No se trata de sentirse viejo. Se trata de serlo, de asumirlo, de asumir la derrota de la biología frente a las fuerzas físicas que operan en el cosmos. Uno no envejece de pronto a partir de una determinada edad. Es un proceso gradual. Quizás aceptarlo lo haga más sereno, quizás lo acelere. Algunos creen que no darse por vencido y luchar ferozmente contra los “síntomas” les ayudará en algo. Pero el envejecimiento no es una enfermedad: es la enfermedad misma de estar vivo y haber culminado el desarrollo biológico conducente a la perpetuación de los genes.
¿Qué tienes 40 años? ¡¡¡Amigo, estás en la flor de tu madurez!!! Por favor, déjense de gilipolleces. El declive comenzó hace ya diez años. Uno podría ser productivo en alguna actividad o rol de esos que proporcionan las fuerzas del mercado y la lucha por la vida en general. Tratas de buscar el nicho, el nido, el hábitat en los que nadie te de la murga. Pero no miras ni hacia adelante ni hacia arriba sin tener la sensación de que una inmensa oscuridad lo cubre todo. Sí lo haces y ves un tenue azul es que vives bajo el espejismo de la vida eterna, que no necesariamente ha de proyectarse más allá de la terrena. Somos muertos vivientes. Otros creen en el Carpe Diem como si eso fuera a proporcionarles placeres epicúreos sin fin. Pero el presente es ahora en el exceso y mañana en la resaca. En conjunto es una vida desgraciada que en ocasiones se enmascara, como el payaso se pinta el rostro con una sonrisa, de falsa y artificial felicidad.
¿Quieren cubrir las lágrimas que en éste valle hundido en la sima de la nada cubren a su vez nuestros verdaderos rostros, no esas máscaras que nos ponemos para el trato social? Si son idiotas, por Dios, o por lo que sea, NO DEJEN DE SERLO. Además probablemente no lean esto, o no lo entiendan y piensen que el IDIOTA soy yo. ¡Benditos! Y si no son idiotas, no hay consuelo posible, ni ganar un Premio Nobel ni tener un harén de bellas adolescentes, ni obtener éxitos cotidianos en un desempeño profesional que no hace más que mantener en pie un edificio que algún día caerá con estrépito.
Decía Nietzsche que el hombre del conocimiento ha de caminar entre el resto de los hombres como entre animales. Parece que al menos para los incidentes de tráfico eso le vale a Nassim Taleb, que dice que ve como a bestias desbocadas sin raciocinio a quienes le hacen gestos desde los otros vehículos. Un amigo me ha aconsejado el considerar como amebas a los seres que me rodean en el trabajo. Desafortunadamente son capaces de desplegar un repertorio comportamental mucho más complejo y, por lo que a mí se refiere, perfectamente enfocado en mi persona y perfectamente orientado a perjudicarme. Podría parecer que este último párrafo rompe con el anterior discurso sobre el envejecimiento. No. No nos engañemos. Se supone que en sociedad uno sufre o “desarrolla” un proceso de maduración. De hecho no es extraño escuchar de tal o cual imbécil que no eres lo suficientemente maduro, que estás verde, y cosas de ese estilo. Desde su Cátedra en Inutilidad togada con un engreído conocimiento parcial sobre un desnudo de ignorancia total, muchos son los que juzgan a los demás, siendo su juicio muy valorado por el gran rebaño y por el resto de la cohorte de togados. Se quema en la plaza pública al inmaduro, y quizás no sea mala cosa cuando lo que se hace es sacrificar a un cerdito satisfecho que se ha solazado desde su temprana infancia en la irresponsabilidad. El problema es cuando cogen a alguien que, consciente de la importancia relativa de todas estas futilidades ontológicas pero necesidades para la supervivencia, simplemente duda, simplemente no asume responsabilidades que no se ve capaz de asumir o lo hace con pie poco firme, sin los excesos de confianza propios de los experimentados -¡en los excesos de confianza!
Amigos, la madurez no es un estado del alma, es la negación de la niñez, una vez el cuerpo comienza a pudrirse, éste sí, irreversiblemente. A algunos, como dijera Dostovieski en sus Demonios, se les cierra la mente llegada determinada edad. A eso le llaman madurez. Y desempeñan su rol en la sociedad con aparente eficiencia. Luego vienen los desastres, pero, a la larga, fácilmente se olvidan. A otros no se les cierra del todo, y sufren las consecuencias de sus aparentes inconsecuencias. Puede que no haya futuro ni alturas a los que aferrarse, puede que el presente sea una ilusión de la que no cabe extraer grandes satisfacciones, pero queda el niño indefenso y creativo, quedan la fragilidad y la fortaleza de la vida, luminosas, encerradas en un cuerpo que se agota.
Puede, Dhavar, que hablar de entretenimiento aquí pueda sonar algo frívolo, pero cuando uno flota en el mar y cada vez que profundiza demasiado o demasiado tiempo se ahoga,porque está condenado por su naturaleza a vivir del aire, cuando «aspira» ese aire puede que esté aspirando con ello al vuelo del pájaro. Cuando uno vive en lo que parece ser una infinita superficie sin esperanza, el salto y el juego del delfín no parecen ser una opción tan vana.
Hazte anfibio
Yo, en cambio, pienso que entender es lo único que tiene verdadera utilidad, y si se queda ahí, en sólo «coño, por fin lo he pillado!», sin ninguna «aplicación», mejor todavía. Mejor dicho, es el único fin, no sirve a nada ni a nadie más, las cosas útiles son cosas serviles ex definitio. Lo contrario es como decir que uno folla mucho y muy bien aunque «no sirva para nada».
Uno intenta entender y explicar(se) mejor el mundo y a sí mismo, aunque no sirva de nada. Con algo hay que entretenerse, Dhavar.
Joder Germánico, hacía tiempo que no te veía. Me impresiona la rara perfección que vas alcanzando a medida que te vas soltando y hablas con las tripas. Menuda diferencia con ésos artículos de pisicología, neuropolladas, evolucionismos pret a porter y demás absurdas zarandajas. El muro es el muro, además un muro incomprensible que «toca» – cómo?-con la Nada. Hacer como que no está, si puedes, funciona hasta que la cascas. Si no puedes, sólo puedes lanzarte contra él con dos cojones y un palo.
Pero Pedro, ¿a estas alturas de la película y esperando sensatez de tus semejantes? Yo hace (no) mucho que perdí la fe.
Ya leí un artículo tuyo referido a este tema.
Creo que el tema del envejecimiento, como el de la muerte, es un tema tabú provoccado por el hecho de que es inevitable. Es mejor no preocuparse (o simplemente evitarlo) por un problema que no podemos resolver.
Podemos disfrazarlo de dignidad, respeto a los mayores o de lo que queramos. En realidad, como bien dices, es el hecho de que nuestros cuerpos se pudren.
Sin embargo, no comparto tu pesimismo. Pienso que el envejecimiento puede ser «curado» en los próximos cien años. Puede que para nosotros sea tarde, pero tengo la esperanza de que nuestros hijos no tenga que pasar por estre proceso de destrucción.
Pero mi pregunta es otra ¿Por qué no es una prioridad el estudio del envejecimiento? ¿Por qué malgastamos nuestro dinero en cosas absurdas y no lo dedicamos a un tema que nos afecta a todos?