos de mis pesadillas tienen todos una cosa en común: son feos y me persiguen. No importa si presentan apariencia de autómata sanguinario, oscuro espíritu omnipresente o malvado ente sin rostro. Tampoco importa su nombre, no tienen por lo general. Los monstruos de mis pesadillas, sean como sean, se llamen como se llamen, sólo persiguen un fin: quitarme la vida o reducirla al espacio que queda debajo de mi cama.
Si me preguntan qué es lo más valioso que poseo, les diré que mi vida. Y si me preguntan qué es lo segundo más precioso en mi ajuar, les diré que la capacidad de hacer con mi vida aquello que me permite ir a dormir libre del temor a las pesadillas, las de antes de quedar dormido.
Todos mis monstruos acechan tras todas las esquinas esperando el momento adecuado para arrebatarme la vida. Si no lo consiguen, el miedo que generan es suficiente para recluirme – temblando de miedo y pánico, ajeno a la razón, rehén del plexo solar – en un rincón, un armario, un centímetro de espacio donde sentirme seguro, en el que me prometo protección. Humano, despierto empapado en sudor, con el corazón casi saltando fuera del pecho y un grito apagado: no, en ningún sitio estoy seguro si continúo huyendo de mis miedos.
Huir del miedo es la mejor forma de narcotizar el afán.
Es indiferente que lo llamemos República, Reino, Democracia Parlamentaria, dictadura o Bernie. Quienes han comprendido mis debilidades humanas y saben cómo utilizarlas en su propio provecho, quienes han comprendido lo sencillo que es arrebatar el poder (la soberanía) de los temerosos, ésos cantan loas al estado, se llame como se llame. Alimentan el monstruo con consignas y la promesa de un rincón bajo la cama en el que sentirnos seguros. Un rincón sostenible, gratuito, ecológico, social, equitativo, digno, igual para todos …. obligatorio.
No tengo yo claro que el significado final que quiso darle don Francisco a su grabado sea el que usted dice. Yo, por ejemplo, no me considero “sentimentalista” y creo que estoy lejos de ser un enemigo de la razón.
Me planteo si no puede haber una tercera opción, la defensa de la simple racionalidad tanto frente al sentimentalismo como al racionalismo. Un repaso crítico de la Revolución Francesa, sobre todo a la época del Terror y la deificación de la Razón, quizás puedan arrojar alguna luz sobre el asunto.
En cualquier caso: hemos de tener cuidado con lo que soñamos, aunque no podamos evitar soñar. Y. como bien dice el autor, con los que nos ofrecen, sin indicar claramente el precio, su protección frente a las pesadillas.
Creo que el asunto es algo más complejo, si me lo permiten los dos. Estamos demasiado acostumbrados a la nueva dualidad: razón-emoción y de tanto árbol no vemos el bosque: los humanos y sus actos somos el resultado de ambos. La razón pura, libre de toda emoción, nos deshumaniza del mismo modo que la pura acción visceral nos animaliza. Cualquiera de ellas aisladas nos saca del contexto humano para llevarnos a lo que no somos. No, no es fácil encontrar el equilibrio.
No debemos olvidar tampoco que tanto nuestro yo pensante como el yo emocional tienen sus propias pesadillas, sus propios monstruos.
Vaya por delante que mi primer conocimiento del significado de ese apotegma fue el de que el racionalismo (sus sueños) produce monstruos, pero en alguna ocasión, quizás porque confío más en la razón que en la emoción, investigué sobre el asunto y encontré lo siguiente (la función busca lo rescató de mi caótico cajón se sastre electrónico):
(Del Blog de Arcadi Espada, ignoro la fecha)
La relación de este país con el racionalismo ha sido y es tan desgraciada y perversa como lo muestra este apunte de Sebreli en su libro (soberbio) Las aventuras de la vanguardia: “Contemporáneo de Fuseli y de Blake fue Francisco de Goya cuyos grabados llamados Caprichos y sus pinturas negras de la Quinta del Sordo suelen ser interpretados como otra forma de irracionalismo prerromántico. Esto no es así. Goya era un representante de las ideas ilustradas, no un romántico, y por ello sufrió persecución en la España oscurantista. Su dibujo El sueño de la razón produce monstruos, que pasa por ser un ataque al racionalismo, muestra, por el contrario, que cuando la razón —representada por una figura durmiendo sobre un libro— abandona la vigilia, surgen los monstruos engendrados por la superstición, la ignorancia y el fanatismo”. Y el propio Goya escribió en 1797 sobre Los Caprichos: “El autor, soñando. Su intento sólo es desterrar vulgaridades perjudiciales, y perpetuar con esta obra de “caprichos el testimonio sólido de la verdad”. Una ojeada por google permite comprobar hasta qué punto la interpretación irracional se ha impuesto. Ha colaborado, sin duda, la ineficaz polisemia de sueño.
Aquí tenemos la versión del propio autor, lo que a mi juicio zanja la cuestión. Por otra parte, un objetivo análisis del grabado creo que deja pocas dudas.
El significado corriente (que pretendo combatir), forma parte de la perversión habitual del lenguaje que siempre practican los sicarios del sistema dominante (sea cual sea), porque en este caso, ya viene de antiguo.
Respecto al dualismo razón-emoción, estoy con Gómez. Nos emascularmos si renunciamos a cualquiera de ellas, pero me temo que la razón lleva la peor parte de calle, y eso nos convierte a algunos en puntillosos al respecto. De todas formas, siempre he pensado que las pasiones hay que vivirlas sin complejos y sin prejuicios, pero cabalgándolas con la razón. Si no, el final suele ser muy triste y tampoco es eso.
Saludos.
Es curioso como los enemigos de la razón (los sentimentalistas), suelen cambiar el sentido de esta frase, haciendo ver que el racionalismo (sus sueños y objetivos) produce monstruos, cuando su significado goyesco es que si la razón duerme, los monstruos (las barbaridades y aberraciones) proliferan. Justo lo contrario.
Gracias por dedicar tanto tiempo a romper los mitos del sistema. ¿De dónde lo sacáis?
Las noches. Los fines de semana. Y los ratos tontos en los que debo esperar a que un sistema raro de Rayos X haga rastreos. 🙂
Gracias a tí por leer y comentar.
gracias…