[dropcap]A[/dropcap]penas han pasado diez días desde que los alemanes acudiesen a las urnas a votar y ya podemos sacar una conclusión: ningún partido parece haber entendido claramente la voluntad de los votantes. Los resultados obtenidos por los democristianos alemanes, encabezados por su líder Angel Merkel son magníficos, pero insuficientes. Faltan seis escaños para poder gobernar en solitario, para alcanzar la ansíada mayoría absoluta. El eterno novio, el pretendiente de toda la vida, los liberales del FDP no ha llegado a la fiesta. Sus votantes no han dudado un segundo en castigar severamente sus incongruencias internas, su incapacidad para dar siquiera un leve aroma liberal al gobierno saliente.
Y en todos los corrillos de europa escuchamos el mismo murmullo: ¿gobernará Merkel con los socialistas? ¿es posible una coalición con los Verdes? ¿cuál es el precio de la estabilidad política alemana en los próximos cuatro años?
En esta carrera de novios el SPD lleva una leve ventaja. Los socialistas alemanes, blandiendo la bandera del segundo peor resultado electoral de la historia, pavonean ante la dama y sus cortesanas como si hubiesen ganado algo. Sin maña ni encanto. Apenas unas horas después de las elecciones, el líder del partido Sigmar Gabriel sacó pecho y humilló a la Canciller, diciéndole que sí, que hablarían, pero que él marcaba los tempos. Primero había que esperar al viernes 27, fecha en la que la cúpula del SPD y sus 200 delegados trazarían las líneas maestras de la estrategia a seguir para que la posible coalición no deje a su partido en el papel de mero comparsa de la todopoderosa CDU. Nada inteligente la estrategia de dejar a Merkel sentada y esperando, pues apenas era martes y la sajona anunciaba que desde la CDU no se veía como imposible una coalición con Los Verdes. Los “nunca jamás” indignados de la cúpula ecologista no se hicieron esperar. Ellos parece que sí entendieron el mensaje que les llegó desde las urnas.
Tras la soberana bofetada recibida por los votantes, más dolorosa en tanto que ellos soñaban con un 15% de los votos y apenas alcanzaron el 8% todo parece indicar que las huestes de Trittin han decidido retirarse al claustro y rehacer el partido con los añicos dejados por la ola de dimisiones de la pasada semana.
La señora Göring-Eckardt, que no ha sumado más fracasos en su carrera política porque no la han dejado, intentó echarle la culpa de todo a su pareja su principal, Trittin, y recuperar así un puesto de gestión en el partido. Y ello a pesar de que todo el mundo recuerda que su labor como líder de la facción parlamentaria fue de tan de bajo perfil que nadie recuerda que hiciese nada. Con Trittin, al menos sabemos exactamente dónde estamos y qué tenemos. Su camino ha sido siempre transparente y de líneas claras. En cualquier caso, un pacto de gobierno con Los Verdes se antoja misión imposible. Ni en los asuntos sociales, ni en los energéticos es posible advinar un sólo párrafo de los respectivos programas electorales que permitan suponer un acercamiento de posturas.
El novio que le queda a Merkel es, pues, el SPD. El viernes ya ha pasado y los socialistas han anunciado “oficialmente” que están abiertos al diálogo con CDU-CSU para intentar alcanzar un programa común de gobierno.
Pusieron a disposición de la prensa un documento en el podemos leer muchas cosas interesantes. En el documento no se dice que el SPD quiera dialogar con la CDU, se dice, textualmente, que el SPD no se niega a mantener diálogos con la CDU. Sigmar Gabriel subraya, al presentar el documento, que no se trata del visto bueno para entrar en conversaciones de coalición, se trata de entablar charlas de sondeo… en caso de que la señora Merkel nos invite. Y si ello ocurre, que ocurrirá, los resultados de tales charlas de sondeo deberán ser de nuevo debatidos por el mismo gremio que se reunió antesdeayer.
Y ¿sobre qué están dispuestos a sondear los socialistas del SPD? Pues parece que sólo hay una línea de ortodoxia: se trata de debatir los contenidos de su propio programa, se trata de provocar un cambio político. A día de hoy, al menos de cara a la galería, el SPD no descarta absolutamente nada. Ni siquiera que se deban celebrar nuevas elecciones.
No es de extrañar que el sábado muchos diarios alemanes no pudiesen resistir la tentación de tachar la rueda de prensa del viernes noche como “presuntuosa”. Además, Gabriel puede estar satisfecho con el resultado de las discusiones internas, las que no se relatan en la nota de prensa: existe acuerdo generalizado con la dirección del partido por el que, a pesar del lamentable 25,7 % obtendo en las elecciones, no habrá más responsabilidades que la ya anunciada retirada de Steinbrück a su sillón de Diputado.
Los frentes parecen definidos e inamovibles. En política laboral, mientras la CDU rechaza salarios mínimos generales a nivel nacional, garantizando pero a través de pagos suplementarios del Estado que todos los ciudadanos dispongan de los ingresos mínimos necesarios para su sustento y no prevee retocar el tema de la protección contra el despido, los socialistas del SPD exigen un salario mínimo interprofesional de 7,50 euros por hora. El sueño del SPD de un sistema de seguros sanitarios universal no es compartido en absoluto por los asesores de Merkel. El programa de la CDU tenía en uno de sus puntos centrales la congelación de impuestos. Es más, proponen bajar el tipo impositivo mínimo del 14% al 12%. El SPD reclama una subida del tipo impositivo para familias con “grandes” ingresos del 45% al 47%, al tiempo que proponen la redcción del tipo bajo del 14% al 10%
No parece descabellado pensar que en los próximos 4 años asistamos a un gobierno socialista light. Los grandes temas se tocarán poco o nada y se realizarán pequeños ajustes en asuntos sociales y de familia.
La próxima semana, si ya hubiesen tenido lugar las primeras conversaciones serias entre SPD y CDU, será más fácil adivinar si Merkel se decide a dar el beso a Sigmar Gabriel o prefiere jugar la carta de las minorías… o nuevas elecciones.