Ser un escéptico, un hombre de dudas, era en tiempos de Descartes –la Ilustración, no sé si recuerdan– una virtud. La duda constructiva, poner en tela de juicio cualquier verdad absoluta se convirtió en motor de la Ilustración y de la ciencia moderna.
Pero las “circunstancias climáticas” parece que no admiten ya esta forma de pensar. O recitamos todos el nuevo credo del Calentamiento Global Antropogénico o nos convierten en herejes. Peor: negacionistas sin rango. Las consecuencias de semejante actitud no son medibles ni con el mejor de los termómetros. Vivimos en una época de cambio, de traslación desde la ciencia tal y como la entendía Karl Popper al fundamentalismo cuasi-religioso. Asistimos a la menopausia de la razón. En lugar de trabajar para una mejor adaptación a los constantes cambios de nuestro entorno nos dedicamos al accionismo ciego del miedo por el miedo, devolviendo las riendas de nuestro mañana a un nuevo totalitarismo.
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Asusta la facilidad con la que los humanos caemos, una y otra vez, en los mismos esquemas tantas veces demostrados como erróneos. La facilidad con que nos abrazamos a cualquier falacia proclamada en primera persona del plural. El estado de enamoramiento ciego en que caemos cada vez que se nos presenta un mito nuevo capaz de asegurarnos la felicidad …. ¿eterna? ¿De todos? ¿La propia?
[… lea el artículo completo en negocios.com, la revista de economía de La Gaceta, donde aparecerá cada Domingo, en la versión papel, una Carta desde Leipzig firmada por este escéptico irredento]
Si una materia idolatra el «consenso», indicativo que está siendo invadido por la pseudociencia.
Le deseo el mejor de los éxitos… por la cuenta que nos trae a todos.
Bonita homilía, sí señor…lástima que seas un «antipapa» Al Gore
A los curas del tocomocho climático sólo se les puede combatir desde el púlpito 😉
¡Ah bandido!, no sabía que ahora tienes un nuevo púlpito para un sermón dominical. 😉
¡Bien hecho!