Tenía abandonado este asunto, como tantos otros, centrado como estaba en centrarme profesionalmente sin por ello renunciar a la familia. He tenido pocos momentos aprovechables, y en los que podrían considerarse como disponibles me embargaba una pereza plenamente justificada por mi cansancio (físico y psíquico).
Me interesa la relación entre mente y cuerpo así como la relación entre mente y sociedad, y por supuesto me interesa la salud, tanto más cuanto más viejo me voy haciendo. Pero creo que la enfermedad que yo padezco, si es que merece el nombre de enfermedad, no tiene cura social. Es precisamente en el terreno de la psicología en dónde más han metido sus narices los pseudointelectuales de verbo ágil y habilidad para inventarse soluciones milagrosas (para engordar su cuenta bancaria). Las soluciones a los problemas mentales, como la depresión que me aqueja, profundamente enraizada en mi biología, no son, en gran parte de los casos, sociales. Quizás dormir más, quizás tener más tiempo para uno mismo (libre de el trato social directo durante períodos razonablemente largos) y otras cosas de ese estilo, puedan hacer más por uno que un acto de voluntad para enfrentarse a su problema o la comprensión de cuatro idiotas que supuestamente pasan por lo mismo, o que pasan por circunstancias vitales muy penosas al lado de las cuales las tuyas parecen el paraíso.
Viene esta larga perorata a cuento porque hoy comienza mi presentación de las «Teorías» en el campo de la Psicología Social de la Salud, y quería dejar clara mi postura claramente escéptica frente a las soluciones que se apoyan exclusivamente en lo social, o más sutilmente en el lenguaje, en ese lenguaje interior de nuestra racionalidad, que es apenas un escriba de las andanzas de nuestro Quijote irracional.
Las Teorías de la Acción Razonada y la Conducta Planificada:
La Teoría de la Acción Razonada (Fishbein y Ajzen, 1975, 1980) precede a la de la Conducta Planificada (Ajzen, 1985; Ajzen y Maden, 1986), que es una ampliación de la primera. Son Teorías Psicosociales que han sido aplicadas con éxito al campo de la
salud, si bien no fueron concebidas para el mismo. Son, asimismo, modelos considerados motivacionales. Destaco estos sobre otros de expectativa-valor como por ejemplo son el Modelo de Creencias sobre la Salud , la Teoría de la Utilidad Subjetiva Esperada y la Teoría de la Motivación Protectora.
Trataban Fishbein y Ajzen de encontrar los determnantes de nuestras intenciones, que consideraban aquello que llevaba directamente a las acciones. ¿Qué es lo que hace que nos inclinemos por un curso de acción en lugar de por otro? ¿Por qué perseguimos unas finalidades pero no otras? Fishbein y Ajzen consideraron que las intenciones estaban determinadas por dos factores: las actitudes y las normas subjetivas. La intención de adoptar una determinada acción estaría condicionada pues por dos cosas: por nuestra actitud hacia la realización o no de esa determinada acción, por un lado, y las normas sociales subjetivas, -que serían algo así como el parecer de aquellos con los que nos relacionamos de forma más estrecha (nuestro entorno social más inmediato)- sobre esa acción o inacción. En esta Teoría las creencias de los individuos subyacen al cambio: las actitudes hacia la acción surgen de las creencias sobre las consecuencias de la acción ponderadas la evaluación de dichas consecuencias. Las normas subjetivas percibidas nacen del grado en que los individuos y grupos apoyan el acto ponderado por la motivación del actor para cumplir con las expectativas ajenas. Este enfoque teórico se denominó Teoría de la Acción Razonada. El cuestionamiento de este enfoque llevó a Ajzen a añadir un nuevo componente al modelo que daba origen a la Teoría, la de la Conducta Planificada. Este componente era el control percibido del
comportamiento, que se convertiría en el tercer determinante del comportamiento (a través de las intenciones, o directamente). Por cierto que el control percibido y la autoeficacia del modelo psicosocial de Albert Bandura (véase más adelante) son conceptos
que tienen tanto en común que algunos han llegado a sugerir que se trata de un mismo concepto con dos elegantes denominaciones.
Desde un punto de vista lógico y de relación entre sus variables el modelo resultaba bastante sólido, especialmente con el añadido del control percibido de la conducta. Ha resultado ser un modelo que predice razonablemente bien las intenciones de las personas de cara a emprender o no una determinada acción de salud, si bien no ha
logrado explicar apenas los comportamientos. Esto ha llevado a los psicólogos sociales a plantearse cómo salvar la brecha abierta entre intenciones y comportamientos de forma tal que el poder predictivo de la Teoría de la Conducta Planificada se reforzase.
El tiempo aquí es un factor importante, por cuanto menor sea el que media entre la intención y la acción mayor será el poder predictivo del modelo. A más largo plazo sería preciso, para que la intención se correspondiera con la conducta, que el individuo hubiera adoptado una identidad social que de alguna manera implicara dicho comportamiento.
En otro modelo alternativo y muy parecido al de Ajzen y Fishbein, el de Triandis (1977,1980) , el comportamiento no depende solamente de las intenciones, sino también de los hábitos pasados del individuo que lo adopta. Además distingue dentro de las actitudes
entre las cognitivas (que se corresponden con las de la TCP) y las afectivas. Los hábitos pasados del individuo resultan ser un fuerte indicador de cómo tenderá a comportarse en el futuro, en especial si hay contextos desencadenantes de esas actitudes afectivas y esos
hábitos enraizados. Por otro lado el propio comportamiento se vuelve sobre la actitud y la condiciona: es también un formador de actitudes.
También hay que tener presente la variedad de comportamientos susceptibles de realizarse: no es lo mismo por ejemplo iniciar un comportamiento nuevo que mantener uno ya existente. Para iniciarlo son precisas la actitud hacia el mismo y la norma
subjetiva. Para el segundo bastaría con cualquiera de ellos separadamente (Liska, 1984).
Por otro lado algunos comportamientos reflejan la identidad personal o social (que puede operar independientemente de la norma subjetiva) de tal forma que acaso sería mejor incluir unas «creencias normativas» en el modelo. Como ven el modelo se va tratando de adaptar a la realidad según se comprueba que la realidad no se adapta al modelo.
Aunque los comportamientos de salud se consideran en estos modelos desde la perspectiva del actor que los acomete (o no), un comportamiento de salud puede ser beneficioso para un tercero. Introducir una leche desnatada en un hogar beneficia a los
miembros de la familia, el uso de preservativo beneficia a ambos miembros de la pareja, la toma de medicamentos puede detener una enfermedad contagiosa. Uno puede reducir el riesgo de contraer el VIH teniendo una sola pareja sexual o usando preservativo con
muchas. Autores como Raats, Shepherd y Sparks (1995), que han comprobado algunas de las diferentes conductas derivadas de una intención creen que las intenciones se predicen mejor cuando una alternativa de comportamiento se compara con otras dos. En
definitiva, sostienen que un análisis a través de las intenciones asociadas a distintas alternativas de comportamientos posibles sería mejor predictor del comportamiento de un individuo que una sola intención. .
Intervenciones de salud basadas en la TAR y la TCP han dado buenos resultados en algunos casos (con alcohólicos) y han fracasado en otros (cuidado dental). Incluso Brubaker y Fowler (1990) comprobaron que una información proporcionada basada en
la TAR frente a otro mensaje informativo distinto respecto al autoexamen testicular eran igual de efectivas en comparación con un grupo de control de personas no informadas.
Como señala Taylor (2010) la utilidad de la TCP está limitada a servir de base en el diseño de mensajes persuasivos encaminados a cambiar las conductas de salud de las personas. Incluso los mejores mensajes, según Taylor, son sin embargo incapaces de vencer los sesgos psicológicos de la gente, lo que hace que la información persuasiva no sea suficiente. A menos, a juicio de Armitage y Conner (2000) que sea complementada con otros acercamientos que tengan presentes la implantación de las intenciones en una serie de etapas.
Más adelante les hablaré del famoso Bandura y su Autoeficacia. Y abajo pueden pinchar en lo que precede a esto.
Psicología Social de la Salud I: Introducción.
Psicología Social de la Salud II: El Modelo Biopsicosocial.
Psicología Social de la Salud III (Aproximaciones al Comportamiento de Salud).