El otro día pude ver por Internet el programa Salvados, capitaneado por Jordi Evolé sobre el paro. Es un artículo que me parece incompleto, porque no se recoge las perspectivas empresarial y sindical, pero muy recomendable en todo caso. Sobre todo, porque refleja perfectamente lo equivocado de la perspectiva de la sociedad sobre sus problemas.
Uno de los momentos que más polémica ha levantado fue el final, en el que las portavoces del Congreso de los Diputados en materia de empleo del PP y del PSOE se tiraban los trastos a la cabeza al punto de ser incapaces de responder a la situación de un señor que ha sido despedido de una empresa, junto a otros catorce trabajadores, y que habían sido sustituidos por trabajadores que provenían de empresas de trabajo temporal. De fondo, junto al trabajador hablando por teléfono se veía de fondo a la empresa a la que pertenecía.
Bien es cierto que el señor Evolé es muy libre para hacer su programa como quiera, pero si se trataba realmente de obtener la información, lo ideal habría sido entrevistar a empresarios y trabajadores. Por suerte para el señor Evolé, yo respeto tanto la inocencia como la codicia a la hora de hacer el trabajo, y no me parece moralmente reprobable el hecho en ninguno de los dos casos.
Ciertamente, poner a dos políticos de diferentes partidos juntos es una trampa, pero es porque los políticos están ocupando un puesto que no les corresponde. Esas dos señoras, como miembros del Congreso de los Diputados, son legisladoras. Aunque no lo parezcan. Es decir, se dedican a hacer normas jurídicas destinadas al conjunto de la población o a colectivos de personas específicas, pero es imposible que puedan atender a las demandas de una persona. Dicho de otra forma: pedirle a un político que resuelva los problemas de una persona concreta es como pedírselo a un gasolinero, a un barrendero, a un mecánico o a un constructor. No es su trabajo ni puede hacer nada, más allá de lo que pueda hacer en su ámbito personal. Pero esas legisladoras actuaron como lo que realmente son ( propagandistas al servicio de su partido, pasó lo que pasó.
Para saber qué le pasaba realmente a aquel trabajador, Evolé debió haber indagado en lo que había pasado en la negociación colectiva y qué condiciones laborales se habían pactado. No es en absoluto normal que una empresa decida despedir a quince trabajadores muy veteranos y con mucha experiencia y sustituirlos por trabajadores inexpertos de Empresas de Trabajo Temporal.
Para quienes no lo sepan, les explicaré cómo funcionan las ETTs. Una empresa necesita a un trabajador. Llama a una ETT. Y ésta ETT pone a disposición del empresario a SU trabajador. ¿En qué condiciones? Las mismas que el puesto del trabajador cuyo puesto vaya a ocupar. Cuando toca pagar, el ETT le pasa la factura al empresario, que incluye tanto las retribuciones al trabajador temporal como por el margen de beneficio de la ETT, que por poner una cifra, puede ir del 25 al 33% del salario del trabajador. Es decir, el salario del trabajador + 25-33 % de dicho salario.
Contratar con una ETT tiene la ventaja de que ajustas directamente el número de trabajadores a la demanda real, sin necesidad de incurrir en costos por despido. Pero es que eso mismo puede hacerlo el mismo departamento de Recursos Humanos de la empresa. Y con el margen de la ETT, el empresario puede contratar a los mismos trabajadores en igualdad de condiciones pagándoles más con el margen restante. Siendo así, ¿por qué no lo hace?
Para intentar responder a esta pregunta, habría que ver tanto las condiciones del convenio colectivo como las establecidas por las leyes. Como no tengo a mano la información específica de esa empresa, ni sé siquiera si se trata de esa empresa, así de los convenios colectivos aplicables, prefiero dar una opinión genérica.
El Estatuto de los Trabajadores establece las condiciones mínimas por las que cualquier trabajador puede ser contratado. A partir de ahí, pueden darse convenios regionales, sectoriales, provinciales o incluso de empresa. Con la última reforma laboral, se supone que prevalecen los convenios de empresa sobre todos los demás, y además ya de antes se podía recurrir a una cláusula de descuelgue. ¿Por qué no lo han hecho?
Pues tirando de deducción a lo Doctor House (ya se le añora), me atrevo a pensar que sí, se ha tirado de todas las herramientas jurídicas a mano, que se ha recurrido a la negociación con los sindicatos para solucionar los problemas y que los resultados de esa negociación son una política retributiva inasumible, hasta el punto de que una empresa prefiera despedir a los trabajadores e indemnizarlos para recurrir a una empresa de trabajo temporal antes que cambiar voluntariamente las condiciones del contrato.
Éste es el problema de fondo que nadie quiere afrontar. En España no queremos entender que son las circunstancias económicas de la empresa las que establecen el marco real de negociación, que tenemos un montón de leyes que, sencillamente, no se ajustan a la realidad de “cómo funciona un negocio” y que, por el hecho de que existan leyes que recojan las leyes, las empresas pondrán en riesgo su supervivencia y las cumplirán de acuerdo con los deseos de los trabajadores antes que buscar otras soluciones. Y mientras sigamos sin entenderlo, las empresas seguirán haciendo lo que entiendan necesario para sobrevivir, incluyendo despedir a trabajadores fijos para sustituir los por temporeros de ETT.
En este contexto, son los sindicatos quienes, como representantes de los trabajadores, deberían asumir la responsabilidad de explicar a los trabajadores qué es lo que hay, cuál es la posición real en el mercado de sus trabajadores y actuar en consecuencia.
Ya sé que en todas partes hay de todo, y de la misma forma que hay sindicalistas a los que es mejor ignorar, también los hay con realismo y perspectiva. Pero no son ni de lejos la gran mayoría. La mayoría está representada por gente como Cándido Méndez o Ignacio Fernández Toxo, personas inteligentes pero sin la perspectiva que la situación requiere.
Esperemos que los ajustes en sus propios sindicatos les haga entender la situación.
De ahí la importancia de que las negociaciones sean entre empresario y trabajador. Vale, sí, todos esos agentes sociales no tienen ni idea de solucionar los problemas, pero al menos que no estorben.
Siendo realistas, ni sindicatos, ni esa cosa llamada patronal, ni por supuesto los legisladores, tienen idea de cómo funciona una empresa. Tanto unos como otros se mueven por eslóganes, frases hechas y tontas ideas simplonas (aunque pretendidamente profundas: escuchar a mucha gente es como leer las notas de las galletitas de lasuerte). Y para colmo, la idea general es que cualquier empresario, por el mero hecho de serlo, es un malvado porque sólo le interesa su empresa para ganar dinero… Como si sus empleados trabajasen por alguna otra razón, por cierto.