Probablemente ha nacido un clásico. Creo que el artículo de ayer de Andrew Montford en su blog Bishop Hill es la forma más fácil de visualizar los problemas que hay con la “ciencia” del IPCC. Y además relatado de una forma fácil y amena, que se sigue como si fuera un cuento de intriga en el que se va desgranando la trama al tirar del hilo. Pero no es un relato de ficción, sino la forma en la que la élite científica del IPCC ha tratado de convencer al mundo, injustificadamente, que vivimos un calentamiento global sin precedentes.
Ni media broma:
- Selección interesada de unos pocos datos que conducen al resultado preestablecido.
- Ocultación consciente de muchos datos que refutan el resultado presentado.
- Engaño posterior para ocultar lo que han hecho.
- Comisiones oficiales de “investigación”, a la vista de las acusaciones y pruebas, sin otro objetivo que ocultar el fraude.
Siempre han tratado de demostrar, contra toda evidencia, que las temperaturas de los últimos 30 años son las más calientes de los dos últimos milenios. Es muy difícil convencer a la gente sobre un apocalipsis, si resulta que lo que estamos viendo no es diferente de lo que ocurría en la alta edad media, o en la época del nacimiento del Imperio Romano. Así que se pusieron a deshacerse de los anteriores períodos cálidos, que antes de la locura del IPCC se llamaban “optimos climáticos”. (Es lo que tenemos ahora exactamente: un óptimo climático).
Eso es lo que sacan a la luz Steve McIntyre y Montford. La forma en la que se crea, manipulando los datos, una reconstrucción paleoclimática. Las supuestas temperaturas de una región durante los últimos mil y pico años. Que luego acaba siendo usada, una y otra vez, en las reconstrucciones de temperaturas globales del pasado que “demuestran” que lo de hoy es anormal.
Para no perder más tiempo, la imagen clave. La curva negra representa lo que presentaron los científicos del IPCC. En principio es un trabajo de Keith Briffa, pero luego entró en tromba a defenderlo toda la élite del IPCC. La curva verde muestra lo que tendrían que haber presentado si hubieran usado todos los datos que tenían en sus manos (y no quisieron usar). La diferencia es que la temperatura actual sea 2,5ºC más caliente que hacia el año 1.000, o que sea casi 1ºC más baja.
Pero hay que darse cuenta de que no es nada fácil ni probable que hoy podamos conocer la trampa con todos sus detalles. Lo normal es que hubiera colado. Y lo preocupante es que no es la ciencia la que se ha corregido a sí misma. Han hecho falta muchas cosas ajenas a la ciencia. No hubiera ocurrido sin un matemático canadiense semijubilado, que trabajaba para la industria de minas, empeñado durante diez años en replicar los trabajos señeros de la paleoclimatología del IPCC. Y en pedir, con toda la paciencia e insistencia del mundo, los datos que le negaban los supuestos científicos. Steve McIntyre. Tampoco hubiera ocurrido sin internet, que permite reunirse virtualmente a la gente interesada en el asunto, y ayudarse y potenciarse. Y no hubiera sido posible sin la Freedom of Information Act (FOIA) [–>] del año 2.000, con la que tras mucha pelea han conseguido que la Universidad de East Anglia entregue los datos para replicar el trabajo de Briffa. Por supuesto, nos resultaría muy difícil apreciar un caso tan difícil, si Montford no hubiera escrito el artículo que enlazo, con la maestría que ya había demostrado en su libro The Hockey Stick Illusion. Y finalmente hay que añadir el suceso más improbable. El Climategate. Cada vez más seguro, alguien de dentro de la East Anglia mosqueado por la ocultación de datos. Probablemente por este mismo caso de Yamal, que aunque no era el único proceso FOIA en curso, sí es el asunto individual sobre el que más emails se filtraron en el escándalo.
Basta de introducción. Ya no hay disculpa para no enterarse de qué hablan los críticos del IPCC. También tiene una versión de precio módico para Kindle.
The Yamal deception
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Nota:
Añado un mapa de Google para mostrar la zona de la que se habla. El punto amarillo más al norte señala el lugar de Yamal de donde vienen los árboles, y el que está junto a él, a unos 100 km al SSW, es la estación meteorológica más cercana.
La idea de la estación meteorológica era porque quería comparar las temperaturas reales con lo que dicen los árboles, según el sesgo de Briffa y según todos los árboles.
Las temperaturas que da GISS son notablemente parecidas a las de los datos completos, que nos ocultaron [–>]. Ninguna forma de “palo de hockey” a final del siglo XX.
Pero aun hay otra sorpresa. Siempre tengo muchas dudas de que el Ártico esté más caliente ahora que hacia 1940. Y tengo miedo de las constantes correcciones del GISS, que curiosamente siempre son en el mismo sentido (más calentamiento moderno). Así que he buscado versiones anteriores en internet, y he encontrado lo que presentaban en 2009. En foro.tiempo.com [–>]. Yo diría que todavía se parece más a la línea verde, y que apunta más a ciclos que a una tendencia lineal de calentamiento. Pero ya sabemos que a GISS le gusta cambiar el pasado.
El original de McIntyre en Climate Audit.
Y también en WUWT:
Insistiendo. Segundo de plaza3