Míreselo. Escudríñese. Haga introspección mientras observa sus cambiantes facciones en un espejo. Está usted loco. No, no trate de eludir verdades incómodas. Tan fatal como el cambio climático, tan gore, tan alegórica, la locura que usted padece no tiene otra solución que la de adoptar drásticas medidas. Imagínese ya con la camisa de fuerza dentro de una habitación acolchada con un espejo. Usted sabe que desde el otro lado de ese espejo algunas personas le estarán observando. Sabe que en algún momento un par de grandotes forzudos con un mono verde entrarán en la habitación y le agarrarán con fuerza para llevarle a la sala de electroshocks. Recibirá algunas descargas contundentes que le dejarán en blanco. Será trasladado, hecho una piltrafa, a una cama, dónde su cuerpo yacerá por un tiempo todavía convulso.
¿Pero qué me está contando este charlatán-bloguero-payaso? ¿Quién es él para llamarme a mi loco, cuando de todos es sabido, y además por mí mismo, que estoy enteramente en mi sano juicio? ¿Quién es ese imbécil para llamarme loco? El loco es él. Yo estoy ferpectamente, digo perfectamente –lapsus freudiano.
No. Usted está loco y se lo voy a demostrar:
Antes la gente era cosas tan peculiares como antipática, cobarde, con carácter fuerte, servil, entusiasta, optimista, rara….hoy no. Ahora tenemos nombre clínico y psiquiátrico para todas las cosas. Hay por ahí una Biblia que no deja de crecer que refiere los múltiples trastornos de personalidad y mentales que padecen los humanos que encaran –con ojos muy abiertos o muy cerrados, pero nunca en un estado equilibrado- el siglo XXI. No recuerdo el nombre de esa Biblia, pero imagino que mi olvido obedece a algún trastorno referido en ella. Usted no es una persona segura de sí misma y emprendedora, créame. O bien padece manía o bien es un psicópata o bien es un extravertido limítrofe, o bien un adicto al trabajo, o vaya usted a saber qué. Pero no se deje intimidar por mis palabras, no se asuste, porque en tal caso se le diagnosticará un trastorno de ansiedad, y si se le ocurre derrumbarse, por un momento, y adoptar una pose melancólica, su depresión será evidente. Tendrá que tomar medicación de caballo para volver a ser el usted de antes, ese que….ese que estaba, en fin, tan desquiciado, pero al menos era operativo.
¿Lo ve? No hay salida. No le digo que esté usted particularmente loco, no pretendo sugerir que usted sea un enfermo mental irrecuperable o de difícil tratamiento. Simplemente le digo que el espectro de lo que se considera dolencia y/o patología de la mente se ha ampliado considerablemente, llegando a abarcar incluso a personas que en otro tiempo hubieran pasado por….normales, esa cosa tan rara.
Así que ojo con Pedro. No es que tenga mucho carácter y sea antipático, es que tiene un grave trastorno de la personalidad de perversión sociópata. Y cuidado con María, que tras su simpatía exultante esconde a una maniaco-depresiva que se hunde cuando usted no la ve. No crea que es ajeno a estos problemas Antonio, pues más que timorato e inseguro padece un trastorno de ansiedad serio.
¿Y los niños? Los niños no son traviesos, amigo o amiga mío. ¿Creía que lo eran? Eso es muy antiguo. Está usted pasado de moda. Los niños tienen el THDA. ¿Que qué es eso? Pues nada, un Trastorno de Hiperactividad con Déficit de Atención.
En fin, no se fíe ni de su sombra. Se encuentra al acecho. Pero cuidado también con desconfiar…podría tener manía persecutoria.
-Hijo, tienes el cuarto hecho un desastre!! Haz el favor de arreglarlo o te la cargas.
-Es que tengo el Síndrome de Diógenes.
-Ay, pobrecito. Descansa. ¿Quieres que te prepare un caldito?
Esto vuelve a ser un manicomio. Voy a por mi bata blanca….
A veces envidio a los negros. Tengo la impresión de que son menos neuróticos que los blancos. Hay algún estudio científico que lo corrobore?
Depresión…. puagh! Una metáfora de tercero de EGB se ha impuesto a aquello que pretendía expresar, en esta época tan increíblemente carente de gusto literario: «Verás, hijo, la TRISTEZA, MELANCOLÍA O ACEDÍA es como una depresión en un terreno». ¡Coño, papi, ya sabía que no debía haberte preguntado! Si en vez de ir de cultureto original siglo XXI hubieras citado al clásico «valle de la muerte» de los Salmos, habrías evitado lo inevitable:Que me marche de casa ahora mismo antes de que me arranques el alma con tus palabras-pastilla-shock-bloqueantes. Yo, plenamente aceptada con honor, gusto y alegría mi condición irrecuperable de Loco furioso, arcaizante además, me dedico los fines de semana alternos a la cacería y ejecución sumarísima de psiquiatras, psicólogos, psicopedagogos, …y cualquiera que se dedique a arrastrar por el fango y prostituir a mi amada Psiché o la Palabra. Además, las ejecuciones son violentísimas, lentas y bastante espantosas. Se queda uno luego de un a gusto…limpito, en paz, reconfortado y listo para arrancar la semana otra vez como un ciudadano ejemplar.
Ah, y se me olvidaba lo más importante: la depresión.
Ahora con la depresión económica seguramente se hayan reducido notablemente los casos de depresión psiquiátrica falsa y hayan aumentado los casos de depresión psiquiátrica clínica o auténtica. Los cuentistas que antes se daban de baja por depresión en los trabajos ya no lo hacen -más les vale. Pero los que están hundidos y en situaciones límite puede que caigan en una profunda depresión al no ver salidas a su desesperante situación.
Y ahora un poco en serio. Tómenme a mofa, lo merezco.
La sociedad humana es un equilibrio imperfecto de fuerzas variadas. Ahora hay una proliferación desmedida de medicinas, que acompaña a un avance real y maravilloso en el conocimiento de los mecanismos y los tratamientos de las enfermedades, y, paralelo a él, hay un aumento de la fe en la ciencia y, desgraciadamente, la superstición respecto a todo lo que tenga aspecto de ciencia. Así que se medicalizan y medicamentan toda clase de dolencias -reales y figuradas. Si uno tiene problemas, es más probable que acuda a un médico que a un amigo, y más probable que busque una etiqueta científica que una del lenguaje popular para su malestar. También, es natural, han proliferado los engaños, los embustes, de gente que quiere prosperar a costa de la ingenuidad y la superstición ajenas. No escapa a ello ni la industria farmacéutica, con todos sus protocolos e investigaciones. La pela es la pela oiga. Si usted demanda un crecepelo, nosotros le daremos un sucedáneo bien caro. Los psicólogos y psiquiatras encuentran cómodo y aceptable el poder categorizar de alguna forma todos sus casos. Y ciertamente se han descubierto y nombrado, como en zoología se hace con las especies, comportamientos psicopatológicos nuevos, que antes se pasaban por alto o se consideraban rarezas y se sobrellevaban. Pero también se ha creado un monstruo, una quimera, cuyas coloridas escamas son etiquetas varias que se aplican sin ton ni son a comportamientos varios que antes fácilmente podían clasificarse con el lenguaje corriente. Y lo que se medicaliza de palabra encontrará rápidamente un «remedio» que lo medicalice en forma de tratamiento.
El movimiento ese de la antipsiquiatría resulta peligroso en este contexto. De él se pueden servir otro tipo de ingenuos conspiracionistas para tomar la parte por el todo y creer que hay una conspiración de médicos y farmacéuticas para tenernos a todos domeñados y tranquilitos. Yo vi un documental, con el llamativo y tétrico título de Psiquiatría -la industria de la muerte, en el que se exponían todas estas ideas antipsiquiátricas con un lenguaje científico -con un fondo anticientífico y una forma pseudocientífica- de forma, para un lego, perfectamente convincente. Hay que desconfiar, también, de los que desconfían….no vaya a ser que sean -¡¡¡paranaoicos!!! O simplemente malos o idiotas.
¡Vaya! Por fin alguien cuerdo. En efecto, hasta la vejez es una enfernedad, y no algo inherente a unos procesos y estados imperfectos llamados vida, moldeados por la evolución.
Con el tiempo, colega mío, seremos capaces de tener fabulosos trastornos para nuestros remedios. Eso sí que será un Pogreso. Pos eso.
Afortunadamente nuestra farmaindustria va creando fabulosos remedios al mismo tiempo que aparecen los trastornos. Ya son capaces incluso de atenuar los efectos visibles de esa terrible e inexorable enfermedad que es la vejez.
Cosas del «progreso».
En absoluto. Esta labor me resulta en extremo desagradable, pero alguien tiene que hacerla, alguien ha de tomar cartas en el asunto.
Detecto en usted una ira contenida que está a punto de hacerle explotar en un ataque furioso contra mi persona. No lo voy a consentir. Llamaré a mis gorilas para que me protejan.
¡Pero si se le han olvidado las «enfermedades» físicas, Germánico! ¿Que el nene vomita? es que tiene el virus AZH765’24 que se quita con este y aquel fármaco. ¿Que le sale a vd. un sarpullido en la nariz? Alergia «picajosis particulenta» al olor a gallina frita que se cura con esta crema con cortisona. ¿Dolores en el dedo gordo del pie cada seis minutos? Síntoma del síndrome de despatarrosis que ha de curarse rápidamente con rayos X y Z y unas sesiones de «pinching» chino.
Y me resulta curioso eso de que hayamos pasado de considerar «rasgos de personalidad» (mas o menos estables) a cosas como la antipatía o la alegría, a considerarlos cosas no solo inestables («estados»), sino directamente medicables. Estoy de acuerdo con Juano y Cara de palo: pero no solo síntoma de cosmovisión materialista, sino de medicalización-estatalización centralizada de nuestra vida.
(Sí, aparte de otras cosas, padezco hibernitis aguda cada año, hasta que pasa el 17 de marzo).
Usted en invierno lo que tiene es una depresión estacional. Normal, como mujer y como árbol no es agradable ver las hojas que le daban todo su esplendor cayendo. Pero no se preocupe, que para eso tenemos un medicamento muy bueno, que hará que vuelvan a salirle las hojas, que también sirve de crecepelo y de quita-arrugas, y, por supuesto, para su profunda depresión invernal tenemos además luminoterapia, que reestablece sus ciclos circadianos, perdidos por el acortamiento de los días. Se puede combinar todo con la medicina S, concretamente con la ingesta de 100 mg diarios de ella.
Me preocupa, no obstante, que sugiera usted que estamos excesiva y gratuitamente medicalizados. Creo distinguir una traza paranoide en sus palabras. Quizás le conviniera tomar V y H en dosis de 3 mg y 80 mg respectivamente.
Te lo estás pasando bien, ¿eh?
¡¡Ooooh!!!! ¡¡¡Cuidado!!! ¡¡¡Estos son los peores!!! Son enormemente reactivos e impermeables a todo tratamiento eficaz. Responden con una ironía y luego se ponen serios. Tengan cuidado el resto de participantes en este loco foro. Menudo manicomio que he montado…..se me crecen los dementes. Vamos a tener que contratar más personal de contención, un auténtico grupo de antidisturbios para maniacos.
En todo manicomio que se precie de serlo, siempre hay un interno que adopta el papel de psiquiatra, se pone una bata y hace la ronda con aire circunspecto, escenificando una especie de parodia. Si además usa como apodo el de un prestigioso general romano, es conveniente tenerlo en observación durante una semana, manteniendo una estrecha vigilancia, para asegurarse de que no reviste gravedad y que no es un peligro para los demás internos.
¡¡¡Proyección! ¡Proyección!
Tiene razón Germánico: padezco una disociación mental severa, y para sacarle partido me han instalado un interruptor justo detrás de la oreja izquierda que puedo utilizar a discreción, en función de las circustancias. Me costó un ojo de la cara. Por eso, además del interruptor, llevo un parche en un ojo.
Y ahora, entremos en materia.
Del DSM-V, que es la última versión aún no publicada, se dice que no deja prácticamente a nadie fuera del espectro de los trastornos mentales, pero eso no es necesariamente malo.
En primer lugar, eso es una ventaja para psicólogos, psiquiatras, industrias farmacéuticas y aledaños, porque supone más clientela.
También es una ventaja para los que se avergüenzan de tomar pastillas y acudir al psiquiatra, porque se pueden consolar pensando que todo el mundo está mal de la cabeza o tiene algún problemilla, incluidos los propios facultativos.
No hay que olvidar tampoco que ese magnífico manual puede servir de inspiración o libro de referencia a numerosos escritores y cineastas en busca de historias que atrapen a su público. Las historias de locura tienen un gran tirón y con frecuencia sirven de base a obras maestras. Se dice que Patricia Highsmith se inspiró mucho en un libro del psiquiatra Karl Menninger titulado «The Human Mind».
Y volvemos a lo que decía Germánico en la entrada de hoy: ahora, en una novela el protagonista ya no está locamente enamorado, como sucedía en tiempos de Goethe, sino que padece una grave neurosis obsesiva. La cuestión es: ¿cuál de las dos formas de interpretar el fenómeno es más realista? La primera corresponde a una concepción idealista del mundo; la segunda, a una concepción materialista. Creo que ahí está la clave, y lo que ridiculiza Germánico aplicando la «reductio ad absurdum» es la consecuencia de una cosmovisión materialista.
Hay mucho de conspiración en el libro gordo de las «enfermedades» mentales. Para empezar se ignora el poder y el peso de la voluntad individual. Luego para rematar se promete la curación gracias a pastillas mágicas y al cuidado de los especialistas certificados por el gobierno. Y es un esquema que lleva mucho tiempo funcionando, recuerdo cuando viví en los EEUU ver niños inquietos drogados toda la semana para que no se salieran del molde (ni dieran mucha lata, claro…).
Parte de este esquema también es la moral sexual que se pretende implementar como «normal» y aceptable. Hay que dejarse llevar, disfrutar, probar, tapar todo agujero que se nos antoje. Nada de voluntad ni control, sólo instinto y placer, todo vale… Y si eso no funciona, tenemos unas pastillas estupendas…
Aquí tenemos un claro caso de represión de la líbido con consecuencias fatales para la estabilidad mental. Por un momento me pareció usted un individuo en su sano juicio, pero ya veo que su «estrecha» moral nacional-católica le impide disfrutar de su vida con plenitud. Si tomara usted 4 mg de D tendría muchos menos complejos y problemas de personalidad relacionados con su frustración. Piénseselo bien.
Veo, viejecita, que es usted adicta a los psicólogos argentinos…..ummmm….grave, muy muy grave. Son una fuente de permanente confusión, antes que de clarificación, respecto a nuestras dolencias mentales. Hay que reconocerles, empero, su esfuerzo por clasificar esas dolencias en categorías. Desgraciadamente su pasión por el parloteo incesante no ayuda a fijar en absoluto dichas categorías, ni a contrastarlas empíricamente. Es un vaivén sobre diván que no conduce a nada sólido. Lo mejor es narcotizarse enérgicamente para detener tanta verborrea superflua e inútil. A usted le vendría bien un poco de C, no sé, 500 mg diarios. Seguramente comenzaría a ver el siniestro rostro de los psicólogos argentinos difuminarse hasta adquirir un carácter espectral, y a escuchar sus voces cada vez más lejos, como si hubieran caído en un profundo abismo.
Don Germánico
En mi familia, presumimos de que si los demás, tienen un gramo de locura, para poder vivir, nosotros solemos tener un kilo.
Pero esa «biblia» tan gorda que usted menciona, a nosotros nos encanta. Porque gracias a ella, se ve que no hay quien se libre de alguna señal de locura, y a nosotros se nos aceptan nuestras «manías» con mucha mayor naturalidad.
Por otra parte, si se considerase a todos esos «síndromes» como «lo normal» ; ¿ Que ocurriría con tantos y tantas psicólogos argentinos que nos animan y nos dan conversación, y nos ponen etiquetas ?
Porque a mucha gente, el tener un diagnóstico hecho por un profesional les tranquiliza, y les permite seguir con su vida tranquilamente…
Dicha partición será de juzgado, pero usted, en cambio, es de Manicomio. Padece una disociación grave entre una personalidad racionalista-empírica, como la que muestra en su anterior comentario más extenso en este post, y la personalidad irracionalista obsesivo-compulsivo-sexual que muestra de el comentario que hizo en el post anterior hablando de un tío suyo….
Por cierto, la partición automática de palabras en los comentarios de este blog es de juzgado de guardia. No respeta ninguna norma.
La antipsiquiatría representada por Thomas Szasz es comprensible en el contexto en el que surgió, pero hoy en día la práctica de la psiquiatría tiene poco que ver con aquello que narraba Ken Kesey en su novela «Alguien voló sobre el nido del cuco», cuya adaptación al cine marcó a varias generaciones y fijó una imagen de la práctica psiquiátrica que continuó vigente aun cuando la inmensa mayoría de los manicomios o centros psiquiátricos ya habían sido clausurados. La novela de Kesey no está inspirada en la antipsiquiatría de Szasz, sino que forma parte del movimiento contracultural de los años sesenta, pero responde en parte a un enfoque similar de la enfermedad mental como mito o invento de una supuesta conspiración médico-estatal de carácter represivo.
Por otro lado, el estudio de los trastornos mentales facilita a quien los conoce, aunque solo sea como parte de su cultura general, una actitud más comprensiva hacia quien los padece: determinadas actitudes hostiles, desagradables o simplemente extrañas por parte de alguien que sufre algún trastorno emocional son más fáciles de sobrellevar por quienes lo rodean si conocen su razón de ser. También tiene la ventaja de que permite prever el futuro en cierta medida. Si estás familiarizado con el DSM y conoces a la que crees que es la mujer de tu vida, pero resulta que manifiesta unos comportamientos propios de una mujer con trastorno límite de la personalidad, tal vez debas replantearte la idea de casarte con ella, porque hay una probabilidad considerable de que convierta tu vida en un infierno.
En cualquier caso, el sufrimiento inútil que provoca una personalidad desequilibrada, a sí misma y también a los demás, no es un invento de la psiquiatría.
Eso sí, no intenten ustedes analizar a un psiquiatra o a un psicólogo, que son tan propensos como cualquiera a padecer aquello que estudian (Freud era un neurótico), porque usan una barrera defensiva muy difícil de traspasar. Están entrenados para ello, y una de sus normas básicas es impedir que el cliente o paciente se ponga en un plano de igualdad con ellos.
Y ya cambiando de registro, añadiré que hace un tiempo me reí mucho con una película de Todd Solondz titulada «Happiness», uno de cuyos protagonistas es un psiquiatra pederasta que a su vez acude a otro psiquiatra a contarle sus neuras. Está en YouTube, no se la pierdan porque es tremenda: http://www.youtube.com/watch?v=5Lqcu5CinEQ
Muy buena Happiness. Si la has visto, es la de las que no se olvidan. Cada cierto tiempo la recuerdas y te hace pensar.
Como esta entrada. Muy buena y estimulante.
Como psiquiatra, me da que pensar el que a usted le den que pensar las películas de psiquiatras pederastas.
Ese tipo cuya página enlaza usted es un elemento altamente peligroso, un loco furioso que escapó de nuestro manicomio. No hay que hacerle ni caso. Si le ven dénle la razón y llaménnos discretamente al teléfono del Hospital.
No recuerdo si ya lo he sacado por aquí, pero si alguno quiere ver lo serio del post…
Esa risa suya….en fin, ha sido, lo presiento, un tanto histérica. Me preocupa. Tendrá que tomar 10 mg de A y 3 mg de B. Es un nuevo cóctel que está de moda en los EEUU y que deja KO al más robusto. Es lo único que puedo decirle de los efectos de su ingesta. La mecánica molecular desencadenada en su cerebro, francamente, me importa un bledo….
Genial, lo que me he reído!!
(De cualquier manera los psiquiatras no tienen mucha idea y ni pretenden curar las enfermedades)